El estómago de la bestia

05/11/2009
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Soy profesor en una escuela técnica que tiene características entre urbanas y rurales, hace 25 años que estoy en esto y tengo 50, he pasado la mitad de mi vida rodeado de chicos que han ido “mutando” junto con una sociedad de la que reniego. De distintas maneras tratamos, los inconformes, de trabajar en pos de cambiar algo de esa sociedad que uno cree poder cambiar.
 
A veces uno se encuentra con encrucijadas que lo hacen dudar de todo, hasta de la existencia de ese momento intenso que estamos viviendo frente a la encrucijada. No hace mucho tiempo me encontré parado frente a una y juro que no solo me hizo dudar; además me llenó de una profunda angustia.
 
Tenía como alumno a un chico bastante problemático, todos los profesores que trabajaban con él tenían casi el mismo concepto, … es un chico problema, solo consigue distraer a los demás, es una mala influencia y otros comentarios que me producen tristeza y vergüenza, por que provienen de personas supuestamente preparadas para “enseñar”. Tratando de cambiar la estrategia e intentando entablar una charla con él, le pregunté que pensaba hacer cuando fuera “más grande”. En el momento de formular la pregunta supe que había cometido un terrible error.
 
Me miró, por primera vez a los ojos y desde la oscuridad de sus pupilas apareció un brillo profundo: “pienso dedicarme a matar policías y choferes de ómnibus”. Fue su respuesta. Sorprendido le dije que le estaba preguntando para que me contestara honestamente y nuevamente me reiteró la respuesta “profe, pienso dedicarme a matar policías y choferes de ómnibus”. Le dije que no era bueno tomar todo como un juego y que realmente me interesaba saber la respuesta sincera a mi pregunta. Al reiterarme la respuesta y con mi paciencia en franco deterioro le pedí que me aclarara su respuesta, que me parecía de mal gusto.
 
Sin cambiar de actitud y con sus ojos más brillantes que nunca me dijo: lo que pasa, profe, es que mi mamá es prostituta y casi todos sus clientes son choferes de ómnibus, y a los policías no les cobra para que la dejen trabajar en mi casa”.
 
No supe que contestar, aún creo que balbuceé una disculpa por meterme en su vida privada y él tranquilamente me dijo, “no se haga problema, no creo que llegue a ser grande”.
 
Aún hoy su respuesta suena en mis oídos y me genera una profunda bronca el saber que su caso se multiplica en nuestra despojada América, rica de toda riqueza y tan llena de pobreza. Es pornografía pura la preocupación que se tiene por generar más biocombustible a partir de la “comida”. Alimentamos el estómago de la bestia con las proteínas que los niños necesitan para poder pensar. Esta situación marcada es una de las generadoras de que sigamos viendo aumentar la violencia y disminuir la edad de los que la practican.
 
- Sergio Peralta, Los Barriales.
https://www.alainet.org/es/articulo/137495

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