La lenta velocidad del tiempo
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Dedicado a Horacio González
El barro de un héroe estrellado
El año calendario político comenzó el día 12 de Enero de 2015 cuando el fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, regresó al país interrumpiendo las vacaciones que no fueron. Una muerte que de gravedad institucional viró a folletín con visos de novela negra. Un denuncia desesperada, a contrapelo de los reacomodamientos geopolíticos a nivel internacional, tiñó de hipótesis y carátulas jurídicas a un verano dilatado que posó sus estrías, sin moderación alguna, en los fondos tumultuosos, revueltos, de un Marzo prematuro en prestidigitaciones, peritajes, desestimaciones, querellas de malentendidos sospechosos, informáticos vip que anunciaron, como en un mensaje encriptado, el préstamo de un arma que no protegió de loquitos a ninguna chica y sí produjo esa muerte que para la mentada opinión pública ya nunca importará si fue suicidio, suicidio inducido, asesinato o magnicidio institucional. Las audiencias confirmarán lo que siempre quisieron escuchar, aunque sea necesaria una resolución judicial. Efectos de la lenta velocidad del tiempo, relatividad por la cual el hombre de a pie, sumergido en la excitación de un falso héroe estrellado bajo la lluvia, observa que el reloj de los días ha marcado un tiempo de ritmos imprecados por paraguas fiscalizadores que hicieron de un nombre un nuevo eslogan, una vacua expresión de vivos y viejos deseos.
Y en ese tiempo dilatado de velocidades periodísticas, rencillas entre Ministerios Públicos y Cámaras Federales y resoluciones o desestimaciones de legos, aún nos encontramos. Aunque la lenta velocidad del tiempo nos arroje ya en el mes cuatro del año quince, y la denuncia del fiscal, sin sustento alguno – casi una expresión de un delito a cometerse en el futuro - contra la Presidente, su Canciller y militantes políticos no sea más que una operación política destinada a perdurar entre medios y tribunales hasta que la nada absoluta la sumerja en el desinterés o el olvido. Quizás para entonces, la muerte se haya convertido en una atribución tardía de la soberbia o el desespero.
Esa muerte, este tiempo, se inscribe en un espacio-tiempo en el que la Doctrina Monroe ha considerado el augurio de un nuevo corolario o, quizás, la reactualización de una doctrina ya aplicada. América para los americanos, brama nuevamente el Norte de América al constatar que imperios milenarios u otrora revolucionarios expanden sus impulsos hacia América del Sur. Por ello el despliegue de acuerdos nucleares con el hasta hace poco temible enemigo iraní, ese caduco enemigo que no contempló el suicidado de la geopolítica nacional e internacional, atravesado por las internas del espionaje local, el descabezado en el último mes del año catorce, y sus laberínticas conexiones con los hombres de negro de los servicios mundiales. Por ello, también, la emisión de órdenes ejecutivas que advierten que otro país americano, la popular y populista Venezuela, constituye una grave amenaza para la seguridad nacional del Norte imperial.
Por sobre ese escenario de reacomodamientos sobrevuelan los buitres que desde una de sus garras agitan la leyenda del yo soy… y el asesinato de quien ya no es. Esos buitres saben de operaciones de prensa y de a quienes picotear para que las grillas de los medios en concentración guerrera no dejen lugar para los “moderados”. Puede gustarles más o menos a los analistas de medios pero el tono en alza beligerante de los sets y el éter en concentración, es una comprobación palmaria de ello. Desde fuera y desde adentro se hace imperioso elevar ese tono en un año político decisivo. Y la moderación o la mesura no cuentan por ahora. Cito el final de una interesante nota publicada el 19 de marzo pasado en el diario La Nación, escrita por Juan Gabriel Tokatlian y titulada “De la doctrina Monroe a la doctrina Troilo”: “Una nota final sobre la Argentina y Estados Unidos en el corto plazo. Si alguno de los presuntos tres candidatos mejor posicionados hoy en las encuestas para la presidencia argentina triunfara, Washington encontrará otro nuevo amigo en la región. La diferencia sería entre un presidente algo moderado que busque equilibrar las relaciones con Estados Unidos y Occidente para complementar el avance de los lazos con China y Asia, o uno bastante inmoderado que haga anuncios grandilocuentes y concesiones estratégicamente costosas en busca de un nuevo realineamiento con Washington. Siempre hay que recordar que la desmesura es una nota recurrente en la política exterior argentina y que se manifiesta en cada intento refundacional de "reinserción" del país en el mundo al comienzo de un gobierno.”
De esto hablamos cuando nos referimos a esa mirada que se ha posado nuevamente en la región, una mirada que creíamos lejana, tal vez distraída en sus preocupaciones por abastecerse de petróleo sin tener que negociarlo como hasta ahora, para hacer frente a los núcleos bélicos que los Estados Unidos de Norteamérica tiene abiertos en Ucrania y en Oriente Medio con el Estado Islámico.
