¿Se está resquebrajando la UE?
18/08/2011
- Opinión
Entre 1980 y 2004, la adhesión a la Unión Europea fue muy popular para una gran parte de la población de los países involucrados. Los ciudadanos portugueses, griegos y españoles, que salían de un período de dictaduras,[1] habían visto la integración de su país como una garantía de estabilidad democrática y una posibilidad real de mejorar sus condiciones de vida —las transferencias de los países más ricos de la Unión hacia los nuevos miembros de la región mediterránea fueron importantes durante los primeros años—.[2] La adhesión de estos países a la zona euro durante los años 2000 gozaba igualmente de la simpatía popular, porque iba aparejada con un aumento del consumo, financiado por el crédito, por cierto. En lo que respecta a los países del extinguido bloque soviético, en ellos tuvo lugar un fenómeno similar: garantía de estabilidad democrática, esperanza de ciertas transferencias, posibilidad de circular en el seno de la Unión, incluso de encontrar un trabajo mejor remunerado en el oeste y acceso al crédito para financiar el consumo. Sin embargo, desde los años 2000 las sumas transferidas desde los países ricos hacia las economías de los nuevos miembros comenzaron a reducirse y algunos sectores productivos, en particular el agrícola, resultaron severamente afectados por la competencia del agrobusiness de la zona occidental de Europa, mucho más industrializada y competitiva.
Los años 2008-2010 constituyeron un punto de inflexión en la percepción que los pueblos europeos tenían de la Unión Europea. De positiva pasó rápidamente a negativa para importantes sectores de la población. Y eso fue debido a la acumulación de medidas de inspiración neoliberal aplicadas por la Comisión Europea en nombre de la cacareada «competencia libre y no falseada», combinada con la crisis del euro comenzada en los años 2009-2010, más el impacto muy importante de la crisis económica.
Un Centro y una Periferia en el seno de la UE
La relación jerárquica que existe en el orden mundial, con un Centro constituido por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón (la Triada), y una periferia formada por los países llamados «en desarrollo», tiene su réplica en el seno de los 27 países miembros de la Unión Europea. Constituyen su centro los países más poderosos, comenzando por Alemania y Francia, y otros como el Reino Unido, Italia y el antiguo Benelux (Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo). La Periferia, sometida a las decisiones de ese Centro hegemónico, está constituida principalmente por los países del sur y del este de Europa, además de Irlanda al oeste. En el nivel más restringido de la zona euro,[3] el mismo fenómeno dio nacimiento al acrónimo inglés PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España), —sobre el que, en forma escandalosa, circularon juegos de palabras racistas,—,[4] en el momento en que se conocieron las dificultades de algunos países
La renuencia de la Unión Europea a desarrollar verdaderas políticas comunes, que hubieran ayudado a los nuevos miembros a reducir su desventaja económica con respecto al Centro, contribuyó en gran medida a crear unas disparidades estructurales que perjudicaron el proceso de integración europea.
En el curso de los últimos 10 años, Alemania (así como los Países Bajos y Austria) se lanzó a una política neomercantilista, logrando de ese modo el aumento de sus exportaciones, especialmente en el seno de la Unión Europea y de la zona euro, comprimiendo, por otro lado, los salarios de «sus» trabajadores. Entre los asalariados alemanes, en septiembre de 2010, existían 7,3 millones de personas que sólo disponían de un mini trabajo a tiempo parcial, con una remuneración de 400 euros al mes.[5] Ganó, por lo tanto, en competitividad con respecto a sus socios, en particular países como Grecia, España, Portugal, e incluso Rumania, Bulgaria, Hungría (que no integran la zona euro). Éstos han visto cómo se instalaba o se profundizaba el déficit comercial comparado con lo que ocurría en Alemania y otros países del Centro. Los déficit de la balanza de pagos corrientes presentados por estos países son el reverso de los excedentes del Centro, principalmente de Alemania. Estos déficit, que pueden corresponder a los déficit financieros del sector privado o del sector público, tienen que ser compensados con aportes externos: deuda (es decir, préstamos) o inversiones extranjeras. El déficit de la balanza corriente es debido principalmente a los déficit privados, financiados en su mayor parte por préstamos de bancos del Centro, pues las inversiones fueron relativamente débiles (salvo en el caso de España) o fueron contrabalanceados por importantes salidas de capitales bajo forma de repatriación de beneficios por las transnacionales que hicieron las inversiones. Es así como en algunos países de Europa del Este (Hungría, Eslovaquia y la República Checa) la repatriación de beneficios (salida de capitales) fue superior a las inversiones (ingresos de capitales).[6]
En líneas generales, el endeudamiento de los países de la Periferia se debe esencialmente al comportamiento del sector privado en el marco de la UE. Incapaces de competir con el Centro, los sectores privados se endeudaron con los bancos de éste pero también con agentes internos, dado que la economía de estos países está ampliamente financiarizada desde la adopción del euro. El consumo experimentó un desarrollo vertiginoso en los países en cuestión y, en algunos de ellos (España, Hungría, Rumania, Bulgaria) se desarrollaron burbujas inmobiliarias, que acabaron estallando.
