Problemas y desafíos del nuevo intelectual orgánico de la emancipación
- Opinión
1. El cambio de paradigmas en curso
Gianni Vattimo(1), uno de los célebres filósofos de la llamada posmodernidad, y uno de los íconos de los cientistas sociales de la derecha latinoamericana, acaba de escribir un artículo enteramente favorable a la izquierda latinoamericana, y, en particular, al gobierno del Coronel Chávez.
La posición actual de Vattimo es una prueba de que se encuentra en marcha un radical cambio de paradigmas(2) de signo opuesto al que se produjera en los 80 y 90 del siglo pasado. Entonces se gestó la invisibilización de algunas categorías fundamentales como capitalismo, poder estatal, corporaciones multinacionales, imperialismo, neocolonialismo, contradicciones y explotación, y su relevo por categorías que sin ser antagónicas sino más bien convergentes, tales como modernidad o diferencia, fueron utilizadas en esa perspectiva. Hoy, la crisis del proyecto denominado neoliberal y la invasión de Irak por un poder imperial cruel y desafiante, devolvieron la visibilidad a dichas categorías y abrieron las condiciones para lo que hemos denominado reconstrucción del pensamiento crítico en las condiciones del mundo de hoy.
Uno de los ejes de la reconstrucción está surgiendo del diálogo fecundo y del intenso debate entre esos dos ámbitos teóricos. Así, la centralidad de la categoría de poder, dominación y aparato de Estado -la descomunal estructura militar y administrativa del imperio- no recusa ni mucho menos la gran riqueza de la tesis de la irradiación de lo político y las relaciones de poder a todo el ámbito social, la sexualidad, la moral, la vida cotidiana.
La importancia decisiva de la categoría de capitalismo no sustituye a la de Modernidad que tantas ricas ideas produjo, en especial la formulación de la tesis de crisis y cambio de civilización. La muerte de la ideología del progreso es ciertamente definitiva, a la par que la de los metalenguajes. No hay teleología de la historia. Marx lo sabía muy bien, por eso señaló su advertencia angustiada sobre la disyuntiva de socialismo o barbarie. La visibilización de las categorías de capitalismo e imperialismo no vino de un metalenguaje teórico ni de un sentido inexorable inscrito en el origen del mundo, sino de las prácticas y luchas sociales y sus lenguajes concretos.
La significación determinante de la categoría de contradicción y antagonismo no excluye ni mucho menos las categorías de diferencia y diversidad. Quizá haya sido Aníbal Quijano quien mejor haya formulado la imbricación histórica de las relaciones de explotación y dominación capitalista con las categorías de género y raza. Después de todo, dice Quijano, desde hace 500 años el capital explota a millones de mujeres y hombres que mayoritariamente son negros, indios, mestizos, mulatos, árabes, hindúes, chinos..., muchos de ellos hoy migrantes pobres en los países de la Tríada.
Tampoco democracia y revolución son categorías excluyentes, no sólo en referencia a la democracia directa que constituye la participación popular directa en la estructura del poder estatal sino aquella de la autonomía irrestricta de las organizaciones sociales, derechos humanos y libertad incondicional de los sujetos y los ciudadanos. En esta parte, el pequeño artículo de Gianni Vattimo hace una interesante reflexión sobre las revoluciones francesa y americana que no se limitaron a elegir sino que “conquistaron ante todo el poder de formar nuevas instituciones, legitimándose posteriormente con la razón de sus leyes y de sus estructuras “formales”(3).
Problemas como la propiedad, el poder y la vigencia del socialismo y la revolución empiezan a emerger en el horizonte, junto a la cuestión de los sujetos y protagonistas de los cambios, las formas políticas y organizativas de la inmensa pluralidad de fuerzas sociales que han emergido por todas partes, la articulación de lo local, nacional, regional y mundial en un movimiento único para hacer realidad la tesis de que “otro mundo es posible”.
Gianni Vattimo que hoy se atreve a nombrar lo que hasta hace poco era innombrable, considera que una sociedad más justa y democrática no podrá surgir “si no toca la estructura capitalista y neocolonialista de su sociedad”. Y termina su artículo señalando “Sobre este punto decisivo, Chávez tiene hoy mucho que enseñar a nosotros los europeos”.
La celeridad de los cambios y del reagrupamiento de fuerzas sociales, culturales y políticas es realmente asombrosa. En ese proceso, diversos foros y encuentros internacionales han expresado, a nivel mundial, la formación de una suerte de nuevo intelectual orgánico de la emancipación, en el que junto a los representantes de la academia y de la cultura, se manifiestan, con indiscutible protagonismo, los intelectuales de los movimientos sociales y de los medios de comunicación.
