Claves para el socialismo del siglo XXI*

Solo el socialismo liberado puede ser liberador

17/03/2009
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Al nuevo proceso político de dimensiones continentales, inaugurado en 1989, por el levantamiento popular insurreccional en Venezuela, conocido como el “Caracazo”, se suma en 1996 la reedición del triunfo del movimiento bolivariano del presidente Hugo Chávez y el desarrollo de un debate sobre el renacer del socialismo, con la denominación de Socialismo del siglo XXI.

Este ‘Socialismo del siglo XXI’, ha retomado nuevos acentos y reformulaciones, y las discusiones se intensifican en centros universitarios, asambleas de trabajadores, partidos políticos y movimientos sociales. Se publican libros, se realizan seminarios y la confrontación de las posiciones alcanzan nuevos desarrollos. Este escrito aspira a contribuir al debate.[1]  

I. La revolución desfigurada

Una posibilidad de acercarnos a lo que hoy debemos entender por socialismo consiste en establecer, qué no es, yo digo que esta perspectiva, es paradojalmente adecuada, porque descansa en experiencias históricas contemporáneas ricas, complicadas y sobre todo desgraciadas.

La revolución rusa de 1917 constituyó la fundación del socialismo a escala europea y asiática, de dimensiones internacionales. Se trató de un nuevo curso de la historia mundial, un cambio cualitativo. La experiencia soviética influyó en Alemania y otros países, y en la arena del capitalismo internacional los nuevos partidos revolucionarios intentaron realizar la revolución socialista. Dichas organizaciones recibieron su principal influencia del exitoso partido bolchevique conducido por personalidades de primer orden, entre los cuales, Lenin y Trotsky son las más connotadas.

El bolchevismo no era la única corriente marxista revolucionaria, pues hay que destacar la espartaquista de Rosa Luxemburg y sus camaradas, cuya importancia está al orden del día, dada su creciente recuperación e interés para las luchas y definiciones sobre el socialismo en la actualidad. El abanico de tendencias es más amplio: Bordiga, Gorter, Pannecock… De las otras tradiciones sólo puedo referir aquí la obra de Georg Lukács, Historia y conciencia de clase, que se niega a ser olvidada, y cuya vida propia ha resistido hasta el “crimen delicioso” de su autor en el prólogo a la edición en español de sus obras completas.

En el diálogo-debate de Rosa con los bolcheviques hay claves decisivas para nuestra teoría y praxis, en algunas Rosa tuvo razón, en otras no, pero están en debate: El carácter de la acumulación capitalista y la dimensión del imperialismo; el papel del nacionalismo en las reivindicaciones socialistas, las relaciones entre reforma y revolución, y, particularmente; la naturaleza de la democracia y el peso específico de ésta en la ecuación revolucionaria. Vale recordar su concepto, que ha resistido todos los embates: No hay democracia sin socialismo, No hay socialismo sin democracia. Reflexión articulada a su primera y luminosa crítica al aparato partidario y a la burocracia.

Sabemos bien que el marxismo se desarrolló en crítica y lucha con la economía política inglesa, los socialismos utópicos franceses y la filosofía alemana. También con el anarquismo de Proudhon y Bakunin. Destaco que en su formación intelectual, Marx y Engels fueron aplicados lectores de las artes y las letras y la revolución en las ciencias naturales.

La Segunda Internacional fue la formalización de la herencia del marxismo teórico de la Primera Internacional y la organización de una praxis acorde al período de la segunda revolución industrial, la expansión capitalista y el moderno imperialismo. También en el terreno de la modernidad, es la belle époque, que hace que la Internacional de Kautsky, Otto Bauer y demás jefes de la socialdemocracia evolucionaran a un partido de conveniencias realistas, de mejoramiento del capitalismo histórico. No son pocas las acciones de la socialdemocracia en el logro del Estado de Bienestar y el Estado Social de Derecho. Su evolución se concretará en el abandono del marxismo, su propuesta de un capitalismo mejor y la adaptación al neoliberalismo. Su obra de arte será el apoyo a la guerra imperialista de 1914-1917.

La revolución rusa fue desfigurada desde finales de los años veinte, como consecuencia de la derrota de la revolución europea, china y de otros países. Había sido concebida como la apertura hacia un socialismo que solo se podía realizar en el mismo espacio de hegemonía del capital. El socialismo puede comenzar en un país pero no hace tránsito en el aislamiento.

