Juan Pablo II, el Papa político

14/10/2003
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Sólo quien desconoce la historia del papado piensa que los sucesores de san Pedro son solamente líderes espirituales. Incluso, toda la historia de Occidente, desde el período medieval hasta la formación de los estados europeos, del colonialismo al descubrimiento de América, se confunde con la historia del papado. Su poder ya no utiliza armas, como durante las Cruzadas, pero es ejercido de modo incontestable sobre la conciencia de millones de fieles, cuya fe religiosa reconoce en él la suprema autoridad de la Iglesia católica. Jefe del Estado Vaticano, el Papa no suelta sus prerrogativas políticas. Desde ese punto de vista el trono de Pedro alberga hoy al único monarca absoluto de Occidente. Sus decisiones tienen fuerza de ley e imponen obediencia de fe, sin admitir ningún tipo de contestación. Se cuenta en los corrillos clericales que preguntado Juan Pablo II acerca de con quién se reúne para tomar decisiones, respondió: "Me arrodillo". Un coloquio entre cuatro personas: el Papa, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hijo de la Polonia ocupada por los nazis y después por los comunistas, Juan Pablo II nunca conoció el límite entre fe y política. Debido a su atribulada historia, Polonia siempre tuvo sus fronteras demarcadas más por la fe católica que por la extensión territorial. Esa fe aseguró la unidad dela nación y evitó que fuese absorbida por los regímenes extranjeros que la dominaron. Elegido papa a los 58 años, en pleno vigor, Wojtila no dudó en apoyar a los movimientos favorables a la erradicación del comunismo. Se volvió, sin ningún tipo de escrúpulo, el patrón del sindicato Solidaridad y de su líder, Lech Walesa, apoyándolos explícitamente. Más que anticomunista, la postura del Papa es antiautoritaria. Al visitar Brasil por primera vez, en 1980, rechazó las honras de la dictadura militar, recibió a Lula y a otros dirigentes sindicales incentivadores de huelgas y bendijo al profesor Dalmo Dalari, de la comisión de Justicia y Paz de la arquidiócesis de São Paulo, que había sido torturado la víspera de la llegada del pontífice. Nunca Juan Pablo II se dejó manipular por la Casa Blanca, con la que siempre ha mantenido relaciones apenas diplomáticas, sin cercanía, sobre todo después del escándalo del caso Marcinkus, el obispo norteamericano que se valió de su función en el Vaticano para favorecer negocios bancarios. Por más fuertes que hayan sido las presiones, Juan Pablo II nunca cortó relaciones diplomáticas con el Iraq de Saddam Hussein, la Libia de Kadafi y la Cuba de Fidel. Al visitar la isla, en 1998, no dudó en alabar sus avances sociales, especialmente en salud y en educación. Hizo duras críticas al neoliberalismo y al actual modelo de globalización. Y este año se distanció de la aprobación dada a la invasión de Iraq en 1991, retirándole a Bush hijo el apoyo tácito que le había dado a Bush padre. El mundo religioso, al igual que el político, está lleno de mentiras bien contadas. Como la manzana del paraíso, el caballo del que san Pablo habría caído en el camino a Damasco y el gesto de Verónica limpiando el rostro de Jesús. En la Biblia no hay tales manzana, caballo o Verónica. De igual modo, se dice que Juan Pablo II condenó la Teología de la Liberación. Lo cual es tan falso como el chisme de que Leonardo Boff fue condenado por el Vaticano y había abandonado la Iglesia. Boff sólo fue censurado, permanece en comunión con la Iglesia y, como sacerdote, sacerdote morirá, aunque haya optado por una vida laica, dejando de ejercer el ministerio sacerdotal. Hace más de veinte años la Teología de la Liberación incluía en su agenda temas como la deuda externa, el capitalismo, los derechos de los pobres. Por eso era vista con reservas por sectores del Vaticano. Hoy cualquier pronunciamiento del Papa que aborde la cuestión social trata críticamente los mismos temas. Y nadie lo acusa de dejarse influir por la Teología de la Liberación. Sin embargo, no hay duda de que ésta llegó a la plaza de San Pedro. Juan Pablo II nunca rechazó mediar en conflictos internacionales, como en la disputa por el canal de Beagle entre Chile y Argentina; en la guerra entre judíos y palestinos (recibió a Arafat varias veces y aboga por la internacionalización de Jerusalén); en las masacres ocurridas en África. Papa de la paz, Wojtila se sacudió los muros del Vaticano y salió por el mundo adelante en incansable peregrinación en pro de los valores evangélicos, de la justicia social, de la familia y de la globalización de la solidaridad. En un mundo que exalta como valor la competitividad, la palabra del sucesor de Pedro es, al menos, incómoda para el sistema que se basa en la apropiación privada de la riqueza, y aliento a la esperanza de millones de seres humanos excluidos de los derechos humanos. La vida de Juan Pablo II, después de 25 años de pontificado, entró en cuenta regresiva. Él mismo no temió abordar, en la fecha de su cumpleaños, el 18 de mayo, el espectro de la muerte. Y lo hizo como hombre de fe, que la encara no como fatalidad, sino como destino e ingreso en la eternidad, donde la vida es tierna, impregnada del amor de Dios. No será breve el próximo cónclave (la reunión de los cardenales electores del nuevo papa). Después de Juan Pablo II no se podrá escoger un pontífice que huya de los medios de comunicación y evite peregrinar por el mundo. Ni será escogido un cardenal muy joven, para que el próximo pontificado no sea tan largo como el actual; ni tan viejo, para que no resulte demasiado breve. La elección recaerá sobre un cardenal entre 65 y 73 años, políglota, abierto a los medios y equidistante entre el progresismo social y el fundamentalismo conservador. Y que tenga familiaridad con la curia romana. Ésta intentará retomar su control del papado, perdido con Juan Pablo II. Pero, entre los italianos, hay pocos con ese perfil. En Brasil, dos cardenales son fuertes candidatos: dom Geraldo Magela, arzobispo de Salvador y presidente de la conferencia episcopal; y dom Claudio Hummes, arzobispo de São Paulo, que predicó el último retiro al Papa. Pero esto no son más que conjeturas. El principal elector, el Espíritu Santo, acostumbra a sorprender, como en las elecciones del buen anciano Juan 23, de Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, y en la de Juan Pablo II, el polaco que derribó un monopolio italiano de quinientos años. * Traducción de José Luis Burguet.
https://www.alainet.org/es/articulo/108574
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS