A propósito del Día del Medio Ambiente
Capitalismo, cambio climático y desastres
09/06/2010
- Opinión
Existe una estrecha, pero no reconocida, relación entre capitalismo, cambio climático y desastres, que no ha sido lo suficientemente abordada por los gobiernos, los medios y menos aún las empresas e instituciones financieras internacionales.
Las corporaciones transnacionales y los gobiernos de los llamados países desarrollados hacen caso omiso de la gran responsabilidad que tienen por las prácticas extractivas y con los procesos productivos (industria, ganadería, monocultivos) que tienen un efecto devastador en el ambiente, porque lo contaminan y destruyen.
El derrame de cientos de miles de barriles de petróleo de los pozos de la British Petroleum en el Golfo de México, es un claro ejemplo del efecto destructor de las empresas transnacionales y de la inoperante respuesta del gobierno estadounidense por la imposibilidad/incapacidad de sellar el derrame. Como sucedió con la tormenta Katrina en New Orleans en 2005, cuando no hubo capacidad de respuesta para el rescate de miles de personas; lo cual contrasta con el potencial destructor de nuevas armas y proyectos militares de Estados Unidos.
Tampoco reconocen que sus procesos industriales aceleran el cambio climático. Las tormentas, huracanes, sequías y alteraciones del clima, algunas inusitadas y otras constantes y continuas, se explican en el actual contexto por lo que se conoce como calentamiento global, es decir, el efecto de la contaminación de gases emitidos por la industria y el consumo en los países desarrollados, (sólo Estados Unidos, es responsable por la emisión del 30% de esa contaminación). Con esto, se alteran los ciclos naturales y se amenaza la vida, incrementando las posibilidades de más y mayores desastres en los países paradójicamente más pobres. La riqueza del Norte, está matando a los habitantes del Sur.
De acuerdo a informes científicos, las tormentas, sequías y calentamiento del planeta continuarán. Guatemala se encuentra entre los 10 países con mayor riesgo a nivel mundial y es necesario ver más allá de la simple respuesta a un evento aislado, sabiendo que otros están en formación.
El paso de la tormenta Agatha el 29 de mayo y sus efectos devastadores en las personas (170 muertos contabilizados, 102 desaparecidas y 80,000 damnificados), sus viviendas (21,927) y la infraestructura del país, (más de 30 puentes y 73 tramos de carreteras dañadas) así como en la economía (comercio) y agricultura (miles de toneladas métricas de granos, verduras y legumbres perdidas) nos advierte que debemos prepararnos para más desastres de este tipo, probablemente de mayores magnitudes. Y que se deben tomar acciones integrales que corten de raíz el problema estructural de pobreza, que agrava dramáticamente estos efectos del cambio climático.
Volver al sistema de silos alimentarios sería una opción. Reubicar los asentamientos y comunidades constantemente afectadas, en lugares más seguros; definir una política de reducción de desastres, identificar futuros y realistas escenarios; contar con planes integrales de atención a las víctimas, fomentar la organización comunitaria para responder a las catástrofes; suministrarles recursos, herramientas y maquinarias para facilitar y acelerar los rescates, son algunas ideas.
Ni la solidaridad politizada del actual gobierno, ni la solidaridad mercantilizada por las empresas embotelladoras y de alimentos, ni los endeudamientos con el Banco Mundial, ni las reacciones oportunistas de los partidos políticos son una respuesta a un problema más complejo, profundo y de fondo que hace falta analizar, problematizar y entender detenidamente.
Los desastres tienen una explicación, es la racionalidad capitalista y su lógica extractiva. Es el excesivo interés en la generación de máxima ganancia y mínimo costo, es la desigualdad entre Norte y Sur. Es no reconocer que la Tierra tiene límites.
De seguir así las cosas, llegará el momento que los muros erigidos y las fronteras, serán derribadas, ya no por migrantes económicos, sino por oleadas de poblaciones que estarán buscando salvar sus vidas ante los desastres.
Plantear un Estatuto de Protección Temporal –TPS- para la comunidad inmigrante guatemalteca en Estados Unidos es una primera opción. Responder a la emergencia de los refugiados climáticos será fundamental.
Pero ante todo, las autoridades y corporaciones del Norte tienen una doble responsabilidad: reducir la emisión de gases de efecto invernadero y asignar mayor y mejor asistencia en la prevención y respuesta a los desastres, que no son naturales.
- Álvaro Caballeros, AVANCSO/CENINF
https://www.alainet.org/es/articulo/142065
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