Haití: La comunicación en tiempos de “transición”

11/09/2005
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La comunicación siempre ha desempeñado un papel fundamental en la problemática haitiana y sus estructuras han sido constantemente interpeladas. Debido a la debilidad de las instituciones estatales y el insuficiente nivel de organización tanto política como social, los medios de comunicación se han transformado en los principales espacios de mediaciones.

Por una tradición de autoritarismo, las estructuras mediáticas a menudo hicieron el juego a los gobiernos en el curso de varias décadas. Pero en los medios periodísticos, se desarrolló también una determinada cultura de contra-poder. Algunas manifestaciones de este espíritu se han podido observar durante el reciente período de crisis que condujo a la caída del ex Presidente Jean Bertrand Aristide, aunque distaban mucho de generalizarse al conjunto de la prensa.

El período de “transición”, bajo la férula de fuerzas internacionales, impone sus propias dificultades y exige nuevas capacidades para rebasarlo. ¿En este contexto cómo se puede explorar en Haití las perspectivas de otra comunicación posible?

Contexto de “transición”


Desde febrero 2004, las fuerzas internacionales desempeñan el principal papel en el escenario haitiano. Concibieron básicamente el plan de transición y velan celosamente por su ejecución, aunque quieren proyectar la imagen “del amigo que está aquí solamente para facilitar la estabilización de Haití”.

La caída del ex Presidente Jean Bertrand Aristide, el 29 de febrero de 2004, fue acompañada con una intervención militar que, por otra parte, el Jefe del Estado y su Primer Ministro, Yvon Neptune, no habían dejado de suplicar, con el fin de salvar su Gobierno, por una parte ante el ascenso de la movilización de distintas capas de la sociedad y, por otra parte, ante la acción de grupos armados (antiguos militares, paramilitares y ex partidarios del poder).

Una fuerza multinacional, bajo la tutela de Estados Unidos, junto a Francia y Canadá sobre todo, ocupó el protagonismo durante 3 meses. Las Naciones Unidas tomaron el relevo en junio 2004, bajo el comando de Brasil, ahora con más de 7600 militares y policías procedentes también de Chile, Uruguay, Argentina, Perú, Ecuador, Guatemala, España, Nepal, Sri Lanka, Jordania y Marruecos.

La “estabilización” de Haití es la principal consigna de la estructura de la ONU que actúa en interacción con un Gobierno que asume muy poca responsabilidad frente a los reclamos ciudadanos. En este mismo marco, los partidos políticos no tienen más interés que llegar al poder; fracciones de la burguesía intentan reposicionarse, mientras que los sectores sociales están fuertemente afectados por las dificultades para impulsar acciones unitarias y de articular propuestas alternativas en un contexto post autoritario y neoliberal.

Esta estabilización choca con la acción de los antiguos militares y grupos armados favorables al ex Presidente Aristide: los primeros piden el retorno del Ejército, los otros reclaman la vuelta del ex Presidente a punta de las bayonetas. Las dos fracciones armadas, en un determinado momento, se alían con el fin de hacer fracasar la “normalización” de la vida, sobre todo en Puerto Príncipe, dónde, durante una buena parte del año 2005, han llegado a paralizar numerosas actividades a golpe de ráfagas, asesinatos, secuestros, violaciones, etc.

El eje latinoamericano se da cuenta y alega que la respuesta militar no basta. Pero, los proveedores de fondos olvidaron sus promesas de ayuda formuladas en Washington, en julio de 2004. Poco a poco, la celebración de las elecciones municipales y locales, legislativas y presidenciales se transforma en la única prioridad. Ahora se ha iniciado una carrera hacia las presidenciales con alrededor de 25 candidatos que se han presentado oficialmente.

Medios de comunicación, crisis y “transición”

Esta situación se refleja en la mayoría de medios de comunicación, que, en general, difunden el discurso dominante sobre la transición, cualquiera que sea el campo al cual pertenecen. Ciertamente, las líneas editoriales no coinciden siempre, las consideraciones éticas no tienen el mismo peso aquí y allá, pero los temas y los líderes de opinión tienden a hacer soplar sobre el paisaje mediático un viento de uniformidad, a pesar de los esfuerzos realizados por algunos por presentar una imagen más matizada de la realidad.

Cada vez es más evidente que el dominio de las fuerzas internacionales en la vida sociopolítica se reproduce en el discurso mediático, tanto en la orientación como en el volumen. Las instituciones mediáticas difícilmente escapan al magnetismo del actor extranjero que se convirtió en una de las principales voces en la radio, en las columnas de los diarios y a través de Internet. En definitiva, los medios se adaptan, aunque, por momentos, pueden aparecer fricciones entre ese discurso y el de algunos sectores de la burguesía, no satisfechos de los resultados registrados en el proceso de “normalización”.

Además de las ruedas de prensa, entrevistas, comunicados, visitas guiadas, noches mundanas y otras, la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití se aseguró sus propios espacios en las cadenas de radios, estaciones regionales, locales y una quincena de canales de televisión en todo el país. Logra así navegar sobre la polarización, heredada de la crisis, que sigue determinando, en un grado nada desdeñable, la lógica de los medios de comunicación.

Sería, en efecto, ingenuo creer que con la salida de Aristide todo el dispositivo establecido durante su administración autoritaria, se quebró de un solo golpe. A la lectura de la mayoría de los comportamientos, se puede decir que algunos parecen estar motivados por una voluntad de retorno al statu quo, y ni siquiera retroceden ante actitudes incompatibles con la ética. Otros parecen dedicar una energía renovada en el combate a la vieja guardia o, por lo menos, deslizarse a la rutina y perder su sentido crítico.

