Cualquier parecido es pura coincidencia?

23/04/2012
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Leyendo un magnífico análisis que hace Zizek sobre el nuevo patrón de poder que se ensaya en Europa con gobiernos al estilo Putin y Berlusconi, me surgió de inmediato la extraña sensación de que se refería a Rafael Correa, Daniel Ortega o al propio Evo Morales. ¿Pura e ingenua coincidencia, o estrategia de poder del capitalismo autoritario que se ensaya a nivel mundial?

Desde que los llamados Gobiernos Progresistas, que asumieron la dirección de los Estados Latinoamericanos a partir de la última década del siglo pasado, empezaron, más allá de su retórica  de izquierda, a dar claras señales de que gobernaban no solo a espaldas, sino contra el pueblo y sus organizaciones políticas y sociales, la izquierda latinoamericana ha intentado entender esta nueva estrategia política del capitalismo global y fundamentalmente regional.

Comprensión que ha resultado difícil y compleja en razón de lo siguiente: a) el hecho innegable de que estos gobiernos llegaron al Estado gracias a las fuertes movilizaciones sociales que se desarrollaron en todo el subcontinente, y que hicieron colapsar a los gobiernos encargados de ejecutar la políticas neoliberal;  b) que ganaron las elecciones con un programa de izquierda que había sido construido en las décadas de la lucha social; c) la retórica de izquierda con la cual se presentaron ante un pueblo que demandaba cambios sociales que pongan fin al neoliberalismo; y d) la participación de organizaciones sociales y de militantes de izquierda  en la primera época de este ejercicio gubernamental.

A)        La última década del siglo pasado y el primer lustro del siglo XXI, América Latina vivió una época de  fuerte movilización y lucha social. La aplicación del Programa de Ajuste Estructural sumió a la sociedad latinoamericana en acelerados y agudos procesos de empobrecimiento, debido a la transferencia de valor hacia los centros económicos mundiales. Proceso de saqueo que se hizo vía pago de deuda externa, privatización de la riqueza social por cesión de recursos, tanto a los grupos de poder económico locales cuanto a los transnacionales. La violenta devastación que la sociedad latinoamericana sufrió en esta época neoliberal, tuvo como respuesta importantes levantamientos populares, que desmontaron la institucionalidad Estatal ya resquebrajada por el propio neoliberalismo. Revueltas populares que  en algunos países llegaron  a defenestrar lo gobiernos que trabajaban para las transnacionales.

Sin lugar a dudas las movilizaciones populares crearon el espacio para hacer posible lo imposible. Espacio de la utopía  donde se manifestaba el deseo de transformación social de los pueblos de la América Latina. Lamentablemente se entregó esta posibilidad al juego de la democracia liberal burguesa. Las elecciones liberales que se sucedieron a las revueltas populares e incluso las Asambleas Constituyentes que se desarrollaron en algunos países, confundieron el entendimiento político. Parece que  “se quiso” creer que la revolución es posible dentro del marco de dominación burgués-capitalista, lo que implica la ingenuidad de caer  en la trampa ideológica de la democracia liberal. Es curioso como las clases subalternas están atrapadas en el cuento democrático burgués que la propia burguesía no cree. Este es según parece el gran problema de la izquierda,  discursivamente crítica a la política liberal pero la acepta en su ritualidad electoral. Como diría Pascal, “arrodíllate reza y la creencia vendrá sola”.

La teoría crítica sabe del espejismo político de la libertad liberal del voto ciudadano. Desde ella estaba perfectamente claro que con el voto no se decide que modelo civilizatorio queremos, que forma de propiedad buscamos, que matriz energética aspiramos,  si queremos Estado o no. El voto solo decide que gobernante administrará mejor el Estado Burgués, es decir el negocio capitalista.                 En las elecciones  burguesas no se decide una transformación social real. Gravísima confusión que hizo perder de vista que los procesos electorales solo sirven si ayudan a la construcción o fortalecimiento de un bloque popular con clara conciencia de clases, soporte único de las transformaciones revolucionarias. No existe otra manera de luchar contra el capitalismo sino es trasgrediendo su marco democrático liberal del Estado de Derecho (burgués)[1] y  su instrumento electoral.

Cuando la izquierda empezó a darse cuenta de su grave confusión, la burguesía que no se confunde con sus estrategias de dominación, ya se había tomado la dirección de los llamados gobiernos progresistas.  Este fue el momento en que muchos de los sectores sociales y militantes de izquierda que participaban en este proceso  empezaron a dejarlo, a marcar distancia y a tratar de recuperar el proceso de lucha de las décadas pasadas. Para este tiempo la burguesía ya logró reciclarse en una máscara de “izquierda de nuevo tipo”, estrategia que la propia izquierda le posibilitó, y que aquellos ex militantes de los movimiento sociales que aún permanecen en estos gobiernos le permiten.