Los tipos de interés más altos pagados por los países de la Periferia, para los nuevos empréstitos realizados después del estallido de la crisis, aumentaron el drenaje de capitales desde la Periferia hacia el Centro (las instituciones financieras privadas que en el Centro compran los títulos de la deuda emitidos por los países de la Periferia o los gobiernos del Centro que participan en los «planes de ayuda», prestando dinero como en el caso de Grecia con un interés del 5,2 %). Alemania, Francia y Austria, por ejemplo, toman prestado al 2 % y prestan al 5,2 %. Es una operación muy rentable. Los mercados financieros exigen unas tasas de interés del doble o el triple con respecto a los años 2007-2008, y las sumas prestadas son realmente considerables. El dinero prestado por los países del Centro a Grecia, a Irlanda o a Portugal retorna a los bancos privados del Centro, que lo prestan al 10 % o más. Es claramente un drenaje de recursos de la Periferia al Centro.
Por lo demás, de mano de las ventajas en términos de productividad de Alemania y otros países del Centro con respecto a la Periferia, igualmente se opera un drenaje vía los intercambios comerciales según el mecanismo del intercambio desigual descrito por Marx en El Capital: «Los capitales colocados en el comercio exterior pueden procurar una tasa de beneficio más alta, porque compiten con mercancías que los otros países no producen con las mismas facilidades, de manera que el país más adelantado vende sus mercancías por encima de su valor, aunque más barato que los países competidores. [...] La misma situación puede presentarse con respecto a un país del cual se importan y al cual se exportan mercancías. »[7]
Ayudas envenenadas al menú europeo
En mayo de 2010, la Comisión Europea creó un Fondo Europeo de Estabilización Financiera –FEEF- (FESF, por sus siglas en francés, EFSF, por sus siglas en inglés), dotado de cientos de miles de millones de euros.[8] Las ayudas debían durar tres años, pero ya hay certeza de que este plazo será superado. Se condicionaron a la implantación, en los países en cuestión, de programas de austeridad que pretendidamente restaurarían su solvencia. El FEEF se inscribe en un plan de ayuda más amplio, que incluye también una financiación del FMI del orden de cientos de miles de millones de euros, sujetos a las mismas condiciones, en la más estricta línea de los planes de ajuste estructural del FMI impuestos desde los años ochenta a los países en desarrollo y a las economías del antiguo bloque soviético. Por otra parte, el BCE decidió comprar títulos de la deuda emitidos por los países en dificultades pero, y esto es fundamental, los adquiere en bancos privados en el mercado secundario de la deuda. En vez de prestar directamente a los Estados miembros de la zona euro, el BCE otorga préstamos a una tasa del 1,25 % a los bancos privados, que a continuación prestan ese dinero a los Estados en dificultades a una tasa duplicada o triplicada para los prestamos a corto plazo. ¡A continuación, el BCE compra a esos mismos bancos privados los títulos de los Estados a los cuales se inhibe voluntariamente de prestarles directamente! Esto garantiza que los inversores institucionales (bancos, fondos de pensiones, seguros,…) continúen adquiriendo sus títulos asegurándoles que el BCE es el comprador en última instancia. Obviamente, es totalmente lógico considerar que el BCE debería prestar directamente al 1,25% a los Estados que tienen necesidad, en vez de pasar por los bancos que, de paso, recogen jugosos beneficios e incorporan en sus políticas de préstamo riesgos desmesurados, que los Estados terminarán por asumir en su lugar, en caso de peligro de quiebra. Pero sobre todo es necesario no contentarse con pedir que el BCE preste a los Estados, es necesario en primer lugar y sobre todo obtener la anulación de la parte ilegítima de la deuda pública y una reducción importante del resto de la deuda.[9] Si no se da prioridad a esta exigencia, se aflojará apenas el nudo corredizo de la deuda y los pueblos deberán pagar los platos rotos de la crisis durante décadas.
