Resignificando la piratería: ¿Camino a industria cultural paralela?
- Opinión
Intentamos aquí reflexionar sobre la transferencias de tecnologías, producción y reproducción de conocimiento en el centro de "pirateo culto" llamado Galerías Wilson en Lima, Perú, el cual está especializado en el "pirateo" de libros de literatura, programación, ciencia en general, además de reproducción y creación de software así como reparación y ensamblaje de hardware a muy bajo precio.
Hoy en día, en los conglomerados urbanos periféricos, las nuevas tecnologías actúan -por medio de centros de "pirateo" como las Galerías Wilson en Lima arriba mencionadas- sirven como vehículo liberador de conocimiento formando identidades que capitalizan estratégicamente los flujos de información para acceder y producir conocimiento, pues el costo de una copia “legal” excede la capacidad de gasto de nuestras economías. De cara al TLC y a la inercia con la que se maneja el Capítulo de Propiedad Intelectual de dicho acuerdo en Perú, es necesario crear espacios de resistencia en defensa del derecho al acceso a la cultura que propongan nuevas legislaciones de acuerdo a los tiempo que vivimos.
El fenómeno llamado piratería adapta y convierte las transferencias de tecnologías en las economías periféricas -ante la imposibilidad de producirla- en medios para una reproducción/distribución local de cultura, que además capitaliza el conocimiento en economías informales de subsistencia.
Los pequeños monopolios del conocimiento protegidos por el Estado, llamados industrias culturales fueron la base de un pretendido y casi logrado para una parte del mundo, sistema democrático igualitario en
En estos tiempos, la situación es muy diferente que en aquél entonces, pues en la actual Era Digital (1945- ) la aceleración de los procesos culturales en la producción, circulación y consumo de los mismos se ha polarizado, transfiriendo así la iniciativa y el control económico de la cultura “oficial” a anónimas y poderosas corporaciones privadas [1] convirtiendo a los creadores originales, en el nuevo ejército humano poseedores de una materia prima inacabable al servicio las trasnacionales culturales que manejan los monopolios del conocimiento.
Hoy en día podemos ver que los términos del derecho de autor se han ampliado incluso después de la muerte de éste, y las sanciones por las infracciones son mayores que nunca antes, pues la lista de “conocimiento” protegido incluye no solo obras culturales/funcionales, los descubrimientos en medicina que nos pueden salvar de una epidemia mundial, organismos vivos completos -como el caso de especies que sirven para la alimentación, como son los transgénicos-, sino hasta nuestro propio código genético.
La actual acumulación y privatización del conocimiento, entonces, restringe la innovación y la productividad de los más pobres, condenándonos a ceder nuestros derechos de acceso a la educación, de crear y saber, limitándonos a consumos meramente estéticos por imitación y transferencia tecnológica, pues las grandes transnacionales de la cultura crean condiciones para que circulemos entre diversas escalas de la reproducción y el consumo cultural debido a carencias económicas de los potenciales consumidores.
Teniendo el panorama así descrito, el desarrollo de las tecnologías de información y comunicación reformulan la originaria concepción de las actuales industrias culturales logrando con ello que en algunos niveles de la sociedad los productos resultantes se hibriden positivamente, siendo los habitantes de la periferia cultural, partícipes de las creaciones realizadas en otras partes del mundo.
¿Piratería? No. Sólo compartiendo capital [2]
El concepto de piratería usado en el siglo XVI fue forjado por poderosas empresas privadas que buscaban en el Estado protección para legitimar y monopolizar sus negocios, naciendo así en Inglaterra, la distinción legal entre corsario y pirata. El primer término reconocía a los que saqueaban patrocinados o reconocidos por el Estado; el segundo no pertenecía a ningún Estado y saqueaba para beneficio propio, encontrándose, en conclusión, como única diferencia entre un “pirata” y un “corsario” que este último poseía una carta del gobierno que lo autorizaba a saquear [3].
Hasta la década de 1970 este término se usó para determinar la apropiación y reventa de la propiedad privada de bienes tangibles.
A partir de la década de los ochenta, con la aparición de las nuevas tecnologías de información y comunicación, como
El fenómeno Galerías Wilson Lima Perú ¿ informalidad, economía de subsistencia y sumisión cultural o legalización dentro de una nueva legislación para la cultura libre?
