Impotencia, incapacidad, debilidad

Límites del veneno mediático

26/08/2012
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Operetas comandadas desde los medios hegemónicos no hacen más que desnudar la única posibilidad que logran para sí: denostar continuamente a un otro que es, en definitiva, el único que propone, acciona y construye. Una reflexión del filósofo Roberto Follari.
 
El veneno mediático alcanza en estos días escalas apocalípticas. Las "denuncias" de Lanata, por dar algún nombre a ese ejercicio perverso del periodismo; o la escritura extraviada de Aguinis, quien, completamente desquiciado por su propio veneno, utiliza esta palabra para referirse a su tan odiado kirchnerismo, son sólo dos ejemplos. Es obvio que hay mucho más -recordar Nelson Castro, Bonelli, Van der Koy, Grondona, Rossi, Roberto García, Tennembaum, Eliaschev, Leuco, Montenegro y siguen las firmas....

La palabra "veneno" la usa obsesivamente Aguinis, con singular impericia literaria, en su último ataque escrito hacia el gobierno y quienes lo defienden. Allí, su desmesura delirante lo lleva a comparar a la juventud que apoya al actual gobierno con las juventudes hitlerianas, sólo que aquellas "tenían algún ideal", que, claro, podía ser equivocado. Tiene suerte Aguinis: sabe que puede decir esto, que a la noche las juventudes hitlerianas de la SS ya no van a venir a buscarlo adonde se cobije, y que está a salvo porque esas acciones son totalmente ajenas al repertorio de las juventudes kirchneristas. En cambio, sí iban a buscar por la noche las patotas de la dictadura a muchos de quienes trabajan en el actual gobierno, o a los que lo apoyan desde sus convicciones sin pertenecer al mismo.

Soportamos la estupidez de que "quien es opositor lo es por convicciones y quien apoya al gobierno lo es a cambio de prebendas", cuando la mayoría de quienes se oponen al gobierno cuentan con muchísimos más ingresos, propiedades y canonjías que muchos de los que lo apoyan. La grosería de que no puede darse apoyo social a los de más abajo porque son "vagos e ignorantes", no reconociendo que tuvieron oportunidades nulas en sus vidas. La pretensión de superioridad de una clase media que pregona que "yo mi lugar me lo hice trabajando", como si todos los que trabajaran -por ejemplo changarines o albañiles, en tareas de enorme esfuerzo y de sol a sol- hubieran podido ir a la escuela y acumular riquezas como ellos. En fin, ese conglomerado de lugares comunes que hay que soportar día a día i no quiere uno vivir peleado con medio barrio, y con tres cuartos de la propia familia clasemediera.

Ni hablar sobre otros puntos. La ridiculez de que en una manifestación de 100.000 personas, "seguro que la mitad son presos", acorde al monumental disparate lanzado por un titular de Clarín. Imagínese cualquiera cómo se escaparían los presos si salieran juntos en una cantidad mayor de tres o cuatro. Nadie llena actos políticos con presos, pues para ello habría que vaciar cárceles enteras, y no alcanzaría para más que un pedacito de lo que es una concentración en un estadio o en Plaza de Mayo. Se escaparían todos, además. La idea de "manifestaciones de presos" es un ridículo que logró colarse en la mentalidad de quienes están dispuestos a sostener cualquier cosa, si es acorde con su ideología retrógrada previa.

Otra. Que la Cámpora ideologiza en las escuelas. Como si la escuela no ideologizara siempre, como si hubiera discursos neutros, como si fuera posible no haber ideologizado permanentemente en la escuela y en los medios por parte del pensamiento hegemónico. Como si las imágenes de Saavedra, Alberdi o Roca vinieran del cielo, como si no hubiera valoración permanente en la posición de la derecha, que por ser dominante está naturalizada, y por ello es tomada como si fuera "lo normal". Por ejemplo, es normal que San Martín sea nuestro máximo prócer: algunos creen que nació con un cartel en la frente que decía "padre de la Patria", y no que fue aceptado -por supuesto a partir de méritos indudables- recién a fines del siglo XIX cuando se decidió establecer una simbología nacional frente a la cantidad de extranjeros que vivían en el país.