“Izquierda de nuevo tipo” que de pronto pasó a defender la democracia liberal representativa como camino legítimo para acceder al poder. ¡Que paradoja¡ Parece que esa “izquierda” nunca participó de las revueltas populares que derrocaron a los gobiernos neoliberales, por sobre la legalidad jurídica burguesa. Es sintomático las innumerables referencias que hacen estos presidentes de la “izquierda de nuevo tipo” acerca de su legitimidad basada en los  triunfos electorales. No se entiende como supuestos gobiernos revolucionarios tiene que legitimarse en la democracia burguesa y sus elecciones libres. Quizá esa es la característica de esta “izquierda”: metamorfosearse en la forma burguesa. 

La “izquierda” que  aún queda trabajando para estos mal llamados gobiernos revolucionarios, es esa “izquierda” que realmente no quiere ninguna transformación real, esa “izquierda que teme perder su cómoda posición totalmente integrada al sistema, no dispuesta a perder nada.”[2] Una “izquierda” que terminó convirtiéndose en la tecnocracia asalariada de la burguesía emergente y reciclada en América latina.

El movimiento social y popular demoró en darse cuenta que le arrebataron el proceso, quizás porque no quería aceptar la propia incapacidad que la izquierda tiene de provocar el acto, el evento, correr el riego de asumir que no hay momento propicio ni objetivo para el cambio radical, sino el propio acto de fe en la posibilidad de lo imposible.

B)        Todos estos llamados gobiernos progresistas ganaron las elecciones con el programa de los movimientos sociales y populares. Fueron las demandas populares, donde se expresaban su  deseo de transformación, las que construyeron el programa político económico que se presentaron al pueblo  y con el cual obtuvieron el voto mayoritario. Un programa que iba encaminado a asentar las bases económicas, políticas, sociales e ideológicas para la consolidación del movimiento social que lleve adelante los procesos de transformación y cambio reales.

Para esto se llamó a la conformación de Asambleas Constituyentes, para cambiar el marco normativo, el acuerdo social básico en función del proceso de trasformación. Entendiendo, claro está, que la garantía de dicho proceso era la consolidación de la organización social y popular, única poder para enfrentar el poder de la burguesía en los momentos en que se desafíe su hegemonía. Un nuevo marco normativo que extienda los derechos liberales de la sociedad capitalista, no es en sí mismo, de ninguna manera, signo de transformación revolucionaria. Es quizá un paso en el proceso de cambio social radical, efectivo únicamente cuando lo respalda  el poder político de un pueblo organizado para su liberación.  

Ya en las Asambleas Constituyente, los cuadros que la burguesía había infiltrado en el proceso hacían su trabajo para que no pasen los acuerdos que puedan complicar el ejercicio de su poder. Así en el caso del Ecuador, por ejemplo, hubo mucha resistencia a nombrar al Estado como Estado Plurinacional, no hay dudas de que si se llega ciertamente a ejecutar este carácter del Estado, el propio Estado Nacional colapsa.  Aunque la propia política neoliberal destruyo el Estado Nacional, estado de  clase,   la nueva lógica de acumulación de capital que se estructuraba a nivel planetario exigía la re-constitución del Estado de clases en América latina, única garantía para asegurar la acumulación por despojo. 

Otro ejemplo es el tema de los Derechos de la Naturaleza. En esto también hubo resistencia de la burguesía, obviamente si su proyecto era continuar con la economía primario exportadora neoextractuivista, este acuerdo podía complicar sus negocios. Con estos dos casos podemos observar que ya la burguesía disputaba con fuerza la dirección de este proceso que al final terminó controlando.

El programa de izquierda con el cual se ganaron las elecciones en pocos años fue traicionado de forma cínica. La manera en que se lo hizo fue con la construcción de leyes que, en muchos de los casos, niegan el mandato Constitucional y en otros apelan a los puntos oscuros y ambiguos del mismo, para manipular en favor de los intereses de la burguesía. Esta maniobra del derecho burgués se lleva adelante con la concentración del poder liberal en el ejecutivo; a nombre de la “revolución” el ejecutivo de manera cínica concentra todo el poder, y así evita demoras innecesarias en las transacciones comerciales de las  burguesías locales con las transnacionales. Se gobierna por decretos presidenciales, reglamentos que “enmiendan” la Constitución, inobservancia de la norma constitucional a “antojo” de los presidentes o a órdenes del capital.

