Un Estado corrupto

12/05/2005
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El ciudadano argentino no debería perder la calma, ni preocuparse y menos prestar mucha atención a las denuncias que por estos días circulan respecto de sobresueldos, coimas, gastos reservados y enriquecimiento ilícito de políticos de ayer, de hoy y de mañana. Cuando una verdad es tan patente no requiere de muchos análisis ni extensas investigaciones judiciales que terminan, como termina todo en la República Argentina, en la nada. Porque es la nada el escenario donde los políticos realizan sus trapisondas que tienen como únicos beneficiarios a los miembros de su propia clase. O sea, la clase política. La impunidad con la que se manejan quienes llegan al poder es harta conocida y la posibilidad que, desde la mismísima política, surjan las reservas morales que actúen como antídoto contra los manejos espurios de los fondos públicos es una panacea inalcanzable. El paradigma de la correcta actuación de funcionarios, legisladores y jueces es improbable de alcanzar en la medida que se sigan manteniendo siempre los mismos en los espacios del poder. Ellos ocultan las realidades que todos sabemos y que basta comprobarlas al ver como se desesperan por no perder los espacios que todos nosotros entregamos, y que en cada oportunidad que nos llevan a sufragar confirmamos sin más inteligencia que el cumplimiento del deber cívico. No hace falta enumerar los diversos ejemplos que la corrupción de la política ha plagado nuestras vivencias e historias desde los inicios mismos de nuestra República. Todos los conocemos perfectamente y los hemos aceptado pasivamente. Claro está que la magnitud de los robos ha permitido que muchos se hayan hecho de fortunas y espacios de poder cada vez más perversos desde la hegemonía misma ejercida sobre los ciudadanos. No son simples hurtos ya que el apoderamiento indebido de fondos públicos fue perpetrado con violencia hacia nuestro bienestar e intimidando constantemente con la fuerza del poder y las mentiras a la ciudadanía. Al carecer en Argentina de una Justicia con la sabiduría y altura necesarias de perseguir la búsqueda de la verdad es imposible sacarnos de encima el flagelo de la corrupción. Pensar, por otra parte, que sea desde el mismo riñón político de donde surjan las acciones tendientes a terminar con el saqueo de lo público es una quimera sin más necesidad de análisis. Solamente nos queda por esperar que las riñas y las peleas en los diferentes ámbitos del Estado conduzcan al camino que los vayan desenmascarando, aunque la velocidad de los tiempos y vertiginosidad con que realizan anuncios supuestamente trascendentales taparán inmediatamente las verdades. Mientras miramos por la ventana adentro sigue el baile en el Estado corrupto, y solamente éste terminará el día que les cortemos las..., perdón que les cortemos la luz y los votos.
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