A ello hizo referencia la Presidente Cristina Fernández en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el mismo que la vio iniciarlas por última vez luego de dos mandatos consecutivos.
Dentro de este rocambolesco Teg político y financiero, que no es un juego, es que se llevarán a cabo las PASO en el mes de agosto y las elecciones presidenciales en Octubre. Las encuestas encargadas por los presidenciables con posibilidades serias de llegar al poder, indican que la contienda electoral, hasta ahora, enfrentará a dos candidatos similares, con atenuantes exiguos. Dos expresiones que adscriben a una corriente ideológica de tronco común; dos expresiones de derecha, o si se prefiere, una de derecha que niega la existencia de las ideologías – el Metrobus o la bici-senda no es de derecha ni de izquierda, reza el credo zen/macrista -, y una de centro-derecha que hace campaña desde los logros en materia de inclusión realizados por la gestión kirchnerista, haciendo foco en la seguridad y la armonía que devuelve el frontón de respuestas naranja. El tercero, un renovador que ha negado más de tres veces cualquier lazo con la vieja política, léase peronismo-kirchnerismo, se debate entre seguir adelante o desarmar la renovación para sumarse a la ola amarilla, ese sol que esparce rayos cálidos y que al igual que el color rojo de los radicales no tan libres, tiene un significado contradictorio. O tal vez no; quizá sea una falsa percepción cromática que suaviza la gravedad de sus verdaderas intenciones: Hacer volar por la canaleta del capital financiero las reservas que el país aún tiene, el día 11 de diciembre.
Pero el peronismo siempre da sorpresas y no sería alocado pensar en Massa volcándose hacia las filas sciolistas. Sabemos que ante la posibilidad de perder el poder, el peronismo mueve sus alfiles con celeridad y reorganiza el espacio político con ese objetivo en claro. El hombre que siempre osciló entre el matadero y la política, José Alberto Samid, lo expresó con claridad peronista: Cuando los compañeros vemos que se puede perder el poder nos juntamos. Y pintó un perfil del macrismo y el proyecto de gobierno que Mauricio encarna: “El que puede pagar la entrada para la fiesta de los ricos entra, y el que no se queda afuera, con la ñata contra el vidrio”.
Si Scioli se consagra en las PASO y luego es ungido presidente de los argentinos, rompería el histórico maleficio que indica que un gobernador de la Provincia de Buenos Aires nunca llega a presidente.
Ahí el dilema del kirchnerismo: No haber podido construir un candidato posible y, digamos, de paladar negro. Este quizás sea el mayor déficit de una gestión y un modo de entender la gobernanza que ha generado un ciclo virtuoso – con su más y sus menos – durante doce años. Claro, nadie pensó en la muerte de Néstor Kirchner.
A 39 años
Este 24 de marzo se cumplieron treinta y nueve años del golpe de Estado más cruento que el partido militar junto a sus cómplices civiles – iglesia, empresarios, sectores del poder judicial – le infligieron al pueblo argentino. En esta afirmación cabe el molesto debate que aún persiste: Una porción de ese mismo pueblo avaló el golpe. Y hasta lo festejó.
En los últimos años se ha avanzado mucho en materia de juicios y condenas a represores. El golpe de Estado dejó de llamarse golpe para ser nombrado como lo que fue: Una dictadura cívico-militar que perpetró un genocidio social-humano y destruyó la economía del país siguiendo los planes de plena apertura al mercado y a los capitales financieros extranjeros. El hecho de hacer visible la complicidad civil con la dictadura militar no produjo sólo un efecto simbólico sino que puso las cosas en su lugar: La responsabilidad del genocidio no fue exclusiva de los militares.
Estar en la Plaza este 24 de Marzo último es haber estado donde el pueblo está, donde tenía, como durante tantos años, que estar. Atentos porque ante la posibilidad del cambio de signo político, la clausura de la memoria es un hecho a considerar. Hemos visto en estas últimas semanas cómo los cómplices civiles han sido absueltos por sectores del Poder (Partido) Judicial. Allí el huevo en el que anida la serpiente. Los verdugos en prisión, por ahora, los amos, en libertad.
Por ello marchamos en multitud de clases, de géneros, de edades, el 24 de marzo. Marchamos porque todavía falta recuperar a los nietos que aún desconocen su identidad y lograr la condena por delitos de lesa humanidad para Ernestina Herrera de Noble, Bartolomé Mitre, Héctor Magnetto, Vicente Massot, Carlos Pedro Blaquier, cómplices civiles de la última dictadura militar, protegidos por las estructuras también cómplices del Poder Judicial.
Estuvimos en la Plaza porque las marchas no se naturalizan, se militan. Ahora y siempre.
- Conrado Yasenza es Periodista. Director de la Revista Digital La Tecl@ Eñe
http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene
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