La piratería, en un contexto como el nuestro, es un arma de doble filo ya que permite liberar información positivamente de forma horizontal mediante las nuevas tecnologías de información para el incentivo e innovación, pero por otro lado se convierte en el mejor camino para la propagación de la sumisión cultural a “bajo precio” sumisión sostenida en las mafias informales de cultura que se aprovechan de las actuales restricciones legales para el acceso a las obras culturales.
En el primer caso, el consumo de piratería abarata la relación entre el individuo y la cultura, sea la popular o la científica [4]. Cuando una persona necesita leer la última obra de un autor pedido en la universidad, nos es imposible adquirirlo.
Lo normal es que libros de investigación o pensamiento contemporáneo básicos en la producción humana ni siquiera sean conocidos por las economías periféricas, tal como el Perú, y si lo son, éstos son completamente inaccesibles para el común de las personas.
Asimismo los altos precios de una obra original se contraponen al promedio del salario percibido por las mayorías susceptibles de estar interesadas en leer más que un diario de S/0.50. Estos sectores demandan un acceso a la producción cultural y el consumo de obras piratas es solo una consecuencia de la imposibilidad económica de las mayorías de adquirir las obras “originales”, es decir de “marca registrada” ofrecidas a un precio exorbitante para el poder de compra local.
Normalmente los libros académicos son los menos impresos por las casas editoriales en Perú. No venden, no rinden, “no tienen público potencial”. Con ese pretexto las casas editoriales -hablamos de las grandes casas editoriales transnacionales que operan en el Perú- no solo fijan el acceso al conocimiento, sino además deciden a qué tipo de obras debemos tener acceso.
Pero si las casas editoras no imprimen libros alegando que no hay público adquisitivo porque el peruano no lee, y las compañías distribuidoras de cine no exhiben otras películas que no sean las películas chatarra porque al/la peruano/a no le gusta ver películas “con argumento” ¿por qué hay una alta demanda de obras “pirateadas” que en muchos casos ni siquiera son pirateadas de una edición “local” sino de una internacional? ¿Hasta qué punto es cierto que los peruanos no leen o no ven “películas de contenido”?
¿Es coherente que en nuestra realidad, para acceder a las obras escritas o audiovisuales, tengamos que adquirir éstas por medio de unas pocas marcas editoras o proveedoras que fijan precios tan altos como para asegurarse que solo unos poco puedan comprarlos?
¿Es verdad que nos convertimos en delincuentes al adquirir obras “piratas” -libros, DVD o CD-, al fotocopiar un libro o intercambiar música o textos por Internet?
¿Quiénes, entonces son estos peligrosos delincuentes periféricos, consumidores masivos de las obras culturales por medio de la “piratería”, cuáles serían las razones para delinquir y qué tipo(s) de estética(s) mentales los determina [5]?
En el segundo caso consideramos la piratería como la propagación de la sumisión cultural a “bajo precio” por medio del uso espectacular de la tecnología ya que vivimos en una época en donde el acceso a la información y el conocimiento innovador se confunde con aquella producción y consumo masivo que somete la cultura y la innovación social a la moda espectacular de las industrias culturales[6] por medio de imágenes, colores, lenguajes, comportamientos y posturas que, sostenidas en la tecnología, ocultan y simulan nuestra vida cotidiana, convirtiéndola en una representación/ficción, en un espectáculo construido para y por la sociedad consumista. Según nuestra pertenencia geográfica podremos definir nuestro acceso a los productos culturales [7] por medio de lo que somos capaces de consumir económicamente como “cultura”.
Con ello la piratería -la mafia- aceleraría el consumo de los productos distribuidos y exhibidos por las grandes industrias culturales, las cuales como mencionamos arriba, imponen estilos de vida que nos hibridan negativamente.
Así, la información y el conocimiento construidos como productos culturales y tecnológicos distribuidos por las industrias de ese sector se encuentran como un claro objeto del deseo colectivo, como accesorios espectaculares de las identidades cotidianas que se necesitan adquirir y que son valorizados según su encarecimiento, dando lugar a una industria cultural paralela y personalizada según el mercado al que se dirija o que desee consumirla, construyendo situaciones para el manejo de dos identidades alternas, una formal y la otra informal, al plasmarse la creación de valores igualmente duales, en la cotidianeidad cultural.
Esta doble acción de las industrias culturales -a la vez recurso económico y fuente de identidad y cohesión social- se adueña de nuestra intercomunicación regional, expandiendo los mercados, haciendo posible un mejor conocimiento virtual entre los países, aportando valor añadido a los contenidos de los mensajes y obras generados en cada sociedad.
