Morir por error
30/08/2005
- Opinión
Hay varias maneras de morir por error. Todas contra la propia voluntad.
Pensé hace poco que podríamos morir por error también como fruto de
nuestra voluntad. Por ejemplo, buscar el suicidio cuando no todo está
perdido. Algo cómo matarnos en un tratamiento de una enfermedad
incurable, así diagnosticada por error médico. Matarnos por ausencia
absoluta de esperanza, cuando no todas las posibilidades estaban aún
perdidas. Después, consideré que esto sería más propiamente matarse
por error. Por eso reafirmo que todas las maneras de morir por error
se dan contra la propia voluntad.
Se puede hasta decir, si nos permiten una rápida profundización, que
hay modos de morir por error más y menos crueles. Y entre los menos,
incluiría los equívocos de la patria. Por ejemplo, cuando un individuo
latino o europeo, lucha bajo la bandera norteamericana en Irak. Y
cuando menos espera, su vehículo explota. O, en este caso, de otra
manera: posar al lado de Bush en su última foto, un segundo antes. Es
decir morir por error, pero de una forma menos cruel, porque es
repentina y con un calculado riesgo. O de un modo más inocente,
vagabundear por la avenida, el restaurante, el hotel, el país, y ser
alcanzado, de pronto, en una zona de balas, de tiros, o de una
extraordinaria onda gigante. Esto también es morir por error, de una
forma dura, como todas las muertes, pero aun así, se permiten una
gradación, de una forma menos cruda y cruel.
Entre los modos más duros y terribles, pensemos en los sentenciados,
en los condenados inocentes, en los miserables que forman parte del
género humano de los criminales de siempre, y por eso aguardan la
muerte en un corredor. Pero aún estos, hasta la última hora, esperan
un último esclarecimiento, un indulto, una salvación de misericordia,
antes que el padre o el pastor vengan a cumplir el papel de
encomendarlos al cielo de la ejecución. Por esto concluimos que pocas
muertes de morir por error son tan crueles y despreciables como la de
ser cazado como un perro. Como un perro, ¿que digo?, cazado como una
raposa. Cercado, derrumbado, inmovilizado, y de ojos vidriosos ver el
brillo y la luz del tiro una fracción de segundo antes, antes que se
le parta y arranque el cerebro.
El brasileño, el perro, la raposa, ese animal híbrido, sin especie y
sin definida raza, de nombre Jean Charles de Menezes murió por error
así, abatido con ocho tiros. Muerte dura y vil, que hasta para un
perro, que hasta para una raposa, que hasta para un conejo, sería
prueba de manifiesta perversión y crueldad. ¿Que dirá un humano,
perdón, Blair, perdón, Bush, perdón, súbitos ingleses aterrados, qué
dirá a un ser semejante a un humano? Aunque sea natural de un país de
samba y mulatas exóticas, buenas para la cama y para el turismo, aun
así, y a pesar de eso, ¿será que ese inferior merecería un fin de
animal rabioso en Londres?
Nada de nacional, nada de nacionalismo, comprendan. Lejos de nosotros
la intención de exigir, que digo, de reclamar,sorry, queremos
decir, de suplicar en voz baja, humilde, un tratamiento diferente para
los brasileños. Hasta porque las primeras noticias divulgaron que
había sido muerto un asiático. Ah, bueno, si es un asiático, el mundo
no tiembla, suspiraban todos los nacionalismos de ojos buenos, los del
occidente. Así decían porque el terrorista muerto tenía unos ojitos
medio rasgados, medio almendrados, que son una primera señal de un
mundo exótico, secundario, sin importancia, de por allá, del Oriente.
Después, surprise , de pronto cambian de opinión y descubren
que de la caldera de mezclas de Brasil también se exportan bombas de
ojitos estirados, a la china, de los pueblos indígenas de América.
Después, shit, descubren, en el suelo del metro a aquella
masa inerte, antes alegre, que bailaba samba y sonreía para las
fotos de la familia, mamá, triunfé en Europa; después descubren que
aquella mula sin cabeza no era ni siquiera un terrorista. Sorry,
what a pity, ladies, dogs and gentlemen.
Nada de nacionalismo, por lo tanto. Sabemos todos que los ingleses no
tratan así a sus perros. No existe en el mundo pueblo que ame más a
esos pups, a todos, incluso a esos cachorritos dignos de
estimación.. ¡Que gracia poseen al pasear con sus mejores amigos
conducidos con collares por las calles de Londres! Cuanto amor,
dicen hasta los maliciosos, cuánto afecto dedicado a un semejante. No,
la humanidad inglesa no trata así a los perros. Si existe una voz de
mando para matar, para tirar en la cabeza de seres que se mueven, esa
orden no será contra los perros. Es para algo mucho más bajo y nocivo,
menos, mucho menos que dogs, aunque ande (simule andar), hable
(simule hablar), piense (simule pensar) y sonría (simule sonreír). Un
algo que el terror llama terrorista. Ah, bueno, siendo así está
correcto. El terrorismo contra el terror. O el terror contra el
terrorismo. No se sabe. El orden de los conceptos aún es incierto.
Pero una cosa se sabe, una cosa es clara, límpida, objetiva, y sin
sombra de duda. El terrorista tiene cara. El terrorista tiene raza. El
terrorista tiene nacionalidad. El terrorista tiene credo, lengua,
clase y región. La cabeza más digna de ser explotada a tiros ya está
definida. El terrorista somos nosotros, pueblos del tercer mundo. El
terrorista somos nosotros, musulmanes. El terrorista somos nosotros,
asiáticos. El terrorista somos nosotros, negros, mestizos, latinos y
semejantes. El terrorista somos todos los no nacidos con los
caracteres identificables en la masa de canes y de hooligans. ,
Nuestra cabeza es el blanco, y mientras más oscura más será el blanco,
la mira, el fin. Nuestra cabeza es Jean Charles de Menezes.
Cuando leí el relato de una testigo del asesinato de Jean Charles, que
percibió los ojos del hombre inmovilizado en el suelo, y después las
fotos... ("Si usted mira las fotos, los ojos de él parecían ser
pequeños, pero, cuando vi el rostro de él por sólo un segundo, porque
fue todo muy rápido, los ojos de él estaban bien, bien abiertos. Él
parecía muy, muy asustado"). Cuando vi ese relato, sentí espanto. Los
ojitos pequeños que se abrían espantados, con una pistola apuntada
contra su cabeza, eran los míos, los nuestros, de nuestros hijos,
hermanos, de todos los pueblos no británicos. Los ojitos asiáticos de
todos nosotros, terroristas. (Traducción ALAI).
https://www.alainet.org/es/articulo/112855
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