Defensa Nacional e Integración Regional (III)
Sistema “interamericano” o soberanía regional?
22/03/2010
- Opinión
La OTAN, la OEA y el Consejo Interamericano de Seguridad son verdaderos obstáculos para la integración de “la Patria Grande”. La investigadora argentina Elsa Bruzzone propone desvincularse de esos organismos para avanzar en una política conjunta desde México hasta la Antártida.
El proceso de integración latinoamericana, que comenzó a afianzarse hace algunos años más allá de los acuerdos aduaneros, debe profundizarse. Nuestra región, desde México hasta las ciudades más australes de América, está conformada por un extensísimo territorio, colmado de riquezas y recursos naturales estratégicos. Por ello, para nuestros países, el siglo XXI supondrá la posibilidad siempre latente de guerras en defensa de la soberanía.
Concientes de esa situación, las naciones latinoamericanas refuerzan las instancias de articulación política, económica y de defensa. Sobre este último punto, APM conversó con la historiadora y especialista en estrategia y geopolítica, Elsa Bruzzone. La investigadora es, además, miembro del Centro de Militares para la Democracia (CEMIDA), de Argentina.
Para comenzar con un panorama de la situación: ¿qué modificaciones hubo en las políticas de defensa desde la pasada década del ´70?
En el caso de Argentina, hasta el final de la última dictadura cívico-militar (1976-1983), las hipótesis de conflicto fueron dos, y esto es extensible a la región. Por un lado, el conflicto latente con los países vecinos. Esta hipótesis no fue particularmente trabajada desde el Departamento de Estado norteamericano, sino que respondía a contiendas territoriales y a la puja por el recelo que se crea entre países a la hora de demostrar cuál es el más fuerte del subcontinente, la lucha por posicionarse mejor. En los casos de Argentina, Chile y Brasil eso ha sido notable. Por otro lado, la hipótesis que acompañó a la Doctrina de la Seguridad Nacional. En ese caso, dictaminado desde Washington, el eje fue el enemigo interior, representado por las organizaciones sociales y políticas que buscaban la justicia social y la distribución más justa de la riqueza, aquellos que tenían ideas socialistas y comunistas. En Argentina el propio movimiento peronista fue declarado peligroso y perseguido desde el golpe militar autodenominado “Revolución Libertadora” (1955). En resumen, todo aquel que estaba inmerso en el cambio de la situación social, que tenía ideas de izquierda, fue considerado enemigo.
¿Qué sucedió tras las recomposiciones democráticas?
A partir de la vuelta de la democracia empezó a desaparecer la hipótesis del enemigo interno. Pero sí quedó latente la posibilidad de conflictos con los países vecinos, aún cuando se fueron cerrando acuerdos territoriales, como fue el caso de Argentina y Chile. Pero desde la potencia norteamericana ya se estaba diseñando una nueva doctrina de defensa para la región. Los nuevos enemigos fueron determinados por Estados Unidos, y aceptados por todos los países del continente. Desde mediados de la década del ‘90, Washington elaboró estrategias de seguridad, tanto a nivel extra continental como en el ámbito latinoamericano, que dejaron de lado la conflictividad con los países vecinos.Desde ese momento el foco se puso en el narcotráfico, el terrorismo, las armas de destrucción masiva y las migraciones. Después se agregaron los desastres naturales.
¿Cómo se comportaron los gobiernos latinoamericanos en este nuevo escenario?
A esas hipótesis adscribieron todos nuestros países, excepto Cuba. Hubo una modificación en la concepción de la política de defensa. El movimiento comunista internacional, con la disolución de la Unión Soviética, ya no era un peligro. Sin dudas, el elemento que tomó más relevancia en el nuevo escenario de conflictos en la región fue el los recursos naturales. En los discursos se hizo muy presente este peligro, representado ahora por un enemigo exterior, que no son los países latinoamericanos ni caribeños, sino que viene desde afuera de la región. Hay que notar, además, que no se pone un nombre específico a ese enemigo externo, no se dice que sea particularmente Estados Unidos, China, Japón o Europa.
¿También se modificó la formación de cuadros militares?
