Estamos hartos!

19/05/2011
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Los españoles están viviendo una de las protestas ciudadanas más importantes desde la guerra civil. Se están tomando las principales plazas de gran cantidad de ciudades y le han llamado Movimiento 11-M y lo que plantea es muy simple: “estamos hartos de que las cosas funcionen mal”.
 
Los españoles están en lo mismo que se está viviendo en decenas de lugares por todos lados, lo que sucede es que por tratarse de España, de la España civilizada y moderna, llama tanto la atención.
 
En los países árabes ni hablar, las cosas siguen que arden. Libia, Yemen, Túnez, Egipto, Marruecos, Siria e inclusive la consentida Arabia Saudita la de los jeques futboleros y megalómanos que se construyen pistas de hielo y hoteles en medio del desierto.
 
Pues queda más que claro: las cosas no están bien. El asunto es sumamente grave porque a pesar de que no se necesita ser “Einstein” para reconocer que las cosas están mal en la mayoría de los sitios del planeta, millones y millones de personas buscan y están obligadas a encontrar alternativas y soluciones a sus necesidades inmediatas y el sistema les brinda cada vez menos posibilidades de lograrlo.
 
Para la gente de la calle hace apenas unas decenas de años era claro que el esfuerzo sostenido, la dedicación, la educación y el trabajo eran los valores que el sistema promovía para vivir mejor, si seguías esas reglas el bienestar estaba asegurado. Por otro lado, estar fuera del sistema implicaba no tener acceso a un conjunto de beneficios públicos que se ofrecían con aceptable calidad: energía, comunicaciones, transporte, salud, educación, protección social, etc.
 
El Estado estaba dirigido por “altos funcionarios” que eran considerados personajes ilustres y casi prohombres venerables, todos hombres porque, además, en aquellos tiempos a esos niveles no accedían las mujeres. Los conflictos sociales pasaban de resolverse con mediadores profesionales o jueces, la mayoría de los cuales estaban envueltos de un aura de solemnidad, honorabilidad y sabiduría. 
 
Hoy todos esos valores y propósitos están degradados y vacíos, perdieron su contenido y las cosas son diferentes. Los imaginarios de la sociedad han cambiado totalmente: ahora, aunque no siempre sea así, los jueces y los funcionarios son corruptos, la educación se puede comprar en cualquier tienda que tenga un rótulo de Universidad; la salud y la educación pública reciben un valor residual; el dinero y su apariencia determina la honorabilidad de la gente; hoy los puestos públicos son cargos para cancelar respaldos políticos y el tesoro nacional un asunto de negocios privados.
 
El negocio de los gobiernos pasó de ser el “bienestar de la población” para convertirse en un “promotor de negocios privados”. Si  usted puede invertir está del lado correcto, si no puede invertir y apenas es un empleado, entonces tiene que sufrir las consecuencias: malos servicios públicos, malos tratos, atención legal de última categoría, invisibilidad, discriminación, vejez olvidada y un gran etcétera, etcétera.
 
Hasta hace algunos años el mismo sistema podía ofrecer algunas alternativas interesantes para meterlo a uno entre las rendijas de sí mismo: Si eras bonito o bonita, si eras deportista, si aguantabas los primeros tiempos en el ejército, si tenías alguna habilidad especial para la música, pintura o danza...se hablaba de espacios de oportunidad, de alternativas aprovechables y muy rentables.
 
Pero cientos de millones de personas en el mundo están siendo expulsadas del sistema o no pueden integrarse a él. Muchas veces no se trata de personas como las que hasta hace unas décadas eran denominados “marginales” o “indigentes” o “homeless”.  Estas personas, las de hoy, en gran parte de los casos tienen buena educación, habilidades y capacidades técnicas, se trata de personas que alguna vez estuvieron muy dentro del sistema y que fueron marginados porque fallaron en el acatamiento de las reglas, o se trata de personas que se prepararon para ser parte del sistema pero que no han logrado introducirse en él porque no hay espacio o porque no tienen como hacerlo.  
 
Las consecuencias de esta exclusión y la fuerza con que el sistema se quiere deshacer de la gente es que el sistema ya no es creíble, ni confiable.
 
Los Estados ya no están integrados, sólo existen como resultado del imaginario y de la demarcación y protección fronteriza. Los gobernantes cada vez gobiernan menos, han surgido por todos lados, enormes “ronchas llenas de pus” que imponen a través de sus argucias y artimañas las decisiones dentro de los Estados, horadando y destruyendo la institucionalidad pública que en la mayoría de los países apenas empezaba a funcionar.
 
