La gran estrategia transnacional: una amenaza contra la vida
31/01/2007
- Opinión
Uno de los indicadores más fiables de la versión desigual de la globalización, lo constituye la consolidación y ampliación del dominio transnacional. Las empresas transnacionales en el contexto de la imposición neoliberal ampliaron sus tentáculos y abarcaron en sus grandes negocios, la prestación de servicios públicos estratégicos a escala planetaria y la privatización/explotación de los recursos naturales.
Bajo el argumento de la integración comercial crean, de la mano de las instituciones financieras multinacionales y de la Organización Mundial del Comercio, las condiciones propicias para implementar y prolongar “un nuevo saqueo global”, estableciendo sus propias reglas.
Para las empresas transnacionales no existen fronteras capaces de impedir su ensanchamiento económico cuando su objetivo, además de obtener una mayor acumulación, es conseguir las mayores cuotas de poder, desmantelando los aparatos Estatales, corrompiendo las esferas de decisiones, justificando guerras de intervención y condicionando financieramente a los países a partir de una estrategia global que busca lograr un creciente control de la producción, los servicios, los recursos naturales y hasta la misma vida.
Como en los tiempos del colonialismo, en una espiral histórica perversa, las transnacionales siguen la misma tendencia de explotar los recursos naturales para sus fines de lucro: la explotación minera, la mercantilización del agua, la extracción de petróleo y la usurpación de la diversidad biológica, llegando al extremo de patentar las variedades biológicas mesoamericanas para sus futuros planes comerciales.
Es tal la magnitud del poder transnacional que el futuro de un país entero se decide en sus oficinas centrales con sede en los países miembros del G-7. En Washington, Madrid, Tokio o Londres se toman las decisiones que resultan en mayores niveles de pobreza en lo que ellos siguen denominando el Tercer Mundo, marcando una diferencia abismal no solo en términos de la calidad de vida, sino en aspectos sociopolíticos, culturales y tecnológicos. Nunca como en estos tiempos de globalización neoliberal, la dependencia de los países pobres había llegado a tales extremos.
Las transnacionales en efecto son el poder supremo en el mundo: controlan el 70% del comercio mundial y el 75% de las inversiones [1]. Las transnacionales no tienen patria, pero el capital que recuperan es controlado por grupos poderosos en Europa, Estados Unidos y Japón. Este poder empresarial corporativo funciona sobre la base de tres rasgos: gran tamaño, extensión de sus actividades productivas a varios países y dirección única con perspectiva global de sus operaciones.
Las corporaciones transnacionales son las responsables de la peor contaminación ambiental, del calentamiento global, de la manipulación genética, de las guerras (Irak, Afganistán), de las muertes violentas y de las muertes por enfermedades. En su actual estrategia pretenden apropiarse del agua, el oxígeno, la vida, el futuro.
Las transnacionales se reparten el mundo como un inmenso pastel prescindiendo de las necesidades básicas de los pueblos. Están en todos lados y hasta en los países más pobres operan generando ganancias que superan los presupuestos públicos.
Para algunas de éstas empresas el petróleo se ha convertido en algo así como la sangre del sistema capitalista y es un recurso estratégico que mueve la economía del mundo, pero justifica guerras de intervención para favorecer a una decena de empresas: Exxon, Mobil, Texaco, Chevron, Shell, British Petroleum, AGIP-Phillips, Elf y Amoco.
La industria farmacéutica es otro de los puntos axiales de las transnacionales: unas cuantas de ellas dominan el mercado mundial de estos imprescindibles productos: Bayer, Abbot, Aventis, Lancasco, Merck, Pfizer, McKenson, Hoechst, Shering, Bristol-Myers, Squibb BMS por citar algunas de las más poderosas.
Pero además, la industria farmacéutica transnacional pretende monopolizar el derecho exclusivo de mercadear la medicina y a través de las imposiciones comerciales pretende bloquear la producción y venta de medicina genérica, también pretende controlar las plantas curativas de la medicina tradicional de los pueblos indígenas.