La formación de las Fuerzas Armadas fue por mucho tiempo la misma. Tenía mucha incidencia el envío de oficiales y suboficiales a la Escuela de las Américas, que antes funcionaba en Panamá y actualmente en Fuerte Benning, Estados Unidos. También se formaban cuadros militares argentinos en Francia, Alemania y Estados Unidos. Pero fue fundamentalmente la Escuela de las Américas la formadora en la persecución del enemigo interior y los métodos de tortura para obtener información de prisioneros. También la instrucción se daba a partir de las reuniones de los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, lo cual aún continúa. Pero hubo un momento en que, tras las dictaduras militares y el terrorismo de Estado practicado por las Fuerzas Armadas, los militares latinoamericanos comenzaron a salirse del camino que Washington tenía delineado. Un claro ejemplo fue la guerra de Malvinas, en la que, en términos objetivos y más allá de las convicciones de los principales actores, el enfrentamiento fue con Gran Bretaña, un aliado de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Para esa época comienzan los rediseños. De cualquier modo, la Escuela de las Américas sigue existiendo, y hay países de nuestro continente que aún envían allí a sus oficiales para entrenarse. Argentina se encuentra en un proceso de cambio en los planes de estudio en la formación militar. Se ha incorporado, por ejemplo, el estudio de la Constitución Nacional y cátedras de Derechos Humanos. Pero nuestro país sigue inmerso en el sistema interamericano de defensa, con las hipótesis de conflicto que desde allí se determinan. Argentina tiene potenciales conflictos, muy serios, que no son el narcotráfico, el terrorismo, las armas de destrucción masiva ni las migraciones.
¿Cuáles son esos conflictos latentes?
Por un lado, Argentina tiene el 20 por ciento de su territorio extranjerizado y los recursos naturales y estratégicos (tierra, biodiversidad, minerales, hidrocarburos) están en manos de empresas trasnacionales de diversos lugares del planeta; y la plataforma continental del mar argentino está depredada. Además, en el país hay grandes vacíos de población, sobretodo en la Patagonia. En ese sentido hay que estar alertas ante un proyecto del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que propone desmembrar territorialmente a los países que no tengan población y formar con ellos protectorados de la ONU, para luego insertar allí los refugiados ambientales. A esto se suma el conflicto que supone el vencimiento, para el año 2041 de la prohibición de explotar minerales en una zona de la Antártida, sobre la que aún hay reclamos de soberanía de Argentina, Brasil y Chile. Allí existen los más grandes yacimientos de hidrocarburos del continente antártico. Además, las Malvinas siguen ocupadas por los británicos con una zona de exclusión de 200 millas, allí también hay grandes reservas de petróleo, con al agravante de que, desde 1997, Argentina es aliado de la OTAN. En la práctica, eso significa reconocer la soberanía de Gran Bretaña sobre las Malvinas, que actualmente son una base de la OTAN con cinco mil hombres apostados allí, con fortificaciones militares y silos para albergar ojivas nucleares. En las islas Georgias del Sur, también reconocidas por la Unión Europea como territorio británico de ultramar, hay una guarnición militar. No hay que olvidar que Argentina comparte con Paraguay, Uruguay y Brasil el acuífero Guaraní, cuarto reservorio mundial de agua dulce en cuanto a volumen, y primero en cuanto a capacidad. En esa zona hay regimientos de nuestros países. Principalmente se registra despliegue militar brasileño sobre la porción de las reserva en la Amazonía y sobre la represa de Itaipú, que son vitales y puntos altamente estratégicos. Ello demuestra que la administración de Lula Da Silva tiene muy claro cuál es la política de defensa que tiene que atender.
¿Qué alcance tienen esas hipótesis de conflicto?
