40 años sin Ernesto

08/10/2008
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El Viaje, parte uno

 

Comienzo este relato desde el final; digo el final porque todo el mundo conoce el fin de la historia del Che. Tengo la espalda apoyada en un pino y escribo sentado en el suelo. Desde esta pequeña colina puedo observar a mi izquierda la parte trasera del Hospital del Señor de Malta, un sendero  de laja sube lentamente, serpenteando y termina en un pequeño jardín con una cerca, detrás está la lavandería del señor de Malta. Igual que hace 40 o más años, igual que en las fotos que se han publicado miles de veces, esas fotos que muestran a Ernesto Guevara como un trofeo, un trofeo que costó luchas vidas al ejército boliviano y muchos millones de dólares a la CIA. En ese lugar lo mostraron al mundo, sobre una camilla, dentro de las piletas de cemento que hace un rato acaricié con mis manos, ahí lo mostraron al Comandante Che Guevara.

 

Miro nuevamente hacia el sendero; caminando hacia la lavandería viene un visitante (o un peregrino?), debe tener unos 50 años, viste unas bermudas color caqui y unas zapatillas tipo montañista, usa una gorra como de beisbolista.  Tiene el rostro quemado por el sol y una barba no muy larga; cuando empieza a llegar a la lavandería se sale del sendero y camina muy lentamente, como si quisiera demorar en llegar, su cara está cruzada por una mueca mezcla de angustia y sorpresa - supongo que es la misma que debo haber tenido yo cuando llegué aquí – al entrar al lugar se quita la gorra y puedo ver como llora por los espasmos que refleja su espalda. Es muy fuerte, enfrentar ese lugar, conmueve hasta las piedras

 

Vida

 

Su padre Ernesto Guevara Lynch tenía un yerbatal en Misiones. En ese lugar Celia de la Serna vivió su embarazo, hasta poco antes de del nacimiento de su primogénito. Unos días antes de que naciera Ernesto sus padres se trasladaron al departamento de la calle Entre Ríos 480 casi Urquiza de la ciudad de Rosario, donde finalmente nació. Desde los dos años y durante toda su vida padeció asma. Como consecuencia su familia se mudó a Alta Gracia donde – a pesar de disfrutar un mejor clima- su salud no mejoró. 

 

El problema de salud  hizo que parte de la educación primaria fuera guiada por su madre en el hogar. Pronto comenzó a leer las obras de Marx, Engels, Freud entre otros autores que estaban en la biblioteca de su padre. Era el mayor de cinco hermanos (Roberto, Celia, Ana María y Juan Martín). La escuela secundaria la cursó en el Nacional Deán Funes de Córdoba. Su pasión eran la literatura y los deportes. En 1944 se traslada con su familia a Buenos Aires y comienza sus estudios de medicina.

 

El Viaje, parte dos

 

Al final de la pista de aterrizaje en el aeródromo de Vallegrande, hay un templete, su estilo es como el de una iglesia evangélica, techo a dos aguas de ladrillo visto y partes revocadas pintadas de blanco, tiene una puerta de varias hojas y sobre ella un enorme mural de mármol negro y blanco con la imagen del Che sonriendo.

 

Cuando Gustavo, el guía, nos abrió la puerta pudimos ingresar al templete, éramos solo cuatro personas. En el centro hay una fosa de unos cinco metros por cinco y de dos metros de profundidad, el interior está revestido en piedra bola y en el fondo - de tierra – hay seis lápidas de laja que tienen los nombres escritos a mano - con pintura azul – de los muertos enterrados ahí. El primero a la izquierda de la fila de abajo dice “Ernesto Guevara de la Serna  Che, argentino cubano 09-10-67 – La Higuera”. Todo el perímetro está rodeado por una cerca alta y canteros con flores, en el centro tiene una puerta doble con candado. Le pedí a Gustavo que nos dejara bajar un momento, lo dudó y luego abrió. Bajamos con Alejandra -mi esposa y compañera de viaje y de vida- y nos arrodillamos sobre la tumba del Che y en unas bolsitas que llevábamos comenzamos a guardar tierra juntándola con las manos. En ese momento una mujer de unos setenta años dejó una rosa sobre la tumba del Che y comenzó a hablarle.