El efecto doméstico fue el triunfo de las fuerzas sociopolíticas de la burocracia del estado y del partido. La lucha de clases se decidió hacia la colectivización despótica, el estrangulamiento de la democracia, la dictadura del partido y del secretario general, José Stalin, sobre la clase trabajadora y la sociedad rusa. El partido comunista y la Tercera Internacional fueron vaciados de todo contenido revolucionario y convertidos en instrumentos de la burocracia. Así se sintetiza ese régimen político que se denomina stalinismo.

La burocracia, la nomenclatura como fuerza social y política conservadora, torturó, asesinó y encarceló a la oposición de izquierda y a millones de trabajadores y comunistas en Rusia y en el mundo. Todas estas víctimas deben ser rehabilitadas como genuinos revolucionarios.

Nada de esto es el socialismo, de suyo debe ser liberado para ser liberador.

Apliquemos el aserto de Walter Benjamin: el pasado de las y los trabajadores, especialmente los perseguidos y excluidos física y espiritualmente debe ser recuperado, porque nada de lo histórico es asunto cancelado, ni obra sólo como recuerdo o testimonio. Los muertos tampoco están seguros ante el enemigo vencedor, y este no ha cesado de vencer.

La historia es implacable, y la experiencia soviética con su derrumbe en 1989, y el de su sistema de países satelizados, del denominado socialismo realmente existente, es el espejo en que debe mirarse la evolución de la revolución china y su incursión en capitalismo mundial. Al igual que Vietnam.

Me parece pertinente saludar y tomar distancia de lo afirmado por el compañero Néstor Kohan en su comentario, Vitalidad del pensamiento radical latinoamericano, al referirse al libro del dirigente cubano Armando Hart, Marx-Engels. La condición humana una visión desde Latinoamérica. Se resalta este aserto de Hart: “No basta con denunciar los crímenes en nombre del socialismo, es necesario estudiar las raíces históricas, culturales y sicológicas de los mismos.”[2]

Es equivocado, como lo hace Kohan, eludir una precisión sobre el sistema estalinista y la responsabilidad de Stalin en ese proceso (nadie entre sus críticos marxistas ha utilizado “el engañoso atajo de atribuir absolutamente toda la culpa a un individuo singular: José Stalin.”) como “totalmente comprensible porque, como enseña Fidel, la tarea es sumar y unir, no dividir - No obstante, con nombre o sin nombre, se advierte claramente de qué se está hablando.”[3]

La historia de la oposición de izquierda en la URSS y otros países, es una historia cargada de apuntes luminosos sobre la sociedad establecida por el estalinismo como sistema y su cortejo de crímenes. Desde la Revolución traicionada de Trotsky, pero igual otros aportes, con otros acentos y valoraciones. Boris Souvarine en 1929 publicó Rusia desnuda, conocida luego como La URSS, en 1930, Souvarine insistió con su Stalin. Visión histórica del bolchevismo, en 1935, que fue traducida al inglés por C.L.R. James, el autor del estudio sobre Los Jacobinos negros, en la revolución de Haití.

Son numerosos los libros y artículos que van a esclarecer la naturaleza de la URSS y el PCUS durante el siglo XX. Pero es conveniente recordar a Raya Dunayerskaya, la traductora y organizadora de los Manuscritos económicos y filosóficos de Carlos Marx, al igual que de los Cuadernos filosóficos de Lenin. Ella, junto a C.L.R. James concluyeron que Rusia no era un Estado de los trabajadores, sino la concreción más lograda del capitalismo de Estado. La obra de Raya, Marxismo y libertad, es una de las más heterodoxas del marxismo, escrita por una compañera de empresas teóricas de León Trotsky, que luego se distanciaría de éste por el asunto de la caracterización de la URSS.[4] La obra de Rudolph Bahro, La alternativa volvió a situar la pertinencia del análisis de la URSS en la tradición de la reflexión de Trotsky.

Después del siglo XX, con dos guerras mundiales, el nazismo, el stalinismo, el apartheid, el exterminio de miles de luchadores por el militarismo de América latina, el triunfo del neoliberalismo con su capitalismo salvaje, la humanidad vuelve a enfrentar el dilema de Marx, renovado por Luxemburg: Socialismo o barbarie.