Se puede afirmar que la posibilidad de enfrentamiento bélico por esos recursos no está descartada. Hace tiempo se ha afirmado que el siglo XXI será un siglo de guerras por agua, alimentos y energía, que son los tres elementos considerados estratégicos. Esto se ha alertado desde todos los organismos internacionales, incluidos los financieros y económicos, y los del Pentágono y del Departamento de Defensa de Estados Unidos, como asimismo desde la OTAN. En ese sentido afirmamos que es muy grave seguir ligados a la OTAN y mantenerse en el entramado de defensa interamericano. Si tomamos en cuanta que nuestra región está sembrada de bases militares norteamericanas, desde México, pasando por Colombia y Perú; y el despliegue militar en las islas Malvinas y Georgias del Sur, notamos que se ha cerrado el cerco sobre los recursos naturales estratégicos de nuestra América. La IV Flota fue reactivada en julio de 2008 y navega tranquilamente por el estrecho de Magallanes, el canal de Beagle y cruza por el canal de Panamá. Está permanentemente rondando nuestro continente con el objetivo de complementar ese cerco. Otra llamada de atención acerca de este tema son los ejercicios militares conjunto de nuestros países con Estados Unidos, los cuales nunca son en territorios norteamericanos o canadienses, y eso no es casual. Siempre son en suelo latinoamericano y en zonas donde hay recursos estratégicos.
¿Cómo analiza la articulación regional en política de defensa?
El intento de coordinar, a través de UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa es importantísimo. Pero estas instancias de integración deben ampliarse, llegar a abrazar a México, el Caribe y Centro América, con los objetivos comunes de resguardar nuestra integridad territorial y recursos. Para que los organismos regionales puedan ser una realidad debemos deshacernos de la Organización de Estados Americanos (OEA), del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR), de la Junta Interamericana de Defensa, en resumen, de todo el sistema interamericano de defensa elaborado por Estado Unidos desde el año 1948. La OEA es el instrumento de dominación política, militar y económica, en defensa de los intereses norteamericanos. Los operativos militares conjuntos y las estrategias de defensa de nuestros países, y que excluyen a Canadá y Estados Unidos, tienden a reforzar los lazos y los sueños de integración. La propuesta de crear la Organización de Estados Latinoamericanos y del Caribe también es un buen camino para pararnos como bloque frente a los países centrales y concretar el proyecto de integración e independencia que tuvieron nuestros libertadores.
Concientes de esa situación, las naciones latinoamericanas refuerzan las instancias de articulación política, económica y de defensa. Sobre este último punto, APM conversó con la historiadora y especialista en estrategia y geopolítica, Elsa Bruzzone. La investigadora es, además, miembro del Centro de Militares para la Democracia (CEMIDA), de Argentina.
Para comenzar con un panorama de la situación: ¿qué modificaciones hubo en las políticas de defensa desde la pasada década del ´70?
En el caso de Argentina, hasta el final de la última dictadura cívico-militar (1976-1983), las hipótesis de conflicto fueron dos, y esto es extensible a la región. Por un lado, el conflicto latente con los países vecinos. Esta hipótesis no fue particularmente trabajada desde el Departamento de Estado norteamericano, sino que respondía a contiendas territoriales y a la puja por el recelo que se crea entre países a la hora de demostrar cuál es el más fuerte del subcontinente, la lucha por posicionarse mejor. En los casos de Argentina, Chile y Brasil eso ha sido notable. Por otro lado, la hipótesis que acompañó a la Doctrina de la Seguridad Nacional. En ese caso, dictaminado desde Washington, el eje fue el enemigo interior, representado por las organizaciones sociales y políticas que buscaban la justicia social y la distribución más justa de la riqueza, aquellos que tenían ideas socialistas y comunistas. En Argentina el propio movimiento peronista fue declarado peligroso y perseguido desde el golpe militar autodenominado “Revolución Libertadora” (1955). En resumen, todo aquel que estaba inmerso en el cambio de la situación social, que tenía ideas de izquierda, fue considerado enemigo.
¿Qué sucedió tras las recomposiciones democráticas?
A partir de la vuelta de la democracia empezó a desaparecer la hipótesis del enemigo interno. Pero sí quedó latente la posibilidad de conflictos con los países vecinos, aún cuando se fueron cerrando acuerdos territoriales, como fue el caso de Argentina y Chile. Pero desde la potencia norteamericana ya se estaba diseñando una nueva doctrina de defensa para la región. Los nuevos enemigos fueron determinados por Estados Unidos, y aceptados por todos los países del continente. Desde mediados de la década del ‘90, Washington elaboró estrategias de seguridad, tanto a nivel extra continental como en el ámbito latinoamericano, que dejaron de lado la conflictividad con los países vecinos.Desde ese momento el foco se puso en el narcotráfico, el terrorismo, las armas de destrucción masiva y las migraciones. Después se agregaron los desastres naturales.
