Entre lo políticamente correcto y la vuelta al deber ser

14/05/2009
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I.

Los sueños sembrados bajo los adoquines de las jornadas estudiantiles de los 68, que denunciaban la permanencia del anciano estado en Francia, el totalitarismo comunista en Praga, la inmundicia de PRI en México, se desvanecieron. Se impuso la división del mundo en dos grandes bloques y las voces contrarias a ambos bandos fueron lenta y sistemáticamente perseguidas, aniquiladas o cooptadas.

Con la caída del muro de Berlín, los instrumentos interpretativos con que las ciencias sociales impugnaron el sistema capitalista se declararon en crisis y cundió la desconfianza en torno al meta-relato marxista como en el freudiano o el Foucaultiano. Los estudios poscoloniales y las búsquedas de-coloniales y culturalistas asumieron la vanguardia en las academias y los centros políticos. La contienda política y la lucha de clases fueron alojadas en el estante del olvido.

Los Estados Unidos asumieron la conducción unipolar del planeta y tras el Consenso de Washington y el atentado a los Torres Gemelas del World Trade Center, mutaron de potencia hegemónica a potencia imperial.

Ser políticamente correcto se puso al orden del día. Las organizaciones sociales perdieron su potencial movilizador y las Organizaciones No Gubernamentales entraron en escena con un discurso y una praxis harto desconocida: denuncia de la ausencia del Estado en sus responsabilidades primarias, tales como educación y medio ambiente, a la par que asumían estas responsabilidades a nombre de la ciudadanización de la política en medio en un sistema-mundo halado por el consumo, el individualismo, la eficiencia, la eficacia, los indicadores de logro, la milimetría política y el mercado.

El fin de la historia instauró a Francis Fukuyama como profeta del neoliberalismo. La comunicología habermasiana  y la etnización de la política se pusieron en boga. Los discursos multi-culturalistas entraron en contrapunteo con las opciones plurinacionales e inter-culturalistas, sucumbiendo al dilema entre universalidad y particularidad. Las nuevas Constituciones latinoamericanas que bien expresan estas tendencias constatan que estos esfuerzos van más allá de un mero acto nominador. Sólo nombra quien tiene el poder.

Los medios masivos de comunicación más que altavoces para la disputa se erigieron en Voz Dei. Asumieron  no como escenario del debate sino que imprimieron la agenda de la discusión de lo público. La cultura se asumió como industria, entre ellas la política, que se legitima en los medios. Como lo expresa Adorno, “La constitución del público, que en teoría y de hecho favorece al sistema de la industria cultural, es una parte del sistema, no su disculpa”. La cultura como industria se asimila a una unidad de producción. “El mundo entero es conducido a través de la industria de la cultura” (1) (Adorno: 171).

“La industria de la cultura se adapta a los deseos por ella misma evocada” (Adorno: 178), denigra de la sociedad como un entramado de múltiples relaciones sociales y la inscribe como sociedad del espectáculo. El público y lo público no son más que parte de la representación.

El espectáculo es presentado como la sociedad misma.(2) (Debord: 38). Así el espectáculo como la diversión se asume como parte del engranaje del modo de producción. El espectáculo es capital y alienación. (Debord: 50). El espectáculo es mercancía. La sociedad del espectáculo, como los discursos culturalistas, mimetizan la sociedad de clases.

II.

La sociedad a la que asistimos es una sociedad sustanciada por el desencanto. Se expresa de nuevo un malestar en la cultura. Asoma entonces la pregunta por el papel de los intelectuales, muy especialmente de los intelectuales orgánicos, referentes de colectivos u organizaciones sociales, que en medio de la crisis cíclica del capitalismo actual, no renuncian a la utopía. De nuevo asoma Gramsci. Cobra valor el título de esta reflexión. Apuestan estos por escarbar con la sociedad nuevos caminos que pongan a la orden del día el deber ser de la política como referente ético fundante o continuarán sucumbiendo a los intereses del poder de turno, con análisis, alianzas  y posiciones políticamente correctos.

