Frankenstein domado

09/03/2010
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La Corte Constitucional actuó en derecho y de manera sensata en materia política. Decidió poner un parador al curso precipitado y voraz del poder del presidencialismo en cuerpo cierto, con nombre propio del actual mandatario, el doctor Álvaro Uribe Vélez.
 
El presidente bonapartista ha perdido el juego de los poderes a pesar, o mejor, porque tenía las cartas marcadas y los dados cargados a su favor. Era un juego tramposo, que violaba las normas y con la pretensión de alterar aún más el orden republicano, con la reelección para otro periodo y aumentando sus poderes y decisiones sobre otros órganos del Estado, como la Fiscalía General, la Procuraduría y la Contraloría.
 
El fallo de la Corte expresa el sentir nacional de las mayorías colombianas y la preocupación grande de la comunidad internacional. Es un triunfo de los juristas republicanos en la Corte.
 
Todo en el proceso seudo-reformador era fraudulento. Nunca se promovió un referendo sino que la criatura que se gestó era la del plebiscito, y lo era porque la pretensión fue cambiar la estructura de los poderes constitucionales ya debilitados por el presidencialismo hirsuto y la primera reelección. Impidiendo la circulación de las élites políticas y personalizando el poder.
 
El proceso se disfrazó con los trajes de la participación ciudadana de una manera fraudulenta. Los topes de financiación fueron engañosamente violados en forma millonaria y de manera grave por el dolo con que se actuó. A todas luces, y leyendo la decisión de la Corte, los actores del reeleccionismo actuaron, en mi opinión, como una asociación para delinquir, con todo el poder mediático, con su espeso y delirante Estado de opinión que le sirvió de baratija ideológica en su propaganda por el plebiscito.
Este momento de alegría democrática debe aprovecharse para ir al fondo del país real. Es todo el presidencialismo realmente existente el que debe ser reformado mediante formas genuinas de republicanismo. Es la participación directa del pueblo soberano sin fraudes procesales y sobornos clientelistas.
 
Es la eliminación radical  del Estado policía, expresión de la “Seguridad Democrática” el que debe cambiarse por un Estado con democracia segura. Con la regla de oro de los derechos humanos y la República democrática.
 
La herencia del Señor presidente, es en mi opinión, la de un país quebrado. En lo moral la corrupción está desbordada, la parapolítica en marcha, en contravía de las valiosas decisiones de la otra Corte, la Suprema de Justicia. Con los “Falsos Positivos”, verdaderos crímenes de Estado vivitos y coleando.
 
Colombia debe tener una democracia informativa y de opinión con amplia participación ciudadana y de los pensamientos críticos, que desmonten la dictadura mediática de los conglomerados financieros en matrimonio con la cúpula del poder político estatal.
 
El aislamiento internacional con una diplomacia de soberanía delegada (la Neo Respice Polum) y en camorra permanente con el vecindario, debe cambiarse por la del buen vecino. Una política económica que favorece el alto capitalismo de los banqueros, terratenientes y multinacionales. Y de contera empobrece a las mayorías nacionales, quienes además son burladas en sus derechos a la salud, el empleo y el salario digno.
 
Y el inventario de infortunios es incompleto. Hay que desinflar el inmenso globo mediático de un prestigio presidencial fabricado por la propaganda oficial y los medios oficiosos como Planeta-El Tiempo, RCN y Caracol. Hay que atreverse a hacerlo, en esta campaña en que el Señor presidente busca en cuerpo ajeno perpetuarse. Porque eso es el uribismo sin Uribe: lo que defienden Vargas Lleras, Nohemí, Arias, Santos y otros de menor cuantía.
 
Nota Bene: El diablo del autoritarismo no duerme; mucha vigilancia democrática
 
- Ricardo Sánchez Ángel es Doctor en Historia y Profesor Universidad Nacional de Colombia
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