La deuda de Venezuela con el pueblo Añú
- Opinión
El pueblo indígena Añú, reúne una serie de características que lo hacen único en la geografía humana del país. En primer lugar debemos decir que el Añú es totalmente venezolano, ya que todo su territorio y todos sus descendientes se encuentran dentro del actual territorio de la República Bolivariana de Venezuela.
En segundo lugar, el pueblo Añú fue el que recibió de manera directa la invasión europea desde la llegada de los primeros emisarios de la monarquía castellana, enfrentando una guerra de resistencia que duró más de un siglo, del 24 de agosto de 1499 con la primera embestida de Alonso de Ojeda, pasando por la razzia ejecutada por los banqueros alemanes llamados Belsares, hasta la caída del cacique Nigale el 23 de junio de 1607, frente a las tropas del resentido Juan Pacheco Maldonado. Fueron 108 años de intentos españoles por apoderarse del lago Añú.
Pese al exterminio al que fue sometido, esclavitud y sojuzgamiento, el Añú sobrevivió aferrado a sus orillas maracaiberas. El siglo XX vio llegar la era petrolera y con ella la urbanización desordenada, la contaminación y el saqueo.
La nación Añú ha sido la más afectada por la industria petrolera, con la destrucción de su hábitat ancestral el Lago Maracaibo. El racismo anti Añú tuvo su clímax el 13 de noviembre de 1939 cuando las transnacionales y la dictadura causaron el “Incendio de Lagunillas” que destruyó mil doscientas viviendas palafiticas del ancestral Paraute, un poblado Añú con miles de años establecido en esa ensenada.
Nadie se molestó en contar los muertos, ni los desplazados, ni los deudos. No habían terminado de apartar las ruinas, cuando las concesionarias ya perforaban nuevos pozos y levantaban los muros que convirtieron al Lago en un ser lejano, ajeno, incomodo.
Algo similar ocurrió con la industria cementera que hizo trizas a Isla de Toas, la petroquímica que envenenó la Bahía El Tablazo, el Canal de Navegación que aumentó la salinidad de suelos y acuíferos, la minería de carbón que azota los bosques y cuencas, y toda la cloaca bestial que el urbanismo caótico echa al estuario sin compasión.
Ni siquiera la Constitución del 99 ha resarcido la deuda de nuestros enormes sacrificios. Ciertos intereses ocultos han impedido la demarcación de nuestro hábitat, comenzando por la burocracia “indigenista”, tan amañada a aprovecharse del predominio de la ignorancia y la mentira.
Al Añú no le interesa ese asuntito del nombre de Venezuela, pero es cierto que nació aquí, del parecido que vio Américo Vespucio de nuestras comunidades con la Venecia italiana. Ni que la Chinita la encontró una anciana Añú, ni que la gaita y todos los aires musicales del Zulia tengan raíces Añú.
Lo sustancial de rescatar nuestra historia, nuestro ser, nuestra existencia, es el derecho de tener futuro, sin que otros avispados se plagien lo nuestro.
La agenda de lucha del pueblo Añú en este momento, pasa por: 1) El reconocimiento de estas verdades históricas por parte del Estado Nacional, 2) La demarcación urgente de nuestro hábitat, 3) La implementación urgente de un Plan de Rescate, Revalorización y Revitalización del Pueblo Añú, 4) El reconocimiento del etnocidio provocado por las petroleras (Ejemplo el incendio de Paraute), y 5) Indemnizar a los descendientes Añú por todos estos daños causados.
1) El Estado Nacional debe reconocer la pre-existencia del pueblo Añú en la región del Lago Maracaibo, su lucha de resistencia anticolonial que duró más de un siglo, sus comunidades destruidas y esclavizadas, sus héroes y mártires, sus caciques como Nigale y Telinogaste, y todos los aportes debidamente documentados que hemos realizado a la historia patria.
2) Demarcación del Hábitat. Llama la atención como se ha incumplido la orden constitucional de demarcar el territorio indígena del pueblo Añú. Ya han pasado quince años y las autoridades (in) competentes no han movido un dedo. Esta negligencia agregada de la burocracia “indigenista” es culpable de muchos abusos y desafueros que se siguen cometiendo contra la nación Añú, y es la causa de la manipulación que ciertos intereses antinacionales hacen del tema indígena en la zona fronteriza del norte del Zulia.
3) Es urgente la puesta en marcha de un Plan Integral Socialista de Rescate Añú, eso implica revalorizar la estima étnica, el sentido de pertenencia y revitalizar el idioma y la cultura ancestral. La burocracia “indigenista” que medra y holgazanea en las curules usurpadas al pueblo Añú, carece de saber y autoridad moral para esta dura tarea. Sólo la fuerza organizada de los legítimos descendientes del cacique Nigale, hará posible esta utopía.
4) El reconocimiento del Estado Nacional del etnocidio de 1939 en Paraute es un punto de honor para esta lucha histórica. Un proceso de reflexión debe colmar la opinión pública para que se esclarezca todo lo ocurrido aquel 13 de noviembre. La verdad emergerá de las aguas ardientes, como los espíritus de aquellos hermanos flagelados podrán alzar su vuelo libre al manglar de las alas sangrantes.
5) Esta indemnización comienza por admitir el acto etnocida, reivindicar el nombre de Paraute al lugar, erigir un monumento a las víctimas según lo que decidan los descendientes Añú, aportar un financiamiento especial que responda a las expectativas del pueblo Añú para hacer viable el Plan previsto en el punto 3 y las actividades productivas que garanticen la autonomía y el sostenimiento de las futuras generaciones Añú.
Una larga lucha comenzaron nuestros ancestros hace más de quinientos años, minimizada o negada por las elites dominantes; ya es hora que vayamos arreglando cuentas con la historia.
Yldefonso Finol
Guerrero Añú
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