¿Cómo se comportaron los gobiernos latinoamericanos en este nuevo escenario?
A esas hipótesis adscribieron todos nuestros países, excepto Cuba. Hubo una modificación en la concepción de la política de defensa. El movimiento comunista internacional, con la disolución de la Unión Soviética, ya no era un peligro. Sin dudas, el elemento que tomó más relevancia en el nuevo escenario de conflictos en la región fue el los recursos naturales. En los discursos se hizo muy presente este peligro, representado ahora por un enemigo exterior, que no son los países latinoamericanos ni caribeños, sino que viene desde afuera de la región. Hay que notar, además, que no se pone un nombre específico a ese enemigo externo, no se dice que sea particularmente Estados Unidos, China, Japón o Europa.
¿También se modificó la formación de cuadros militares?
La formación de las Fuerzas Armadas fue por mucho tiempo la misma. Tenía mucha incidencia el envío de oficiales y suboficiales a la Escuela de las Américas, que antes funcionaba en Panamá y actualmente en Fuerte Benning, Estados Unidos. También se formaban cuadros militares argentinos en Francia, Alemania y Estados Unidos. Pero fue fundamentalmente la Escuela de las Américas la formadora en la persecución del enemigo interior y los métodos de tortura para obtener información de prisioneros. También la instrucción se daba a partir de las reuniones de los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, lo cual aún continúa. Pero hubo un momento en que, tras las dictaduras militares y el terrorismo de Estado practicado por las Fuerzas Armadas, los militares latinoamericanos comenzaron a salirse del camino que Washington tenía delineado. Un claro ejemplo fue la guerra de Malvinas, en la que, en términos objetivos y más allá de las convicciones de los principales actores, el enfrentamiento fue con Gran Bretaña, un aliado de Estados Unidos y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Para esa época comienzan los rediseños. De cualquier modo, la Escuela de las Américas sigue existiendo, y hay países de nuestro continente que aún envían allí a sus oficiales para entrenarse. Argentina se encuentra en un proceso de cambio en los planes de estudio en la formación militar. Se ha incorporado, por ejemplo, el estudio de la Constitución Nacional y cátedras de Derechos Humanos. Pero nuestro país sigue inmerso en el sistema interamericano de defensa, con las hipótesis de conflicto que desde allí se determinan. Argentina tiene potenciales conflictos, muy serios, que no son el narcotráfico, el terrorismo, las armas de destrucción masiva ni las migraciones.
¿Cuáles son esos conflictos latentes?
Por un lado, Argentina tiene el 20 por ciento de su territorio extranjerizado y los recursos naturales y estratégicos (tierra, biodiversidad, minerales, hidrocarburos) están en manos de empresas trasnacionales de diversos lugares del planeta; y la plataforma continental del mar argentino está depredada. Además, en el país hay grandes vacíos de población, sobretodo en la Patagonia. En ese sentido hay que estar alertas ante un proyecto del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que propone desmembrar territorialmente a los países que no tengan población y formar con ellos protectorados de la ONU, para luego insertar allí los refugiados ambientales. A esto se suma el conflicto que supone el vencimiento, para el año 2041 de la prohibición de explotar minerales en una zona de la Antártida, sobre la que aún hay reclamos de soberanía de Argentina, Brasil y Chile. Allí existen los más grandes yacimientos de hidrocarburos del continente antártico. Además, las Malvinas siguen ocupadas por los británicos con una zona de exclusión de 200 millas, allí también hay grandes reservas de petróleo, con al agravante de que, desde 1997, Argentina es aliado de la OTAN. En la práctica, eso significa reconocer la soberanía de Gran Bretaña sobre las Malvinas, que actualmente son una base de la OTAN con cinco mil hombres apostados allí, con fortificaciones militares y silos para albergar ojivas nucleares. En las islas Georgias del Sur, también reconocidas por la Unión Europea como territorio británico de ultramar, hay una guarnición militar. No hay que olvidar que Argentina comparte con Paraguay, Uruguay y Brasil el acuífero Guaraní, cuarto reservorio mundial de agua dulce en cuanto a volumen, y primero en cuanto a capacidad. En esa zona hay regimientos de nuestros países. Principalmente se registra despliegue militar brasileño sobre la porción de las reserva en la Amazonía y sobre la represa de Itaipú, que son vitales y puntos altamente estratégicos. Ello demuestra que la administración de Lula Da Silva tiene muy claro cuál es la política de defensa que tiene que atender.
