La buena economía
15/11/2011
- Opinión
En una reciente entrevista que tuve la oportunidad de realizar al profesor Josef Esterman, al preguntarle su opinión sobre la economía, palabras más, palabras menos, supo decir que es necesario volver a la comprensión originaria de la economía como aquella labor realizada para el cuidado del hábitat, del lugar en donde se existe, de la casa: el oikos-nomos. ¿Pero qué significa el cuidar la casa? Fuera de los referentes culturales en el que tuvo origen tal concepto, cuidar la casa, se nos presenta como una metáfora que invita a pensar tanto aquellas acciones necesarias para realizar el cuidado, como a conceptualizar ese espacio, esa territorialidad traspasada por la historia como testimonio vivo de los intercambios e interacciones del movimiento colectivo.
Las buenas acciones, -si es posible hablar en términos de bueno y malo, lo cual cada vez parece menos verdadero-, serían aquellas que aspiren a resolver de manera colectiva (y sin dejar a un lado la individualidad), equilibrada, razonable, y equitativa, las carencias a las que está expuesto el ser humano, aprovechando sus posibilidades tecnológicas acuñadas históricamente, las conexiones informativas, el saber intercultural, y las perspectivas filosóficas ligadas a la emancipación.
Las malas acciones serían aquellas que no se preocupan por resolver las carencias, ni la inequidad, ni la cuestión de la explotación entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza, sino que en la idea del desarrollo infinito y del mayor aprovechamiento de recursos, de la urgencia que imprime la necesidad creada en el sistema gobernado por la estructura de la escasez; se pierdan las alternativas y se trabaje automáticamente por el robustecimiento de tal sistema totalizante, al punto que se instaure todo un estilo de vida y quizá peor, toda una episteme hegemónica basada en la dictadura de unos indicadores legitimados por un ¿saber? subyugante que afirma tajantemente la imposibilidad de la superación o de la salida.
De tal manera que buenas o malas acciones entorno al 'cuidado de la casa' superan la actividad economicista para convertirse en una cuestión cultural, determinante final del rumbo de la acción política. El cuidado de la casa, 'del hábitat', entonces no es solo la administración de un espacio y sus recursos sino primordialmente la comprensión de su complejidad como condición necesaria del aparecimiento del ser humano y de la vida, y esa comprensión o re-comprensión, que se presenta como uno de los ejes de la discusión del Buen Vivir, debe estar acompañada de acciones públicas (o también llamadas políticas públicas que -por cierto pertenecen antes que nada a los ciudadanos organizados- de tal manera que la organización social rompa con concepciones absolutistas, y permita el surgimiento de esas 'buenas' experiencias y saberes.
https://www.alainet.org/es/articulo/154035
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