II. Nuestra América

José Carlos Mariátegui y sus camaradas de Amauta perduran en nuestra tradición, y nos enseñaron que el socialismo no es calco ni copia, sino creación heroica. Es el marxismo que resistió la embestida del stalinismo, que hoy renace con frescor y propone la tarea por el socialismo Indoamericano. Mariátegui es la antípoda de Víctor Codovilla, el dirigente del partido comunista argentino. Es un pensamiento internacional, una gran cultura para reflexionar, pero situados, desde nuestra realidad, con una apropiación creativa y una consistente investigación sobre el Perú histórico y las consecuentes alternativas.

El marxismo de Mariátegui escruta los orígenes, lo raizal del pasado para darle sentido a la historia y consistencia al socialismo como proyecto emancipador, por ende liberado y liberador. Nos habla del comunismo agrario incaico y la importancia de su prolongación como idea fuerza, como subconsciente presente en la cultura y en la praxis social del mundo indoamericano, cuya dimensión es el Tawantinsuyo, que cubría no sólo lo que hoy es Perú, sino buena parte de los Andes y la Amazonía. Hay allí una gran clave para nuestro tiempo, para reivindicar e incorporar.

Hay que asumir el legado de indígenas y afrodescendientes con su libertarismo, en que la revolución haitiana preside la oleada de la emancipación americana, lo cual debemos relievar en el bicentenario. La tradición democrática de los pueblos comuneros con José Antonio Galán, Tupac Amarú y Tupac Katari, como grandes precursores de las luchas por fundar soberanía popular, las juntas patrióticas, populares, artesanales. Así como hay que revalorar el romanticismo liberal-anarquista laico en sus aportes al imaginario anticolonial - nacional.[5]

Conviene ilustrar, a los ochenta años de los 7 ensayos del Amauta, su concepción del comunismo inkaico y su proyección como origen, raíz y presencia en el período colonial y republicano a través de la comunidad, su realidad socioeconómica debilitada e invisibilizada pero existente y su constelación de valores culturales:

Si la evidencia histórica del comunismo inkaico no apareciese incontestable, la comunidad, órgano específico de comunismo, bastaría para despejar cualquier duda. El "despotismo" de los inkas ha herido, sin embargo, los escrúpulos liberales de algunos espíritus de nuestro tiempo. Quiero reafirmar aquí la defensa que hice del comunismo inkaico objetando la tesis de su más reciente impugnador, Augusto Aguirre Morales, autor de la novela El Pueblo del Sol.

El comunismo moderno es una cosa distinta al comunismo inkaico. Esto es lo que necesita aprender y entender, el hombre de estudio que explora el Tawantinsuyo. Uno y otro comunismo son un producto de diferentes experiencias humanas. Pertenecen a distintas épocas históricas. Constituyen la elaboración de disímiles civilizaciones. La de los inkas fue una civilización agraria. La de Marx y Sorel es una civilización industrial. En aquélla el hombre se sometía a la naturaleza. En ésta la naturaleza, se somete a veces al hombre. Es absurdo, por ende, confrontar las formas y las instituciones de uno y otro comunismo. Lo único que puede confrontarse es su incorpórea semejanza esencial, den­tro de la diferencia esencial y material de tiempo y de espacio. Y para esta confrontación hace falta un poco de relativismo histórico. De otra suerte se corre el riesgo cierto de caer en los clamorosos errores en que ha caído Víctor Andrés Belaúnde en una tentativa de ese género.

Los cronistas de la conquista y de la colonia miraron el panorama indígena con ojos medioevales. Su testimonio indudablemente no pue­de ser aceptado, sin beneficio de inventario […] No es posible hablar de tiranía abstractamente. Una tiranía es un hecho concreto. Y es real sólo en la medida en que oprime la voluntad de un pueblo o en que contraría y sofoca su impulso vital. Muchas ve­ces, en la antigüedad, un régimen absolutista y teocrático ha encarnado y representado, por el contrario, esa voluntad y ese impulso. Este parece haber sido el caso del imperio inkaico. No creo en la obra taumatúrgica de los Inkas. Juzgo evidente su capacidad política; pero juzgo no menos evidente que su obra consistió en construir el Imperio con los materiales humanos y los elementos morales allegados por los siglos. El ayllu la -comunidad-, fue la célula del Imperio. Los Inkas hicieron la unidad, inventaron el Imperio; pero no crearon la célula. El Estado jurídico organizado por los Inkas reprodujo, sin duda, el Estado natural pre-existente. Los Inkas no violentaron nada. Está bien que se exalte su obra; no que se desprecie y disminuya la gesta milenaria y multitudinaria de la cual esa obra no es sino una expresión y una consecuencia.[6]

