Una mirada desde la historia de la visita de Francisco y del acuerdo entre las Farc y el gobierno de Santos
- Opinión
Los pueblos de Colombia y de Cuba han obtenido victorias resonantes: amenazados de exterminio por décadas han debido ser reconocidos como sujetos de derecho; algunos pocos de los cuáles han sido reconocidos en estos días: los cubanos a vivir desbloqueados y los colombianos a vivir sin el ataque constante de un estado terrorista.
Avanza el reconocimiento al derecho a la autodeterminación de los pueblos y ahora la batalla de ideas pasa al centro de la escena; y para ella, ambos pueblos cuentan con fuerzas comunistas y de izquierda vivas y renovadas en su ideario y modo de relacionarse con el pueblo.
Todo está en disputa y el horizonte de la victoria sigue sostenido por la mirada del Che y el ejemplo inmortal de Camilo y Marulanda, entre otros miles de héroes patriotas de la Patria Grande.
Para asombro de casi todas las derechas y buena parte del “progresismo” y de las izquierdas sectarias que nunca protagonizaron revolución alguna (más que las de café), ni el Partido Comunista de Cuba ni las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia desaparecieron con la caída del Muro de Berlín (1989) ni con el largo período de triunfalismo y de venganzas contra los revolucionarios de todo el mundo que sobrevino en la década infame universal de los 90 del siglo XX cuando el Neoliberalismo arrasó el nivel de vida de los pueblos y desató el periodo de guerras de ocupación imperial más nefasto de la era posterior a Nuremberg y la derrota de Hitler, Mussolini y el Emperador Hirohito (1945).
A la hora de pensar los acuerdos entre el gobierno de Cuba y el de los EE.UU. y el del gobierno de Colombia y las fuerzas insurgentes de las FARC, con la clara intervención del Papa Francisco, jesuita y argentino que antes fue el Cardenal Bergoglio, activo opositor al gobierno de los Kirchner, lo primero que se requiere es una mirada de proceso histórico, único modo de saber si los acuerdos se inscriben en una secuencia de derrotas y retrocesos, de claudicaciones y traiciones o de resistencias y de avances.
Nunca como en estos casos la cultura neoliberal de lo instantáneo, la mirada liviana y micro que la Academia ha impuesto en estos nuevos años de “apagón cultural” neoliberal (en la Argentina se llamó así a los ataques dictatoriales contra la cultura entre 1975/82).
Como ejemplo de manipulación desvergonzada está el artículo de Marcelo Cantelmi publicado en Clarín del 26/09/2015 bajo el título: “Gira papal, Cuba, las FARC e Irán, entre otros deshielos” donde pretende equiparar la gira papal y la firma del acuerdo entre Timochenko y Santos como una claudicación total, un nuevo muro de Berlín, ahora latinoamericano y definitivo.
Nada más lejos de la verdad, nada más miserable por parte de un periodista que se proclama independiente y veraz. Que va, mentiroso, amanuense de los yanquis, sirviente a sueldo de las derechas de América Latina pero como Fukuyama, aquel analista de la CIA que se hizo famoso por la predicción de la muerte de las ideologías (la misma muerte que imploró Francisco en la Plaza de la Revolución, aunque en él se entiende el pedido de milagros divinos), su destino no es otro que el del papelón histórico.
Desde esta humilde trinchera de la batalla de ideas apuesto a que en cinco años, solo en cinco años, podremos ver que las fuerzas humanistas, patriotas y revolucionarias de Cuba y de Colombia, que son multicolor, plurales, diversas y en permanente renovación de sus principios e ideas, seguirán vivas peleando por la continuidad de aquella gesta revolucionaria de Fidel, Camilo y el Che entrando a La Habana el 1 de enero de 1959 y los colombianos estarán luchando por construir una paz verdadera, resolviendo las causas profundas e inamovibles del conflicto social y político que por más de sesenta años se libró en parte en las arenas militares y ahora, puede, y el puede es casi un sueño histórico, librarse en los escenarios de la lucha campesina, contra el modelo extrativista, en las aulas de la universidad y los talleres y fabricas que ahora sí podrán ser escenarios de la lucha de clases en el terreno de la política entendida como construcción de poder popular contra los asesinos y ladrones de la tierra.
Nada será fácil, pero ¿cuántas veces los miserables gusanos cubanos brindaron por la segura muerte de Fidel y la Revolución?
Todavía recordamos las brutales palabras de Santos al brindar por el asesinato del Comandante Alfonso Cano, dijo él que ese día era el más feliz de su vida. Qué dirá del día que le tuvo que dar la mano al Comandante que lo reemplazó? También dirá que es el más feliz de su vida? Lo dudo.
Nadie dice que el rumbo de los procesos de Cuba y de Colombia están predestinados a la victoria; para nada y será muy difícil abrir paso a las transformaciones revolucionarias que terminen con la explotación y las diferencias sociales, culturales e individuales.
Pero estos días de La Habana constituyen un estímulo ético maravillo para los pueblos, no se dieron por vencidos ni claudicaron; no bajaron la cabeza ante el poderoso ni asumieron el credo del “no se puede” que infecta la cultura democrática y humanista de América Latina desde el genocidio de los 70 y el triunfo civilizatorio del capitalismo neoliberal en los 90.
Cuenta Cortazar en su inmortal “Reunión” que luego de desembarcar del Granma, y de superar con gran dificultad el ataque militar de recepción, al llegar a la Sierra Maestra y encontrarse con Raúl y el Che, preguntó cuántos fusiles quedaban y con el puñado que tenían, dijo, entonces ya ganamos.
Que digan lo que quieran los Cantelmi y los Altamira del continente, la lucha de los pueblos de Cuba y de Colombia siguen vivos y siguen vivas las fuerzas revolucionarias que sostuvieron la bandera de la resistencia al final de la historia y que nos enseñan que solo el revolucionario que se reinventa a diario, mantiene la ortodoxia revolucionaria de luchar contra el capitalismo, en las condiciones que sean y con la correlación de fuerzas que sean.
Si algo se confirmó en La Habana de Francisco y de Santos que Bolívar y San Martín, Sandino y el Che siguen cabalgando con la bandera de la dignidad y la libertad para nuestros pueblos.
Seamos dignos de ellos, lo demás no importa mucho
- José Ernesto Schulman es Secretario nacional de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, cronicasdelnuevosiglo.wordpress.com
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