La emisión de los eurobonos
Ante la amplitud de la crisis, los dirigentes europeos decidieron crear y emitir obligaciones europeas, «eurobonos», con el fin de financiar parcialmente el Fondo que proporciona préstamos a los países más endeudados. Este nuevo mecanismo permite tomar préstamos en mejores condiciones en los mercados, beneficiándose de una calificación AAA, equivalente a la que tenían Alemania o Francia en 2010. Una vez más, se trata de pedir prestado en los mercados, por lo tanto a los bancos privados y otros inversores institucionales, en vez de financiar directamente las necesidades de las autoridades públicas a través del Banco Central Europeo o los Bancos Centrales de los Estados miembros.
La perspectiva de un plan Brady para los países europeos más endeudados
Durante el año 2010, los dirigentes europeos se dieron cuenta de que Grecia e Irlanda, y probablemente otros países como Portugal y España, verían empeorar su situación durante los próximos años, ya que comenzó el efecto bola de nieve. Aunque estos Gobiernos reembolsan su deuda, su monto continúa creciendo inexorablemente debido a la carga de los intereses y al escaso crecimiento económico. El peso del reembolso de la deuda se volverá rápidamente insoportable para algunos de ellos. Debido a esto, a finales de 2010, los dirigentes europeos anunciaron que, a partir de 2013, en las nuevas emisiones de títulos de la deuda se adoptarán algunas nuevas normas, con el fin de prever la posibilidad de una reestructuración de deuda, dando lugar a una reducción de su importe. A partir de junio de 2013, todos los títulos emitidos por los Estados europeos incluirán una «cláusula de acción colectiva» que indicará que, si un país en crisis no está en condiciones de reembolsar su deuda, todos los inversores deberán reunirse e indicar cómo se reestructura la deuda y su eventual reducción. Este tipo de mecanismo ya se había discutido en el FMI a principios de los años 2000, a raíz de la suspensión del pago de la deuda por Rusia en 1998 y por Argentina en 2001.
En resumen, en los años siguientes a 2013, los prestamistas privados deberán esperar una reestructuración de la deuda de los países en cuestión, lo que significa una reducción de su volumen a raíz de negociaciones forzadas. Pero los principales accionistas de las instituciones privadas acreedoras no deben preocuparse demasiado por los dividendos, pues, hasta que llegue ese momento, los acreedores habrán conseguido hacerse reembolsar importes realmente considerables, reduciendo al mismo tiempo su exposición a los países en riesgo, ya que el FMI, el BCE y la Comisión Europea están tomando progresivamente cada vez más el papel de prestamistas. Patrick Artus, economista jefe del banco francés Natixis, hace el mismo análisis: «A principios de la próxima década, la casi totalidad de la deuda en manos de los inversores privados se habrá reembolsado, y la casi totalidad de la deuda pública de los países en dificultades estará en manos de los prestamistas públicos (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FESF) y su sucesor, Unión Europea, el FMI…)».[10]
En el fondo, eso recuerda la gestión de la crisis del Tercer Mundo a lo largo de los años 1980 con la implantación del Plan Brady.[11] En efecto, al comienzo de la crisis que hizo eclosión en 1982, el FMI y los gobiernos de Estados Unidos, de Gran Bretaña y otras potencias acudieron al rescate de los bancos privados del Norte que habían tomado enormes riesgos, prestando a diestra y siniestra a los países del Sur, sobre todo a Latinoamérica (un poco como en el sector subprimes en relación a países como Grecia, los países de Europa del Este, Irlanda, Portugal, España). Cuando los países en desarrollo, comenzando por México, se encontraron al borde de la cesación de pagos, el FMI y los países miembros del Club de París les otorgaron préstamos con la condición de que continuasen los reembolsos a los banqueros privados del Norte y que aplicasen planes de austeridad (los famosos planes de ajuste estructural). A continuación, como el endeudamiento del Sur continuaba, por el efecto bola de nieve, instauraron el Plan Brady (del nombre del secretario de Estado del Tesoro estadounidense de la época) que implicó una reestructuración de la deuda de los principales países deudores a través de un intercambio de títulos. El volumen de la deuda fue reducido en un 30% en ciertos casos y los nuevos bonos (los bonos Brady) garantizaron una tasa fija de interés de alrededor del 6 %, lo que era muy favorable para los banqueros. Con esto se aseguraba también la continuación de las políticas de austeridad bajo el control del FMI y del Banco Mundial. Hoy, en otras latitudes, la misma lógica provoca los mismos desastres.