En esta perspectiva, las guerras de independencia contra España, cuyo bicentenario comenzamos, no a conmemorar, sino a celebrar como un momento nacional de las luchas de clases y de conformación de sociedades y Estados con ímpetus de libertad, república y de confederación como la República de Colombia, fundada por Bolívar en el Congreso de Angostura de 1819. Su mensaje es inspirador de las tareas por la unidad del continente latinoamericano, en la perspectiva de la Federación de Estados Socialistas.

Existen otros canales históricos culturales, memorias y tradiciones que le dan la personalidad a nuestro socialismo, que habla brasilero-portugués, quechua, maya, azteca, palenquero, creole, uitoto, u’wa, páez, embera-katio, aimara, guaraní, mapuche, español americano y la multitud de idiomas diversos en las amplias regiones de Nuestra América.

El socialismo es creación e invención científica a condición de realizar la historia aboliendo el pasado de ignominia y el presente de explotación del capitalismo histórico, liberando las energías populares. El siglo XX se inauguró con la revolución mexicana de 1910-1917, se desarrolló con múltiples luchas proletarias, nacionales, agrarias, antidictatoriales y democráticas.[7] Son luchas por la libertad y lo libertario, los derechos humanos, por las autonomías de los pueblos y al mismo tiempo por la unidad como programa pluralista de Indoamérica o América latina. Es el imaginario de nos unimos o perecemos de Simón Bolívar y Simón Rodríguez.

Nicaragua y Centro América marcaron puntos altos contra el moderno imperialismo de enclaves, marines y dólares. La epopeya de Sandino y la revolución en el Salvador de 1932 son centrales. La revolución boliviana de 1952 es un momento que hace época y se proyecta en múltiples formas en la región, y está presente en la historia reciente del proceso revolucionario en curso en ese país. El 8 de noviembre de 1946 en Pulacayo, la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, con la orientación de Guillermo Lora y el Partido Obrero Revolucionario, aprobó la “Tesis central de la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia”, que se convertiría, al decir de Michael Löwy, “en un documento de referencia central en el movimiento obrero boliviano que sigue siendo vigente en nuestros días.”[8]

Muchas otras luchas, como la de la Unidad Popular y Salvador Allende en Chile, muestran una riqueza inmensa, un potosí de experiencias de las gestas proletarias, campesinas juveniles, de las mujeres, indígenas. La clase trabajadora, multicolor, femenina-masculina está para ser visualizada, recuperada como legado y presente vivo que sea parte del programa de nuestro tiempo.

El punto decisivo de la revolución latinoamericana lo marca el triunfo en Cuba de los trabajadores y la constitución del gobierno presidido por Fidel Castro. Pone sobre el tapete la actualidad de la revolución, sus posibilidades y sus límites, los del socialismo en un solo país: partido único, burocracia, diferenciación social, mercado paralelo. La permanencia del proceso frente al bloqueo económico, el derrumbe de la Unión Soviética y el llamado campo socialista muestra y demuestra una autenticidad y fortaleza de este proceso. El heroísmo de los cubanos es una dimensión que forma parte de las tradiciones y fuerzas éticas de nuestro socialismo. El Che Guevara es el paradigma del heroísmo, tal como lo formó la revolución cubana.

Hay que evitar el silencio frente a los fracasos. La política de los dirigentes cubanos, de impulso a la guerrillas en Nuestra América, adoptada por vanguardias heroicas condujo a una serie de derrotas y muertos por doquier. La superación de tales concepciones debe mantenerse, más en Colombia donde superviven el ELN y las FARC. En distintas oportunidades Fidel Castro ha rectificado su apoyo a la vía armada en referencia al caso colombiano.

El sacerdote católico Camilo Torres Restrepo lo es de la herencia revolucionaria del cristianismo. Las luchas de los teóricos y ejecutores de la Teología de la liberación se han integrado a la política y el programa emancipador. Viene desde lejos, de la tradición que inauguró Bartolomé de las Casas a favor de los indígenas.[9]

En los resultados y perspectivas hay que mostrar el papel de las organizaciones del troskysmo, que pueden exhibir logros como las tesis de Pulacayo y la experiencia de Hugo Blanco en la amplia movilización indígena – campesina de los valles de la Convención y Lares en 1963-64.