Si la opción es la primera, como apostamos en este texto, entonces habrá que llenar de sentido la palabra que ha sido desnudada por el poder. “En suma, la ciencia social debe englobar en la teoría del mundo social una teoría del efecto teórico que, contribuyendo a imponer una manera más o menos autorizada de ver el mundo social, contribuye  a hacer la realidad de este mundo: la palabra”(3) (Bourdieu: 66).

Lenguaje y poder simbólico (palabra y liturgia), que encontrará  eco si el locutor (el intelectual), expresa la praxis, como acción reflexionada desde los actores que impugnan la arrogancia y prepotencia del capital y sus agentes en poder de lo público y del Estado. Condición sine qua non para que sea legítimo y se imponga frente a la violencia simbólica y desnaturalice el acto de dominación.

Nombrar de otra manera significa combatir la fatalidad que encarna recibir el bautizo bajo la institucionalidad sacrílega del poder constituyente, para “fundar una política orientada hacia fines totalmente opuestos, una política que rompiendo tanto con el voluntarismo de la ignorancia o de la desesperanza, como con el dejad-hacer, se equipe con el conocimiento de esos mecanismos para intentar neutralizarlos y busque en el conocimiento de lo probable no una incitación a la dimisión fatalista o al utopismo irresponsable, sino el fundamento de una negativa de lo probable fundado en el dominio científico de las leyes de producción de la eventualidad rechazada” (Bourdieu: 104).

El Lenguaje esgrimido como una fuente de poder y de acción más que de comunicación, lenguaje que diagrama lo imaginario, y lo imaginario como creación en el dominio histórico-social… creación que aquí significa, creación auténtica, creación ontológica, creación de nuevas formas, de nuevas ideas (eide), como lo formula Castoriadis.(4) (Catoriadis: 64)

El dominio como creación histórico-social hace evidente que toda  sociedad nueva, más exactamente, que todo nuevo acontecimiento histórico, como por ejemplo los nuevos gobiernos que hoy denominamos de izquierda en América Latina, se tejen con el viejo que pretender desplazar. “Para decirlo brevemente, lo antiguo entra en lo nuevo con la significación que lo nuevo le da y no podría entrar en lo nuevo de otra manera” (Castoriadis: 74).

Por ello, no sin razón, los nuevos contextos a que referimos se sustentan en la reinvención de la democracia, pero esa reinvención de la democracia amerita la reinstauración de la autonomía de las organizaciones sociales y sus intelectuales orgánicos. Aquí un clave nada audaz del deber ser versus lo políticamente correcto. “La autonomía toma aquí el sentido de una auto-institución de la sociedad, auto-institución en adelante más o menos explícita: nosotros hacemos las leyes, y somos pues responsables de nuestras leyes, de modo que debemos preguntarnos cada vez: ¿por qué esta ley y no otra?... ¿Es justa esta ley? Es esta creación histórica de la autonomía y, lo repito, de un nuevo tipo de ser capaz de poner en tela de juicio las leyes mismas de la existencia, lo que condiciona para nosotros tanto la posibilidad de la discusión de hoy como, lo que es mucho más importante, la posibilidad de una verdadera acción política, de una acción con miras a establecer una nueva institución de la sociedad, con miras a realizar plenamente el proyecto de autonomía” (Castoriadis: 77).

La lectura sobre los textos históricos, contextuales en nuestro caso, ameritan de los intelectuales, de nuevo en nuestro caso, de los y las dirigentes sociales un perspectiva y horizonte político pertinaz. (5) (Jameson: 15)

Siguiendo a Jameson, ello implica una radical diferencia con el pasado, porque lo reconocemos anidado aún en el presente. Reconocer que la historia de todas las sociedades que han existido es la historia de la lucha de clases. Así la etnización será un matiz y no el horizonte. La única liberación efectiva empieza por reconocer que no existe nada que no sea social e histórico. (Jameso: 18). Nuestras apuestas, los logros alcanzados hoy, son fruto de un proceso. El proyecto nombrado como Revolución Ciudadana en el Ecuador es fruto de un proceso, que en buena medida dibuja la contienda política que se ha expresado en este país, cuando menos en los últimos 10 años. Rafael Correa no es un “out sider”. Expresa, y de la mejor manera, el proyecto de ciudadanización de la política.

