Intimidación, lucha y capitalismo social
27/08/2005
- Opinión
Intimidación social
El 26 de agosto de 2005 el Gobierno Nacional a cargo de Néstor Carlos
Kirchner dispuso un operativo de saturación en el que participaron
alrededor de 2.000 gendarmes, prefectos y policías federales y
bonaerenses para impedir la marcha de los movimientos de trabajadores
desocupados que provenían de la zona sur del Gran Buenos Aires. Esta
clara demostración de acotar el reclamo y la lucha social fue
complementada con carros de asalto e hidrantes, helicópteros,
patrulleros, motos y el consabido armamento, que según dicen no
incluían armas de fuego. Esas que nunca existen pero que a la hora de
reprimir siempre aparecen. Lo vivido fue algo muy similar a un
estado de sitio en los hechos.
La marcha se realizaba por cumplirse 38 meses de la masacre del
puente Pueyrredón que dejó sin vida a Maximiliano Kosteki y a Darío
Santillán y que fuera ordenada por el ex presidente Eduardo Alberto
Duhalde y el gobernador bonaerense Felipe Solá. Los manifestantes
reclamaban un aumento en los planes sociales, trabajo genuino y el
esclarecimiento de los crímenes antes mencionados.
Después de haber prohibido el acto en el puente, los 3.000
manifestantes se dirigieron hacia la histórica Plaza de Mayo a la
cual también se les prohibió el ingreso mediante un operativo de
intimidación como pocas veces tengamos memoria de haber visto.
Tampoco el Gobierno Nacional permitió que una delegación de
piqueteros tenga una reunión con alguna autoridad nacional como
tampoco se avinieron a recibir un petitorio. Todo esto transcurrió en
un plazo de siete horas entre el comienzo de la movilización y la
desconcentración que en todo momento fue pacífica y donde no se
verificó ningún hecho de violencia por parte de los movimientos
sociales participantes (Frente Darío Santillán, MTD Aníbal Verón y la
Corriente Clasista y Combativa), sólo quedo demostrada la violencia
de la intimidación.
El día anterior la represión se daba contra desocupados en las
puertas de la Sociedad Rural y nuevamente en la provincia de Santa
Cruz con más heridos y detenidos, cada vez más fichados, más
procesados y más señalados con el dedo acusador de quienes hacen del
autoritarismo una cuestión de estado.
Hasta aquí los hechos acontecidos.
Lucha social
Ahora corresponde hacer la consideración de los motivos que han
llevado al Gobierno Nacional para actuar de la forma en que lo hizo,
la que cuenta con el beneplácito de los mismos sectores sindicados
por él como los que tienen un plan o pacto para desestabilizarlo. Una
paradoja que explica muchas cosas.
El presidente Kirchner determina las políticas necesarias para
desactivar al conflicto social existente con un ojo puesto en las
encuestas de la intención de voto para las próximas elecciones
legislativas y el otro puesto en las otras encuestas sobre la opinión
de unos cuantos cientos de consultados sobre el tema de los cortes de
puentes, rutas y calles. Se comprenderá la predilección gubernamental
hacia estás formas tan democráticas y tan participativas en la
cuestión política.
El tema principal y fundamental de discusión está fuera de la agenda
del Gobierno que desconoce una realidad laboral, social y económica
que está muy lejos de las soluciones que puede aportar este
capitalismo social siempre mencionado. Únicamente está presente en el
discurso oficial la agresión hacia los sectores de la sociedad que
tienen una mirada, junto a una ideología clara, precisa y combativa
hacia el modelo de exclusión y hambre, que no se condice con los
planes economicistas de la acumulación de riquezas y de dinero que se
quieren perpetuar en la Argentina. Aunque le pese y le moleste
estarán, como necesariamente deben estar, las miradas de las
izquierdas socialistas, comunistas y anarquistas siempre atentas,
vigentes y saludables a la hora de señalar que otro mundo es posible.
Después de más de dos años de gestión el presidente Kirchner ha
delimitado muy bien quienes pueden representar a los sectores
populares que están desocupados, de ahí que algunos de ellos sean
funcionarios y hagan subir a su clientela de desocupados a los micros
que los llevan a los actos donde las, y los, que quieren seguir
perpetuados en la democracia representativa llegan en helicópteros o
automóviles fuertemente custodiados para hablar de lo que solamente
ellos quieren imponer como realidad.
