Puerto de mercaderes

08/12/2009
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La tradición popular dice que la mejor manera de esconder un elefante es justamente metiéndolo en medio de gran número de elefantes. Algo de eso tiene el accionar de los países centrales que nos hacen sentir culpables del calentamiento global. Al ser todos responsables, los verdaderos generadores de este caos quedan disimulados en el tumulto. Es un hecho que las luces del cine norteamericano han servido, en la mayoría de las veces, como un hermoso adoctrinador. Con dibujitos animados, con cenicientas, con bailarines, con vaqueros, soldados, superhéroes y todo un mundo de personajes que vienen desarrollando, o por lo menos lo intentan, un profundo amor por el estilo de vida americano.
 
A la ficción se le suman los documentales. Los canales “educativos” de la televisión están dando una batalla en la “pantalla chica” y así podemos ver como un señor bien alimentado, vestido de manera elegante, con manos muy cuidadas nos habla con un soporte de presentaciones digitales impresionantes, sobre lo que le “hacemos” al mundo. Ese mismo señor premiado con un Nóbel de la Paz, formó parte del gobierno que se negó a firmar el protocolo de Kyoto, fue vicepresidente del país que más empeño pone en restringir, no la emisión de gases, sino el control sobre ellos, además transfiere las empresas contaminantes a los países que hacen de soporte sucio a su crecimiento a cambio de migajas. Elaborados cortos publicitarios informan de nuestra culpabilidad por los desastres. Las corporaciones multinacionales, con sus socios locales, se apoderan de las riquezas y dejan la miseria y en la miseria a los países que son víctimas del asalto. Estas empresas aunque pinten de verde a sus maquinarias siguen ahogando al planeta. Están sacrificando en el altar del desarrollo a la humanidad. Los bancos han pasado a ser empresas extractoras sustentables, se llevan lo que pueden, pero sin contaminar el aire.
 
Por estos días muchos presidentes, científicos, personalidades de distintas partes del mundo se reúnen en Copenhague para tratar de frenar la matanza del planeta. Es loco pensar que los amos del mundo se sientan inmunes al desastre. El dinero compra seguridad, inmunidad compra políticos además de muchas otras cosas. Pero algo es seguro. Este cascote sideral no tiene repuesto. Esposas, hijos, nietos, abuelos, nadie tendrá a donde ir. El mísero destino será igual para un habitante del Amazonas que para el de un lujoso apartamento en Nueva York, la riqueza solo prolongará la agonía.
 
La reunión de Dinamarca genera alguna esperanza, aunque hay una palabra que suena como a presagio. Copenhague en danés es Kjobenhavn y está compuesta por Kjob (comprar) y Mand (hombres), con la conjunción de estas palabras se llega a “hombres que compran” hasta “puerto de mercaderes”. Ojala que ninguna de las dos acepciones marque el destino de las negociaciones, la humanidad toda está trágicamente atada a la cintura de los asistentes.
 
Sergio Peralta
Los Barriales
https://www.alainet.org/es/articulo/138232

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