La ciudadanización de la política no es ni mucho menos la revolución, pero ha sido el paso elegido. Que avance en una dirección que profundice la democracia pasa por una contienda política que se imbrica en la lucha ideológica. Verbi gracia, la ideología vuelve a estar en el debate del deber ser.

Pero el deber ser está, en la lógica del discurso, en la obligación de instituir su impugnación con base en significantes que contiendan con aquellos que adjetivan como vacíos o inclusive populistas. El fracaso de la exquisitez de las izquierdas que se alinearon en la oposición al presidente Correa, radica en el ausencia total de significantes en sus discursos.

El deber ser de la política que apelamos entiende la política en tiempo y forma. La forma como estética y la estética como manifestación poética y política de la ética.

Los llamados al consenso, posteriores a una definición política electoral mayoritaria, como la del 26 de abril en Ecuador, y de idéntica forma en Venezuela o en Bolivia, navegan entre la ingenuidad y la fantasía. El deber ser convoca a la radicalización de la renovación de la vieja democracia liberal. La radicalización de la contienda. Caso omiso sería anudar la trayectoria. Así como no hay capitalismo libre de fricción, contrario a como lo profetizan los aduladores de la globalización virtual, tampoco existe democratización sin fricción y colisión.

Radicalización de la contienda supone politización del conflicto que, más que ciudadanización, provocará, o es provocada, por la lucha de clases. No por capricho sino por devenir histórico.

III.

La crisis actual del conflicto colombiano (y no sólo el armado), está en la negación práctica del quehacer político. Los medios no escamotean esfuerzos en banalizar la muerte como la vida. El lenguaje del presidente Uribe exaltando la palabra al mundo de los diminutivos pretende vaciar la realidad de su dramatismo. La elaboración teórica según la cual los colombianos somos violentos por naturaleza devela la típica maniobra del poder de universalizar un particular como lógica cultural del capitalismo multinacional. Zizek(6) nos recuerda “dos variaciones posibles para la infame declaración de Goebbels: “Cuando oigo la palabra Cultura, busco mi pistola”: una es: cuando oigo la palabra Cultura, busco mi chequera, pronunciada por el cínico productor cinematográfico del filme Mépris (El desprecio), de Godard; y la  inversa, izquierdista e iluminada, “Cuando escucho la palabra revolver, busco cultura” (Zizek: 187).

¿Cómo encontrar  el síntoma, los tics de la patología de la crisis estructural que nos abruma? Según Marx, en la reificación de la mercancía; según Freud en la interpretación de los sueños.(7) Estanislao Zuleta, aventajado colombiano alumno de ambos, en la práctica de desear mal: deseamos una sociedad sin conflictos, una vuelta al huevo, una sopa de mermelada.

Es por ello que hacer evidente lo supuestamente oculto causa irritación en el centro del poder. Álvaro Uribe se indigna cuando a flote se revelan las masacres con autoría de sus socios más cercanos; cuando su entorno familiar inmediato se ve incurso en fechorías mafiosas o negocios contarios a los santos a los que invoca protección. Pero su indignación no se debe al rechazo a tales actos sino al acto mismo de la revelación pública. Los falsos positivos no le incomodan, le irrita que la compartimentación se rompa y los demuestre falsos. Ya no se trata, como lo posibilita su escudero José Obdulio Gaviria, (mala copia criolla de Goebbels), de que una mentira repetida ene-veces, se hace verdad.