Refundar democráticamente otra Unión Europea basada en la solidaridad
Muchas disposiciones de los tratados que rigen la Unión Europea, la eurozona y el BCE deben ser derogadas. Por ejemplo, hay que suprimir los artículos 63 y 125 del Tratado de Lisboa que prohíben todo control de los movimientos de capitales y toda ayuda a un Estado en dificultades. Igualmente hay que abandonar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Más allá, se tienen que reemplazar los actuales tratados por otros nuevos en el marco de un verdadero proceso constituyente democrático, con el fin de llegar a un pacto de solidaridad de los pueblos por el empleo y la ecología.
Es necesario revisar completamente la política monetaria así como los estatutos y las prácticas del Banco Central Europeo. La incapacidad del poder político de imponer al BCE la emisión de moneda es un enorme obstáculo. Al crear este banco por encima de los gobiernos, y por lo tanto de los pueblos, la Unión Europea tomó una decisión desastrosa, la de someter lo humano a las finanzas, en lugar de hacer lo contrario.
Una Europa basada en la solidaridad y la cooperación debe permitir dar la espalda a la competencia y la rivalidad que nivelan «por abajo». La lógica neoliberal ha conducido a la crisis y ha demostrado su fracaso. Ha rebajado los indicadores sociales: menos protección social, menos empleo, menos servicios públicos. Los pocos que se benefician de esta crisis lo hacen pisoteando los derechos de la inmensa mayoría de la gente. Los culpables han ganado, ¡que paguen las víctimas! Esta lógica, en la que se basan todos los textos fundacionales de la Unión Europea, empezando por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, tiene que ser eliminada, no es sostenible. Otra Europa, basada en la cooperación entre los Estados y la solidaridad entre los pueblos tiene que ser el objetivo prioritario.
Esta otra Europa democratizada debe trabajar para imponer principios no negociables: el fortalecimiento de la justicia fiscal y social, decisiones dirigidas a elevar el nivel y la calidad de vida de sus habitantes, el desarme y la reducción radical del gasto militar [incluida la retirada de las tropas europeas de Afganistán y la salida de la OTAN], optar por energías sostenibles sin recurrir a la nuclear, rechazo de los organismos genéticamente modificados [OGM]. También debe acabar resueltamente con su política de fortaleza blindada frente a los inmigrantes, y convertirse en un socio justo y verdaderamente solidario con los pueblos del Sur del planeta.
- Éric Toussaint, doctor en Ciencias Políticas por las Universidades de Lieja y de París VIII, presidente del CADTM Bélgica, miembro de la Comisión presidencial de auditoría de la deuda (CAIC) de Ecuador, miembro del Consejo Científico de Attac Francia, autor de varias publicaciones.
[1] Regímenes de Salazar y Caetano (1933-1974) en Portugal, dictadura franquista (1939-1975) en España, dictadura de los coroneles griegos (1967-1974).
[2] La popularidad de la adhesión europea fue netamente más baja en los países ricos del norte de Europa (Reino Unido, países escandinavos).
[3] La zona euro fue creada en 1999 por once países: Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Portugal. Luego se integraron Grecia en 2001, Eslovenia en 2007, Chipre y Malta en 2008, Eslovaquia en 2009 y Estonia en 2011.
[4] En inglés, «pigs» significa «cerdos».
[5] Frédéric Lemaître, Le Monde, 17 de mayo de 2011.
[6] Ozlem Onaran, «Fiscal crisis in Europe or a crisis of distribution», Department of Economics, SOAS, Discussion Paper nº 18, 2010.
[7] Karl Marx, El Capital, libro III.
[8] Al comienzo, se trataba de 440.000 millones de euros pero, dada la continuación de la crisis y los ataques especulativos, el monto asignado no cesa de aumentar.
[9] Véase Eric Toussaint, «Ocho propuestas urgentes para otra Europa», proposición 1: http://www.cadtm.org/Ocho-propuestas-urgentes-para-otra
[10] Flash Economie, 24 de marzo de 2011, http://gesd.free.fr/flas1218.pdf
[11] Ver Eric Toussaint, Banco mundial: el golpe de Estado permanente, Editorial Viejo Topo, Barcelona, enero 2007; Editorial Abya-Yala, Quito, 2007; CIM, Caracas, 2007; Observatorio DESC, La Paz, 2007.
https://www.alainet.org/es/articulo/152009
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