Así mismo, los trotskymos han realizado una sostenida praxis sectaria y dogmática, lo propio ocurre con las tendencias maoístas en el continente.

En el caso de la organización trotskysta Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), frente a los gobiernos que ellos llaman de forma equivocada y vulgar Frente popular y burgués: los presididos por Evo Morales en Bolivia, Hugo Chávez en Venezuela, y en momentos en los que el imperialismo y la derecha continental de estos países acude a la conspiración y al golpe de Estado, proclaman: “Nuestra estrategia es el derrocamiento de estos gobiernos y su sustitución por gobiernos obreros y campesinos, es decir por la dictadura del proletariado.”[10] ¡¡¡Tremendo desaguisado. Tamaña irresponsabilidad!!!

III. Movimiento, Programa

El socialismo como movimiento, programa y partido, como cultura de la clase trabajadora debe liberarse radicalmente del sectarismo y el dogmatismo. Por ser al mismo tiempo, parodiando a Lenin, Enfermedad infantil e irresponsabilidad senil.

La necesidad no puede erigirse en virtud. El socialismo Indoamericano deberá -porque así lo exige la realidad y lo desean los trabajadores y pueblos-, ser multicolor, plural, construido de abajo a arriba, sin ilusiones en el estatismo, pero consciente de la centralidad inevitable del Estado frente al colosal protagonismo del imperio. Estado que debe descansar en formas democráticas del poder, ejerciéndolo con una vocación de regionalización, democracia local, autonomías. Nuestro socialismo debe ser anti dogmático, abierto, con un marxismo creativo que incorpore a la libertad como revolucionaria en el quehacer de la vida, pues quien ejerce la libertad individual y colectivamente está fundando liberación. Tendrá que darse los imperativos de superar la desigualdad y la explotación, la humillación y la ofensa.

El programa por el socialismo del siglo XXI es un programa por la vida, no sólo la humana sino del planeta. El derecho a la vida reordena todos los derechos y encuadra las políticas económicas, los planes estatales, las programaciones macroeconómicas. Es la mirada de la ecosofía, por ello el ecosocialismo.

El socialismo del siglo XXI será ecofeminista o será caricatura. Recuperar toda la tradición de las Mujeres por su emancipación social, sexual, de género, de Las locas mujeres de Gabriela Mistral: las abandonadas, ansiosas, desasidas, dichosas, fugitivas. Las condenadas de Nuestra América, negras, indias, mestizas.

El socialismo tiene que hablar en femenino sin rubores, exaltando la voz de ellas, de sus propias historias, vidas, que nos emanciparán a todas y todos.

El socialismo se define por la apropiación de los productores de los medios de producción y el manejo democrático de las ciudades y sociedades. El ejercicio de la planeación de abajo hacia arriba y de la región al centro, e integrada a la Federación y bloques de países y continentes. En la planeación socialista los técnicos y funcionarios deben estar al servicio de los trabajadores y sus órganos de decisión y ejecución, y no al revés, evitando la burocratización y la corrupción. Los objetivos inmediatos son mantener las energías creadoras en toda la sociedad, dinamizar la cultura, las ciencias y las artes en un despliegue de internacionalismo y libertad completa.

La economía debe subordinarse a la sociedad y no continuar bajo la dictadura del mercado y las finanzas. Este es un principio rector de nuestro programa, lo que involucra la dignidad como esencial en el quehacer proletario, en la praxis socialista. Conviene recuperar para nuestras reflexiones el concepto de programa de transición como correlato de las leyes históricas del desarrollo desigual y combinado. La actualidad del capitalismo no elimina sino que reproduce todas las formas de la historia del trabajo y las engloba en los patrones de explotación y dominación neocapitalista y neocolonial. Exacerba el sexismo, el tráfico y la esclavitud de mujeres y niños, el racismo camaleónico, la servidumbre inducida-voluntaria, la explotación. El moderno capitalismo tardío reinstala la barbarie con las guerras, masacres, éxodos, hambrunas, despotismos… solo el concepto de programa de transición puede darle sentido vivo a la teoría de la revolución permanente, tal como Marx la formuló en 1848-1850, en el Manifiesto y otros textos; Trotsky  en Resultados y perspectivas en 1905, Luxemburg en Huelga de masas en 1906 y Lenin en Las tesis de abril en 1917. La cual se enriqueció con la experiencia de la revolución China en 1949, Cubana en 1959, junto con el marxismo de Mariátegui, la revolución cubana, y en las grandes luchas de clases en todo el planeta durante el siglo XX y lo que va del nuevo siglo.

