Reflexiones desde el V encuentro mesoamericano de la REDLAR

27/04/2009
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Para quienes no han oído hablar de ella, la REDLAR es la Red Latinoamericana de lucha contra las represas. Tiene casi diez años de existencia y en ella participan organizaciones de todo el continente, pues también toman parte organizaciones como IRN -Ríos Internacionales-, cuya sede está en EEUU. Este encuentro se realiza en una pequeña población panameña, Boquete, que parece una verdadera Suiza, donde todos los avisos son en inglés, claro está, con nativos caribeños, incluidos indígenas que pueblan las comarcas circunvecinas. Es una zona de rodeada de montañas, que acá también las hay.

Hemos venido a difundir y fortalecer el Movimiento de Víctimas de las Injusticias Climáticas y a animar nuestra apuesta política de luchas por la Soberanía Energética. La región suramericana y latinoamericana (habida cuenta que no todos los suramericanos hablan lenguas de origen latino, más aún, muchas son las lenguas que se hablan en este encuentro donde hay indígenas de todo Centro América y México) vive unos cambios políticos que no se reflejan en trasformaciones de sus matrices energéticas y sí, más bien, muestran la obstinación de los gobernantes de continuar orientando la producción de energía hacia un modelo económico preso de la idea del desarrollo, que ilusamente supone un mundo material infinito. A esta tendencia queremos oponer la idea de la Soberanía Energética, que ya está explicada en otros textos.

La Soberanía Energética ha sido una idea que hemos tomado de las luchas de los movimientos sociales, para hacer de su contenido nuestra estrategia. Como hemos dicho en otros momentos, y no sobra repetir, la idea de Soberanía Energética hace referencia crítica a la “economía normal”, al mercado autoregulado, a la competencia como vía para la reproducción social, al individualismo económico, etc. Es claro que si la economía crece es porque algo se ha tomado de algún otro lado, llámese fuerza de trabajo, capital natural o antrópico, energía libre, naturaleza, o fuerzas productivas. Lo cierto es que cualquier crecimiento es a cuestas de alguna pérdida de energía libre, como lo reconocieron tempranamente los padres de la economía Ecológica, hace ya varios lustros. Nuestra postura es que no todas las economías son para crecer. El mundo material es sin duda, en el sentido lato, una limitación objetiva al propósito metafísico de crecer. Esto deberían comprenderlo nuestros gobernantes de la izquierda o centro izquierda y, por qué no, todo el mundo.

Una señora que vive en esta Suiza Panameña, sin duda de estrato económico alto, se adhirió a un taller donde debatíamos de estos asuntos. Al hacernos la pregunta qué significa el crecimiento económico, ella se apresuró a responder con mucha certeza: empleo, bienestar, mejores servicios, más comodidad. Y cuando se preguntó qué significa decrecimiento, ella dijo estancamiento, recesión, enanismo. A mi parecer ella tiene razón. Ella se mueve en ese marco lógico. El crecimiento y el estancamiento son parte de una misma ideología, o concepción de la economía si se prefiere. Es una ideología sobre el uso de los medios y los fines de la actividad económica y una ideología sobre lo que significa vivir bien. Creo que nuestra perspectiva tiene que tender toldo aparte con esta dialéctica de la economía y situarnos en una manera de ver la economía como relaciones sociales que permitan el cuidado de los medios, esto es de la naturaleza y de la naturaleza atrópica, y que a su vez tengan como fin la reciprocidad, la solidaridad, la complementariedad y la subsidiaridad. Ello supone que aprendamos a conocer la naturaleza, sabiéndola finita.

Durante estos últimos más de dos siglos, donde la idea que dominó la economía fue la del lucro, la de la acumulación privada, la de la ignorancia de nuestras relaciones heterónomas con la naturaleza, se han producido cambios increíbles. La sociedad humana ha intercomunicado todos los espacios del planeta; ha inundado nuestras vidas de prótesis tecnológicas; ha prometido, y en algunos casos obtenido, mayor longevidad; ha penetrado los resquicios de las partículas de la materia; ha sofisticado las guerras y las maneras de matar; ha encontrado nuevas vías para difundir los conocimientos y la información; ha ocupado el espacio electromagnético, en fin. Y, a pesar de, o mediante estos hechos, la sociedad humana ha introducido una cantidad oculta de riesgos y una iniquidad abismal en el acceso a los beneficios, que salta a la vista por doquier. Tal es la situación que en estos dos últimos siglos se ha desestabilizado por razones antrópicas el clima planetario, poniendo en vilo a toda la humanidad; a la vez, más del 80% de los habitantes del planeta yacen en la miseria.

Los debates sobre la Soberanía Energética se enlazan con las reflexiones sobre el “Bien Vivir” que están en el corazón de los propósitos del movimiento social en la América que hoy prefiere llamarse Abya Yala, como lo llamaron nuestros antepasados indígenas; se enlazan también con las reflexiones sobre cómo las sociedades del Norte pueden virar hacia un estilo de vida sustentable y quizá allí cómo puedan ellas renunciar al crecimiento optando por el decrecimiento, que ahora adjetivan sustentable. El concepto de “Calidad de Vida”, al que está más adaptado el discurso institucional resulta insuficiente para mostrar lo que es el contenido de las reflexiones sobre Sociedades Sustentables y Bien Vivir. Como quiera que sea, la idea de la Soberanía Energética discurre por entre estos debates no sin dejarse afectar. La Soberanía Energética no se da sin que haya un proyecto de sociedad con otra economía y con otra idea del vivir bien.

El Buen Vivir tiene que tener como condición el respeto por los derechos y predilecciones de las generaciones venideras. Acá un indígena hondureño me decía que en su cosmovisión siempre están presentes siete generaciones que les sucederán. Seguir este pensamiento sería un buen camino. El Bien Vivir tiene pues que ver con las cosas que duran, que se hacen para que permanezcan, que le huyen al tiempo efímero de la publicidad. Pero para que las cosas que hacemos nos duren y satisfagan debemos hacerlas con un sentido de la estética, con una erótica, estimulando los deseos por la vida pacífica y simbiótica con los demás seres, incluidos los seres espirituales y no animados.

Finalmente y ante todo, esta búsqueda de expresar políticamente en el concepto de Soberanía Energética un aspecto relacionado con la producción y consumo de energía, con el cuidado de las fuentes de energía, con las formas que debe adoptar el poder popular en el control de su proyecto de sociedad y por tanto en el uso de la energía y en la formas de producir la energía, nos sitúa ante una cuestión esencial: Cuidar la vida y el planeta es una tarea que está por encima del beneficio particular de cualquier actor económico, nacional o trasnacional, estatal o para-estatal o supra-estatal, privado o público. Dicho de otra manera, sólo podemos beneficiarnos los seres humanos del uso de las fuentes de energía y desarrollarlas, si ello no es en detrimento de ningún otro ser humano ni de ninguna otra especie, y si ningún grupo social y si ningún ecosistema resulta en condiciones de menor calidad de vida o de menores grados de libertad para su proyecto de vida que las que tiene en el momento que precede al proyecto energético, esto es una especie de “regla paretiana” de la ecología que se me ocurre puede sernos útil.

https://www.alainet.org/es/articulo/133476
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