El uso del lenguaje en las nuevas guerras del Imperio y en la ocupación de El Salvador y Centro América (1/2)

20/06/2012
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En sus nuevas guerras el Imperio se vale del lenguaje como un elemento clave para ciertas operaciones encubiertas. Por eso se afirma que la comunicación se encuentra en la primera línea de fuego de esta nueva guerra que el Imperio trata de imponer al mundo para poder sobrevivir. La  guerra es un conflicto entre dos o más grupos humanos,  con el propósito de controlar recursos naturales o humanos, y un grupo lograr  someter al otro.
 
El lenguaje es producto de un proceso mental que nos sirve para representar la realidad y comunicarnos. Cuando al usar el lenguaje cambiamos el nombre a las cosas (el significado al significante), comenzamos a llamar a ciertas cosas con otros nombres y terminamos por decir una cosa por otra. El lenguaje es un fenómeno social que se aprende, desarrolla y perfecciona por contacto con otros seres, como lo hacen los niños de sus padres. De manera especial la madre en el caso de los niños de muy temprana edad, de ahí lo de lenguaje maternal. Entonces, si aprendemos ese lenguaje al que se le ha cambiado el significado a las cosas que nombramos, pensaremos de manera diferente o aprenderemos conceptos distintos, y haremos una lectura distorsionada de la realidad.
 
Si observamos la realidad social del continente, en este caso la salvadoreña, y la descomponemos en diversos elementos, cada uno correspondiendo a las actuaciones y declaraciones de personeros del quehacer político del Estado y de la sociedad, la realidad nos aparece como un inmenso tablero en el que cada elemento es como una palabra que junto a las otras nos dan una frase, un discurso, que describe esa realidad.
 
Entonces, en el caso de El Salvador, lo que dice el Presidente Mauricio Funes; lo que dijo el ministro de seguridad  general David Munguía Payés a un periódico digital: “…esta sociedad se va tener que acostumbrar a vivir con una pandilla que no delinque, pero cuyos miembros siguen tatuados, siguen vistiendo como ellos visten, siguen en los barrios. ”, tiene una lectura diferente de lo que esa afirmación aislada significa.
 
De igual manera, el hecho de que en el país este enclavada la antigua Escuela de Las Américas, hoy ILEA, también tiene otro significado que el que pretenden darle.
 
Y también tienen otro significado lo que hacen y dicen los señores Raúl Mijango y Fabio Colindres, obispo castrense de San Salvador en su mediación con las pandillas.
 
Luego, las palabras de William Brownfield, de la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcotráfico y Aplicación de la Ley, de que tomar control de la situación de inseguridad por el tráfico de drogas que pasa por Centroamérica con destino a Estados Unidos tomará por lo menos cinco años; y las visitas de Janet Napolitano, titular del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, también tienen un significado distinto.
 
A estos elementos, que vamos a considerar como palabras que describen una realidad, le podemos ir agregando otros elementos de la escena internacional y la descripción de la relidad que estamos viviendo nos aparecerá más clara, por ejemplo, en 2009 Antonio María Costa, jefe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito dijo que miles de millones de dólares provenientes de la droga mantuvieron a flote el sistema bancario mundial y el de los Estados Unidos.
 
Vista así la realidad social y política salvadoreña, centroamericana y continental, todos esos elementos se convierten en palabras que forman un discurso que la retrata sin ropa ni tapujo.
 
Queda al desnudo que el país que más consume droga en el mundo y que a su vez es el mayor vendedor de armas al crimen organizado, está llevando a cabo una ocupación silenciosa del territorio salvadoreño usando para ello una mentira: su deseo de ayudar a controlar el tráfico de la droga.
 
