Europa necesita nuevas revoluciones

29/07/2015
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 Europa ha entrado a un callejón sin salida, las llamadas democracias son nada más y nada menos que circos romanos para divertir a sus pueblos, cuando los poderes han sido secuestrados por banqueros, financistas y mafias de alto vuelo que en realidad son los que monitorean a los políticos también gansteriles. En definitiva Europa no tiene ya qué ofrecer al mundo, sino sus calles y museos para fotografías; pero no sus estructuras políticas ni sus ideas. Europa está podrida por dentro, y huele a putrefacto hace mucho tiempo. El miedo como factor principal de las masas europeas, es el principal motor de las democracias europeas, y esa es su paralización definitiva. En la situación actual nada se puede esperar de Europa, sino su derrumbe lento y sostenible, como en esas películas de suspenso gringas donde se sabe el final que vendrá. Sus izquierdas son peores que sus derechas, incluso más peligrosas porque sus discursos no han cambiado desde el siglo XIX y asombrosamente siguen cautivando y engañando a sus feligreses, ofreciendo paraísos terrenales en medio de sus infiernos sociales.

 

Esperar de sus élites alguna reacción independiente y digna frente al imperio norteamericano, es esperar peras al olmo. Nada sucederá al respecto. Las élites europeas se han arrodillado para siempre ante el poder anglosajón del otro lado del océano. Los propios socialistas franceses demuestran que son la peor calaña antifrancesa, cuando prefieren cerrar los ojos y prefieren que sus propios industriales, sus propias empresas comerciales entren en quiebra sólo por complacer los apetitos norteamericanos, para apoyar sanciones multimillonarias a los mercados rusos. Esperar algún milagro de esas élites globalizadas y gansteriles es simplemente esperar por ilusiones que jamás sucederán. Como en la mayoría de los procesos sociales de avanzada y conscientes, estas son las condiciones subjetivas ideales para realizar revoluciones, porque las justificaciones éticas y morales son absolutamente claras: hambre, desahucios, corrupción generalizada y total enajenación de toda realidad de las élites europeas. Pues es justo a todas luces destruir esos cimientos podridos de sus estructuras políticas, que ya no responden a los intereses de sus pueblos. Matemáticamente Europa necesita hacer nuevas revoluciones.

 

Los europeos necesitan superar el trauma de sus miedos, vencer a sus propios fantasmas y recordar con bríos lo que sus antepasados hicieron desde la revolución francesa. No tienen que escuchar a los charlatanes de siempre: sus intelectuales que andan deambulando en las nubes de sus esquemas postmodernistas, perdidos en las aulas universitarias o en los cafés burguesitos de sus calles de museo y adorno, con esos discursos fétidos de que las realidades no permiten hacer revoluciones. Son los más peligrosos y anti revolucionarios, anquilosados en los engaños del Estado del bienestar que ya no existe. Los europeos necesitan rescatar de nuestras experiencias políticas, de aquellas que tienen sentido de cambio, no de los engaños que también los tenemos. Necesitan hacer una antropología al revés: estudiarse así mismos y empezar a redescubrirse en sus raíces revolucionarias. Volver a recordar que se puede sacrificar a un político corrupto en las plazas públicas, mejor con guillotina de por medio. O destruir las casas de los banqueros que amasaron su fortuna sobre la miseria y pobreza de sus sociedades. Esa ética de la acción directa era una de las herencias más puras de los revolucionarios europeos, que han olvidado por obra y gracia de sus modernas y engañosas ilusiones institucionales. Necesitamos de esa Europa que hervía en cambios y revoluciones, y era nomás el faro de ideas como modelos a seguir.

 

 Las democracias actuales europeas ya no tienen capacidad de resolver nada. Todo está podrido. Por eso ni siquiera pueden entender lo que sucede por el sur del mundo, su misma cooperación internacional es cada vez más fascista y derechona. Sus oficinas prefieren “ayudar” a proyectos donde no se piensa, no se razona y sólo sirven para las fotos de deleite estético: indiecitos sonriendo felices y abrazados a los voluntarios europeos. O pobrecitos agradeciendo por la limosna recibida. Esa fascistización cristiana nos dice mucho de lo que está sucediendo en suelo europeo. Ciertamente, como sus propias poblaciones no necesitan pensar o razonar pues es peligroso, sólo sonreír y actuar hipócritamente, es decir la continuidad de la colonialidad. Realmente es preciso que Europa cambie totalmente, que rectifique sus procesos sociales que hoy por hoy son fábricas de pobres y miserables. Salir del estancamiento y volver a soñar con sus propios destinos es el desafío contundente de los europeos; y mejor lo más antes posible, porque la inercia empieza a devorar sus mentes, que sirve como caldo de cultivo a los dueños de bancos y de las finanzas europeas.

 

La Paz, 28 de julio de 2.015

https://www.alainet.org/es/articulo/171406?language=es
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