A nivel económico no se ha afectado a los grandes grupos de poder, todo lo contrario muchos grupos han consolidado su poder económico gracias a estos gobiernos “progresistas”. Se encuentran de hecho haciendo buenos negocios con la burguesía China, con la burguesía Europea,  etc. No se ha afectado el régimen de propiedad en beneficio de los sectores despojados y empobrecidos, no se ha retirado muchas concesiones a grandes transnacionales, por citar un caso a las empresas de telefonía celular, a las empresas que administran el agua, etc. No se ha iniciado ni siquiera un proceso real de Reforma Agraria.

Curiosamente estos gobiernos volvieron a asumir la estrategia de presentar medidas económicas antipopulares como algo impuesto por la lógica económica neutral y no como decisiones basadas en una alternativa política, claramente al servicio de los grupos de poder económicos nacionales, regionales y mundiales. [3]Vuelven a plantear la fórmula de la tercera vía, aquello de un capitalismo más humano y menos salvaje, es decir lo falsa idea de mantener un Estado de Bienestar dentro del sistema capitalista. Mentira descubierta con el colapso de los Estados de Bienestar en Europa y en Estados Unidos. Conocidos argumentos con los que quieren justificar su modelo extractivista y el endeudamiento que se empieza a generar con  la China, en el caso de Ecuador. 

 A nivel político, estos gobiernos progresistas se han empeñado en desbaratar el movimiento social en base a destruir sus formas de organización política. Han utilizado toda estrategia conocida, desde el clientelismo populista de la derecha hasta el chantaje, la división, la cooptación y las amenazas. Los gobiernos “revolucionarios” critican y criminaliza la protesta social, tachándola de terrorismo, sabotaje, violencia ilegítima, etc. justo en el momento en que se encuentra dirigiendo el Estado represivo, estado de clases. Se justifican en la real politik, en la razón instrumental de la real politik y desde allí acusa a las organizaciones sociales, que luchan en contra del capitalismo, de  fundamentalistas, infantiles, utópicos, románticos, primitivos, y otras descalificaciones con la cuales quiere deslegitimar la lucha social. 

La movilizaciones que las organizaciones sociales han llevado adelante en contra del proyecto extractivista de estos gobiernos han  sido violentamente reprimidas. Se ha utilizado contra el pueblo todo el aparato represivo del Estado, igual o más que en la época de los gobiernos neoliberales. En muchos casos se pretende juzgar a lo dirigentes sociales dentro del marco de la política imperialista antiterrorista, mientras en política internacional se usa una retórica  anti-imperialista y soberana. Lo que está claro con estos gobiernos es que están terminando y fortaleciendo un Estado de clase, cuya característica principal es un ejercicio obsceno de violencia que oculta su impotencia en una época donde la burguesía va perdiendo su hegemonía basada en la democracia liberal.   

En definitiva, las nuevas Constituciones, propuestas fundamentales del programa de izquierda con el cual estos gobiernos llegaron dirigir el Estado, han sido convertidas en un saludo a la bandera, parte de la máscara progresista que oculta el rostro de este proyecto de racionalización capitalista.  Se suponía que el nuevo mandato constitucional iba a permitir avanzar en los derechos liberales hasta alcanzar puntos de contradicción en el marco de dominación económico capitalista. Normativa que generaba el espacio para la aplicación del programa  popular de izquierda que pongan límite a la avanzada capitalista: Mandato agrario, soberanía alimentaria, derechos de la naturaleza, Estado Plurinacional, etc.  Límite que implicaba una confrontación con la burguesía, en la medida en que se iría imponiendo restricciones a sus negocios en beneficio de una redistribución de la riqueza social y no del ingreso. Como se señaló en líneas anteriores, llegado el momento de la confrontación la única posibilidad de avanzar en el proceso de transformación es el pueblo organizado sosteniendo los cambios.

La Constitución, sin movilización popular se convierte en un documento insulso al servicio de los negocios de la burguesía, pues no se va a creer después de Marx en a ilusión Roussoniana del contrato social como forma de hacer una revolución. Menos aún vamos a creer en aquello de la Revolución Constitucional que ciertos funcionarios de la Revolución Ciudadana están planteando. Un cambio social radical que acabe con el proyecto capitalista no se hace vía Constitución.