Genera al mismo tiempo y bajo la lógica del mercado, desafíos y conflictos: crea nuevas disputas por los usos del patrimonio cultural de cada pueblo y por los derechos de autor individual y colectivo, tendiendo a acentuar, si seguimos el camino que nos marca el Capítulo de Propiedad Intelectual dentro del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, la subordinación no solo económica sino cultural de los países débiles, privilegiando con ello los derechos comerciales de las mega - empresas transnacionales, pues estaríamos cediendo a emporios comerciales privados, con dicho acuerdo comercial, todo el conocimiento y la creatividad [8] que tenemos los cuáles son bienes públicos, los que serían reconvertidos en patrimonio intelectual al servicio exclusivo del Mercado.
A manera de conclusión
Las apreciaciones estéticas influyen las sociedades respecto a la percepción de lo bello y lo feo, categorías determinadas por la educación -es decir el tipo de conocimiento, normalmente hegemónico a difundir- y el arte, como consumos distribuidos por las industrias culturales, las que construyen identidades colectivas, que de acuerdo a ciertos parámetros, validan o invalidan expresiones de pueblos enteros, apareciendo la cultura, el arte y la capacidad de gozarlos y comprenderlos, como “dones” o cualidades naturales “superiores”, en vez del resultado de un aprendizaje desigual y determinado por lo económico de las distintas clase sociales [9].
Así el gusto burgués o hegemónico, el gusto medio y el gusto popular, transformados éstos tres en tipos de consumos, complementan la labor determinante de las industrias culturales en la formación de nuestro conocimiento y la producción del mismo, moldeando nuestros gustos y nuestros criterios, determinando nuestros consumos y nuestras innovaciones según la capacidad económica y estética que tengamos para acceder al conocimiento y la información mediante un ejemplar “original” y patentado, poniendo límite al acceso por parte de las clases económicas menos favorecidas, a los productos culturales.
El espacio académico frente a este problema debería ser el lugar privilegiado para la reproducción social de la cultura y el conocimiento, al mismo tiempo que un espacio para la innovación y la resistencia [10] -basta ver iniciativas como Creatividades Comunes o el Proyecto para el uso del Software Libre en la administración estatal peruana- siendo con ello el reflejo y la prefiguración, de las posibilidades de organización de la vida cotidiana; compuesto de la estética, los sentimientos y las costumbres mediante el que una colectividad reacciona ante la vida que le viene dada objetivamente por la economía [11].
De acuerdo a esto el sujeto y su producto dentro nuestro contexto social, el peruano, reinterpretaría los medios intelectuales y tecnológicos de producción de los bienes culturales (piratería) a través de su consumo masivo -en muchos de los casos inerte-, mutando su identidad cotidiana según el sistema de valores envasado en los productos culturales, generando un sistema alterno de valores hibridados con la cultura popular, -de una manera negativa y positiva- que definiría nuestras realidades. Queda en la sociedad civil poner la balanza en nuestro favor e impulsar desde el Estado
Andrea Naranjo es investigadora y antropóloga peruana.
Artículo publicado originalmente el 26/10/2006 en el Observatorio para
[1] García Canclini, Néstor Culturas Híbridas Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Nueva edición Editorial Paidós 2001 Barcelona
[2] Nombre tomado del proyecto del mismo nombre Compartiendo Capital http://www.compartiendocapital.org.ar/
[3] Schweidler Christine, Sasha Costanza-Chock Piratería en Palabras en Juego: Enfoques Multiculturales sobre las Sociedades de
[4] La mejor manera para referirse a estas situaciones sería copia ilegal o copia no autorizada y, en términos más amplios, infracción al derecho de autor.
[5] Villanueva Mansilla Eduardo Información y Propiedad intelectual Desco / Revista Quehacer Nro. 154 / May – Jun. 2005
[6] Se entiende por industrias culturales al conjunto de actividades de producción, comercialización y comunicación en gran escala de mensajes y bienes culturales que favorecen la difusión masiva, nacional e internacional, de la información y el entretenimiento, y el acceso creciente de las mayorías. García Canclini Néstor Las industrias culturales y el desarrollo de los países americanos
[7] Definidos éstos como aquellos que insertan un derecho de autor en bien o servicio ofrecido, introduciendo un contenido cultural para ser consumido. UNESCO
[8] García Canclini Néstor Las industrias culturales y el desarrollo de los países americanos
[9] García Canclini Néstor, La sociología de la cultura de Pierre Bourdieu
[10] Ibíd.
[11] Debord Guy La sociedad del espectáculo, Ed. Maldeojo 1998 Barcelona
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