Metabolismo político

20/08/2005
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Metabolismo: m. Biol.. Conjunto de reacciones químicas que efectúan constantemente las células de los seres vivos con el fin de sintetizar sustancias complejas a partir de otras más simples, o degradar aquellas para obtener estas. Salvando las diferencias existentes, entre la ciencia biológica y la ciencia política, creí oportuno partir desde la definición del metabolismo para analizar la actualidad política-electoral de Argentina. Vaya, claro está, que mientras la primera se ocupa de los seres vivos; la otra es ocupada por unos cuantos “vivos” en nuestro país, aunque no somos exclusivos en esto último. Omitiré hacer mención de algunos políticos porque entiendo que los mismos ya están demasiado propagados y propagandeados por muchos medios de comunicación e información que se han olvidado de su misión esencial y fundamental que es la de ilustrar a la comunidad verazmente sobre los hechos. Después de 23 años ininterrumpidos de democracia, solamente representativa, se verifica un tremebundo retroceso de la participación ciudadana en los diferentes partidos, movimientos y frentes, de ayer y de hoy. Los sectores más dinámicos, y por cierto siempre más comprometidos como los estudiantes, trabajadores y profesionales están ausentes y olvidados por los “popes” de la partidocracia. Éste vacío sigue siendo ocupado por los mismos de siempre, sí los mismos que ayer ocuparon cargos públicos -por elección o designación- y que hoy los siguen ocupando, aunque les sea necesario hacer malabarismos políticos tan impúdicos como indómitos para presentarse como renovados en la “nueva política”. Una mirada hacia el pasado reciente, solamente dos décadas, demuestran que la incapacidad, la corrupción y la mentira sistemática se han convertido en el eje principal de las clases que dirigencialmente han llevado adelante la cosa pública. Esa que es de todos y para todos. Quienes no han podido dar respuestas a los problemas sociales, culturales, laborales y sanitarios son los mismos que en la actualidad se arrogan la representación y se colocan, con todas las patrañas habidas, conocidas e inventadas en los más altos escalones de la representación del pueblo. Son los mismos que han quebrado económica, financiera y laboralmente al país, y por consiguiente a su pueblo, postrándolos a los designios -por ellos elaborados y practicados- del capitalismo liberal o neoliberal que dicen querer cambiar a la absurda categoría de “capitalismo social”; aunque sabemos que lo único que hacen es perfeccionarlo más allá de las diatribas de ocasión. Cualquiera en nuestras tierras que pertenezca a la “clase política” puede subirse a los palcos, cooptar los micrófonos y las imágenes, transgredir los más elementales preceptos constitucionales y legales de la convivencia republicana y democrática en pos de conseguir más poder. Allí abajo, cuanto más abajo mejor, están las mujeres y hombres ciudadanas y ciudadanos esperando el mensaje salvador, o bien escuchando y viendo espasmódicos como se cruzan de espacios políticos con una velocidad solamente superada por la “comisión” de sus acciones políticas. Porque en esto debemos ser claros. Los que durante muchos años fueron compañeros entrañables en las rutas políticas, hoy se presentan como enfrentados e irreconciliables, pero mañana los veremos nuevamente unidos. ¿Acaso no ha sido siempre así?. ¿Acaso existe alguna duda que no volverá a suceder?. Los principios, dogmas e ideales políticos, por cierto en algunos sectores inexistentes, son llevados en la actualidad a la mínima expresión y hasta su destrucción total. Desde la izquierda hasta la derecha se comprueba una falta total de criterios y pensamientos superadores de los errores cometidos, manteniéndose vigentes las diferentes prácticas que han provocado pavor entre toda la ciudadanía. Los políticos siempre tan ligados a la práctica leguleya del Derecho, a nadie escapa que todos los presidentes pos dictadura han sido formados profesionalmente en éste, no les hace mella el hecho que los derechos al trabajo, la educación, la salud, la vivienda, a la protección y asistencia tanto de los menores como de la familia no sean considerados al momento de establecer las política activas en las gestiones gubernamentales. Por otro lado los miles de concejales y legisladores siguen demasiado preocupados por mantenerse por encima de la ola, la que generalmente los deja bien posicionados y considerados al momento de ser señalados con el dedo para su próxima participación, en la representativa democracia que defienden a cualquier costo violentándola sistemáticamente. Uno de esos costos es el dinamitar las bases mismas de la convivencia republicana y la división de los poderes del Estado. Ahí, y solamente ahí, es donde se verifica la participación democrática dentro de la política. En esa posibilidad de participar en las listas de candidatos, cuando el único mérito requerido es haber sido consecuente y no haber ofrecido una mirada diferente a la que impone el ojo del hegemonismo partidario. Las pocas excepciones confirman la regla. Desde ya que a muy pocos les interesa luchar por los derechos al desarrollo y al de los pueblos por su libre determinación, ni a la paz y el medio ambiente. Menos aún, crear los espacios de convivencia para lograr la unidad en la diversidad de las ideas y proyectos. El ciudadano común, la inmensa mayoría de olvidados y relegados, es invitado para participar en el juego democrático de unos pocos, muy pocos por cierto, que el día posterior a cualquier acto comicial dejarán de lado las falsas propuestas, olvidarán a los electores; y fundamentalmente seguirán con las prácticas autoritarias que la elección y la representación les permitió seguir acometiendo. Por todo lo expuesto, o bien por mucho más, en las próximas elecciones parlamentarias se verificará la “metamorfosis política” que convertirá en complejas aquellas cuestiones que deberían ser simples, como asimismo, las simples las convertirán en complejas. La degradación de los derechos más elementales del pueblo será el producto de las acciones de los políticos, las que rebajarán hasta la humillación las luchas que mantienen los excluidos y hambreados por el sistema impuesto y que los políticos en el poder defienden. Éstos son los momentos que el ciudadano debe pensar sí es justo permitir que sean vilipendiadas sus ilusiones de vida, de bienestar, de educación, de salud, de libertad, de seguridad social y de trabajo. Nos equivocaremos nuevamente si pensamos qué hacer con nuestra herramienta del voto “cuando asome el amanecer del 23 de octubre” como se anda propagando sin recato desde los ofensivos discursos de campaña.
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