Las trasnacionales comercian con todo y cada vez más abarcan la agricultura y la producción alimentaria en sus negocios, en ambos casos se han experimentado severos cambios en los últimos años por la introducción de los productos transgénicos.
A través de la manipulación genética, se producen actualmente alteraciones en las plantas para acelerar el crecimiento, aumentar el peso y dotarlas de insecticidas incorporados a su código genético o producir semillas estériles con lo que se incrementa la dependencia de la agricultura y la alimentación de las grandes trasnacionales agroquímicas como Monsanto, Syngenta, Aventis, Seminis, Advanta, Groupe Limagrain, Sakata, Delta & Pain Lane, KWS AG , Bayer Crop. Science y Down, vulnerando la soberanía alimentaria, afectando a millones de campesinos, especialmente los pequeños productores.
Las mismas características encontramos en un amplio abanico de ejemplos del poder transnacional, que va desde Cadenas globales de restaurantes (Mcdonald´s, Pizza Hut), de tecnología informática (Microsoft, Apple), de las comunicaciones celulares (Motorola, Nokia), de la telefonía móvil y fija (Americatel, Telefónica) de entretenimiento e información (HBO, AOL, CNN), en la explotación minera a cielo abierto (Glamis Gold Internacional –Montana-), y las transnacionales interesadas en la privatización de la distribución del agua domiciliar (Internacional Water Limited, Betchel Enterprises), o de las embotelladoras de agua pura o gaseosas (Coca-Cola, Pepsico) también forman grandes firmas de artículos de deporte (Nike, Reebock), de maquinaria de construcción (Topke, Caterpillar), de fabricación de automóviles (Ford, Toyota) de cereales (Nestlé, Kellog´s) de aparatos electrodomésticos (GE, Samsumg) por citar solamente algunas.
A todas las atraviesa un rasgo en común: son, como dice Chomsky, “creaciones artificiales, monstruos listos para devorar todas las ganancias que puedan a costa de quien sea”. Forman parte de un sistema de muerte, porque ponen en peligro directo las condiciones ambientales en el planeta y amenazan la calidad de vida de millones de excluidos y excluidas en el mundo.
Guatemala, 29 de enero del 2007.
[1] Según Informe de UNCTAD 2003
Fuente: -Centro de Información-
AVANCSO
www.avancso.org.gt
Bajo el argumento de la integración comercial crean, de la mano de las instituciones financieras multinacionales y de la Organización Mundial del Comercio, las condiciones propicias para implementar y prolongar “un nuevo saqueo global”, estableciendo sus propias reglas.
Para las empresas transnacionales no existen fronteras capaces de impedir su ensanchamiento económico cuando su objetivo, además de obtener una mayor acumulación, es conseguir las mayores cuotas de poder, desmantelando los aparatos Estatales, corrompiendo las esferas de decisiones, justificando guerras de intervención y condicionando financieramente a los países a partir de una estrategia global que busca lograr un creciente control de la producción, los servicios, los recursos naturales y hasta la misma vida.
Como en los tiempos del colonialismo, en una espiral histórica perversa, las transnacionales siguen la misma tendencia de explotar los recursos naturales para sus fines de lucro: la explotación minera, la mercantilización del agua, la extracción de petróleo y la usurpación de la diversidad biológica, llegando al extremo de patentar las variedades biológicas mesoamericanas para sus futuros planes comerciales.
Es tal la magnitud del poder transnacional que el futuro de un país entero se decide en sus oficinas centrales con sede en los países miembros del G-7. En Washington, Madrid, Tokio o Londres se toman las decisiones que resultan en mayores niveles de pobreza en lo que ellos siguen denominando el Tercer Mundo, marcando una diferencia abismal no solo en términos de la calidad de vida, sino en aspectos sociopolíticos, culturales y tecnológicos. Nunca como en estos tiempos de globalización neoliberal, la dependencia de los países pobres había llegado a tales extremos.
Las transnacionales en efecto son el poder supremo en el mundo: controlan el 70% del comercio mundial y el 75% de las inversiones [1]. Las transnacionales no tienen patria, pero el capital que recuperan es controlado por grupos poderosos en Europa, Estados Unidos y Japón. Este poder empresarial corporativo funciona sobre la base de tres rasgos: gran tamaño, extensión de sus actividades productivas a varios países y dirección única con perspectiva global de sus operaciones.
