Un conflicto interminable

La paz como obsesión

18/06/2008
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Entrevista con Peter Stirnimann, coordinador del Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia (SUIPPCOL)

La guerra en Colombia, no puede ser eterna. Uno de los desafíos esenciales para la sociedad civil colombiana es poder precisar cada día mejor el tipo de paz que se busca construir y como lograrlo.

Tras esas dos tesis se construye la reflexión de fondo de Peter Stirnimann, que se nutre en más de veinte años de trabajo solidario con ese país sudamericano. Profesor de alemán e historia y teólogo, Stirnimann vivió con su familia en ese país sudamericano entre 1988 y 1992, compartiendo la cotidianeidad rural con los campesinos de la diócesis de Sincelejo en el departamento de Sucre, actualmente uno de los escenarios centrales del paramilitarismo. Al regresar, integró el Grupo de Trabajo Suiza-Colombia, convirtiéndose en uno de los promotores del Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia (SUIPPCOL) implementado a partir del 2001. Desde hace seis años, Peter Stirnimann, coordina dicho programa trabajando en el último período en Caritas/Suiza, ONG que lidera en la actualidad esta iniciativa que reúne unas diez organizaciones helvéticas y que recibe también apoyo financiero de la Confederación.

P: ¿Cómo nació el Programa Suizo para la Promoción de la Paz?

R: Transcurría el año 2001 y se habían entablado negociaciones entre el Gobierno y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Un grupo de ONG y asociaciones suizas que trabajábamos en solidaridad con ese país desde hacía más de diez años solicitamos al Gobierno helvético que preste sus buenos oficios. Fue así que Suiza se convirtió en uno de los "países amigos" -ndr: junto con Francia y España- para favorecer una salida negociada. Nosotros, por nuestra parte, propusimos un programa para complementar y acompañar ese proceso de diálogo desde la sociedad civil. Hay sobrados ejemplos, especialmente en Centroamérica, que muestran la fragilidad de negociaciones entre actores armados que han dejado de lado a las organizaciones sociales. Nuestra hipótesis era - y sigue siendo- que en aquellos procesos donde se da una participación real y fuerte de la sociedad civil, hay más posibilidades de crear una paz más estable y durable. Y luego, la ruptura de las negociaciones Gobierno- guerrilla en febrero del 2002, nos obligó a visualizar una nueva etapa.

Reforzar la sociedad civil

P: ¿Reorientaron entonces las prioridades de ese programa pro-paz?

R: En efecto. Decidimos darle un nuevo giro al programa porque constatamos que muchas de las grandes organizaciones de la sociedad civil colombiana estaban instaladas, especialmente, en la capital Bogotá, y no siempre se encontraban bien empapadas de las reales dinámicas que se vivían en las regiones. Observamos que había poca participación de las organizaciones locales, que son normalmente las más cercanas al conflicto. Por otra parte, la guerra implica polarización. Es decir, los actores armados presionan, cada uno de su lado, para que la sociedad civil se vincule y se incorpore a sus respectivos campos. Visión que responde a una lógica bélica, que considera enemigo a todo aquel que no es realmente fuerza propia. Y en ese escenario de polarización nos dimos cuenta que existían una gran cantidad de pequeñas iniciativas locales o regionales, que no quieren más guerra. Que están convencidas que esa no es su guerra. Que es necesario cambiar la realidad social pero no por las armas. Que afirman que "esa lucha no es nuestra lucha", que es necesario desvincularse del modelo militarista-armado y que es necesario impulsar una resistencia civil, pacífica, frente a los actores armados y frente a la lógica de guerra y violencia.

Y por eso, en ese segundo momento, apoyamos y financiamos parcialmente esas iniciativas locales.

P: ¿En que consistía ese apoyo suizo, en concreto?