 

Todos nos sorprendimos porque nunca la vimos entrar, cuando salimos de la fosa le pedí permiso para grabar una charla con ella, primero se opuso y luego accedió.

 

-Mijito, sabe qué pasa?, los militares me tuvieron presa cinco años por defender los ideales del Che. Son muy tontos, se creían que yo sola podía hacer una revolución. Acá nunca decimos la tierra de otros, decimos esta es la tierra del Che. Yo lo conocí -muerto- hace cuarenta años y siempre vengo a rendirle homenaje. Yo lo admiro, doy gracias a Dios-porque soy católica- que dejó su sangre aquí, no importa que su cadáver esté en Cuba, su sangre por siempre va a estar en Vallegrande. No pudo seguir hablando, su voz se entrecortó y sus ojos claros se nublaron de lágrimas.

 

Gustavo le preguntó su nombre y nos dijo ANA MORÒN CUELLAR, me dio un beso y se fue en silencio como llegó, el guía quedó muy sorprendido porque la conocía de nombre pero nunca antes la había escuchado dar una entrevista.

 

Pasión

 

En 1947 comenzó sus estudios en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, pero a fines de ese mismo año regresó junto a sus padres a Rosario e ingresó en la Facultad de Medicina del Litoral (hoy Universidad Nacional de Rosario). Quería conocer el origen de su enfermedad y luego las enfermedades de la piel - como la lepra-. Hizo la carrera de manera intermitente, porque comenzó a viajar.

 

1949 lo encuentra explorando el norte argentino en una bicicleta a motor. Entra en contacto con los pobres y los pocos sobrevivientes de las tribus indígenas. Regresa a Rosario y sigue sus estudios.

 

En 1951 y luego de dar muchos exámenes decide hacer un viaje mucho más largo y en moto junto a su amigo Alberto Granado. Visitan el sur argentino, pasan a Chile. En ese lugar conoce a Salvador Allende. En Perú trabaja en el  Hospital San Pablo para leprosos. Visita Colombia en donde es apresado y puesto en libertad rápidamente. Continúa el viaje a Venezuela hasta que lo finaliza en Miami. En este largo periplo por la América profunda conoce muy de cerca la miseria y el sufrimiento de los que menos tienen.

 

En agosto de 1952 regresa a la casa de sus padres -que ahora viven en Buenos Aires- y finaliza sus estudios de medicina en la UBA. En seis meses rinde las 14 materias que adeudaba y el 11 de abril de 1953 recibe el título de Médico Cirujano con especialidad en Dermatología.

 

El 6 de julio de ese mismo año parte rumbo a Venezuela, pero Bolivia lo detiene, el caos que se vive y el contacto que toma con exiliados peruanos lo hacen cambiar de idea y retorna a La Paz donde es testigo de la revolución nacionalista, a la que no apoya totalmente. Sigue su camino y en Guatemala conoce a Hilda Gadea, una militante de izquierda con quien se casa luego de saber que esperaba a su primera hija, Hilda Beatriz. Su esposa lo pone en contacto con Ñico López, el compañero de un abogado poco conocido llamado Fidel Castro. Fue Ñico quien lo apodó con el mote de “Che”.

 

Jacobo Arbenz, presidente guatemalteco, fuertemente impresionado por la explotación que hacía la United Fruit a su pueblo, comienza a planificar una reforma agraria que “afectaría” a la todo poderosa multinacional. La presión de la CIA y de la United provoca que comiencen a producirse revueltas que desembocan en el golpe de estado de 1954. Ernesto Guevara se suma a las milicias populares para defender al legítimo y democrático gobierno de Guatemala. Sin embargo los militares se niegan a entregar armas al pueblo organizado para su autodefensa y presionan a Arbenz para que renuncie.

