El uso del lenguaje en las nuevas guerras del Imperio y en la ocupación de El Salvador y Centro América (2/ 2)
27/06/2012
- Opinión
Es un hecho que el modelo capitalista agotó todas las mentiras de que podía echar mano para justificar su existencia. Cada día es más evidente que se trata de un sistema despiadado que sólo busca conseguir beneficios para unos pocos, aunque esto signifique hambre, miseria, y muerte para el resto de la humanidad; y ponga en peligro los ecosistemas del planeta y la existencia misma de nuestra especie.
Su última carta, el llamado modelo neoliberal también ha fracasado y los gobiernos de los países abanderados del sistema se ven obligados a repartir el peso de la crisis, que ellos mismos han generado, en las espaldas del pueblo trabajador, los pequeños comerciantes y los profesionales. Hasta hoy, en los países capitalistas la riqueza se encuentra concentrada en pocas manos y es a esas manos que se deben quienes gobiernan. El mejor ejemplo son los Estados Unidos.
Llegado a este punto que ya no admite regreso, al Imperio sólo le queda la pretensión de seguir dominando mediante el uso de su fuerza militar, como lo haría cualquier matón de barrio con un revolver o un cuchillo en la mano: atemorizar a los más pequeños para quedarse con sus cosas o imponerles una renta.
El instinto depredador de los países colonialistas es el mismo: Gran Bretaña que en 1839-1842 y en 1856-1860 impuso la guerra del opio a China, de nuevo muestra su naturaleza colonialista en el caso de las Islas Malvinas; España que robó toneladas de oro y otras riquezas naturales a los pueblos nativos del continente americano ahora coquetea con Brasil a donde hace unos días vino su monarca, justo cuando se siente asfixiada por la crisis que se cierne sobre Europa; A la Alemania que desangró a la humanidad en la segunda Guerra Mundial, la vemos de nuevo sacar sus garras a través de la señora Merkel, con sus planes de austeridad y amenazas para humillar y someter a Grecia; mientras los Estados Unidos trata de imponer su voluntad mediante la amenaza de la guerra para robarse los recursos naturales en donde estos se encuentren.
Pero el espacio político se cierra, y los reflectores de las nuevas tecnologías de comunicación iluminan la escena en la que actúan. De las tropelías de la Corona inglesa en China, en donde se comportó como un vulgar cártel de la droga, lo supimos en el resto del mundo muchos años después, pese a que ni siquiera lo ocultaron. Ahora, en el caso de Estados Unidos es diferente, y muy a pesar de que si tratan ocultar sus viles intenciones bajo la cobertura de la lucha contra el terrorismo, la lucha por los derechos humanos y el combate al tráfico de la droga, los vemos actuar. La información que los desnuda circula en el mundo casi en directo.
No obstante, quienes gobiernan en Estados Unidos ven en el continente americano un extenso territorio en el que pueden saciar su apetito de recursos naturales para preservar al sistema, seguirse lucrando y mantener su hegemonía planetaria. Esa rapiña ellos la consideran una cuestión de seguridad nacional.
El problema para ellos es que los tiempos y la guerra han cambiado. Ahora tienen que pensarlo dos veces antes de poner los pies en el sur del continente americano, porque puede costarles la derrota que los precipite al abismo. En ninguno de los países invadidos han logrado salir victoriosos. Desde Vietnam el resultado ha sido la humillación. Hay una diferencia entre los patriotas y revolucionarios que luchan por un ideal de justicia, y los soldados y subcontratistas mercenarios que al invadir un país lo hacen por dinero, un permiso de trabajo o una beca de estudios.
Con mentiras invadieron a Irak; sabían muy bien que eran mentiras, pero las hicieron creer a sectores ingenuos de la población mundial. Desoyeron a las Naciones Unidas e invadieron Irak. Cuando la verdad salió a la luz, sus dirigentes fingieron haber sido engañados. El mal estaba hecho, y jugosos contratos pagados con el dinero robado al pueblo de Irak fueron otorgados a las compañías en las que los principales accionistas eran familiares, amigos, o los mismos jefes que promovieron la invasión.
En Libia usaron otra modalidad, crearon grupos fantasmas de resistencia hacia un gobierno que hasta muy poco tiempo antes era su aliado. Entraron esencialmente acompañados de dos antiguos países colonialistas, Francia que ya tanto daño le había hecho a los pueblos africanos, e Inglaterra el antiguo cártel. Sin importarles el clamor internacional, bombardearon sin misericordia a la población civil que apoyaba a Mouammar Kadhafi, pese a sus errores. Realizaron un escandaloso montaje mediático con la televisora Al Jazira de Catar para desmoralizar al pueblo libio y dividirlo (hecho que por sus consecuencias debería ser una nueva figura de delito, similar en su gravedad a un crimen de guerra). Hicieron entrar hordas de mercenarios, y asesinaron con lujo de barbarie al presidente elegido por el pueblo, un crimen de guerra pendiente. El verdadero objetivo de todo ese baño de sangre era quedarse con el petróleo y los recursos acuíferos de Libia. Además se robaron sus riquezas, congelando en los bancos internacionales sus haberes, y ahora los usan para pagar los contratos de reconstrucción a las mismas mafias a quienes antes se los otorgaron en Irak.
Le queda al imperio entonces, crear un cinturón de fuerza militar en Centroamérica, el Caribe y México, mediante una ocupación silenciosa, para que la región sirva de contención en caso de un conflicto bélico. En este momento tienen en la retaguardia al gobierno de extrema derecha de Stephen Harper en Canadá, y en una línea de avanzada a Inglaterra ocupando las Malvinas, que además puede jugar el papel de provocador, buscando el mecanismo que detone un conflicto para intervenir, cuando crean que es el momento propicio. Para el imperio el tiempo apremia, la economía se les está desmoronando. El Banco Nacional de China acaba de comprar uno de los grandes bancos de Estados Unidos y abrirá sucursales en Nueva York y Chicago, en donde se podrá hacer ahorros en Yen. La moneda de China, ahora tiene un mejor respaldo y es más estable. Hace unos días la Televisión Rusa trajo la noticia de que, la opinión pública mundial considera por primera vez que China, y no EE. UU., es “el líder económico mundial”.
El tiempo apremia, pero saben que entrar en América Latina no les sería fácil. La lucha contra las feroces dictaduras que ellos instalaron y apoyaron en el pasado, forjó una tradición de lucha guerrillera rural y urbana, y una estirpe de heroicos combatientes, que seguramente terminarían por humillarlos en su propio continente. Si se produce un foco de fuego en el continente, aunque sea en el extremo sur, necesariamente el continente se abrasará y el fuego llegará hasta su propia casa. En EL Salvador, durante los doce años de la guerra intervinieron, con asesores militares sobre el terreno y un millón y medio de dólares diarios (probablemente más), no lograron su objetivo. ¿Qué pasaría entonces con un incendio, de varios El Salvador, en América Latina?, ahora que la correlación de fuerzas políticas en el continente les es adversa.
Por eso la necesidad del lenguaje para someter a la población de la región, y poder ocupar sus territorios de manera silenciosa. Por eso ahora la comunicación es una maquina de guerra en la primera línea de fuego de las guerras imperiales.
https://www.alainet.org/es/articulo/159092?language=es
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