La palabra populismo se pone de moda cuando las derechas y oligarquías se sienten arrinconadas, a veces vencidas o al menos postergadas del poder. Entonces acuden a sus diccionarios socio políticos para atacar a gobiernos que no son de su agrado, es decir de su factura costumbrista y de sus mentalidades anquilosadas en los siglos XIX y XX. Suponen que lo populista es contrario a gobierno democrático. Término que tiene contenidos absolutamente de interpretación clasista, racista y señorial oligárquico. Porque democracia no tiene un solo significado, sino muchos y dependiendo de las prácticas en las distintas sociedades. Los gobiernos europeos o norteamericanos son tan democráticos que el pueblo no tiene ninguna participación ni decisión. Pues en estos años la palabra populismo se ha puesto de moda en las academias señoriales de América Latina, ante los avances de las distintas corrientes de gobiernos alternativos, llamados también progresistas. La palabra populismo encubre, para estas castas señoriales, su inutilidad en el conocimiento de nuestras realidades. Castas señoriales que desde siempre se han caracterizado por sus desconocimientos de nuestras realidades, y sus importaciones de modelos foráneos y ajenos a nuestras costumbres y mentalidades. En Bolivia la nitidez de las mentalidades señoriales, es también desde siempre modelo clásico de análisis político.
En cierto sentido el juego democrático puede servir como instrumento de alternancia, si tiene las condiciones ideales de grupos con condiciones y vocación de poder. En nuestro caso las organizaciones sociales se dieron cuenta que pueden jugar a la alternancia política, que pueden ser sujetos del ejercicio de poder efectivo. Esa consciencia sirvió para desplazar a las mentalidades coloniales y republicanas de las instituciones del Estado; aunque de manera incompleta. Tarea que ojala sea completada. En todo caso los límites del juego democrático son reales y contundentes: no se puede cambiar todo. Las trampas y contradicciones saltan a la vista. Los poderosos siguen teniendo las ventajas de la época colonial republicana. Muchos de ellos camaleónicamente se adaptan a los cambios.
Pero lo interesante es que en Bolivia, lo que se denomina populismo desde las miradas y visiones señoriales, es lo más moderno como prácticas políticas y sentido gerencial administrativo. Y Bolivia realmente se moderniza y cambia en estos últimos anos, lo que no sucedió en los anteriores gobiernos de las mentalidades señoriales oligárquicas. Los abanderados y “dueños” de la modernidad como se dicen en los discursos los imaginarios señoriales, han quedado ya en la vereda de la historia: anacrónicos, nostálgicos de un pasado que no fue. Aquellas oligarquías eran nomas poco modernas, poco liberales y realmente poco democráticas. Han sido totalmente superadas. Los llamados populismos son en estos años la vanguardia de la modernización y de la industrialización por estos lados del mundo. Son las paradojas de los acontecimientos de nuestras historias, que no responden en definitiva a patrones establecidos y occidentales. Es decir desconocidos para las lecturas clásicas de las élites supuestamente modernistas y democráticas, importadoras de modelos y visiones enteramente distintas y académicamente limitadas. La modernidad que no fue alcanzada por aquellas mentalidades elitistas enajenadas y extranjerizantes, está siendo conquistada por indígenas y campesinos, quizás como revancha y muestra a las fracasadas élites de cómo se tienen que hacer las cosas. Otro asunto es la crítica a la modernidad.
A las élites no les queda más remedio que dejarse llevar por las corrientes nacidas de las visiones e imaginarios populares, que devienen de una memoria larga de herencias culturales, costumbristas y mentalidades milenarias. Su fracaso histórico es tan evidente, que siguen nomas su rutina escolástica de repetir como loros lo que sus diccionarios académicos dicen: que fuera de ellos todo lo demás es populismo. En sus fracasos siguen considerándose los dueños y abanderados de la modernidad y la ilustración. De la llamada civilización y por antonomasia dueños de la industrialización. Élites que jamás estuvieron empapados con nuestras organizaciones e instituciones que sobrevivieron a siglos de colonización, de destrucción, de odio, de discriminación sistemática. El llamado Estado republicano nacido de estas élites, fue construido a espaldas de nuestras realidades, en realidad en contra de nuestras realidades: mental, espiritual y materialmente. Hoy las mentalidades republicanas también han sobrevivido, y se están adaptando a los nuevos acontecimientos aunque no están cambiando en sus esquemas y visiones e imaginarios republicanos. Y ese es el nudo de nuestros problemas: que las élites y las mentalidades republicanas son lo más arcaico y atrasado que tenemos, que teniendo las condiciones materiales y espaciales a su favor mentalmente no aprovecharon como debieron, sino todo lo contrario. Hoy no tienen nada que proponer, porque no les alcanza la estatura intelectual y peor científica desde siempre para proponer algo. Tuvieron que ser los llamados populismos, a sus ojos modernistas, los que traigan el desarrollo y la modernidad, a un país que quedaba estancado en la miseria y la pobreza, por lo menos con un siglo de desventaja frente a los vecinos y los demás países.
Pues sí, los llamados populismos son la vanguardia política, económica y social en estos territorios e historias. Las élites republicanas y coloniales son lo más atrasado y arcaico incrustados por la fuerza de la conquista, en nuestras realidades.
La Paz, 20 de febrero de 2015