Reafirmando identidades
Censo, política y medios
12/12/2012
- Opinión
El pueblo estuvo a la altura del compromiso para construir un nuevo registro estadístico, que le servirá al Estado Plurinacional para articularlo con las políticas de bienestar que viene realizando.
“El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado…”
Este fragmento del Preámbulo de la nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, representa en parte los objetivos que el gobierno de Evo Morales está cumpliendo: recuperar la soberanía política, comenzar con una reforma agraria y una consecuente distribución de la riqueza, y reconocer a la mayoría indígena que habita el territorio boliviano.
Rescatar la esencia de los pueblos andino-amazónicos y ponerlos en la escena protagonista fue una de las tantas cuentas pendientes que los gobiernos de turno tenían con las mayorías conscientemente olvidadas y postergadas por décadas. En esta sintonía, el Censo Poblacional y Habitacional celebrado los últimos días de noviembre pasado en Bolivia se convirtió en un elemento de fortalecimiento del compromiso que el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) tiene con el pueblo. Mediante este Censo se reconoce y afirma estadísticamente a la mayoría indígena.
Sin embargo, y como era de esperar, el censo encontró críticas de todo tipo en los medios líderes de opinión. Más allá de que desde el Instituto Nacional de Estadísticaaseguraron que el proceso del Censo de Población y Vivienda que se ejecutó en todo el país entre 21 y 23 de noviembre pasado fue un éxito, medios paceños como El Diario y La Razón resaltaron una supuesta improvisación, acusando inexperiencia en los censistas y un número faltante de boletas considerable que no permitió la realización total del censo.
Desde El Diario, considerado el decano de la prensa boliviana, fustigaron la realización y los objetivos del censo dejando en claro su carácter anti indigenísta. En su editorial del 26 de noviembre, el diario se encargó de cuestionar la configuración étnica del país: “…al ignorar al mestizaje tal vez se pretenda mostrar a nuestro país como completamente indígena, lo que va en contra de realidades que son categóricas y terminantes. Igualmente, se ignoraría completamente las creencias religiosas del pueblo (¿será porque surgen, al calor de la Pachamama, nuevos “dioses”?). Este desconocimiento viola la personalidad de los bolivianos que pertenecen a uno y otro credo religioso, especialmente católico, que es la mayoría de la población…”.
Negar la realidad histórica de un país constituido en dos tercios de su población por etnias indígenas -datos del censo efectuado en el año 2001- es olvidarse de una función esencial del periodismo la de ser el vehículo informativo de las mayorías y no responder solamente a la visión “blanqueada” de las burguesías locales. Más aún teniendo en cuenta que meses atrás un sondeo de opinión presentado por la Universidad de Vanderbilt (auspiciado por Idea Internacional y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) determinó que el 80 por ciento de los bolivianos y bolivianas se auto identifica como indígena.
Un censo en el contexto actual boliviano no pretende solo recabar datos estadísticos y afirmar la identidad de las diversas etnias que habitan el país, sino también para articular el conocimiento necesario para llevar a cabo una redistribución de la riqueza social. Este concepto no es una retórica vacía. Existe el proyecto “Vivir bien” para mejorar los medios de vida de los pueblos indígenas alto-andinos, a través del fortalecimiento de la seguridad de la tenencia de la tierra y el acceso a los recursos naturales en Bolivia y Perú.
En las regiones alto-andinas de Bolivia el concepto de bienestar se basa en el concepto cultural del Suma Qamaña: buen vivir o vivir bien, paradigma que se ha adoptado para el proceso de transformación del Estado en Bolivia.
Este Plan Nacional de Desarrollo que tiene como objetivo reorganizar la distribución de las tierras y detener la enajenación de los recursos que los gobiernos liberales permitieron durante décadas, choca con la desesperada empresa de construir autonomías dentro del país.
Lo que buscan las administraciones de la denominada medialuna, integrada por los Departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, es mantener la estructura latifundista sobre las tierras más productivas del país, incrementar la apropiación regional de la renta petrolera y gasífera y detener -o al menos aminorar- los movimientos migratorios de los campesinos más pobres del altiplano hacia el Oriente.
No es sorpresa que los medios de La Paz y Santa Cruz de la Sierra, configurados al calor de la desregularización de la comunicación y la debilidad del Estado, hoy trinen porque el Código Penal determina en su artículo 281 que consigna la figura de “difusión e incitación al racismo y la discriminación”.
¿O será que los propietarios de los consorcios de comunicación tienen que salir a disparar mensajes contra este nuevo Estado, porque se lo exige el poder económico? Tal vez, la idea de reafirmar la identidad de un pueblo postergado por las políticas de las burguesías regionales vaya en dirección contrario a los intereses de los grandes consorcios comerciales que se enriquecen o a sectores conservadores como la Iglesia Católica. Si fuese así, bienvenido sea el censo.
