Alcoholismo petrolero
18/02/2011
- Opinión
Desde sus inicios en los años 20 y durante las seis décadas siguientes, los campos petroleros fueron trabajo exclusivo para hombres. La rudeza de las labores, ciertamente, exigía fuerza bruta en varias tareas; pero muchas otras, incluyendo dirección, guía, planificación e incluso manejo de maquinarias, bien pudieron ser desempeñadas por mujeres. Pero a ellas sólo se les llevaba para muy restringidas tareas auxiliares.
La peor excusa, escuchada en vivo por quienes allí fuimos criados por mujeres arriesgadas a la vida petrolera, era que pudiera ser motivo de desequilibrio al encender pasiones y libertinaje en hombres que debían dedicarse, según los patrones de las “Compañías”, a producir petróleo 24 horas al día durante los siete días de cada semana.
Se produjo el efecto contrario, bastante más nocivo y que aún deja pésimas secuelas sanitarias y mentales en esa población y sus descendientes: una sociedad de hombres solos, con ingresos promedio superior a los poblados cercanos, muy por encima de lo que cada quien pudiera ganar en otro sitio y sin nada en qué gastar: ni siquiera en “mujeres”. El “mercado” les ofreció entonces el producto que, sin duda alguna, causó mayores daños de salud en aquellos hombres solitarios: las bebidas alcohólicas.
Y así, en lugar de tener hombres mujeriegos, tuvimos un enorme grupo de borrachos, alcohólicos y enfermos. La diosa mujer se vio reemplazada por la diosa botella. Y aún hoy, en aquella zona, cualquiera que ose hablar contra las bebidas alcohólicas es bastante mal visto. En el mejor de los casos, objeto de burlas y chistes malos.
Vimos de cerquita, primero durante nuestra niñez en los campos de la Costa Oriental del Lago, y luego como adultos en oficinas, taladros, refinerías y bases, a centenares de trabajadores de 40 años que representaban 60. Hombres que avanzaban vacilantes los sábados después de cobrar, “jochándose” por beber “whiskey”, algo desconocido casi en el resto del país, salvo en hogares de la mal llamada y entonces casi inexistente clase media.
Faltaba la mujer quien disolviera con su sola presencia las unisexuales reuniones. “Pura leña e’rolo” que, bajo las excusas de “compartir con los amigos”, “jugar un dominocito” y “bajar la calor con una cervecita”, sólo sirvió para trasladar los ingresos de los trabajadores, de aquellos que dejaron sus hogares para arriesgarse a la soledad petrolera, hasta las arcas de los mercaderes del alcohol etílico.
No quisieron tener pasiones sexuales. Quizás las cirrosis hepáticas, comas alcohólicos, vejez prematura y enriquecimiento de traficantes fuera mejor para la Patria.
https://www.alainet.org/es/articulo/147720
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