Un año después del Febrero Negro (12-13)
Bolivia escribe su historia con los pies
17/02/2004
- Opinión
El 12 y 13 de febrero del 2003 estalló una de las rebeliones
populares más fuertes. Fue la antesala, el ensayo general, de lo que
vendría a ser después la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni)
en octubre. El gobierno de aquel entonces, bajo órdenes del Fondo
Monetario, decretó un impuesto al salario[i], hecho que provocó el
estallido social de forma espontánea.
El aparato estatal mostró sus primeras fisuras; un motín policial
era la primera consecuencia del malestar social. Desde el mediodía
del 12 de febrero empezó la confrontación entre policías y militares
en frente al palacio de gobierno. Sociedad civil reaccionó
incendiando sedes de partidos políticos y ministerios. La multitud
se movilizó sin necesidad de mucha organización previa y apuntó su
furia directamente a los símbolos de la clase política. Como saldo
trágico tuvimos más de una treintena de muertos en aquellos dos
días.
Estas jornadas desnudan la implementación real de nuevas formas de
confrontación social. Había algo que se iba gestando en los cuerpos
de la gente y que (re)nació con el nuevo siglo. Desde el 2000 que ya
habíamos presenciado verdaderas batallas. Con la agudización de la
pobreza y las necesidades se iban produciendo y rescatando saberes
imprescindibles para la reproducción de existencia social. La
impotencia individual y la necesidad, la rabia ya fluyen en la
multitud en momentos de crisis. Y este desenvolvimiento todavía no
reconoce sus infinitas posibilidades. Desde la primera batalla en
aquel abril del 2000[ii] y con el suceder de cada una nos hemos
venido sorprendiendo de las posibilidades de la
(auto)organización[iii] de las clases subalternas. Desde el 2000
hasta acá ya han pasado muchas cosas pero pocos años. Y en estos
pocos años Bolivia ya reconoce en su interior la fuerza para sacar
del poder a un mal gobierno si es necesario. En febrero empezamos a
sentir, como multitud, la posibilidad de aquello. El 12 – 13 de
febrero significó el principio del fin del gobierno de Goni.
Un año después la memoria de aquellos días ya no es sólo homenaje y
recuerdo La memoria de esos días también significa la permanente
presencia de nuestra fuerza como colectivo, la posibilidad de
cohesión espontánea en tiempos de rebeldía. 12 y 13 de febrero es
recordar como aprender y descubrir las cosas que podemos hacer.
Porque la gente aprendió a enfrentarse a los cuerpos represivos
mientras les lanzaba piedras, devolvía gases y esquivaba balas. La
incredulidad en el sistema de partidos políticos que sienten las
mayorías desde antes de los noventa recién vino a materializarse, en
el 2003, en las quemas a sus sedes. Romper con el mito de que los
partidos son un mal necesario, entender que no los necesitamos para
que nos representen. Eso se fue asimilando al tiempo en que se
lanzaban las computadoras y los muebles a las fogatas. Las imágenes
de sedes de partidos políticos y de ministerios vueltos cenizas; de
casetas policiales destruidas, de calles llenas de pelea son
muchísimo más que "vandalismo" como dicen nuestros operadores
políticos regulares. En vez de muestras de barbarie o incivilización
son muestras de nuestro crecimiento. Cuando miramos las huellas de
aquel febrero[iv] no pensamos que fuimos cavernarios al ver la sede
del partido de Goni, aún con las paredes negras, recordamos que
fuimos capaces de hacer eso. Por eso la memoria de febrero es volver
a sentir que el "bichito diabólico y bárbaro" vive en nuestros
cuerpos. Sospecho que nuestros políticos tradicionales no entienden
muy bien esto y por eso mantienen sin reparar sus sedes o
ministerios; ellos dicen que son monumentos a la barbarie.
Un año después todavía se siente dolor pero hay algo distinto en
nosotros. Porque la historia reciente boliviana se está escribiendo
a pie, la estamos escribiendo con los pies. Suena incoherente pero
es así. Los mineros marcharon a La Paz para exigir la renuncia de
Goni y el día que llegaron a La Paz, luego de superar el rígido
cerco militar que les pusieron, Goni renunció. Las marchas
reprimidas fueron una constante en febrero(con francotiradores) y en
octubre. A pie y en la calle es que se logró todo lo que se logró el
2003. La gente produjo esa historia y ahora los relatos de aquellos
días corren de boca en boca por todas partes. Fue un logro de la
colectividad el haber logrado, en aquel febrero, la derogatoria del
impuestazo. Esa victoria es creación común, realización del grupo
gigante.
Ahí está la diferencia entre recordar una gesta heroica escrita a
mano y plasmada en libro oficial de una historia que se hizo con los
pies y los cuerpos de la multitud. Febrero es parte de nuestra obra,
son pasos que dimos y aprendimos a dar entre todos. Algunas veces se
juega fútbol o carreritas de tres piernas (amarrándote un pie con el
del otro compañero) y por mucho que te expliquen como hacerlo es en
la cancha o pista donde se aprende a avanzar. Primero con mucho
miedo a caerse y paso a paso vas entendiendo que sólo trabajando con
el compañero se van afirmando los movimientos. Es igual en las
calles, la famosa unidad de la izquierda en torno al partido y todas
esas charlas que nos daban los científicos del marxismo nunca nos
enseñaron a desarrollar sentimiento de colectivo como lo hicieron
las movilizaciones. Ese sentimiento lo obtuvo la masa en los peores
momentos de necesidad y represión, en la calle y bajo la mira de los
francotiradores.
Y ahora un año después todavía se siente esa potencia, como se
sintió y desplegó en octubre. La potencia para movilizarnos y
caminar juntos escribiendo nuevas historias. Esas jornadas de lucha
son permanentes imágenes que develan las cosas que se pueden lograr
y mejor aún, son imágenes de todos. Nadie, ningún actor social o
partido puede reclamarlas como su patrimonio. Como multitud nosotros
tenemos a febrero como algo en común, una presencia que nos une
permanentemente.
[i] La medida fue bautizada como el impuestazo y estaba destinada a
cubrir el déficit fiscal del Estado. Desde cualquier punto de vista
esta medida, muy frecuentemente aconsejada por el FMI a los países
de la región, era impopular y cruel. El mismo Sánchez de Lozada en
su anterior gestión presidencial fue el que desmantelo el aparato
productivo estatal obligando al Estado a depender mucho más de los
impuestos.
[ii] La famosa "Guerra del Agua" en la que se expulsó de nuestras
fronteras a una de las más grandes trasnacionales que se encarga de
administrar el agua en muchas partes del globo.
[iii] Desde el 2000 que las prácticas autogestivas han ido
despertando con fuerza en la muchedumbre. Estas formas se han ido
mezclando con nuestras tradicionales prácticas y pautas
organizativas trastocándolas y entregándoles el poder de la
subjetividad rebelde. Octubre fue, en este marco, una formidable
demostración de las posibilidades de la autogestión.
[iv] Existen varios inmuebles que no han sido reparados y son
presencia cotidiana en las calles céntricas de La Paz.
* Boris Iván Miranda es estudiante de Sociología de la Universidad
Mayor de San Andrés en La Paz
https://www.alainet.org/es/active/5628
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