Este fragmento del Preámbulo de la nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, representa en parte los objetivos que el gobierno de Evo Morales está cumpliendo: recuperar la soberanía política, comenzar con una reforma agraria y una consecuente distribución de la riqueza, y reconocer a la mayoría indígena que habita el territorio boliviano.
Rescatar la esencia de los pueblos andino-amazónicos y ponerlos en la escena protagonista fue una de las tantas cuentas pendientes que los gobiernos de turno tenían con las mayorías conscientemente olvidadas y postergadas por décadas. En esta sintonía, el Censo Poblacional y Habitacional celebrado los últimos días de noviembre pasado en Bolivia se convirtió en un elemento de fortalecimiento del compromiso que el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) tiene con el pueblo. Mediante este Censo se reconoce y afirma estadísticamente a la mayoría indígena.
Sin embargo, y como era de esperar, el censo encontró críticas de todo tipo en los medios líderes de opinión. Más allá de que desde el Instituto Nacional de Estadísticaaseguraron que el proceso del Censo de Población y Vivienda que se ejecutó en todo el país entre 21 y 23 de noviembre pasado fue un éxito, medios paceños como El Diario y La Razón resaltaron una supuesta improvisación, acusando inexperiencia en los censistas y un número faltante de boletas considerable que no permitió la realización total del censo.
Desde El Diario, considerado el decano de la prensa boliviana, fustigaron la realización y los objetivos del censo dejando en claro su carácter anti indigenísta. En su editorial del 26 de noviembre, el diario se encargó de cuestionar la configuración étnica del país: “…al ignorar al mestizaje tal vez se pretenda mostrar a nuestro país como completamente indígena, lo que va en contra de realidades que son categóricas y terminantes. Igualmente, se ignoraría completamente las creencias religiosas del pueblo (¿será porque surgen, al calor de la Pachamama, nuevos “dioses”?). Este desconocimiento viola la personalidad de los bolivianos que pertenecen a uno y otro credo religioso, especialmente católico, que es la mayoría de la población…”.
Negar la realidad histórica de un país constituido en dos tercios de su población por etnias indígenas -datos del censo efectuado en el año 2001- es olvidarse de una función esencial del periodismo la de ser el vehículo informativo de las mayorías y no responder solamente a la visión “blanqueada” de las burguesías locales. Más aún teniendo en cuenta que meses atrás un sondeo de opinión presentado por la Universidad de Vanderbilt (auspiciado por Idea Internacional y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) determinó que el 80 por ciento de los bolivianos y bolivianas se auto identifica como indígena.
Un censo en el contexto actual boliviano no pretende solo recabar datos estadísticos y afirmar la identidad de las diversas etnias que habitan el país, sino también para articular el conocimiento necesario para llevar a cabo una redistribución de la riqueza social. Este concepto no es una retórica vacía. Existe el proyecto “Vivir bien” para mejorar los medios de vida de los pueblos indígenas alto-andinos, a través del fortalecimiento de la seguridad de la tenencia de la tierra y el acceso a los recursos naturales en Bolivia y Perú.
En las regiones alto-andinas de Bolivia el concepto de bienestar se basa en el concepto cultural del Suma Qamaña: buen vivir o vivir bien, paradigma que se ha adoptado para el proceso de transformación del Estado en Bolivia.
Este Plan Nacional de Desarrollo que tiene como objetivo reorganizar la distribución de las tierras y detener la enajenación de los recursos que los gobiernos liberales permitieron durante décadas, choca con la desesperada empresa de construir autonomías dentro del país.
Lo que buscan las administraciones de la denominada medialuna, integrada por los Departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, es mantener la estructura latifundista sobre las tierras más productivas del país, incrementar la apropiación regional de la renta petrolera y gasífera y detener -o al menos aminorar- los movimientos migratorios de los campesinos más pobres del altiplano hacia el Oriente.
No es sorpresa que los medios de La Paz y Santa Cruz de la Sierra, configurados al calor de la desregularización de la comunicación y la debilidad del Estado, hoy trinen porque el Código Penal determina en su artículo 281 que consigna la figura de “difusión e incitación al racismo y la discriminación”.
¿O será que los propietarios de los consorcios de comunicación tienen que salir a disparar mensajes contra este nuevo Estado, porque se lo exige el poder económico? Tal vez, la idea de reafirmar la identidad de un pueblo postergado por las políticas de las burguesías regionales vaya en dirección contrario a los intereses de los grandes consorcios comerciales que se enriquecen o a sectores conservadores como la Iglesia Católica. Si fuese así, bienvenido sea el censo.
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
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