Algunos ciudadanos -únicamente reconocidos como tales a efectos de
las necesidades políticas- son instigados desde los medios de
comunicación reaccionarios, desde el Gobierno y también desde la
propia comprobación de la realidad para que rechacen sin mayor
análisis y comprensión a los otros ciudadanos que han perdido su
trabajo y también la oportunidad de tenerlo, esos que conforman la
mitad de la Argentina hambreada y excluida. Claro está que muchos no
comprenden que ese puente o esa ruta a veces cortada los conduce a
ellos mismos hacia las mismas fosas del trabajo mal remunerado, del
quebrantamiento de los derechos laborales, de la segura inequidad en
las oportunidades y para ser los posibilitadores que las
distribuciones del ingreso y la riqueza nacional nunca se produzcan.
O sea, que todos los ciudadanos son prisioneros del mismo sistema que
no los considera al momento de establecer las políticas activas que
imposibilitan el bienestar general e igualitario, por cualquier bien
nacido deseado y esperado.
Si el pueblo cae por imposición en estas contradicciones será señal
que el proyecto de los políticos seguirá presente y perdurará en los
tiempos futuros, una cuestión que no es menor para que se pueda
diseñar un país diferente y mejor. Es el mismo pueblo que hace 44
meses, a fines de diciembre del año 2001, reclamaba "que se vayan
todos" los políticos culpables de la destrucción económica, social,
educativa y sanitaria. El abandono del reclamo y la movilización, más
la frágil esperanza en confiar que algo cambiaría al fijar nuevas
reglas de juego institucionales dio como resultado que esos muertos
vivos se hayan quedado. Además, claro está, que se hayan
perfeccionado en sus formas de mentir y traicionar para que sea
posible el "que se queden todos".
Que la construcción de un movimiento social y popular para enfrentar
a las políticas de siempre no haya podido concretarse es un dato de
la realidad, que nadie puede desconocer y que desgraciadamente
permitió que se aumenten las prácticas prebendarias, mafiosas y
mentirosas de la política vernácula. Lo cual no significa que no está
pendiente la lucha del pueblo, que no existen las condiciones
objetivas para que se desarrollen las luchas sociales necesarias para
lograr poner las cosas en su lugar.
En muchos sectores éstas luchas se evidencian con mayor o menor
fuerza, con mayor o menor compromiso de clase, con mayor o menor
resultado. Pero existen más allá que se las quiera tapar desde la
mirada autoritaria del poder. Docentes, sanitaristas, estatales,
campesinos, estudiantes, trabajadores con o sin trabajo dan a diario
ejemplos que únicamente desde la unidad y la perseverancia en la
lucha por las reivindicaciones está el éxito y cambios buscados.
Porque miente el Gobierno, tan adicto y afecto a los pactos
electoralistas con los mismos impresentables que representan al
pasado político, cuando pretende instalar la idea que es la
"ultraizquierda" o los "revolucionarios" la que los quiere
desestabilizar. Claro está que ese discurso mendaz llega de una forma
u otra a muchos sectores de la sociedad, porque si se mintió, si se
miente y se vuelve a mentir mañana algo quedará en el inconsciente
colectivo. Ellos lo saben, por eso lo hacen.
Capitalismo social
Mientras éstas cuestiones suceden, mientras que el modelo de
exclusión se agudiza, mientras que los más ricos son cada vez más
ricos y los pobres cada vez más pobres, mientras que el Estado
acumula riquezas y fondos que no pone al servicio de la producción y
el bienestar general, mientras que se sigue atendiendo a los pagos de
la deuda externa odiosa e ilegal, y mientras muchas cosas más; las
esperanzas de millones de argentinos se van dinamitando y se van
perdiendo los más elementales principios de solidaridad.
Eso es sencillamente el producto que busca un sistema económico-
social-político que desprecia poner en el centro de sus acciones a
las mujeres y los hombres, jóvenes o ancianos, trabajadores o
desocupados. Eso es así desde el mismo nacimiento del capitalismo
moderno en el siglo XIX -sabemos que sus prácticas y bases ya tenían
varios siglos de preparación- que tomó diferentes nombres en su
camino hasta llegar a nuestros días a su mundialización dentro de la
globalización económica, política y guerrerista, o sea el
neoliberalismo.
La Argentina no es ajena a ello, sus gobernantes sin excepciones han
ido estableciendo los métodos necesarios para llegar al actual estado
de situación.
Quizás podamos comprender que cuando el Gobierno Nacional pierde la
calma, intimida a los desposeídos, miente sobre la realidad que todos
comprobamos como expulsiva de las mayorías lo que está haciendo es
exactamente lo mismo que las anteriores gestiones presidenciales:
Perfeccionamiento del capitalismo neoliberal, ahora llamado
capitalismo social y quizás mañana capitalismo progresista.
Terminar con esto es el desafío de los argentinos para que las
próximas generaciones no sean excluidas, vilipendiadas y olvidadas.
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