El foro sobre asamblea constituyente y pueblos indígenas
07/04/2004
- Opinión
Los pasados días 29, 30 y 31 de marzo el Ministerio de Asuntos
Indígenas convocó a dicho foro nacional, al que asistieron más de
doscientas personas, en su mayoría indígenas, con la
participación de expertos de varios países, la mayor parte de
ellos también indígenas; estuvieron presentes representantes de
Ecuador, Colombia, Brasil, Guatemala, Nicaragua, Panamá y
Venezuela. A lo largo del Foro se pudo observar los siguientes
elementos, que resultan importantes a la hora de reflexionar
sobre el tema:
Las posiciones del Gobierno
Pese a que no hubo ninguna ponencia directamente encaminada a
expresar las posiciones del actual Gobierno, que en Octubre se
comprometió a convocar a Asamblea Constituyente tal como el pueblo
lo había pedido, el Canciller Siles (que estaba en representación
del Presidente de la República), a tiempo de inaugurar el evento,
se permitió plantear dos ideas a nombre del Gobierno: La primera,
que la Asamblea Constituyente debería restringirse a formular un
nuevo texto constitucional, lo que equivale a asumir una amplia
responsabilidad legislativa, pero no debía entrar en nada que
fuera fiscalización, pues para eso está el Congreso Nacional, que
en su criterio deberá seguir cumpliendo sus funciones mientras
sesiona la Constituyente (por cuatro o máximo seis meses). La
segunda, que la Constituyente debería concentrarse en los temas de
índole política, y no tanto en los temas económicos, que se
supone son más bien para expertos en la materia. A continuación
el Sr. Canciller se fue y no hubo posibilidad de discutir sus
planteamientos.
De todas maneras quedó a la vista que el Gobierno no entendió en
absoluto los planteamientos de la movilización de Octubre, que se
referían a una Constituyente totalmente representativa y con
plenos poderes para "refundar" el país, lo que es incompatible
con las posiciones expresadas por el Canciller, ya que una
refundación tiene que empezar precisamente por los temas
económicos (control de recursos, distribución de la riqueza,
formas de gestión de la producción de bienes y servicios etc.); y
por otra parte presupone una Constituyente auténticamente
soberana, que una vez instalada decidirá si tiene sentido que a
su lado siga funcionando un Parlamento obsoleto y muy poco
representativo, y si tiene sentido que los superintendentes sigan
tomando decisiones al margen de lo que la propia Constituyente
defina, y así en todos los campos. De hecho las conclusiones del
Foro contradijeron esas posiciones expresadas por el Canciller.
Las posiciones de los pueblos indígenas u originarios
Las posiciones de los representantes indígenas u originarios (dos
términos que expresan lo mismo, sólo que el primero en griego y el
segundo en latín, pero que no son percibidos de la misma manera
en diferentes sectores) en lo fundamental fueron coincidentes,
teniendo en cuenta que había delegaciones tanto de las tierras
altas como de las tierras bajas. La consigna fundamental era la
de terminar con la exclusión, que viene a ser la característica
del estado boliviano desde su fundación, y que se expresa en
todas las constituciones que hasta ahora hemos tenido. La consigna
era la participación igualitaria y definitoria de los pueblos
indígenas u originarios en la vida del estado, en la explotación
de los recursos, en el uso y distribución de la tierra, en la
definición de espacios administrativos y formas de autogobierno
político, a partir de los modelos y lógicas ancestrales como puede
ser la del ayllu.
De la misma manera hubo coincidencia en la importancia capital de
fundar un estado verazmente multinacional y pluricultural, pero
no como ocurre actualmente, cuando multinacionalidad y
pluriculturalidad son afirmadas en el Artículo 1 de la
Constitución, pero luego, a partir del Artículo 2, las mayorías
nacionales tienen que tragarse un modelo de estado importado de
Europa y claramente cortado a la medida de las minoritarias castas
criollas dominantes.
Algunas señales de alarma
Ya el primer día sonaron dos señales de alarma que fueron
correctamente interpretadas como tales por los invitados
indígenas de otros países. La primera fue la solicitud de los/as
participantes indígenas y/u originarios en el sentido de que no se
siga escuchando ponencias y comentarios de parte de intelectuales
no indígenas. Por supuesto se trataba de una solicitud planteada
con todo el derecho, y por eso fue inmediatamente puesta en
práctica, pero en los hechos se dejó de escuchar propuestas
evidentemente interesantes (a cambio de escuchar reiteradas
posiciones indígenas, por supuesto también interesantes), y de
paso se dio la señal de poca apertura al diálogo con los sectores
no indígenas de la población, que aunque minoritarios no pueden
ser dejados de lado. De hecho esta señal fue recogida con
preocupación por la ecuatoriana Nina Pakari.
La otra señal de alarma fue la repetida tendencia a utilizar los
momentos destinados a formular preguntas para entrar en
acusaciones muy duras y en pretensiones de descalificar a tal o
cual sector o a tal o cual dirigente. Y no era que unos y otros
tuvieran diferentes posiciones respecto de los temas específicos
del Foro (todo lo contrario) sino que se daba más importancia a
la demarcación de diferencias organizativas y representativas de
parte de los diferentes sectores presentes. Esta señal fue también
claramente detectada y advertida por algunos invitados que
hicieron hincapié en la importancia fundamental de la unidad.
Algunas conclusiones
La primera es que no se puede confiar en las posiciones
gubernamentales, pues claramente apuntan a una Asamblea
Constituyente de antemano domesticada, restringida a redactar un
nuevo texto constitucional y muy alejada de cualquier re-
fundación. En tal sentido resulta imprescindible recalcar que la
Constituyente que pidieron los movimientos sociales en Octubre
tiene que ser soberana, cosa que no perciben ni siquiera los
meritorios invitados de otros países. En el fondo ocurre que ni el
Gobierno ni muchos de los actores sociales son conscientes de que
la Constituyente sólo podrá ser realidad como resultado de una
gran convulsión social cuya única salida sea la convocatoria a la
refundación del país.
La segunda es que se debe escapar de la tentación de una
Constituyente que esta vez sea excluyente de las minorías blanco-
mestizas e incluso de las oligarquías regionales. Eso sería una
nueva "Asamblea del Pueblo" equivalente a la de 1970, e
igualmente ineficiente. Se tiene que respetar los espacios de
todos los sectores étnico-culturales, de todos los sectores
regionales, de todos los sectores sociales (y generacionales).
La tercera es que la modalidad de conformación de la Constituyente
no puede crear motivos para la inviabilización de la misma, como
ocurriría con una propuesta de representación corporativa. La
única forma de no caer en ese peligro (dando pie a las querellas
internas de los movimientos sociales, a la intromisión de los
partidos para aprovechar esas querellas, y a todo tipo de celo
interétnico o interregional) es atenerse a fórmulas que ya han
sido aceptadas por todos y no pueden ahora ser simplemente
desechadas: las circunscripciones electorales existentes y el voto
universal y directo (y secreto). Las grandes mayorías deberían
poder confiar en que el gran árbitro de sus diferencias internas
(y externas) será el pueblo mismo, que con su voto decidirá quién
realmente lo representa.
* Bolivia Press 2004, Nº 4 (8 de abril)
Boletín electrónico quincenal del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB)
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