C)        Cuando estos gobiernos asumieron la dirección de un Estado prácticamente  destruido y una sociedad que no creía en su institución política, fue relativamente fácil presentarse y legitimarse ante el pueblo con un discurso de izquierda que no podía contrastarse con la realidad, en razón de su carácter fundacional. La crisis de la institucionalidad política del Estado neoliberal creó la posibilidad de un acontecimiento político nuevo, que fue justamente lo que prometieron los gobiernos progresistas. Y como en todo proceso que emerge después de una crisis, sus comienzos están marcados por el azar y la dispersión histórica, situación donde  es difícil, sino imposible, determinarla dirección que el mismo va a tener. Ese fue el escenario que se vivió con la llegada al Estado de los llamados gobiernos progresista de América latina, momento brumoso en el cual el discurso de la promesa de izquierda ya se convertía en una retórica populista de la derecha que se reciclaba, que pocos se percataron.

La fuerza de la promesa que el discurso, usurpado a lucha social, planteaba cegó a los movimientos sociales y a la misma izquierda que no pudieron mirar que su discurso había sido vaciados de su contenido político de clase, es decir de la promesa, en función de cooptar el voto popular. En el caso del Ecuador hoy está absolutamente claro. Alianza País gana las elecciones en el 2006 con lo cual llega al poder del Estado, a partir de allí gana tres elecciones más: la consulta para instalar la Asamblea Constituyente de Montecristi, la aprobación de la nueva Constitución, las elecciones presidenciales del 2009. En todos estos procesos electorales aún la retórica de la izquierda funcionaba, pues se proponía todavía como promesa. Explícitamente se decía que para llevar adelante la revolución se tenía que hacer una nueva Constitución y reafirmar en el poder a Alianza País que con la nueva Constitución llevaría adelante la transformación social prometida. 

Hubieron ciertos indicios, no claros, que  mostraban que el discurso se había convertido en una retórica que sin embargo  tenía espacio en el deseo de cambio de la población, espacio, que vale aclarar, se construyó en los años de lucha de la última década del siglo pasado. De hecho, todo lo que  prometía  Alianza País, eran las  demandas que la movilización social y sus organizaciones políticas  había puesto sobre el tapete de la discusión política del  país.

Lo que ofrecía Alianza País, hasta la cuarta elección que ganaron, era bastante cercano a lo que el pueblo demandó durante la época de los  gobierno neoliberales. La retórica de la Revolución Ciudadana coincidía con las demandas populares, coincidencia que no permitió ver los poderes reales que cercaban el proyecto de Alianza País. La izquierda fue confundida por el mercadeo electoral, se asumió que la oferta de gobierno hecha por Alianza País, entre otras, era la “mejor opción”  en el mercado electoral.

Después de casi seis años es claro que el discurso de la promesa revolucionaria se ha convertido en pura imagen publicitaria del gobierno; en un ornamento de la oferta populista con la cual Alianza País ha ganado todas las elecciones que ha promovido.  Una imagen publicitaria que oculta el proyecto de la derecha reciclada que se está ejecutando en América latina.  Es importante aclarar que la última elección que “ganó” Alianza País, en la consulta popular del 2011 donde buscaba el consentimiento del pueblo para realizar  la Reforma Judicial, muchos de los contenidos de la propuesta gubernamental sobre el tema judicial, curiosamente coincidían con los planteamientos de la extrema derecha del país.  Más allá de las alusiones a la revolución, al pueblo, a la justicia, estaba bastante claro las coincidencias con la derecha. Quizás en este último proceso el pueblo ya tenía una realidad política ya ejecutada con  que contrastar la retórica de izquierda y quizás por eso el Gobierno en términos reales perdió la elección.   

Hoy aparece con mayor nitidez el proceso de vaciamiento político-revolucionario  que el discurso de izquierda sufrió dentro de este nuevo ejercicio de poder de la burguesía.  Despojado de su dimensión crítica de clase, el discurso de la izquierda se convirtió en una retórica pedagógica y moralista.  Retórica que, obviamente, poco o nada dice sobre el régimen de propiedad privada, acerca  de  “el antagonismo básico que subyace al capitalismo global de hoy.”[4]Obviamente no puede decir nada que comprometa el marco real de la dominación capitalista, ni siquiera a nivel del discurso, menos vamos a suponer que van a ejecutar políticas que atenten contra el régimen de explotación. 

D)        Por último, la presencia de organizaciones populares y de militantes de izquierda en los primeros años en la administración del Estado de los llamados gobierno progresista y particularmente de Alianza País en el caso de Ecuador, fue, quizás, la mayor confusión para la izquierda latinoamericana. Confusión que se genera por la imposibilidad que la propia izquierda tiene de asumir los procesos que junto con los movimiento sociales abre. Es más que curiosa la manera en que, en el caso del Ecuador, se entrega la posibilidad de la transformación  a sectores que de una u otra manera están relacionados con la burguesía. Se los pone en la dirección  del proceso con la legitimidad del respaldo del movimiento social y de militantes de izquierda que no asumen de manera directa la dirección.