R: Acompañando dichas iniciativas y fomentando la articulación de esas iniciativas y organizaciones muchas veces un tanto aisladas, con el objetivo de construir espacios de intercambio de procesos regionales por la paz. Apoyamos los viajes de los coordinadores de esas iniciativas para que se encuentren unos con otros. Y se fue consolidando, así, la construcción de nuevos espacios de la sociedad civil. Y fue surgiendo, entonces, la pregunta: ¿nuestro objetivo es solamente encontrarnos o intentamos hacer algo en conjunto a favor de la paz? Y de ahí nacieron, también, propuestas de incidencia ciudadana a nivel local, regional, nacional e incluso internacional. Y apareció una necesidad complementaria: avanzar en la reflexión y definición de que tipo de paz se quería. Y en esta segunda fase se comenzó a elaborar un enfoque o un concepto consensual de paz a partir de los aportes de los grupos afro-colombianos, de los indígenas, de las mujeres, de los campesinos.

P: ¿En la actualidad cuál es el eje del trabajo de SUIPPCOL?

R: Intentamos que los enfoques de paz que hasta ahora eran manejados por los dirigentes regionales lleguen a la base misma. No es simple entender la realidad de un país con cincuenta años de guerra. En la base hay mucha gente un tanto desorientada, que no tiene muy claro qué tipo de paz se debe promover. ¿Que paz queremos? ¿A qué paz apostamos? Es interesante ver que, por ejemplo, que la Ruta Pacífica, una red amplia constituida a nivel nacional a quien apoyamos desde un inicio, enarbola la consigna: "ni guerra que nos mata ni una paz que nos oprima".

Juntos con los que padecen el conflicto

P: Podría darnos algún ejemplo concreto...

R: La lógica de nuestro programa es de proteger y fortalecer las iniciativas sociales que resisten y perduran dentro de los territorios de disputa entre los actores armados. Es decir, que viven de cerca el fuego cruzado y el riesgo de las balas. Así podemos prevenir, parcialmente, el desplazamiento de más gente y nuevas comunidades a las ciudades. La crisis humanitaria actual, con más de tres millones de desplazados en todo el país, ya es suficiente.

P: ¿Cómo logran aportar a la protección de esas comunidades en riesgo?

En distintas regiones del país, por ejemplo, nacieron Comunidades de Paz, es decir, pueblos y comunidades que se oponen a la presencia o permanencia en sus territorios de actores armados, sean éstos guerrilla, paramilitares o fuerzas oficiales. Los apoyamos en la elaboración de mapas de riesgo y de protección; se les forma en talleres de negociación y tratamiento de conflictos y facilitamos juntos con nuestra embajada, misiones urgentes o mesas humanitarias con entidades del Gobierno, con otras embajadas y órganos del sistema de las Naciones Unidas, en momentos difíciles. Exigir el derecho reconocido en la Convención Internacional de Ginebra de "no implicación de la población civil en la guerra", lamentablemente no es gratuito. Por ejemplo, la Comunidad de San José de Apartado, con algunos centenares de habitantes, contabiliza en su resistencia a la guerra desde hace más de diez años no menos de 160 víctimas mortales, resultado de atentados ejecutados por los diferentes actores armados. El acompañamiento de estas comunidades es muy duro y complejo, pero muy importante. Porque una paz estable solamente se construye sobre la base del respeto a los derechos y organizaciones civiles.

El cansancio de la guerra

P: En un país tan martirizado desde décadas por el conflicto, la gente sigue creyendo en la posibilidad de construir una alternativa real de paz, o impera el cansancio y el desgano.

R: Habría que hacer una distinción. En Bogotá, en los círculos de los analistas y activistas especializados en el conflicto, uno siente un marcado cansancio. Son sectores que vienen trabajando desde años y constatan que poco cambia y que los cambios, muchas veces, van de mal en peor.

En las regiones, es un poco diferente. La gente no tiene tiempo de descansar ni de bajar los brazos. Está obligada a buscar un camino alternativo para sobrevivir. Y eso explica la existencia de centenares de iniciativas, grupos, organizaciones y procesos que siguen apostando seriamente a la paz.

