Feliz Año Nuevo... a las petroleras
01/01/2005
- Opinión
El último día de 2004, el gobierno puso en vigor un alza en
los carburantes que, pese a haberse rumoreado desde hace
días, causó gran impacto en la población.
Las alzas decretadas este fin de año son: Gasolina especial
10%, Gasolina premium 10%, Jet fuel internacional 20%,
Diesel oil nacional 23%, Agro fuel 23%, Fuel oil 23%. La
gasolina de aviación, el querosén y el gas licuado se
mantienen sin variación, en tanto que el jet fuel nacional
baja un 10%.
De inmediato, las reacciones han sido adversas. Los
transportistas anuncian que tomarán medidas de repudio en
el curso de la próxima semana, la Central Obrera Boliviana
declaró huelga indefinida a partir del lunes, los
empresarios sostienen que la decisión del gobierno es
inoportuna y parlamentarios de diversos partidos
sostuvieron que, el gobierno, asume la misma conducta de su
antecesor.
Del mismo cuero salen las correas
El modelo neoliberal impuso precios internacionales para la
venta de carburantes en el país. Las explicaciones fueron
variadas aunque la que se esgrimía con mayor frecuencia, y
este gobierno insiste, es que precios bajos propician el
contrabando.
Esta situación se ha mantenido aunque, hace ya más de un
año, se denunció que las empresas beneficiadas con el
negocio de los hidrocarburos, venden en Bolivia a precios
superiores a sus ofertas en otros países. La insolente
respuesta de éstas fue que sus contratos les permiten
ofertar libremente y lo hacen en función de las
posibilidades de cada mercado. En otros términos: el
mercado cautivo boliviano debe pagar más.
A lo largo del año que concluye se han dado alzas pequeñas
que el pueblo ha resistido, esperando que la nueva ley de
hidrocarburos modifique la norma neoliberal de precios
internacionales.
Pero, la decisión de fin de año, repite la receta e impone
un impuesto a la empobrecida población, a través del alza
en los carburantes.
El mismo gobierno, conociendo el grave impacto de esta
medida, concede un bono de Bs. 100 (menos de 12 dólares)
por una sola vez, a los empleados públicos. Días antes,
había anunciado que se mantenía el monto del bonosol en Bs.
1.800. Este bono se otorga a todos los mayores de 65 años
una vez cada año y depende de los intereses obtenido por el
Fondo de Capitalización Colectiva (FCC) que, en los últimos
años, ha sido insuficiente para cubrirlo.
A Dios rogando y con el mazo dando
La noche del 31 de diciembre, el presidente Carlos Mesa
dará su mensaje de fin de año. Puede adelantarse que
invocará a la providencia para que el próximo año sea
venturoso. Tratará de minimizar el impacto que tendrán las
medidas de reajuste tarifario en los carburantes y echará
la culpa de la difícil situación del país al Poder
Legislativo. Ese ha sido el tono en que se ha manejado
desde hace varios meses.
Pero las consecuencias de su medida son conocidas. El
transporte tendrá que cargar los nuevos precios sobre sus
tarifas de carga. Alimentos, textiles, productos
elaborados, toda mercancía tendrá un costo mayor. El mismo
transporte público, que por varios años tiene sus tarifas
congeladas, deberá aumentar sus precios.
Aún teniendo en cuenta esta escalada, el gobierno niega un
aumento salarial, insistiendo en la crisis que vive el
país.
No hay peor sordo que el que no quiere oír
Carlos Mesa y sus ministros repiten y repiten la monserga
de que no hay otras vías para enfrentar el déficit
presupuestario. Es posible, incluso, que el equipo
económico del gobierno esté trabajando en un decreto que
aumente los impuestos.
Se han dado varias alternativas, pero cada una representa
una ruptura del modelo neoliberal y, el presidente Mesa se
muestra cada vez más reacio a modificarlo.
El negocio de las petroleras les reporta ganancias
exageradas, pese a que sus representantes nieguen tal
extremo. Basta señalar que, el último año de operaciones de
YPFB, el tesoro público recibió más de 300 millones de
dólares, en tanto que ahora, siete años después, las
regalías no alcanzan ni a 100 millones. La aprobación de
una nueva Ley de Hidrocarburos, modificaría esta situación
y, por supuesto, reduciría el déficit fiscal.
En otro campo, mientras el gobierno crea un llamado
“hospital de empresas” que no termina de funcionar pero
que, sin embargo, tiene fondos superiores a los 300
millones de dólares, las inversiones sociales se reducen a
menos de 100 millones.
Está también la contradictoria situación creada por las
leyes de capitalización (versión boliviana de la
privatización) que depositaron más de 1.600 millones de
dólares en bancos norteamericanos, descartando la inversión
de ese monto en el país.
Así, se mantiene la crisis porque las petroleras –al igual
que otras empresas extranjeras- son las beneficiarias del
producto interno boliviano, en tanto que el pueblo sigue
siendo esquilmado. ¡Felices Fiestas!
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