Ni hablar de la ridícula operación de "un blog que incita a delatar a los anti-K". Acá gobierna el gobierno, no un bloguero descolgado desde alguna parte del planeta. Y Bonelli, Grondona, Lanata y otros capitostes del "Apocalipsys now", pueden decir cuanto se les ocurra sin ninguna cortapisa ni censura. La mejor forma de mostrar que hay libertad de prensa, es que haya alguien que por TV diga que "aquí no hay libertad de prensa". Si puede decirlo, es que hay libertad. En la dictadura, quien pretendía decirlo era apresado -cuando no desaparecido- antes de decirlo.

En fin, mucho se habla acerca de estas campañas de los medios, de cómo ellos operan como actores políticos encubiertos. No sólo es que nadie los eligió para hacer política, que nadie votó a estos señores. Además, ellos se niegan a decir en nombre de quién hablan. Se presentan como si fueran neutros e impolutos agentes de la verdad, cuando son sólo esclavos de sus prejuicios y su ideología, y a veces de los dineros de los dueños del medio para el cual trabajan o -en muchos casos- al cual se entregan.

En fin, de eso se habla, afortunadamente. Pero menos se habla de lo que esta gente no consigue.

Consiguen inquietar, erosionar, desgastar. Eso es cierto. Claro que no tanto como para que el gobierno caiga, ni siquiera para que pierda elecciones. Desde ese punto de vista, hay que decir que es el suyo un modesto logro. Molestan, pero no construyen. Ni siquiera destruyen.

¿Y cómo van a construir, si pretenden hacer política desde fuera de la institucionalidad política? Los medios no son un partido. Nadie puede votar a TN. De tal manera, cuando quieren ser dueños de la política, no pueden. No tienen cómo construir, son una máquina de hablar mal del otro, nada más. No hay un partido de Magnetto, por más que éste haya reunido a los opositores en su casa con la idea de darles directivas.

Módicos resultados, entonces, para tanta furia mediática permanente. Las oposiciones políticas no dan color, y no se las puede inventar sólo desde los medios. Al llegar a la política directa, el periodismo queda fuera del combate.

Es importante marcarlo. Impotencia, finalmente; incapacidad, debilidad. Es lo que los medios muestran al aventurarse en la política directa. Recordemos su viejo y absurdo anhelo de unir a las oposiciones: es tan ajeno al campo político como lo sería para el espacio mediático que se exigiera a Crónica unificarse con La Nación, y a ésta con Clarín. No tienen historias comunes, consumidores en común, identidades conjuntas y, sobre todo, empresarios y propietarios unidos. No funcionan juntos. Las oposiciones políticas, tampoco. Pretender reunir a Binner con Macri es hacer un Frankenstein indigerible para la opinión pública, así como para los partidarios de cada uno de ellos.

Además, hablar mal de otro, pero no saber hacer otra cosa, engrandece a ese otro. Aquí existe sólo el gobierno, las oposiciones están pintadas. Y eso es mérito de la calidad gestional del gobierno y demérito de las incapacidades opositoras, seguramente. Pero colabora a ello el ruido mediático, monótono, tedioso y monotemático, hablando mal del gobierno día y noche como cuscos que ladran ante quien pasa por una vereda. Ladran, es señal de que se cabalga. Y sólo ladran, no tienen nada para ofrecer, otra cosa de qué hablar, algo que construir.

Hay límites al veneno, entonces. Habrá quien quiera creer los dislates exaltados de Aguinis, su grotesca comparación con el hitlerismo, que ya le valió la reconvención de alguna organización desde la cultura hebraica. Pero a la hora de los bifes, "muchos de los que despotrican contra el gobierno, votan en silencio a su favor". Y es que la tienen clara: antes que al abismo, que al vacío, que a gobiernos que se caen a sólo meses de asumir, vale la pena sostener al gobierno actual. Que es, parece, de lo único que vale la pena hablar, aún para sus opositores más cegados y fanáticos.
 
- Roberto Follari  desde Mendoza, Argentina
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
 
https://www.alainet.org/es/active/57568

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