En ese proceso, empero, ha sido notoria la débil participación de escritores y artistas, otrora –la guerra civil española, el apoyo a Cuba y Vietnam, a manera de ejemplo- protagonistas centrales del apoyo a las grandes causas de la humanidad.
2. Canon y literatura
Isaac Rosa, novelista español, autor de El vano ayer, Premio Rómulo Gallegos 2005, ha planteado, en su discurso de aceptación del premio(4), el problema político de la literatura, a partir de una reflexión sobre Julio Cortázar, uno de los mayores escritores del llamado boom literario de los 60 y 70 en que América Latina fue el centro de la literatura universal(5).
Isaac Rosa señala el creciente aislamiento y aun devaluación a que ha sido sometido el autor de Rayuela, y sugiere que la causa fue su irrevocable compromiso político.
Las declaraciones de Isaac Rosa son muy sintomáticas. Nadie se atreve a decir que la literatura de Cortázar no haya pasado la implacable crítica del tiempo. Por el contrario, Cortázar es considerado uno de los mayores renovadores del lenguaje literario hispanoamericano al que volvió ligero, grácil, sutil, otorgándole a la vez mayor profundidad, el autor de una singular literatura fantástica fundada en la otra realidad presente en los resquicios de ésta, el creador de múltiples estructuras formales. Isaac Rosa tiene toda la razón: el desprestigio de Cortázar es producto de ocultos intereses políticos.
En la confrontación con el socialismo y en la aciaga era del pensamiento único, la ofensiva imperial se dio en todos los frentes, y el de los escritores y artistas fue uno de los más importantes. Frances Stonor Saunders, en “Quién Pagó: La CIA y la Guerra Fría Cultural”(6), ha mostrado la poderosa penetración de la CIA en medios intelectuales, a partir de la financiación de encuentros, premios, revistas, viajes. La lista de los colaboracionistas es larga y dolorosa. En ella no están por supuesto ni Sartre ni Cortázar.
La ofensiva imperial procura(ba) modificar no tanto las escuelas o propuestas literarias, cuanto la autoconciencia y la imagen pública del escritor, y, a la par, el canon, entendido como el campo de fuerzas de corrientes y, particularmente, de figuras literarias y artísticas. La crítica al “compromiso político” de la escritura, en particular narrativa, formulada a partir de Sartre, fue el caballo de batalla de dicha ofensiva, y su objetivo fue la izquierda intelectual, acusada de subordinar lo artístico a lo político.
Mas, la crítica a la tesis del “compromiso político” fue solo una cortina de humo. ¿Existen acaso escritores más “comprometidos” que Milán Kundera, Octavio Paz y, sobre todo, Vargas Llosa, convertidos en agitadores políticos en contra de la izquierda y de la revolución? Vargas Llosa es el caso extremo: agitador a tiempo completo –degradado a conmilitón de la inicua figura de Montaner-, ha escrito lo que la derecha denomina novelas por encargo: Historia de Mayta, Lituma en los Andes, La fiesta del chivo(7), El paraíso en la otra esquina en la que no cesa de mostrar su amargo odio a quien fuera una de las más bellas figuras universales: Flora Tristan, peruana de comienzos del siglo XIX, precursora de Marx, organizadora de asociaciones de trabajadoras, adelantada de la emancipación femenina.
Intelectuales estilo Kundera, Paz o Vargas Llosa han tenido a su favor todo el descomunal aparato cultural del imperio. La ofensiva de ese aparato ha sido global y continua, sin concesiones, y se ha ejercido a partir del monopolio de la promoción literaria por ciertos centros de poder internacionales, cuyo instrumento fundamental ha sido la “valoración literaria” ejercida de manera despótica, y que desprestigia a Cortázar, y promueve, empero, a Vargas Llosa en su inexorable decadencia.
La batalla en torno al Premio Rómulo Gallegos lo ha revelado claramente. La oposición venezolana a través de Gustavo Guerrero y la derecha intelectual formada por Octavio Paz, a través de Cristhoper Domínguez, lanzaron una feroz ofensiva contra el premio concedido a Isaac Rosa. Lo grave del asunto fue la amplia acogida, a tales críticas, concedida por El País, diario español que forma parte de los centros forjadores del canon.
En su malhadado libelo, muy mal escrito, Cristhoper Domínguez(8), amén de confesar su inocultable odio a Chávez, señala el punto nodal del problema: “el Rómulo Gallegos, premio que destacaba no sólo por la calidad canónica de los galardonados”. El imperio que ha monopolizado el control del canon lo va a defender a dentelladas. Por ello, tanto Guerrero como Domínguez se han apresurado a enterrar el Premio Rómulo Gallegos, esto es, a quitarle su capacidad canónica.