 

Lo reemplaza Castillo Armas quien decide –entre las primeras medidas de gobierno- la expulsión del médico argentino Ernesto Guevara de la Serna.  Además, y simultáneamente,  la CIA abre un expediente con su nombre, que con el tiempo pasó a ser el más voluminoso de la Agencia. Ernesto pide asilo en la embajada argentina. Sale con destino a Méjico  donde llega en septiembre de 1954 y comienza a trabajar como médico en el Hospital General, justamente cuando en Vietnam, y después de la derrota aplastante de Dien-Bien-Phu, se firmaban los acuerdos de Ginebra que dividían al país en dos y estipulaban elecciones en un plazo no mayor de 18 meses para definir quién gobernaría  ese pedazo de tierra asiático. Hilda y Ñico se unen al Che pronto; en una reunión le presentan a Raúl y Fidel Castro. El Che no tarda en sumarse al Movimiento 26 de Julio. En una hacienda del estado de Jalisco recibe instrucción  y entrenamiento en la guerra de guerrillas por parte del coronel Alberto Bayo. Ernesto es un alumno destacado a pesar de sufrir fuertes ataques de asma y rápidamente se transforma en el líder de la clase. Las explosiones que se escuchan en las inmediaciones, fruto de las prácticas y entrenamientos, llaman la atención de la policía que los detiene para averiguar antecedentes. Sin embargo, y tras su liberación, el 2 de diciembre del mismo año desembarcan del Granma en Cuba con 82 compañeros.

 

El Viaje, parte tres

 

Sobre una avenida ancha de tierra, como la mayoría de las calles de Vallegrande, hay una pequeña puerta con un cartel que dice “Fosa de Guerrilleros”. Luego de atravesar una puerta cerrada con candado caminamos unos 60 metros por un sendero –estrecho esta vez y rodeado de eucaliptos y otros árboles que desconozco. Algunos dan una flor azul con un perfume muy suave. Cuando llegamos al final ingresamos a un lote rodeado de una cerca y en donde hay plantados muchos rosales, uno por cada muerto que allí fue enterrado,  escondido de la vista de la gente, a escondidas de un pueblo, escondiendo la cobardía de los asesinos. Mataron, el 31 de agosto de 1967, en el Vado del Yeso a la columna entera de Joaquín. Con él iba una mujer hermosa, Tania, la única mujer del grupo. La primera sensación fue la de ingresar en un lugar regado con sangre de gente que le puso el cuerpo a un ideal. En ese momento escuché los gritos que una chica le daba a su novio para que encuadrara bien la cámara así salía bien junto a su abuela en la foto. Las dos tenían entre sus manos unas hojas de un rosal, posando como para una comunión. La abuela en un momento se resbaló sobre una piedra y dijo “mierda”. En la piedra decía: Haidee Tamara Bunke Bider (Tania) agosto de 1967.

 

En una callecita del casco céntrico, paramos frente a una casa sacada del siglo XIX: frente plano, una sola ventana y una puerta bajita con un alto escalón para ingresar desde, prácticamente, la calle. Es un almacén, hay muy poca luz natural y un foco de muy poco voltaje alumbra parcialmente la estancia. Yo entro detrás de Gustavo - el guía – que se inclina sobre el mostrador y comienza a hablar en voz muy baja con alguien sentado sobre un banco , después se gira y me dice:  pase del otro lado, Doña Susana lo va a atender”.

 

Susana Osinaga era una enfermera joven y bella en  1967. El 9 de octubre estaba de guardia junto con sus colegas  Adela Zavala y Remigio Flores, Médico Interno era el Dr. José Martínez Caso.

 

El Hospital del Señor de Malta, toma su nombre de un Cristo enorme que hay en el ingreso a la ciudad y fue traído de esa isla en 1660. Hoy trabaja una importante dotación de médicos cubanos, pero en 1967 era otra la historia. El Dr. Martínez Caso les ordenó a Susana y Adela que se prepararan para lavar el cuerpo de una persona importante que traían los militares. A las 5:30hs. ingresó al Hospital el cuerpo de Ernesto Guevara de la Serna.

 

“Tenía puesta unas botas suavitas, tres pares de calcetines y dos pantalones. Estaba todo sucio, lo desvestimos y lo lavamos bien. Después le acomodamos el pelo y la barba y le pusimos un pijama del hospital. La ropa la tiramos a un lado, en la esquina de la lavandería, porque estaba muy sucia. Pero ellos la empezaron a guardar como un trofeo. Ahora le digo que es mentira que le hayan pegado muchos tiros. Tenía un tiro en la pierna pero era viejo, parece que se lo pegaron cuando lo agarraron, uno en el brazo y uno en el corazón que no salió, ese mismito lo mató”.

