No hay futuro

10/12/2012
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A la luz del entendimiento del sistema hegemónico todo indica que la humanidad, en relación con sus valores, está en decadencia, y ello tiende a empeorar. Más con su sabiduría utilitarista esta crisis es una oportunidad para implementar soluciones acordes con la misma lógica que genera la decadencia.

 
Los mecanismos de control, las asesorías para implementar sistemas de seguridad que permitan (en teoría) resguardar a las frágiles estructuras sociales del cataclismo planetario, supuestamente originado en las personas (potenciales culpables) o por lo menos sospechosos del fraude y de la descomposición moral y del riesgo de la inseguridad; se convierte en uno de los negocios más rentables a nivel planetario.
 
El negocio del futuro está en negar el futuro, y esto se lo realiza a través de un enorme dispositivo de adoctrinamiento colectivo cuyo mecanismo más idóneo, o por lo menos donde se ejerce con mayor fuerza la transmisión de valores proclives al mantenimiento hegemónico de esta forma, es la publicidad. La publicidad en general no adoctrina en valores o mejor dicho, adoctrina pero en los términos de un anti-valor absolutamente ligado al paradigma cultural neoliberal cuyos elementos más visibles son el individualismo y el éxito personal, la maximización del capital, la megaproductividad, la violencia como cultura, la estupidez como inteligencia.
 
El progreso simbólico del sistema hegemónico aparece en dos dimensiones: como tolerancia a la decadencia y como sofisticación del control. La humanidad -se nos dice-, es de lo peor, y tenemos que asumir su corrección de forma defensiva. Eso significa blindarnos, excluirnos, sospechar permanentemente del otro. Hay que administrar a la gente. Hay que invertir en el riesgo que nos provoca la gente. La “seguridad” es el mejor negocio siempre y cuando se mantengan intactas las raíces mismas del problema.
 
La respuesta es un disciplinamiento paranoico dirigido a seguir los lineamientos de la utopía neoliberal, convertida por la publicidad en filosofía popular leal a los intereses de la dominación.
 
 La aceptación tácita de que existen personas superiores que no solo pueden, sino que deben ser quienes dirijan la sociedad en términos de una calidad total para la rentabilidad (del negocio), la minimización de sus perdidas y la maximización de la satisfacción de los cliente -no de las personas-; plantea un nuevo tipo de darwinismo social liderado por el inexpugnable homo económico y legitimado a partir de un equilibrio cultural total, asentado en la eficiencia, en la eficacia, y la (in) seguridad del negocio. ¿En este esquema, en donde además, la naturaleza -que recibe los efectos de este sistema-, ni siquiera es tomada en cuenta, hay alternativa, hay futuro?
 
https://www.alainet.org/es/articulo/163223

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