Las corporaciones y transnacionales orientan las políticas de gobierno hacia lo que ellos desean con una gran violencia económica y política; los narcotraficantes, las mafias y el crimen organizado establecen reglas de horror y violencia que anulan y silencian a las personas; los terroristas de cualquier calaña actúan como si la historia les diera el derecho de atacar y destruir indiscriminadamente a cualquiera que se les cruce en su camino; los fundamentalistas religiosos pregonan abiertamente el “sin valor” de las cosas mundanas y ofrecen a cambio de la sumisión, la resignación y un más allá imaginario; los conservadores y ultraderechistas arman sus grupos de paramilitares “manos blancas” o tratan de mantener el “estado de cosas” matando a cualquiera que según ellos pueda ser distinto o pregone la diversidad.
 
Lastimosamente los grupos de izquierda denuncian un sistema que se autodestruye sin presentar alternativas adecuadas o los grupos ambientalistas plantean que el mundo se va a acabar porque hemos calentado el planeta y nadie hace nada. Y mientras tanto los militares hacen sus propios planes y guerras para perpetuar su estatus privilegiado, como los únicos que al final deberán tener presupuesto para seguir jugando al poder con la cantaleta del honor, el patriotismo y la defensa de lo nacional y, ante ello, cabe la pregunta ¿defensa de qué?. Y los medios de comunicación ¿qué decir de éstos? que intentan “arriar los rebaños” hacia dónde ellos quieran para que beban el agua del molino de sus dudosas intensiones.
 
El resultado es que la sociedad está colapsando porque la esperanza y el futuro se están destruyendo. El clima de desesperanza y angustia por el caos es cada vez más cruel y generalizado y lastimosamente se convierte todos los días en nuevas “sociopatías” individuales y mayor estrés grupal.
 
Parece que la sociedad se quedó sin dirección y sin directores,  ya no estamos en manos de nadie, estamos a la deriva. La vida en sociedad es como una pelota que es “pateada” por diferentes grupos de poder sin ningún sentido. Hoy ya nadie tiene la verdad; la única verdad es que todos los manipuladores, los corruptos, los asesinos, los mafiosos, los estrategas, los asesores, los ejecutores, los discursistas, los cómplices, los testaferros, los estafadores,  todos sin excepción, acumulan sus ganancias en sus gordas y sangradas cuentas de bancos, en sus cajas secretas de los glamorosos  paraísos fiscales, logrando el segundo acuerdo mundial tácito entre todos ellos: las únicas instituciones importantes en esta época son “los bancos” y los banqueros. Digo el segundo acuerdo, porque el primero es del que ya he estado hablando: de ser totalmente indiferentes a la gente.
 
Millones y millones de personas que no son ni manipuladores, ni corruptos, ni asesinos, ni mafiosos, ni estrategas, ni asesores, ni ejecutores, ni discursistas, ni cómplices, ni testaferros, ni estafadores; nosotros, los de la calle, los que hacemos los oficios y ejercemos profesiones, los que llenamos los transportes públicos y los estadios, los que hacemos filas, los que recibimos con angustias las cuentas al final del mes, los que vivimos con pánico a ser despedidos, los que tenemos que hacer una asamblea familiar hasta para gastar cien pesos, los que no podemos obtener nunca un permiso o una dispensa, los que no nos dan visa y nos tiene asustado el perro del vecino y no salimos por miedo a encontrarnos con los cobradores, los ladrones, los policías, los religiosos, los políticos; nosotros “estamos hartos”, estamos verdaderamente hartos y urgidos de hacer algo para tomar las riendas de este caos que nos tiene sin futuro y con un presente pegado con saliva. Necesitamos imperiosamente paralizar a los que nos paralizan, detener a los que nos detienen, necesitamos construir sobre los que nos destruyen,  marginar a quienes nos marginan, pero sobre todo, necesitamos integrar a todos los que estamos quedando desintegrados.
 
¡¡¡¡Españoles del 11-M ¡!!!! No están solos..... cientos de miles de millones en el mundo estamos en lo mismo.
 
Tegucigalpa, Honduras
 
Mayo, 2011
https://www.alainet.org/es/articulo/149871?language=es
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