Es necesario añadir que, en el contexto de la crisis y de la transición, incluso el sector de la comunicación alternativa se ha visto un tanto afectado y sometido a importantes fricciones desde que las radios comunitarias asumieron caminos diferentes. Algunas, desde hace algunos años, se han apoyado en su orientación y acción autónomas siempre precarias, mientras que otras más bien han jugado la carta de la apertura hacia sectores tradicionalmente cuestionados por el movimiento popular haitiano.

Una historia de represión versus libertad de expresión


Hay que reconocer que, a pesar de su subdesarrollo crónico, la República de Haití ha pasado a otra fase de la comunicación, donde las contradicciones vivificantes de ayer ceden el paso a prioridades que se contraponen con actitudes observadas a lo largo de la historia mediática del país, sobre todo durante los 30 últimos años.

A pesar de una voluntad inquebrantable de afectar la libre expresión a principios del siglo XIX, algún tiempo después de la creación del Estado de Haití, la libre expresión y el espíritu crítico han guiado, a través de los años, a los periodistas que tuvieron que enfrentar dictaduras salvajes.

Son numerosos, aquéllos que pagaron con sangre su temeridad. Desde Félix Darfour, ejecutado bajo la Presidencia de Jean-Pierre Boyer (1818-1843) por haber criticado al Gobierno, hasta Brignol Lindor, asesinado en Petit-Goave (sur) en diciembre de 2001 por partidarios del poder de entonces, que públicamente reivindicaron su delito. Y este destino trágico no impidió que el colega Jacques Roche, fuera secuestrado y torturado durante 4 días, antes de asesinarlo el 14 de julio de 2005 en Puerto Príncipe.

Al final de los años 70 en Haití, un sector de la prensa asumió abiertamente un papel de contra-poder. La escuela de la “prensa independiente” produjo figuras ejemplares que supieron transmitir las preocupaciones de la mayoría y guardaron, encendidas, la llama de la crítica, de la denuncia de la arbitrariedad con miras a la construcción de una sociedad democrática.

Periodistas-ciudadanos supieron desarrollar relaciones de proximidad con el público y permitir a los sectores sociales comunicar su propio análisis de la realidad así como sus visiones del cambio.

La puesta en práctica y el reforzamiento del proyecto neoliberal, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, y los acontecimientos internacionales de los años noventa, que llevaron a la desaparición del bloque del Este, y en consecuencia a un mundo unipolar, contribuyeron a conformar el contexto haitiano, de modo que en los actores de la comunicación, las preocupaciones se modificaron sensiblemente.

Durante estos últimos años, varios seminarios se han multiplicado con el objetivo de “profesionalizar” a la prensa, poniendo incluso a veces en entredicho las prácticas anteriores a 1980. Paralelamente, la propiedad de los medios de comunicación ha registrado importantes modificaciones, con la entrada en escena, a partir del inicio de los años noventa, de los “businessmen” propietarios de los medios. Dista mucho de la tendencia a la concentración de los medios, tal como la ha vivido la República Dominicana, pero las premisas están allí.

Hacia otra comunicación posible


La perspectiva de otra comunicación posible, en el contexto haitiano de la primera década del siglo XXI, se construye a partir de experiencias que se han desarrollado desde hace varias décadas, arrastrando conocimientos técnicos y valores que alimentan una cultura comunicacional propia, pero también compartidas con el Caribe y América Latina.

Un cuestionamiento del concepto de independencia de la prensa está en curso y está basado en el argumento principal que una vez caída la dictadura (de Duvalier), la independencia promovida por los actores mediáticos de antes de 1980 ya no tenía razón de ser. Ahora bien, queda claro que las fuerzas que intentan avasallar los medios de comunicación no son ya solamente políticas, y que es importante reivindicar la independencia editorial frente a distintas fuerzas que defienden intereses particulares, muy a menudo en detrimento del interés colectivo.

En un contexto neoliberal que favorece el predominio de lo económico sobre lo social, con preocupaciones sobre la rentabilidad y la disminución de los servicios estatales en una sociedad desamparada, las cuestiones sociales deben interesar en el más alto grado a los actores mediáticos. La manera en que el Estado asume (o no asume) su papel, con relación a los sectores que se han vuelto vulnerables, debe ser cuestionada.

En la perspectiva de esta otra comunicación posible, los periodistas deben tener en cuenta el derecho a la comunicación, cultivar la humildad, aceptar y tener un cuestionamiento permanente de su profesión, examinar sus prácticas y abrirse a la crítica, con el fin de afinar la acción comunicativa, sin sacrificar las normas profesionales y las orientaciones éticas.

La equidad, en la esfera de la comunicación (como ámbito), no es superflua. No se trata, aquí, de garantizar el equilibrio, sino de propiciar el cuidado de un tratamiento equitativo de los hechos y de las opiniones, teniendo en cuenta su amplitud con relación a los sectores que afectan y de los cuales emanan, de sus repercusiones o consecuencias.

Por su parte, los sectores sociales deben salir cada vez más de su pasividad y asumir una posición de actores-comunicadores. No debe descartarse la búsqueda, por iniciativa propia, de su participación en los procesos comunicacionales, pues se trata de obtener espacios en los medios masivos, y de crear medios capaces de reflejar las preocupaciones sociales y la búsqueda de alternativas. Esto pasa, inevitablemente, por una profesionalización y una autonomización de los medios comunitarios.

Gotson Pierre
, periodista haitiano, es Director de Groupe Médialternatif y Presidente de WACC-Caribe.
https://www.alainet.org/es/articulo/123086
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