El pan de vida de Jesús: desafío al imperio reflexión sobre Juan 6:51-69

23/08/2003
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El antiimperialismo fue una de las características fundamentales del mensaje y la práctica política de Jesús de Nazaret. Es a partir de su firme posición ante el imperio romano que él construye las coordenadas básicas de su visión de mundo y de Dios. Este rasgo básico de Jesús de Nazaret aparece diluido, oculto, disfrazado, mediatizado, mimetizado, a lo largo de los cuatro evangelios y de los otros escritos del Nuevo Testamento y hay que rastrearlo, intuirlo, olerlo, descifrarlo y descubrirlo, porque e suna de las claves de su mensaje, ya que Jesús nació, vivió, luchó, murió y resucitó en Palestina, un país ocupado militarmente por el imperio, como lo está en estos momentos Irak y Puerto Rico. El Movimiento de Jesús, en su fase inicial, no pudo ser cooptado ni asimilado, ni por el imperio ni por las clases dominantes locales afincadas en el Templo, es por eso que se decidió su aplastamiento, que inició con el asesinato de Jesús y la persecución de sus principales dirigentes. El imperio no se equivocó: era un movimiento anti-sistema. En este texto, se nos describe con el lenguaje simbólico de la comunidad de Juan, la ruptura provocada al interior del Movimiento de Jesús, por dos razones básicas: la radicalidad social -el pan de vida- del mensaje de Jesús y su rechazo a la dominación romano, que lo convierte en un movimiento subversivo, anticolonial. El concepto de pan es clave para Juan, como lo fue para Jesús. En un primer momento ( 6:1-15) presenciamos la solidaridad de Jesús con los que padecen hambre, y el milagro de la multiplicación de los panes, resultado de la organización popular. Jesús se identifica con los hambrientos y no los deja perecer. Luego Jesús camina sobre el agua de la represión , sin ser capturado, sin hundirse (6:16-21) y establece que solo los que creen pueden vencer el miedo y pertenecer a su Movimiento, al que se ingresa por medio del corazón y no por medio del estomago, de una actitud solidaria, de indignación frente a la injusticia del mundo. En otra escena, (6:22-24) observamos a la gente buscando afanosamente a Jesús, y cuando el decide dejarse encontrar les reclama que lo buscan "porque comieron hasta llenarse" y no porque hayan entendido las señales milagrosas. Lo buscan porque esperan más pan gratis, pero no entendieron que el milagro se logró a base de la fe y de la organización. Jesús no quiere una sociedad de parásitos sino d personas libres, productivas, creativas, solidarias. Jesús les enseña: "Yo soy el pan que da vida. El que viene a mi nunca tendrá hambre y el que cree en mi nunca tendrá sed." Las personas que se entregan a luchar por los demás, que es el llamado de Jesús, no son dirigidos por su estomago sino por su corazón. Y por eso los poderosos no pueden controlarlos, porque son diferentes, porque tienen un pensamiento crítico. "El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo." (6:51) Este pensamiento refleja una ruptura, la decisión de entregar la vida por la causa, y seguramente asustó a los oportunistas que se habían lanzado a seguir a Jesús confiando en lograr altas posiciones cuando se estableciera el Reino de su Padre, pero no querían saber nada de sacrificios, y mucho menos de persecución, de cárcel y de muerte. Temían criticar al imperio y le temían a la lucha y lógicamente tenían que temerle a Jesús. Luego les dice que "el que come de mi cuerpo y bebe de mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitare en el día último." (6:54) Cuando decidimos seguir a Jesús nos comprometemos con todo nuestro ser. Entramos en comunión. La comunión verdadera se alcanza por medio de la lucha. Solo cuando se enfrentan peligros comunes se reconoce que la vida de uno depende de la otra persona, que es nuestro hermano porque está dispuesto a dar su vida por nosotros. Esta es una experiencia que solo se alcanza en la lucha por la justicia, en el enfrentamiento con los poderosos, en la confianza de la entrega. Frente a este planteamiento, el rechazo a los romanos y la decisión de luchar, los sectores oportunistas se apartan y critican a Jesús, diciéndole: Esto que dice es muy difícil de aceptar:¿Quién puede hacerle caso? (6:60) Ningún oportunista del pasado ni del presente puede hacerle caso ya que solo les interesa acumular ganancias o poder. Pero millones de luchadores sociales han seguido, siguen y seguirán a Jesús hasta su segunda venida. De eso podemos estar seguros. "Desde entonces muchos de los que habían seguido a Jesús, lo dejaron y ya no andaban con él." (6:66) Jesús se quedo únicamente con el núcleo más consecuente, más comprometido, más militante. Como Iglesia Luterana Salvadoreña vivimos la misma experiencia hace veinte años, en mayo de 1982, cuando se decidió apoyar a refugiados del conflicto armado y se creó el Refugio Fe y Esperanza y un sector de la iglesia condenó esta acción y se retiró acusándonos de comunistas, por ayudar a los necesitados. Ellos pensaban que la iglesia era solo para orar y tuvieron miedo de la represión. Es triste reconocer que existen iglesias que se arrodillan frente al imperio y deciden no luchar por la justicia, y se encierran entre sus cuatro paredes a cantar alabanzas. Me acuerdo como hace unos dos años mientras la Policía Nacional Civil reprimía a una manifestación de campesinos, por la 49, que pedían ayuda luego de los terremotos, enfrente del lugar se encontraba una iglesia que cantaba jubilosa, en otro mundo, mientras se golpeaba a ancianos y a mujeres que demandaban pan para sus hijos. Y no salieron a socorrerlos. Vivían en otro planeta, los habían colocado en otro planeta, que no era el de Jesús. Pero la llama que prendió Jesús sigue encendida. Debemos también de celebrar la resistencia de comunidades de fe que confían en Jesús, el pan de vida, y que rechazan a los demonios de la globalización, a la OMC, al ALCA, al Plan Puebla-Panamá, a los Tratados de Libre Comercio, y marchan por las calles gritando y soñando: "firmes y adelante, huestes de la fe, sin temor alguno, que Jesús nos ve." Amén. * Rev. Roberto Pineda. San Salvador.
https://www.alainet.org/es/articulo/108249
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