Los periodistas que osan hacer de conocimiento público lo que en privado la inmensa mayoría sabe, son encumbrados a la categoría de apátridas. Las organizaciones políticas que se oponen al régimen totalitario uribista, son anatemizadas como expresiones legales de las FARC. Los dirigentes políticos que se oponen a la reelección y la destrucción final de la Constitución del 91, son vigilados paso a paso con el “Ojo del Gran Hermano”, del Departamento Administrativo de Seguridad-DAS-.

Parafraseando a Zizek, “Aquí se debe evitar la tentación de caer en la antigua idea izquierdista de que “es mejor enfrentar un enemigo que admite públicamente sus tendencias (racistas, homofóbicas, etcétera) que la actitud hipócrita de quien denuncia públicamente aquello que avala en secreto”.

Alguien se estará preguntando, con razón, por qué el “ojo del Gran Hermano”, igual se posa en los archivos y la vida privada de personalidades políticas y militares que han aupado el régimen neoliberal y el recorte de libertades del régimen.(huelga decir que viene de antes de Uribe y lo sobrepasa). El mismo Zizek, nos adentra más allá de las consabidas contradicciones de clase, con que la izquierda a intentando resolver no pocos acertijos: “…el edificio mismo del Poder se escinde desde dentro, es decir, para reproducirse a sí mismo y contener su Otro, depende de un exceso inherente que lo constituye. Para decirlo en términos hegelianos de identidad especular, el Poder es siempre ya su propia transgresión; si efectivamente funciona, tiene que contar con un agregado obsceno: el gesto de su autocensura es consustancial al ejercicio del poder” (p.150).

La reificación de la cosa política  y del ser humano como mercancía alcanza su máximo estadio en Colombia con  la levedad de los aparatos de justicia en el mal llamado proceso de justicia, verdad y reparación. Qué decir de los beneficios otorgados a un desertor que asesina a su mando, le cercena su mano y la trafica con el Gobierno para que éste la exhiba como trofeo.

La Seguridad Democrática, que el presidente Uribe propone reelegir, está siendo ofertada como panacea a  gobiernos de otros países. En un acto cínico se propone un antídoto creado en el laboratorio del “Auschwitz criollo” contra la colombianización de la región. Verbigracia, la regionalización del síntoma.

No sobra recordar que la profundización de la crisis colombiana, con la intromisión del narcotráfico en el entramado de las relaciones sociales básicas (la política, obviamente), está inscrito en un marco de globalización capitalista. El narcotráfico es la mejor expresión del capitalismo. Su más macabra creación.

¿Cómo responder al desafío que nos reta tal estado de cosas? “En oposición al centro liberal que se presenta a sí mismo como neutral y post-ideológico, respetuoso de la vigencia de la Ley. Debería reafirmarse el antiguo tópico izquierdista acerca de la necesidad de suspender el espacio neutral de la Ley”, se responde Zizek. (Zizek: 182)

IV.

“Psicológicamente  se puede comprender al cínico de la actualidad como un caso límite del melancólico que mantiene bajo control sus síntomas depresivos y, hasta cierto punto, sigue laboralmente siendo capaz.  Pues, en efecto, en el caso moderno del cinismo la capacidad de trabajo de sus portadores es un punto esencial…a pesar de todo y después de todo. Hace ya muchísimo tiempo que al cinismo difuso le pertenecen los puestos claves de la sociedad, en la juntas directivas, en los parlamentos, en los consejos de administración, en la dirección de las empresas, en los lectorados, consultorios, facultades, cancillerías y redacciones”. Sí a este acápite tomado de Peter Sloterdijk,(8) se añadiese Presidente, sería una adivinanza fácil en la que se caería en una falsa cognada: Bosnia, Colombia (p.34)

A nombre de la defensa de los más altos (rancios) valores,  Colombia ha sido sometida a una vejación en la que los regímenes fascistas del Cono Sur, palidecen. Aunque ambos asumen una misma línea de sujetos-objetos de defensa: Tradición, Familia y Propiedad.

