Visiones de mujeres

08/03/2006
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Según un viejo proverbio, las mujeres sostienen la mitad del cielo. En la Cuba de inicios del siglo XXI, por su incorporación a la sociedad, sumados sus aportes de madre, esposa y ama de casa, pudiera decirse que sobre ellas descansa la tercera parte del cielo... quizás más. Pese a la carga que llevan sobre sus hombros, conservan sueños y aspiraciones y se desvelan por asuntos ligados a la familia, la profesión y la vida cotidiana. Les conciernen las dificultades económicas del país, los problemas del mundo, la infancia y el medio ambiente. También la felicidad. Tres mujeres cubanas comparten con el Servicio Especial d e la Mujer (SEM) secretos, esperanzas, consejos y hasta alguna lágrima, salida de una sensibilidad que no ha podido matar ni la crisis que golpea la isla desde inicios de los años noventa. Azula Shaula Peña tiene la piel como bronceada y una estatura de 1,80 metros, que sobrepasa el promedio de las cubanas. Llegó a la docencia, en la enseñanza primaria, como auxiliar pedagógica, cuando tenía 19 años. Aprovechó oportunidades y hoy, a los 32 años, es maestra, muy querida por sus alumnos de segundo grado. "Mi sueño es mi hijo. Fue un niño deseado y verlo crecer es mi mayor orgullo", cuenta de Alejandro Tang, de seis años, un chinito delgado y vivaz. "Nos gusta compartir el tiempo, estar juntos. Cuando jugamos los tres, su papá, él y yo, son momentos muy especiales. En la infancia, eso es importante". "Claro, eso implica que tengo que preparar las clases más tarde, pero vale la pena no perderse el disfrute de estar con él. Además, cuento con el apoyo de mi mamá y la responsabilidad de mi esposo como padre", explica. Como no se puede desligar la Shaula mamá de la maestra, le recomienda a los padres de sus alumnos que hagan lo mismo, "que se desestresen y compartan los juegos de sus niños y niñas". Ser maestra, insiste, requiere mucha dedicación. "Hay que prepararse cada día -lo que te roba tiempo de la familia-, mirar los mejores ejemplos, aprender siempre", dice. Ella cree que ese camino la conducirá a lo que más aspira como profesional: "ser una muy buena maestra, capaz de transmitir conocimientos y valores". Elizabeth Su vida transcurre entre cepillos, peines, tijeras, tintes y decoloraciones. Conversadora incansable, amante de los animales y el té, es la estilista más demandada de la peluquería "Innovación", en La Habana. Elizabeth Pérez, de 40 años, es adiestradora de animales, pero hace cinco años decidió cambiar de profesión y entrar a la peluquería, "porque es un mundo de fantasía". "Cuando entran, algunas mujeres traen tristeza. Al salir, ya arregladas, van diferentes, con la autoestima más elevada. Mirarse al espejo es un autoexamen, si te ves fea, ni ganas tienes de salir a la calle", dice convencida. Para Elizabeth, la vida social no se puede llevar en crudo; "hay que poner fantasía en el vestir, en el peinado, para llenarse de esperanza". A su juicio, "la belleza no es una frivolidad. Los detalles ayudan a vivir, porque lo último que se pierde en la vida es el gusto". Pero ese no es su único mundo. Habla con inquietud sobre la educación de los jóvenes, a quienes considera la base del edificio que es el futuro, y la necesidad de proteger el medio ambiente, temas que asume con una vehemencia envidiable. No tuvo hijos propios porque sus parejas no fueron lo suficientemente estables como para crear una familia, pero atiende con esmero a sus padres y a sus mascotas, sin los cuales no concibe su vida. Libertad "A ver, dime dónde te duele", le dice la pediatra Libertad Martín a Rosemary, una paciente de ocho años que llega a su consulta con dolor abdominal. La pequeña, asustada, no responde. Entonces le hace mimos y hasta le regala un muñeco de su llavero. Terminó su especialidad, muy deseada, en 1985. Tener una hija, Lily, hoy de nueve años, fue la plenitud, con todos los desvelos que implica la maternidad. "Una de mis mayores preocupaciones era que la niña tuviera que ir a un internado en el preuniversitario, como sucedía hasta ahora de forma casi obligatoria. Pero dicen que se acabarán y me alegro", confiesa "Yo misma estudié en uno, desde séptimo hasta doce grado. Lo que aprendí, lo que soy, mucho se lo debo a esa etapa. Pero eran otros tiempos y las becas de ahora no son las de entonces", agrega. Pero ese es sólo uno de los asuntos que la desvelan. "Cuando va sola para la escuela, pienso en cómo sería si se perdiera la seguridad que tenemos, si mi hija u otra menor se viera involucrada en algún hecho de violencia". Con sus 43 años a cuestas, cree que es complicado ser una mujer, en Cuba, a inicios del siglo XXI. "Trabajas en la calle, pero una vez en casa tienes que seguir: la tarea escolar de los hijos, cocinar, preparar el baño, hacer el lavado. A veces llega la hora de la telenovela, mi aliciente, y estoy fregando o sin bañarme", relata. Martín cuenta con el apoyo de su papá, un jubilado, "pero mi esposo termina tarde y su participación se limita a atender a la niña en el breve tiempo en que coinciden". Pese a todo, se levanta cada mañana y se carga de energía antes de empezar el día. "Para atender a las personas, un médico sólo necesita un estetoscopio y deseos". - Fuente: Agencia Internacional de Noticias Servicio Especial de la Mujer
https://www.alainet.org/es/articulo/114519?language=es
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