Argentina: La osera de Cisneros

23/03/2015
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La Boca   BBAA image002
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No lo conocí. Dicen que era un tipazo, un militante de los que no hay. Hoy cumpliría 55 años. Lo mataron un 26 de julio, un año después del asesinato de Maxi y Darío, como para que el mensaje quede claro. Se habla poco del Oso Cisneros, se lo recuerda poco, es un héroe olvidado. Aparece poco en las canciones y homenajes. Tal vez porque era demasiado peronista para la izquierda y demasiado de izquierda para el peronismo. En cualquier caso hoy, en su barrio, La Boca, festeja su cumpleaños a lo grande. Es que la semilla del Oso germinó y se hizo flor de cemento y cerámicos, se hizo osera para su manada. Treinta y tres familias humildes de la Cooperativa Los Pibes van a dormir bajo un techo digno, propio, en el mismo rincón olvido de la ciudad donde el Oso supo enfrentar en un comedor los años más terribles, cuando hablar de techo, tierra y trabajo en la Argentina no era reclamar un derecho elemental sino enunciar un sueño irrealizable.

 

Mi generación no conoció “esa Argentina grande con que San Martín soñó”. Forjó su identidad militante en un país hambreado, entre piquetes, goma ardiendo y ollas populares. Ver estas realizaciones, ver las obras terminadas, ver a los compañeros en su nuevo hogar, nos llena de esperanza. Las experiencias similares son muchas. Para hablar de algunas que conozco, vinculadas a la CTEP, puedo mencionar las 200 viviendas del Movimiento 8 de Octubre, las infatigables cuadrillas de infraestructura social del Evita o el Darío Santillán, barrios enteros levantados por organizaciones comunitarias como los Sin Techo de la Cordillera y la Costa, decenas de loteos administrados por nuestras cooperativas de vivienda, miles de casas, edificios y mejoramientos habitacionales realizados por nuestras cooperativas de trabajo. En las zonas rurales, el MNCI trabajó incansablemente por el hogar campesino, dotándolo de servicios básicos. La Corriente Villera Independiente realizó innumerables obras de cloacas, pluviales, pavimentación, luminarias, eléctricas y de agua potable en decenas de villas porteñas. Los trabajadores de la economía popular lo dejan todo por su Patria: el barrio.

 

El orgullo por el trabajo realizado tiene, sin embargo, un sabor amargo. Es que, si miramos alrededor, vemos millones de familias sin una vivienda digna. Observamos que ni el Estado ni las organizaciones somos los que, a fin de cuentas, aliviamos el problema de nuestros compañeros. Fue, en cambio, el pueblo excluido que, a través de las tomas, creó millones de nuevas viviendas –precarias, pero viviendas al fin- recuperando lo que estaba ocioso. Y lo hizo como pudo, con sus contradicciones, a los codazos, en la lucha por la subsistencia que tiene un poco de epopeya y mucho de tragedia. Así es la economía popular “al natural”.

 

Esto no sucede solo en la Argentina. El capitalismo no puede dar respuesta a la crisis habitacional en ningún lugar del mundo. Las Naciones Unidas reconocen que la mayor parte de las nuevas viviendas urbanas no son obra del mercado ni los gobiernos: son resultado de la proliferación global de asentamientos informales. Este sistema, como dice el escritor Mike Davis, ha creado un “Planeta de Villas” que alberga hoy 2000 millones de seres humanos.

 

Pero estamos en Argentina y tenemos que mirar de cerca que ha pasado en la Patria. Como en todas las cuestiones sociales, el accionar del Estado queda chico si se lo compara con las realizaciones del gobierno de Perón. Es que el peronismo produjo una verdadera revolución en términos habitacionales. ¡Más de 650.000 viviendas en solo 10 años, en un país de 15 millones de habitantes! ¡Otro medio millón de “lotes populares”! Todo ello, combinado con una fuerte regulación del mercado inmobiliario donde los alquileres estaban congelados y la función social de la propiedad garantizada por la constitución de 1949.

 

No hay que ser injustos. El compromiso presupuestario de los gobiernos kirchneristas es evidente. Se construyeron muchísimas viviendas, alrededor de 500.000 en 12 años. Ninguna de las obras que realizamos desde las organizaciones podría haberse hecho sin financiamiento público. Esto hay que destacarlo, reconocerlo y defenderlo, más allá de las opciones políticas de cada quien. Sin embargo, en mi opinión, no se atacó el problema de manera integral. No se combatió a esa mafia inmobiliaria obscenamente especulativa que monopoliza el espacio urbano. No se expropiaron las tierras necesarias para entregar loteos a quienes no pueden esperar. No se logró emular los planes quinquenales ni empoderar realmente a las organizaciones para que, junto al Estado, enfrentáramos esta tremenda injusticia social.

 

Las deudas pendientes son muchas. Hay tres millones de familias que viven en villas. El déficit de viviendas nuevas es de al menos 820.000 y existen 2,7 millones hogares muy deteriorados. Miles de trabajadores sufren la expropiación del 40% de su salario pagando leoninos alquileres que, para peor, no pueden deducirse de ganancias. Esto se agrava en ciudades que tienen una política urbana deliberadamente excluyente como Buenos Aires. La osera de Cisneros es un oasis en la jungla porteña. Muestra que las organizaciones populares tenemos mucho que aportar. Que se multiplique su ejemplo para que se haga realidad la consigna de Francisco: ¡ninguna familia sin vivienda!

https://www.alainet.org/es/articulo/168361?language=en
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