Nuevamente los campesinos a las calles!
13/10/2013
- Opinión
Si no fuera porque en Colombia casi todo es fábula, diríamos que solo imaginarnos una nueva hora cero para que los campesinos vayan al paro, no es para nada serio ni sensato. Pero, es que literalmente nuestros campesinos están en la calle, y el país, el gobierno, incluso la mesa de la Habana, han permanecido impávidos ante ello. Todos somos responsables de la situación del sector rural colombiano: Los grupos armados que han marcado el terror y el despojo, bajo la máscara de Robin Hood; los burócratas de turno que ni se enteran de lo que pasa y están más que convencidos que con unos resultados estadísticos de un trimestre económico al alza todo ha empezado a solucionarse; los académicos que hemos acolitado este modelo nefasto, y en general el país, y los mismos campesinos que nos hemos encargado de votar por los mismos programas de gobierno que bajo los estandartes de libre mercado han hecho de los sectores agrario e industrial actividades no rentables y poco dignas para garantizar el crecimiento y el desarrollo del país.
Las democracias se construyen en las calles, es en ellas donde las poblaciones demandan con una lógica diferente a lo que han realizado en las urnas, muchas veces no han acudido al voto por razones distintas, incluso la presión armada. Pero, en una democracia sólida los acuerdos no sólo se respetan sino que se constituyen en nuevos hitos que van permitiendo los consensos sociales. En Colombia hemos venido entendiendo estos acuerdos como presiones indebidas de grupos de poder, llámense paperos, arroceros, cafeteros, estudiantes, maestros… todo al estilo de la señora Thatcher cuando se convirtió en la Dama de Hierro precisamente por diezmar las presiones sindicales y ciudadanas, una dictadora cuando el mundo occidental la revistió con un halo de demócrata neoliberal.
El Gobierno constituye mesas de trabajo sectoriales, que podrían ser una opción interesante para evitar la calle, donde la ciudadanía y las organizaciones sociales confluyen con empresarios y el Estado para encontrar alternativas de solución a las situaciones particulares de los sectores económicos. Pero, son una burla, donde los mismos actores sociales se han cegado. Deben de ser instrumentos para el debate, para lograr acuerdos, y no para dilatar, presionar el cansancio y por ende la dispersión de los movimientos.
Los ministros -rezagan medidas que deberían expedirse de manera rápida tras los acuerdos, como es el caso de las salvaguardas que les permiten a los productos agrarios protegerse de las importaciones. Sin embargo, un mes después se hizo, y la papa fresca y precocida, lactosuero, leche en polvo, cebolla, fríjol, arveja, tomate, pera y queso fresco, tienen hoy el instrumento preciado, con el que se espera pueda generarse unas condiciones propicias para los productores. Pero, igual ocurre con la comisión intersectorial para la regulación de precios o con el refinanciamiento de las deudas en el sector.
También es cierto que se debería hacer pedagogía y explicar que probablemente estas medidas lleven un tiempo prudencial para poder implementarlas e incluso deban pasar por aprobación de otros cuerpos colegiados como el Congreso. Es en estos momentos donde el compromiso social de ministros y congreso deberían estar por encima de sus pretensiones de burócratas. Se ha puesto en contraposición los arreglos políticos de los ajustes técnicos. Nada más salido de tono. Lo técnico deberá estar al servicio de los acuerdos políticos, son los mecanismos los que se tienen que ajustar a los nuevos acuerdos sociales, y no al contrario; de ser así, como es pretensión de los tecnócratas, sencillamente la política se convertiría en una aplicación mecánica de algo ya estipulado e inamovible. ¡Vaya negación de la democracia!
Lo cierto de todo es que ante las presiones del paro, del que se firmó el acuerdo y de un nuevo momento, el Gobierno no puede ser tan irresponsable de salir a prometer cosas que en la práctica no puede o no está dispuesto a cumplir, o por lo menos no de manera expedita. Recordemos que igual ocurrió con los estudiantes y después de dos años no ha pasado nada con la reforma del sector, lo que llevará a que desde este 16 de octubre la Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) esté convocando a nuevas jornadas de protesta. Igual ocurre con el sector de la Salud y lo que ha pasado con el Congreso y el debate social frente a la reforma, no sólo es un chantaje social, que se ha resuelto con una prima extra a los congresistas, sino que es una ofensa a la dignidad de un país que debería de tener algún tipo de respuesta por parte de la sociedad. O con los cafeteros que ante una mala decisión de elección sobre los mecanismos de entregas de las ayudas se han desatado fraudes advertidos por los mismos campesinos.
Los puntos de quiebre los van dando los mismos funcionarios, como el Director del DANE que se opuso al Censo campesino por no considerarlo viable en tiempo de elecciones cuando esté ya debería estar terminado, o el de Hacienda que no había trasladado los recursos, o el de Comercio que plantea salvaguardas transitorias como si los problemas fueran de coyuntura y no el resultado de las deficiencias estructurales de la economía. Todo esto producto de su apuesta decidida, aunque no explícita, por un modelo de desarrollo que a todas luces ha mostrado su imposibilidad para atender las necesidades de un país compuesto por pequeños y medianos productores. Es más se han trenzado en una serie de discusiones sobre los resultados económicos que no sólo desconocen los problemas históricos sino que de manera electorera pretenden mostrar discutibles cifras macroeconómicas como logros de políticas que en la práctica no existen. Pareciera que tenemos dos presidentes: uno que se muestra demócrata con un discurso social llamativo; y otro, el de sus ministros, hacia adentro, que aboga por la profundización de las condiciones que nos mantienen sumidos en la pobreza y con un Estado fallido.
Es tiempo entonces que pasemos la página de funcionarios de apariencia tecnócrata, pero que terminan en la dirección de los partidos políticos o de importantes empresas e instituciones nacionales e internacionales, cobrando por ventanilla los favores adjudicados. Es necesario que se piense la política como la estrategia que nos irá a permitir no sólo llegar a unos acuerdos de paz, sino a construir un país más justo más equitativo. Es una obligación entender la economía como un instrumento que nos tiene que permitir obtener las condiciones materiales para vivir de manera decente y no para hacer demagogia buscando la favorabilidad de los votantes.
Jaime Alberto Rendón Acevedo
Centro de Estudios en Desarrollo y Territorio, Universidad de La Salle
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 372
Semana del 11 al 17 de octubre de 2013
Corporación Viva la Ciudadanía
https://www.alainet.org/es/active/68135
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