 

Mientras hablaba miraba por encima de mi cabeza, lentamente iba recordando y su mirada parecía tener enfrente una pantalla que le mostraba el pasado. Hizo silencio un momento y luego me miró, le pregunté: ¿Susana, qué es lo que recuerda más claramente de ese momento? “Susojos, me seguían a todas partes, sus ojos estaban vivos”.

 

Muerte

 

Hoy como ayer su audacia y su compromiso perpetuo por los empobrecidos, sigue impulsando a sus seguidores por los caminos del ideal libertario y de la igualdad. Al matarlo lo elevaron a una categoría de la que ya no se vuelve: el mito. Posiblemente, al sumarlo al mundo del consumo se lo trate de neutralizar y es también posible que sea lo que impulsa a los jóvenes y no tan jóvenes a visitar el lugar que tras 40 años  se ha transformado en un santuario.

 

 El mayor milagro del Che, al igual que el de Túpac Amaru, consiste en que la América oficial ya no puede existir sin la América profunda de los excluidos y empobrecidos por el sistema. Sin lugar a dudas los asesinos de uno y otro tienen el poder de la muerte material. Pueden seguir matando o envenenando las mentes de los sumergidos de América. El Che y sus compañeros comenzaron sus acciones el 23 de marzo en el Cañadón de Ñacahuasu. El 9 de octubre los muertos de la Quebrada del Churo fueron trasladados a Vallegrande en helicóptero para ser mostrados como trofeos. Mientras tanto, en la iglesia de La Higuera el padre redentorista Roger Schaller daba una misa por las almas de los muertos. Sobre el altar, al lado del evangelio, había una bolsa de plástico llena de algo inusual: tierra oscura y húmeda que el cura había recogido del piso empapado en sangre del aula, junto con dos balas que traspasaron el cuerpo de Ernesto Guevara.

 

Mario Terán lo asesinó a las 13:10hs. lo dijo en 1977 a la revista París Match en una de las pocas entrevistas que ha dado en su vida. Con esa precisión absurda de los militares. Dice: “Fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que cambiaran la orden, cuando le pregunté se puso furioso, así que me fui para donde estaba detenido el Che. Cuando me vio entrar dijo: usted viene a matarme. Yo me puse muy nervioso y baje la cabeza. En ese momento me pareció enorme, sus ojos brillaban en la oscuridad con mucha intensidad. Me miro fijo y me dio un mareo. Póngase sereno y apunte bien!!! ¡¡¡Va a matar a un hombre!!! Entonces di un paso  atrás hacia la puerta y disparé.

 

Durante todo el 9 y el 10 de octubre el cuerpo del Che estuvo en la lavandería del Hospital señor de Malta. Desfilaron cientos de pobladores y lugareños; querían ver al famoso guerrillero que iba a secuestrar y matar a los niños de Vallegrande. En el suelo tirados estaban Simeón Cuba Saravia (Willy) y Juan Pablo Chang Navarro (El Chino).

 

Después se perdió el rastro del cuerpo. El alto mando militar boliviano ordeno que se le hiciera una máscara de cera y se le cortaran las manos a los fines de identificar al Comandante.  Luego de buscar intensamente en distintos lugares de Vallegrande, en donde se suponía que estaba enterrado Ernesto Guevara y sus compañeros, el 28 de junio de 1997, un grupo de científicos cubanos encontraron bajo la pista de aterrizaje del aeródromo de Vallegrande una fosa común que contenía los cuerpos de siete personas enterradas clandestinamente. Como el apoyo del Equipo Argentino de Antropología Forense pudieron determinar que el cuerpo de uno de ellos pertenecía al Che.

 

El 12 de julio de 1997 los restos del Comandante Ernesto Che Guevara fueron enterrados en Santa Clara, Cuba,  en el memorial que guarda los restos de la mayoría de los compañeros que cayeron con él en Bolivia. Ninguno de sus asesinos ha sido juzgado.

 

…me siento patriota de América Latina, de cualquier país de América Latina, en el modo más absoluto y tal vez, si fuera necesario,  estaría dispuesto a dar mi vida por la liberación de cualquier país latinoamericano, sin pedir nada a nadie.

 

Ernesto Che Guevara

 

- Sergio Peralta es Director de AM780, Libertador, Radio Pública

https://www.alainet.org/es/articulo/130191

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