El socialismo es un movimiento de la sociedad y la cultura, que asume la clase trabajadora en femenino y masculino. La revolución y la reforma son un movimiento en curso por mejorar o transformar las condiciones de sociedad y vida. La lucha por el socialismo y la revolución como movimientos debe buscarse articulando ambas dinámicas. Es el papel del programa, la política, las organizaciones y partidos.

Lenin formuló: sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario, pero agregó que sin el segundo la teoría es limitada y se marchita. Antonio Gramsci construyó su concepto de praxis, buscando la relación del mundo intelectual y científico con las gentes sencillas y le dio significado a la teoría marxista en un campo sociocultural histórico sostenido.

José Carlos Mariátegui concibió el internacionalismo como expresión de la revolución de nuestro tiempo y abogó desde Indoamérica por la unidad con el socialismo europeo y la revolución rusa. Con el horizonte de ser creación nuestra, ni calco, ni copia.

El 21 de noviembre de 1980, Estanislao Zuleta pronunció su conferencia más celebrada: Elogio de la dificultad. Allí concluye con esta perspectiva que me parece de actualidad en este renacer del socialismo:

Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles, ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.

Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:

“También esta noche, Tierra, permaneciste firme.

Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.

Y alientas otra vez en mí

la aspiración de luchar sin descanso

por una altísima existencia.”[11]

Nada parece llevarnos a la lucha directa por el socialismo, ni nadie nos llevará. No debe haber espacio para el sustitucionismo de los partidos sobre la magna tarea: la liberación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. Los partidos y demás organizaciones están al servicio de esta tarea. Decir bienvenido compañero socialismo es reconocer que la transición agraria, democrática, nacional, femenina, ambiental, reivindicativa, integradora de países y bloques regionales, es el comienzo, el principio de esperanza, que debe descansar, realizarse en las propias trabajadoras y trabajadores como protagonistas de la revolución.

- Ricardo Sánchez Ángel es Doctor en Historia, Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia, Profesor Titular Universidad Externado de Colombia.

* Intervención en el “III Simpósio Lutas Sociais na América Latina” realizado del 24 al 26 de septiembre de 2008, en la Universidad Estadual de Londrina en Brasil.



[1] Sobre el proceso aludido he escrito un ensayo, en vía de publicación: Revolución y contrarrevolución en Venezuela, 1989-2007.

[2] Kohan, Néstor. Vitalidad del pensamiento radical latinoamericano. Ed. Ocean Press, 2005.

[3] Ibid., p. 9-10

[4] Para una reseña de autores y obras sobre la URSS ver: Alicia Miranda Hevia. El segundo movimiento. Buenos Aires: Santa Fe APS, 2005.

[5] Ver: Anderson, Benedict. Bajo tres banderas. Anarquismo e imaginación anticolonial. Barcelona : Akal, 2008.

[6] José Carlos Mariátegui. “La comunidad bajo la república” en El problema de la tierra. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta, 1968, pp. 64-66, nota al píe. Para una exposición actual del aporte de los pueblos originarios al socialismo de nuestro tiempo ver: Orlando Fals Borda. Hacia el socialismo raizal y otros escritos. Bogotá : Desde Abajo, 2007.

[7] Ver de Adolfo Gilly. La revolución interrumpida. México : Caballito, varias ediciones. Una valiosa interpretación marxista desde nosotros sobre este suceso epocal.

[8] Löwy, Michael. El marxismo en América latina (De 1901 a nuestros días). Antología. México : Era, 1982, pp. 170-185. Se publican con el título de Tesis de Pulacayo.

[9] Ver el balance de Michael Löwy: Guerra de Dioses, Religión y Política en América Latina. México : Siglo XXI, 1999.

[10] Proyecto de Documento latinoamericano para el IX Congreso de la LIT (CI). Boletín interno internacional N. 1, octubre de 2007.

[11] Zuleta, Estanislao. Elogio de la dificultad. En : Sobre la idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos. Bogotá : Procultura, 1985, p. 14

https://www.alainet.org/es/articulo/132866
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