P: ¿En ese contexto coyuntural, la posibilidad de un cambio de Gobierno en Estados Unidos a partir de las próximas elecciones de noviembre, es un dato significativo para las organizaciones sociales colombianas?

R: Acabo de volver de un viaje de un mes a Colombia. Y no sentí que la esperanza política esté ligada a las contradicciones electorales estadounidenses. En cambio se siente muy fuerte que hay amplios sectores que tienen más confianza en la influencia que la nueva realidad política sudamericana - con una mayoría de países con Gobiernos progresistas- pueda aportar a la transformación del conflicto en Colombia misma.

P: Me gustaría conocer su propia percepción actual sobre el estado de ánimo de las múltiples ONG y asociaciones suizas que siguen trabajando en la solidaridad con ese país sudamericano...

R: Hay momentos que uno mismo se cansa, especialmente al percibir que el tema de Colombia no reviste mucha importancia en los medios informativos y en la opinión pública helvética. Los medios, por ejemplo, en los últimos días, tratan regularmente el tema de la violencia interna en África del Sur, donde hasta ahora ha habido menos de un centenar de muertos. Yo acabo de recibir un informa de la Diócesis de Tumaco, en Colombia, que denuncia que sólo en lo que va del año fueron asesinadas cerca de 100 personas en esa ciudad. Y sin embargo, nada se informa. Para volver a la pregunta, la solidaridad suiza y europea en general, saca fuerzas al ver que siguen existiendo tantos actores y contrapartes colombianas que no bajan sus brazos a pesar de vivir en medio mismo del conflicto. Lo que resulta estimulante para nosotros.

Todo esto sin olvidar algunos temas conceptuales de fondo. En tanto Estados Unidos, Europa, el norte en general, quieran seguir manteniendo su actual estilo y nivel de vida, no sólo el conflicto en Colombia sino otros tantos focos de tensión en el mundo serán de difícil resolución. Porque detrás de esas confrontaciones bélicas se encuentra, también, la disputa por los recursos naturales. Y esto marca las relaciones más estructurales del Norte con los países que antes se denominaban del Tercer Mundo. De ahí que una real toma de conciencia ciudadana y el compromiso político real del Norte constituyen una condición para cualquier destrabe de la compleja situación como la que se vive en Colombia.

SUIPPCOL EN BREVE

El Programa Suizo para la Promoción de la Paz en Colombia nació oficialmente en 2001 y transita actualmente su tercera fase que concluirá en 2011.

En sus primeros años de existencia, le correspondió a la Alianza Sur la tarea de coordinación. Desde hace tres años, Caritas Suiza se convirtió en la agencia líder, y el coordinador del programa funciona en su sede en Lucerna.

Integran el programa Caritas Suiza, la Acción Cuaresmal y EPER. Junto con Swissaid, Amnistía Internacional/ Suiza y el Grupo de Trabajo Suiza-Colombia. Para la tercera fase se incorporaron Tierra de Hombres, Suiza; las Brigadas por la Paz, E-CHANGER y Bethlehem Mision Immensee. Estas organizaciones mantienen sus propios programas en Colombia y buscan construir sinergias con SUIPPCOL. Además co-financian una parte del presupuesto de unos 750.000 francos. La mayor parte del mismo lo asume la Confederación.

En la lógica de SUIPPCOL prevalece como prioridad el apoyo a organizaciones, iniciativas o procesos locales o regionales, fundamentalmente en el campo, y que se encuentran en las zonas de conflictos. Para asegurar la implementación del programa, existe un equipo de coordinación compuesto por personal local colombiano que cuenta con una oficina en Bogotá.

En Suiza, existe también una plataforma de organizaciones que trabajan solidariamente con Colombia compuesta por una quincena de miembros. (Sergio Ferrari)

Colaboración de prensa E-CHANGER
https://www.alainet.org/es/articulo/128229
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