El cínico contemporáneo, reclama el Slorterjic, tiene la facultad de auto-representarse como un hombre de masas, discreto, que al mismo tiempo que se presenta como víctima es sacrificador, con la característica de golpear contra la tradición ilustrada. (p.34).

Defensa de la patria (la minúscula es a propósito) se conjuga con la desaparición forzada. La defensa de las instituciones  se recrea en el asalto y el golpe de mano a las mismas instituciones que proclama defender. Recuperación del campo se abona con desplazamiento forzoso de millones de campesinos. Libertad de empresa se adoba con la implementación de la censura y la apropiación de los medios de comunicación por parte del proyecto hegemónico. Persecución de las bandas narco-paramilitares se saborea con la toma de café con los jefes de las mismas bandas en las oficinas de la Casa de Gobierno. Defensa de la Soberanía  se cristaliza con ataque alevoso y artero con un país al que pomposamente se llama hermano.

Estamos frente a un contrincante “serio” que encarna un proyecto ideológico y político, poco serio.

Tan poco serio como la tesis que sostiene que  la avalancha de maldad y la poca seriedad que nos contienen nos condenan a padecer la violencia por siempre. La humanidad ha soportado y “superado” horrores más infames que los nuestros.

Aunque manida, de nuevo hay que convocar a la Unidad para enfrentar el sólido régimen de terror. Todo lo sólido se desvanece en el aire, no es una plegaria. Además de una constatación histórica, es un llamado a renunciar al desencanto que a no pocos nos invade. Nada más oscuro que el instante que marca el final de la noche y el nacer del día.

Pero la Unidad  no se concibe con base en el chantaje y la amenaza: me aceptan esto o me voy…entro pero si…se pueden quedar pero a costa de…reconozco la dirección marcada pero si yo la proclamo. Algunos contertulios han reclamado que en las condiciones en que se encuentra el campo de las izquierdas es una ficción. Yo creo con Zizek, que “El conservar la saludable ficción del diálogo libre es una última tarea de la filosofía.”

Llamar al diálogo al encarnador de la prepotencia y negarlo sistemáticamente al compañero de viaje, bajo supuestas diferencias insalvables, se antoja paradójico, que no irresponsable y hasta ingenuo. “La ilustración recuerda de qué forma más fácil el lenguaje abierto puede llevar a un campo de concentración o a la cárcel. Las pre-potencias no pueden hablar consigo mismas y no se sientan voluntariamente con su oponente a una mesa: mejor si estos están entre rejas”.

Diálogo con los inmediatos significa contradicción fecunda frente al poder totalitario. Confrontación contra el poder totalitario significa tropel contra el sistema que develará su falsa conciencia.

Notas al pie:

(1) Adorno, Theodor y Horkheimer, Max, Dialéctica de la Ilustración: fragmentos filosóficos, Editorial Trotta, España, 1998.
(2) Debord, Guy, La sociedad del espectáculo, Editorial pretextos, España, 2002.
(3) Bourdieu, Pierre, ¿Qué significa hablar?: lenguaje y poder simbólico, Ediciones Akal, España, 1999.
(4) Castoriadis, Cornelius, Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto, Editorial Gedisa, España, 1998.
(5) Jameson, Fredric, Documentos de la cultura: documentos de la barbarie, Visor Distribuciones, España, 1989.
(6) Zizek, Slavoj, Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional, Editorial Paidós, Argentina, 1998.
(7) Zizek, Slavoj, Ideología un mapa de la cuestión: ¿cómo invento Marx el síntoma?, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
(8) Sloterdijk, Peter, Crítica de la razón cínics I, Taurus Humanidades, España, 1989.

- José Miguel Sánchez Giraldo es Educador Popular, estudiante de Maestría en Estudios Latinoamericanos, Universidad Andina Simón Bolívar – Quito

Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 158, Corporación Viva la Ciudadanía, Bogotá, mayo 15 de 2009.  www.viva.org.co

https://www.alainet.org/es/articulo/133821
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