El fin de la fiesta

11/03/2010
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La tierra es solo un punto chiquito en el universo inmenso. Le tomó a la naturaleza miles de años en generar, en acomodar las condiciones ideales para que todos los que viajan sobre ella, incluidos nosotros, los primos hermanos de los monos, nos pudiéramos establecer. Por cabezas afiebradas pasan posibles detonaciones nucleares en el casquete polar de Marte para evaporar el agua de los hielos descubiertos y hacerlo habitable, seguramente piensan mudarse.
 
 Son múltiples avisos que se emiten desde el clima, desde la tierra y esto no tiene nada de apocalíptico y en todo caso debería ser un llamado a todos en general para tomar conciencia y a algunos en particular – léase responsables directos- para que modifiquen la actitud irresponsable y destructiva hacia el planeta.
 
 Los científicos dicen que no existen conexiones entre los violentos terremotos que se han producido y el desastre climatológico mundial. Que las nevadas desproporcionadas nada tienen que ver con el mismo desastre. Las sequías tampoco. Copenhague  lo decretó, todavía podemos seguir ensuciando el aire, el agua, el suelo. Cuando se quiere ocultar al culpable la mejor forma de hacerlo es culpar a todos.
 
 En Venezuela se produce, desde siempre, un fenómeno maravilloso, único. Durante 160 días al año el cielo no descansa, a un ritmo promedio de unas 28 descargas eléctricas por minuto, 7 horas diarias, 140 días al año produce 1.646.400 descargas eléctricas. Las tormentas generan, según los científicos, el 10% del ozono troposférico del planeta, pero además hacen del lugar un sitio habitado por dioses locos que hacen brillar el cielo como si estuvieran de fiesta. En el río Catatumbo se produce este fenómeno, un río que atraviesa el Parque Nacional La Ciénaga.
 
 Los defensores del medio ambiente están preocupados, por que desde enero último no se ha producido El Trueno de Catatumbo; es una demora que no se había producido nunca. Los ambientalistas culpan al fenómeno del Niño, que también ocasiona la sequía que aqueja a la Región.
 
 El fenómeno es tan imponente y único que puede llegar a ser considerado patrimonio natural de la humanidad por la UNESCO. Ojala que la declaración no llegue cuando  las luces del cielo se hayan ido. Ojala que los Dioses no cambien un festejo que dejó perpleja a la humanidad desde siempre, por un triste rumor de velorio, por que la muerta va a ser la Tierra.
 
- Sergio Peralta
Los Barriales
https://www.alainet.org/es/articulo/139962

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