Las posiciones antagónicas de Vattimo y Domínguez reflejan no solo la diferencia intelectual entre ambos, sino un hecho objetivo: parcialmente derrotado en el terreno del pensamiento social, el control imperial es muy fuerte en el terreno del arte y la literatura.
La lucha en este terreno comprende un componente organizativo de los escritores y artistas de izquierda y la disputa de la valoración literaria. Pero, no se trata de tomarse los dispositivos y escenarios del poder canónico sino de generar otro universo axiológico de validación de la literatura y el arte.
Y, en la medida en que el poder del canon no solo promueve y oculta figuras sino que termina influyendo en los imaginarios y en la simbólica literarias, la contienda tiene que ver con el sentido mismo del arte y la literatura hoy.
Literatura y compromiso, hoy
En la década de los 60 y bajo la influencia de las tesis sartreanas de ¿Qué es la literatura?, se desarrolló toda una definición del compromiso ético, político y personal del escritor y el pensador con los movimientos revolucionarios que se extendían por el mundo. El compromiso no aludía solo a su condición de ciudadano sino en tanto escritor. Empero, el problema del compromiso de la escritura se postulaba a través de las categorías de representación y semejanza. La literatura comprometida debía ser la representación crítica del mundo.
En esa misma época y al calor de nuevas corrientes estéticas y una nueva ola de modernización artística y literaria que viviera América Latina, surgieron las tesis de la total autonomía de la obra estética respecto al mundo objetivo en general y a las corrientes políticas e ideológicas. La obra artística fue considerada un universo autosuficiente y el campo artístico independiente de la política y la moral, liberado de todo corpus axiológico. Inscrita en la episteme de la semejanza, esta posición suponía dar las espaldas a toda representación del mundo.
Hoy, el problema del compromiso se presenta de una manera distinta. No se trata de un retorno al realismo o al naturalismo. La continua revolución de las formas que se iniciara con el simbolismo y el impresionismo y culminara en la antinovela, el expresionismo abstracto, el cine de la nouvelle vague, llevó a la subjetividad artística a desmontar las dos categorías básicas del arte clásico, la representación y la semejanza. El producto artístico devino así no en un icono o representación de un referente dado, sino en un objeto puro, la cristalización de la creación pura.
La expropiación posmoderna ha operado por una vía distinta a la de la “torre de marfil”. Lo ha hecho a través del mercado: la conversión del objeto artístico en mercancía. Empero, en su dimensión más profunda, la condición de objeto y creación puras propicia, por el contrario, su mayor presencia e intervención en el mundo, esto es su carácter integralmente político, Ya no se trata de un deber –el compromiso- sino del ejercicio de la libertad de crear objetos que pueden ser no artefactos light sino “bellas armas”, hermosos y potentes detonantes políticos, tal como lo concebía Serguéi Eisenstein, uno de los mayores renovadores de las formas artísticas de la era contemporánea.
Por otra parte, la creación artística está inevitablemente entrelazada –incluso por la vía del mercado- con la cultura popular o de masas, la comunicación, y, por supuesto, la creación política. Las tendencias interdisciplinarias, la resurrección del ensayo, los cruces de géneros literarios, los diálogos entre el pensamiento lógico y el analógico, muestran el surgimiento de un nuevo campo problemático en que una nueva teoría del compromiso puede contribuir a una mejor relación entre la vida y las formas estéticas.
Alejandro Moreano, escritor, novelista y ensayista ecuatoriano, Premio Nacional de Ciencias Sociales, 2004. Su último publicación: El Apocalipsis Perpetuo, Ed. Planeta, Quito, 2003.
Nota:
(1) Vattimo, estudiosos de Nietzsche y Hedidegger, autor de La sociedad transparente, las aventuras de la diferencia, Más allá del sujeto, El pensamiento débil ha sido una de las figuras claves de la llamada filosofía de la posmodernidad. El artículo en cuestión fue publicado inicialmente en La Stampa Italia bajo el título “Al regresar de Venezuela”. La traducción de Isabel Isaccura fue publicada en el periódico Tintají, N°. 74, segunda quincena de agosto 2005.
(2) Bajo el título “hacia un nuevo cambio de paradigmas”, publicado en América Latina en Movimiento, N° 385-386, edición especial, Foro Social de las Américas, ALAI, 20 julio 2004, planteamos el inevitable cambio de paradigmas del pensamiento social y político, gestado por la nueva constelación social y política mundial.
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