Toledo y Gutiérrez: algo más que dos

02/06/2004
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Perú y Ecuador tienen muchas cosas buenas en común. El acuerdo de paz que ha abierto nuestras fronteras a posibilidades de desarrollo. Quito y Cusco se asemejan mucho, tanto en su pasado incaico -en ambas ciudades hay iglesias construidas sobre templos incas-, como en su posterior trazado cuadricular español -el "damero de Pizarro" también se puede ver desde el mirador de Quito-; es más, el acento quiteño y cusqueño conservan cierto aire de nobleza. Da la impresión que si Cusco hubiera sido la capital de la República, tal vez tendríamos dos polos de desarrollo en costa y sierra, como sucede en el Ecuador con Quito y Guayaquil. Pero lamentablemente no sólo nos unen cosas "en positivo". La pobreza y la pobreza extrema aquejan a la mayoría de ecuatorianos y peruanos (nuestros niños tienen similares problemas de retraso en el crecimiento, para poner tan sólo un ejemplo). La deuda externa parece eterna en ambos países, que dedican gran parte de sus presupuestos públicos a pagarla en desmedro de la inversión social o de obras públicas. Los considerables mayores ingresos por el petróleo, en el caso del Ecuador, y del oro y minerales, en el caso del Perú, no han ayudado a paliar ni la pobreza ni la deuda externa. La migración es pan de todos los días en ambos países, sosteniendo a miles de familias con sus crecientes remesas desde el exterior; así, el trabajo en el exterior, y no el oro ni el petróleo, se ha convertido en fuente de esperanza y bienestar para peruanos y ecuatorianos. Al llegar al aeropuerto de Quito la semana pasada, las personas que gentilmente me fueron a recoger comentaron alarmados que Lucio Gutiérrez había llegado tan sólo al 8% de aprobación! Los miré con tranquilidad y los calmé diciéndoles que podía ser peor, pues nuestro Presidente Toledo frisaba apenas el 6% de aprobación ciudadana. Pero a ambos los une una abrumadora desaprobación ciudadana. Tenemos dos presidentes con varias similitudes, en el pasado cercano, positivas, pero en el presente, muchas negativas y ciertamente alarmantes para la estabilidad política de nuestros países. Aunque de origen distinto (uno lideró la resistencia democrática, el otro mas bien participó en el golpe que derrocó a Mahuad), ambos eran percibidos como nuevos en política y no representaban a los "partidos tradicionales", por ende, generaron mucha expectativa, entre otros muchos aspectos, por sus discursos contra la corrupción. En el caso del Perú, Toledo ofreció "desmontar" el "andamiaje de la mafia fujimontesinista" que tanto había saqueado las arcas fiscales. Sin embargo, poco tiempo pasó -demasiado poco tiempo- para que ambos comenzaran su caída libre en la aprobación ciudadana medida por las encuestas de opinión. En pocos meses ambos presidentes desgastaron su popularidad y las expectativas puestas en ellos y lo que antes era apoyo y simpatía, se tornó rápida y peligrosamente en rechazo e irritación ciudadana. Seguramente, como en el caso del Perú, el mayoritario rechazo ciudadano al gobierno de Lucio Gutiérrez no sólo se explica por los permanentes errores personales de la figura presidencial - muchos de los cuales, coincidentemente, tienen que ver con algunas frivolidades que tanto irritan en países pobres como los nuestros-, sino a un complejo conjunto de factores políticos y sociales. Nos permitimos, empero, hacer referencia muy brevemente a dos factores que, creemos, han sido claves para llevar a Toledo y a Gutiérrez a situaciones en las que el debate se centra hoy en día, en gran medida, en la posibilidad de la vacancia o renuncia del Presidente (en el caso del Ecuador, ese tema ya se comenzó a debatir abiertamente en el Parlamento y en los medios de comunicación desde la semana pasada). El primero de esos factores son los escándalos de corrupción que han comprometido a sectores importantes de ambos gobiernos, lo que, sumado a la prédica anticorrupción gubernamental, ha generado mayor irritación y decepción ciudadanas; algunos casos evidentes de nepotismo han contribuido notablemente a ese ánimo colectivo. El segundo factor es la torpeza y falta de reflejos con que -con demasiado frecuencia- ambos gobiernos han enfrentado muchos de estos escándalos o las crisis gubernamentales. En el Perú hay muchos ejemplos de ello; en el caso del Ecuador, la semana pasada un Ministro, a quien el Gobierno de los Estados Unidos le había negado el ingreso a ese país, se defendió sosteniendo que "aún no había sido notificado formalmente", pese a que todo el país ya lo sabía… finalmente fue removido del cargo. Otro rasgo común de ambos países es la influencia de las fuerzas armadas en un contexto político marcado por la inestabilidad y la sombra permanente de estallidos sociales. En el caso de Lucio Gutiérrez, no olvidemos que es un militar en situación de retiro y que tal vez no le resulte tan sencillo al Parlamento removerlo del cargo (aunque otros acusan descontento al interior de las fuerzas armadas por sueldos impagos). El caso de Toledo, cada vez más recostándose en las fuerzas armadas para no caerse con las revueltas o movilizaciones sociales en varios lugares del país (Ilave, Tingo María y otros). Ambos presidentes necesitados -y en el caso de Toledo, crecientemente necesitado gracias a su actual Ministro del Interior- del apoyo de los militares para la estabilidad de sus respectivos gobiernos. Si, además, tomamos en cuenta el régimen de Chávez en Venezuela, puede ser que los años de las dictaduras militares hayan pasado en el continente, pero tal vez no la de las democracias tuteladas o de los Estados de Derecho vaciados de contenido, como sin duda fue el régimen de Fujimori. Ideelepolitica N° 31, 3 de junio de 2004
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