La escuela, soporte y proyección de la cultura (I)

14/09/2015
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1ª parte                                              

 

La escuela, lo que allí se enseña y su proyección a la sociedad circundante es motivo de profundas pero también superficiales apreciaciones en el ámbito latinoamericano, en particular en algunos países de la región.

 

Para llevar a cabo tal tarea con seriedad, cada nación conforma sus planes y programas acordes con sus requerimientos y el momento que está viviendo, si bien hay una sustentación muy clara en los acuerdos multilaterales –internacionales en la UNESCO y regionales en diversos organismos como OEI y CEPAL-. Estos empeños planetarios y locales, no son recientes, aunque desde el nacimiento de la ONU y en particular de la UNESCO, cobran sentido generalizado: hay que preparar a la niñez y juventud para la vida. http://crisolplural.com/author/victor-barcelo/page/15/

 

Suena bien tal apreciación. Pero hay cuestionamientos que merecen especial atención, que están en la médula de la enseñanza-aprendizaje, más aún en la modalidad del aprendizaje-enseñanza en que el maestro-docente asume papel de guía de todos y cada uno de sus alumnos, para incorporarles conscientemente en la apropiación del conocimiento, tanto el definido en los programas de estudio –ajustado a cada zona o región de cada país- como en las exigencias que el propio medio expone para que los alumnos se incorporen a la sociedad, con las competencias que habrán de darles posibilidades de evolución y crecimiento en la apreciación social.

 

Pero en este empeño loable por decidir los caminos del aprendizaje, en base a los elementos que debemos impulsar en nuestros alumnos, chocan las veleidades del ambiente comunicativo que impactan visión-interpretación en la población, de costumbres, tradiciones y creencias de otras latitudes, sin que existan en los medios programas que recuperen las nuestras. http://crisolplural.com/2012/08/10/construyamos-el-destino-de-latinoamerica-ii/

 

No lo señalo por un afán de cerrarnos a otros mundos, sino para que pueda haber una comparación-decisión de por dónde movernos en este mundo globalizado, sin que nuestras costumbres, tradiciones que conforman nuestros valores y creencias, sean nuevamente soterrados –como ocurrió en la Colonia- en que las expresiones culturales de nuestros pueblos –pirámides, templos, medicina, ciencia, cultura- sufrieron la yuxtaposición de templos, cultura, lengua, basados en la fuerza de las armas y religión.

 

Pocos maestros latinoamericanos podrán considerar conveniente dejarnos avasallar por la fuerza financiera-armada de los imperios, como lo hicieron en siglos pasados. La posición nacionalista racional será conservar lo que consideramos propio, lo que hemos construido en la simbiosis de 300 años de colonización española con las culturas nativas. Allí emergen creencias, tradiciones y costumbres con sus valores para la vida.

 

Pero el mundo se hace más pequeño y el impacto de otras formas de vida no puede soslayarse. El dinamismo de las sociedades es intenso e incontrolable, debemos asumirlo buscando que lo nuestro, nuestra cultura sea un insumo a la cultura universal que se construye, desde los claustros universitarios hasta la práctica social cotidiana.

 

Dentro de esa tarea universal, corresponde impulsar lo propio y aceptando lo ajeno, desde una perspectiva en que lo trascendente sea dosificar el valor que simbolizan, no exclusivamente el influjo cultural de una costumbre o tradición patrimonial o proveniente de otras culturas o civilizaciones.

 

Mucho se discute y afirma la importancia de conservar el mito, no sólo el rito, pensando en que el fondo es la verdadera prioridad de los objetos. Conservar el mito vigorosamente vinculado al rito que lo manifiesta, nos permite mostrar nuestros valores en la praxis. Ellos serían el sostén para, al vincularnos con otras culturas -más allá de raza, religión, género o etnia- no vuelva a ocurrir el ocultamiento de lo nuestro como en el pasado, sino su incorporación a la cultura universal, enriqueciéndola.

 

Laura Frade afirma: “a veces es que el rito pierde el mito, por ejemplo nos fascinan las piñatas pero no sabemos de dónde vienen ni porque se hacen, lo mismo sucede con las posadas que eran una representación teatral que se llevaba a cabo por parte de los primeros evangelizadores para que se conociera la historia de Jesús. Es decir que cuando se pierde el mito entonces se corre el riesgo de que cualquier otro mito lo sustituya” http://www.calidadeducativa.com/articulos-de-interes/laura-frade/2013/valores-interculturalidad-y-globalizacion.html

 

Es vital apreciar las consideraciones anteriores, que se repiten en escritos de diversos investigadores sociales. No hay que buscar mucho para corroborar como llegamos a “fiestas” en sitios de regiones del continente, que en muchas ocasiones no se conoce la razón de las mismas, de donde provienen, los valores que impulsan y fortalecen. Las reuniones tradicionales –patrias, religiosas- se realizan sin comprensión cabal de su importancia. Se olvidan las creencias como valores vinculados a los ritos. Las tradiciones ya no fortalecen la identidad. Raro el evento social en conmemoración patria, en que no se baile música, ritmos ajenos a nuestra idiosincrasia.

 

Frade nos recuerda que “existen lecciones interesantes a aprender de los migrantes que se van a otros países, ya que si bien es cierto que el contacto con otras culturas y religiones modifican sus pautas y creencias, también lo es que es precisamente por encontrarse con otros que son diferentes que afianzan los valores y costumbres culturales que se poseen”.

 

Los latinos que viven en E. U., los vemos adoptar costumbres estadounidenses; pero por el choque cultural, el mal trato que sufren allá y en ocasiones la soledad, reaccionan más como nativos de cualesquiera país de la Región –incluido México- que quienes habitamos nuestros territorios. Habrá que apreciar el orgullo con que dicen ser nicaragüenses, argentinos, guatemaltecos, salvadoreños, brasileños o mexicanos. Por ello festejan las fiestas regionales con más entusiasmo, honra y alegría, que quienes vamos a los eventos por rutina o compromiso.

 

La historia nos enseña que cerrarnos a conocer otras culturas o sencillamente desechando lo nuestro para asumir formas y actitudes ajenas, así como lenguaje extranjerizante, es como perdemos la posibilidad de enriquecernos con lo bueno que viene de afuera; aunque generalmente llegue por medio de la distorsión de medios e intereses financieros para colocar sus productos en nuestros mercados, dejando para el folklore lo poco que aún se produce al interior de nuestros pueblos y comunidades.   

 

De allí que la escuela tenga un papel supremo en el fortalecimiento de la cultura nacional. No es obstaculizando a las expresiones culturales ajenas y defendiendo a ultranza lo nuestro, como podemos preservar nuestra cultura. La escuela, en todos sus niveles y dada la preparación de su profesorado, puede avanzar en el intercambio equitativo, razonado, que identifique y defina, qué de lo nuestro deba mantener su vigencia, por los valores que impulsa y que incorporamos a los valores y la cultura universales y cuales expresiones de fuera nos fortalecen. (Continuará)

 

Puebla, Pue. 13-Sep-2015

 

Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com

 

https://www.alainet.org/es/articulo/172395
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