El Foro de Sao Paolo y los desafíos de la izquierda
31/08/2014
- Opinión
En Bolivia la llamada izquierda no es una línea homogénea ni siquiera un conglomerado claramente establecido. Sino unas suposiciones globales que comparten algunas directrices, más o menos establecidas. Por ejemplo a partir del Estado, por ejemplo a partir de unas consignas compartidas alrededor de lo que se supone es la izquierda. En realidad en Bolivia, fueron los indígenas los que tomaron la iniciativa de empujar el carro de la historia, y cambiar el curso de esa misma historia. Y la llamada izquierda simplemente se atornilló al Estado, para acompañar desde esa posición al movimiento indígena. En ese sentido y se explica por supuesto lo poco que produjo intelectualmente la llamada izquierda, en este proceso. No existen documentos de investigaciones del mismo proceso, sino documentos que en la mayoría de los casos son discursos del presidente, del canciller y de líderes indígenas. Esos documentos son los referentes oficiales, de la llamada izquierda. Además, claro, hay también las otras izquierdas de la oposición, sobre todo encabezadas por los grupos troskistas, y ciertos grupos de anarquistas libertarios, que consideran a las izquierdas del poder como burócratas y palaciegos de los pasillos del poder. En conjunto, ni oficialistas ni opositores de izquierda, han sido capaces de producir materiales con nuevas relecturas del actual proceso. Me refiero desde sus categorías de sus escuelas teóricas.
Tradicionalmente la izquierda boliviana deviene de los hijitos de papi, desprendidos de la hacienda y la minería más clásica. Hijos rebeldes, pero siempre afines al poder. Por eso racistas y que en muchos casos regresaron a las faldas de sus padres (movimientistas, adenistas, falangistas, eneferistas), cuando las papas quemaban. De esos casos eran los normales en Bolivia. Las excepciones como Marcelo Quiroga Santa Cruz, confirmaban la regla general. Por supuesto que historias más populares, entre los mineros o campesinos, también existieron. Historias nada estudiadas o al menos sistematizadas. Considero que la generación más importante de izquierdistas, años 70 y 80, quemaron anclas y se convirtieron en neoliberales los años 80 y 90 del anterior siglo. Ahí destruyeron sus sueños y fracasaron como generación en Bolivia. Lo que queda hoy son resabios de esos fracasos y nacientes nuevos vientos, entre jóvenes que no conocieron las dictaduras y que el proceso de cambio les significa una oportunidad como generación. Pero la izquierda tradicional fue nomás funcional de la derecha más tradicional. Al final casi eran las mismas familias.
Hoy, cuando el mundo ha girado con vertiginosas vueltas, los desafíos de la llamada izquierda son colosales. Desde una nueva invención intelectual, de nuevas lecturas de la realidad y ciertamente nueva ética y moral. Para definitivamente terminar de quemar lo viejo, lo destartalado intelectualmente y sin respuestas a los nuevos desafíos del mundo presente. La izquierda necesita una verdadera revolución interna: intelectual y práctica. Y eso es parir documentos absolutamente propios, genuinos y teóricamente creativos desde Bolivia. Todo esto sobre la marcha del enorme desafío de gestión del Estado. Aprendizaje por demás clave para las estrategias de construcción de nuevas instituciones. La izquierda boliviana necesita nuevos Marcelos Quirogas, Zavaletas Mercado, y otros que en su momento han contribuido a interpretar y entender de mejor manera nuestras historias. Necesita también nuevos líderes. En general la llamada izquierda boliviana es poco productiva intelectualmente, costumbre que ojalá los jóvenes curen y superen; con producción y actitud moral nueva. Los temas e insumos son muchos: racismo, pigmentocracia, costumbrismos, educación católica conservadora, etc. Temas actuales y cotidianos nuestros, que necesitan ser investigados, sistematizados y aclarados desde los nuevos o viejos enfoques, para desenredar los complejos sociales, y luego sospechar nuevos rumbos y derroteros como país, y sociedad.
La izquierda boliviana tiene por otro lado, el desafío de ser más autónomo respecto del movimiento indígena. Hoy está nomás oculto bajo los ponchos de los movimientos indígenas. Su razón de ser son los movimientos indios. Y necesita ser más autónomo, con más autoestima y personalidad. Pero en eso deben entender del tipo de país que somos. Y curarse de sus heridas racistas y pigmentocráticas, que son secuelas mentales desde la hacienda y la minería, que moldearon la historia tradicional y señorial racista, e influyeron en los comportamientos de gran parte de la izquierda. Insisto, eso implica un enorme esfuerzo de creación de una nueva literatura, de una nueva actitud ante el país profundo.
Y finalmente, la izquierda tiene que seguir profundizando su actitud realista de manejo del Estado. Como forma de entrenamiento en temas de gestión. Porque sin esas condiciones exigentes, los peligros de la corrupción e inutilidad funcionaria son los ingredientes para la destrucción de revoluciones, y traiciones a las bases. Justificaciones siempre hay, cuando los fracasos son contundentes. Considero una oportunidad de oro para la izquierda boliviana, el actual proceso. Eso es si la izquierda lee bien el contexto, e interpreta a la altura de los acontecimientos. Asuntos nada sencillos y más bien complejos. Es decir, el renacer de la llamada izquierda depende sólo de ella. Tiene el escenario y las oportunidades que el movimiento indígena le da y le entrega, como el Estado. Por lo que ese resurgir no debería tener excusas, porque además como nunca antes son los jóvenes citadinos de esta generación los más interesados en esa resurrección.
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