Las corporaciones transnacionales son las responsables de la peor contaminación ambiental, del calentamiento global, de la manipulación genética, de las guerras (Irak, Afganistán), de las muertes violentas y de las muertes por enfermedades. En su actual estrategia pretenden apropiarse del agua, el oxígeno, la vida, el futuro.
Las transnacionales se reparten el mundo como un inmenso pastel prescindiendo de las necesidades básicas de los pueblos. Están en todos lados y hasta en los países más pobres operan generando ganancias que superan los presupuestos públicos.
Para algunas de éstas empresas el petróleo se ha convertido en algo así como la sangre del sistema capitalista y es un recurso estratégico que mueve la economía del mundo, pero justifica guerras de intervención para favorecer a una decena de empresas: Exxon, Mobil, Texaco, Chevron, Shell, British Petroleum, AGIP-Phillips, Elf y Amoco.
La industria farmacéutica es otro de los puntos axiales de las transnacionales: unas cuantas de ellas dominan el mercado mundial de estos imprescindibles productos: Bayer, Abbot, Aventis, Lancasco, Merck, Pfizer, McKenson, Hoechst, Shering, Bristol-Myers, Squibb BMS por citar algunas de las más poderosas.
Pero además, la industria farmacéutica transnacional pretende monopolizar el derecho exclusivo de mercadear la medicina y a través de las imposiciones comerciales pretende bloquear la producción y venta de medicina genérica, también pretende controlar las plantas curativas de la medicina tradicional de los pueblos indígenas.
Las trasnacionales comercian con todo y cada vez más abarcan la agricultura y la producción alimentaria en sus negocios, en ambos casos se han experimentado severos cambios en los últimos años por la introducción de los productos transgénicos.
A través de la manipulación genética, se producen actualmente alteraciones en las plantas para acelerar el crecimiento, aumentar el peso y dotarlas de insecticidas incorporados a su código genético o producir semillas estériles con lo que se incrementa la dependencia de la agricultura y la alimentación de las grandes trasnacionales agroquímicas como Monsanto, Syngenta, Aventis, Seminis, Advanta, Groupe Limagrain, Sakata, Delta & Pain Lane, KWS AG , Bayer Crop. Science y Down, vulnerando la soberanía alimentaria, afectando a millones de campesinos, especialmente los pequeños productores.
Las mismas características encontramos en un amplio abanico de ejemplos del poder transnacional, que va desde Cadenas globales de restaurantes (Mcdonald´s, Pizza Hut), de tecnología informática (Microsoft, Apple), de las comunicaciones celulares (Motorola, Nokia), de la telefonía móvil y fija (Americatel, Telefónica) de entretenimiento e información (HBO, AOL, CNN), en la explotación minera a cielo abierto (Glamis Gold Internacional –Montana-), y las transnacionales interesadas en la privatización de la distribución del agua domiciliar (Internacional Water Limited, Betchel Enterprises), o de las embotelladoras de agua pura o gaseosas (Coca-Cola, Pepsico) también forman grandes firmas de artículos de deporte (Nike, Reebock), de maquinaria de construcción (Topke, Caterpillar), de fabricación de automóviles (Ford, Toyota) de cereales (Nestlé, Kellog´s) de aparatos electrodomésticos (GE, Samsumg) por citar solamente algunas.
A todas las atraviesa un rasgo en común: son, como dice Chomsky, “creaciones artificiales, monstruos listos para devorar todas las ganancias que puedan a costa de quien sea”. Forman parte de un sistema de muerte, porque ponen en peligro directo las condiciones ambientales en el planeta y amenazan la calidad de vida de millones de excluidos y excluidas en el mundo.
Guatemala, 29 de enero del 2007.
[1] Según Informe de UNCTAD 2003
Fuente: -Centro de Información-
AVANCSO
www.avancso.org.gt
https://www.alainet.org/es/articulo/119018
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