Lectura esta de la realidad, muy diferente del discurso que están tratando que aceptemos y que en lo esencial se resume así: No debemos temer a nuestro socio privilegiado, está tratando de ayudarnos a luchar contra las pandillas y el crimen organizado, algo que es natural que exista, pero para ello el FBI, la DEA, la CIA y militares de Estados Unidos, deben permanecer en el Salvador por lo menos cinco años durante los cuales se combatirá el narcotráfico, las pandillas y al crimen organizado.
 
Otro ejemplo de la utilización del lenguaje en esta guerra de ocupación que estamos comenzando a sufrir es el siguiente: Muchos jóvenes nunca oyeron hablar de organización revolucionaria, de revolucionarios, de revolución, de centralismo democrático, de dirección colectiva, ni oyeron decirse compañeros a sus amigos de la universidad o de la escuela secundaria; porque ellos nacieron después de los años de la represión y la guerra. Pero esos mismos jóvenes, ahora escuchan decir o pueden leer en la prensa nacional, el lenguaje que usan los pandilleros en entrevistas aparecidas en los medios (lenguaje que sin duda es extraño a los pandilleros, pero que alguien les sugiere). Trataré de resumir el discurso con el lenguaje que sin duda alguien les sugiere, de esta manera: Los revolucionarios de una pandilla, antes de cometer un crimen, consultamos con todos los compañeros, porque las decisiones las tomamos siguiendo los principios del centralismo democrático y de dirección colectiva.
 
Quienes ese tipo de lenguaje oyen y leen, sin tener el referente de los años 70, 80 y principios de la década del 90, décadas de represión, asesinatos políticos y guerra, su referente para esa terminología, serán el lenguaje de las pandillas y sus integrantes.
 
Más tarde al oír hablar de compañeros, de organización revolucionaria, esos términos y otros, estarán asociados con la delincuencia, puesto que se han usado esos términos contagiándolos con un significado que no le es propio. Y  cuando los sectores de la población que todavía no han despertado, lo hagan y caigan en la cuenta de que eso no puede ser así, que un pandillero es un delincuente común y no un revolucionario y que hay que resistir y luchar para expulsar al invasor, habrá un referente que dice que quienes así piensan y actúan son delincuentes comunes, asociados en pandillas, y el aparato coercitivo del Estado tendrá un pretexto para reprimir a los participantes de esa lucha justa, contra la injerencia y la ocupación.
 
¿Para qué sirvió tanto sacrificio durante doce años de guerra, si no somos capaces de comprender que las actividades de la ILEA, las visitas de Napolitano a Centroamérica, constituyen una ocupación silenciosa de la región y de El Salvador?., ¿Para qué, si no tenemos memoria para recordar que la CIA trasegaba droga en el aeropuerto de Ilopango para venderla en su propio país y financiar sus operaciones de guerra sucia?
 
El Presidente Funes quiere hacernos creer que nuestras relaciones con los Estados Unidos son de igual a igual y significan para El Salvador, algo así como tener un socio privilegiado. Pero cada día, sectores más grandes de la población saben que si tuviéramos que bordar un retrato de ese supuesto socio estratégico y modelo a seguir,  tendríamos que comenzar por escribir las palabras, violencia, ocupación, usurpación de tierras, saqueo de riquezas naturales, imposición de férreas dictaduras, violación de los derechos humanos, tráfico de drogas y de armas, y por último con solo un hilo, pero de sangre que baje por todo el continente de norte a sur, escribiríamos la palabra democracia, tal como ellos la entienden, y los retrata.
 
Aprovechemos que  todavía tenemos un pequeño espacio político y de expresión; aún no tenemos censura, y podemos expresarnos sin hacer la genuflexión ante nadie. No olvidemos estas dos palabras: genuflexion y censura.
 
Tenemos que aprender a leer con un nuevo lenguaje y no con el que desde hace ratos se empeñan en que debemos usar para leer la realidad, y someternos. Entonces veremos, que lo que está en juego en El Salvador y en Centro América es la ocupación de la región. Luego vendrán los nuevos modos de guerra de ocupación para el resto del continente.
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