¿Qué alcance tienen esas hipótesis de conflicto?
Se puede afirmar que la posibilidad de enfrentamiento bélico por esos recursos no está descartada. Hace tiempo se ha afirmado que el siglo XXI será un siglo de guerras por agua, alimentos y energía, que son los tres elementos considerados estratégicos. Esto se ha alertado desde todos los organismos internacionales, incluidos los financieros y económicos, y los del Pentágono y del Departamento de Defensa de Estados Unidos, como asimismo desde la OTAN. En ese sentido afirmamos que es muy grave seguir ligados a la OTAN y mantenerse en el entramado de defensa interamericano. Si tomamos en cuanta que nuestra región está sembrada de bases militares norteamericanas, desde México, pasando por Colombia y Perú; y el despliegue militar en las islas Malvinas y Georgias del Sur, notamos que se ha cerrado el cerco sobre los recursos naturales estratégicos de nuestra América. La IV Flota fue reactivada en julio de 2008 y navega tranquilamente por el estrecho de Magallanes, el canal de Beagle y cruza por el canal de Panamá. Está permanentemente rondando nuestro continente con el objetivo de complementar ese cerco. Otra llamada de atención acerca de este tema son los ejercicios militares conjunto de nuestros países con Estados Unidos, los cuales nunca son en territorios norteamericanos o canadienses, y eso no es casual. Siempre son en suelo latinoamericano y en zonas donde hay recursos estratégicos.
¿Cómo analiza la articulación regional en política de defensa?
El intento de coordinar, a través de UNASUR y el Consejo Sudamericano de Defensa es importantísimo. Pero estas instancias de integración deben ampliarse, llegar a abrazar a México, el Caribe y Centro América, con los objetivos comunes de resguardar nuestra integridad territorial y recursos. Para que los organismos regionales puedan ser una realidad debemos deshacernos de la Organización de Estados Americanos (OEA), del Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR), de la Junta Interamericana de Defensa, en resumen, de todo el sistema interamericano de defensa elaborado por Estado Unidos desde el año 1948. La OEA es el instrumento de dominación política, militar y económica, en defensa de los intereses norteamericanos. Los operativos militares conjuntos y las estrategias de defensa de nuestros países, y que excluyen a Canadá y Estados Unidos, tienden a reforzar los lazos y los sueños de integración. La propuesta de crear la Organización de Estados Latinoamericanos y del Caribe también es un buen camino para pararnos como bloque frente a los países centrales y concretar el proyecto de integración e independencia que tuvieron nuestros libertadores.
- Natalia Brite | Desde Mendoza, Argentina
APM | Agencia Periodística del Mercosur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata. http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4610
https://www.alainet.org/es/articulo/140172
Del mismo autor
- Tres días para llorar al dictador 04/02/2013
- Venezuela a pleno 01/07/2012
- Sin cocteles ni democracia 01/07/2012
- Golpe de Estado a Fernando Lugo 24/06/2012
- Es la economía… y mucho más 26/06/2011
- Hablemos en serio 12/02/2011
- América Latina vive en Ecuador 01/10/2010
- Un conflicto “made in USA” 29/07/2010
- Otra familia es posible. Otra Iglesia, difícil 15/07/2010
- Otra forma de afirmación nacional 07/07/2010
Clasificado en
Clasificado en:
Integración
- Facundo Escobar 14/01/2022
- Eduardo Paz Rada 03/01/2022
- Francisco Eduardo de Oliveira Cunha 03/01/2022
- Adalid Contreras Baspineiro 13/10/2021
- Juan J. Paz-y-Miño Cepeda 21/09/2021