La imposibilidad del diálogo
20/08/2013
- Opinión
En el mes de julio, una de las comunidades agrarias de San Marcos que participa en Plataforma Agraria celebró, con gran entusiasmo, la formalización por parte del Fondo de Tierras de la reducción significativa de su deuda con esa entidad, lo que se hizo a través de la ampliación del subsidio, que es parte de la política de reestructuración social y económica de la deuda agraria. Tal celebración es a todas luces legítima y merecida en la medida en que la decisión del gobierno de la República se origina en una lucha de años de las organizaciones campesinas, que incluyó, aparte de sus expresiones más conocidas, como plantones, caminatas y manifestaciones, la preparación cuidadosa de propuestas y su discusión con los funcionarios de turno. Desembarazarse de una parte importante de esta llamada “deuda agraria” aliviana el futuro para esta y otras comunidades que, como bien lo explicó en su momento un dirigente campesino, se acercaron al Fondo de Tierras buscando tierra y lo que consiguieron fue deuda.
En el caso de la comunidad a la que nos referimos, sin embargo, la celebración tuvo también otra lección que se agrega a la más obvia de que el trabajo organizado, bien fundamentado e incansable puede rendir frutos. Es la lección de que a ese paso logrado no necesariamente seguirán otros sin nuevas luchas denodadas. ¿Por qué decimos esto? Porque esta celebración tuvo la particularidad de contar con la presencia del presidente de la República, lo que, si bien puede decirse que le dio mayor trascendencia al acto, también mostró rápidamente la distancia entre el mandatario y la comunidad, a pesar de encontrarse éste en “territorio” campesino agrario.
La distancia entre el mandatario y la comunidad campesina comenzó a marcarse en el proceso de reterritorialización que la avanzada de la SAAS llevó a cabo para preparar las condiciones para la llegada del Presidente. Es claro e incuestionable que se requiere desarrollar un proceso de seguridad previo al arribo de altos funcionarios y, más aún, cuando se trata del más alto de ellos. La pregunta quizá sea si se requiere un despliegue tan grande como el observado ese día y si, además, se requiere descolocar los símbolos de la organización comunitaria para en su lugar colocar los de la entidad del Estado, en este caso el Fondo de Tierras. Esta demarcación simbólica y física más que propiciar el intercambio, se convirtió en frontera, en vacío entre el Presidente y sus ministros, y la comunidad agraria.
La comunidad se levantó muy temprano ese día, las mujeres prepararon tamales y otros alimentos para la celebración, se adecuó el lugar, se sacaron las mejores ropas y se tuvo todo listo para la celebración, cuyo punto culminante sería la llegada del presidente y sus ministros. Pero ellos, los altos funcionarios, solamente tenían media hora de tiempo disponible para estar en la comunidad. Entonces, los dirigentes debieron reducir sus expectativas de una agenda amplia para tratar con las autoridades, que incluiría, entre otras, sus preocupaciones por el paulatino ahorcamiento de su territorio por parte de proyectos extractivos y de monocultivos; la falta de impulso a la Ley de Desarrollo Rural; la criminalización de las luchas campesinas y de muchos de los dirigentes del movimiento campesino; y el acceso a tierra por vías alternas al mercado.
La opción que quedaba por el lado de los y las campesinas era la de trasladar sus mensajes a través del único discurso que podría decirse esa mañana. Este discurso era, entonces, central para todos los allí presentes. Y el discurso se desarrolló en el tiempo previsto, pero el Presidente y su séquito estuvieron buena parte del mismo en intercambios a voz baja poniendo escasa, si alguna, atención al dirigente que se esforzaba por cumplir con su cometido de hacer llegar, junto al agradecimiento y el reconocimiento de la comunidad, sus grandes preocupaciones. Cuando tocó el turno de hablar al Presidente, su discurso fue seco, lleno de lugares comunes y para nada anclado en las especificidades de la comunidad que lo recibió con gran algarabía. Como dijo reflexionando días después un dirigente: “Él vino a alabarse y nosotros creíamos que venía a escuchar nuestra problemática”.
Con la rápida salida de los visitantes se fue también la oportunidad de un diálogo abierto y franco con una comunidad luchadora, dispuesta a pagar sus deudas cuando éstas son razonables y con capacidad crítica para ser interlocutora constructiva en el debate sobre el desarrollo de nuestro país.
Guatemala, 20 de agosto del 2013.
Clara Arenas Bianchi es Directora Ejecutiva de Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO)
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