En poco tiempo los funcionarios de la burguesía se toman de forma completa todo el proceso  y van paulatinamente eliminando la presencia de los sectores que entorpecen su proyecto. Esto ha ocurrido con claridad con el último gobierno. Primero comenzaron a dar la espalda a las organizaciones políticas del movimiento social asumiendo medidas antipopulares; luego fueron eliminando militantes de izquierda que dentro del gobierno empezaban a oponerse a las políticas que se iba implementando en contra de los intereses populares; se ha usado también el chantaje, la compra de dirigentes, la compra de conciencias como forma de eliminar la disidencia de izquierda dentro del gobierno. Al final lo que tenemos es un Gobierno plenamente tomado por la burguesía.

Ahora bien, el equívoco mayor parece estar en el hecho de que las organizaciones de izquierda que asumen un proceso de transformación o participan en él no tuvieron la claridad de entender que si no se empieza a desmontar desde el principio el Estado de clases y sus sistema político liberal, su presencia en él no garantiza ninguna transformación. Todo lo  contrario, fortalece el sistema económico-social actual. La revolución tiene que golpear dos veces, de lo contrario no es revolución; no basta acceder al aparato estatal, hay que desmontarlo si se entiende que es una institución burguesa que defiende los intereses dela burguesía.

El que organizaciones sociales y militantes de izquierda asuman ciertos cargos de en el Estado de clase, incluso si asumieran la dirección de la totalidad del Estado no significa en lo absoluto que se esté transformando el orden social, tampoco garantiza que se tomen ciertas políticas públicas en “beneficio” del pueblo dentro de los derechos burgueses. Lo que garantiza la transformación social es ir eliminando la estructura del estado burgués donde se expresan las relaciones de explotación y dominación capitalista.

Aceptando esta premisa de la teoría revolucionaria queda nítida la equivocación, sobre todo si se toma en cuenta que una de las promesas de estos Gobiernos fue y es fortalecer el Estado. Fortalecer el Estado significa fortalecer la dominación de clases.

Al parecer, después de estos años de Gobiernos progresista, América Latina ha entrado en una fase mejorada en la reproducción del capital, lo cual significa que la deseada transformación sigue siendo un deseo, lo cual sería ya un gran logro, después de tamaña estafa política.

Una cosa parece estar clara, estos Gobiernos con sus particularidades son parte de un mismo proceso global que ensaya nuevos patrones de poder de corte autoritario. Así como Europa tiene sus Berlusconis yPutines América latina tiene sus Correas, Ortegas, Santos y otros.

Zizek, analizando algunos de los Gobiernos europeos sostienen lo siguiente:

Tanto Putin como Berlusconi gobiernan en una democracia casi reducida a la ritualizada y vacía cáscara de sí misma, y, a pesar del rápido deterioro de la situación económica, ambos disfrutan de un inmenso apoyo popular (más de dos tercios de los votantes). No es de extrañarse que sean amigos: comparten la misma debilidad por esos “espontáneos” y ocasionales arranques escandalosos (que son, por lo menos en el caso de Putin, preparados con mucha anticipación para que encajen con el “carácter nacional” ruso). De vez en cuando, a Putin le gusta usar alguna mala palabra o proferir alguna amenaza obscena. Cuando, hace un par de años, un periodista occidental le hizo una pregunta desagradable sobre Chechenia, Putin muy bruscamente le respondió que, si todavía no estaba circuncidado, lo invitaba cordialmente a Moscú, donde excelentes cirujanos circuncidarían su pene un poquito más allá de lo aconsejable…[5]

¿Cualquier parecido con los actuales gobernantes de América Latina es pura coincidencia?  O ¿es parte de un nuevo ejercicio del poder capitalista mundial? Este nuevo prototipo de gobernantes  es una mezcla de payasos y caciques que hacen un uso descarado del poder y responden cínicamente a los escándalos de corrupción de los cuales son protagonistas. Y el nuevo tipo de gobierno que dirigen se caracteriza  por: a) una política demagógica de distribución del ingreso a los empobrecidos, b) “crecientes privilegios ejecutivos implicados en la lógica, cada  vez más extendida, del estado de excepción.”,[6]c) haber unido la lógica de la tecnocracia liberal permisiva y un populismo autoritario.

Detrás de este nuevo patrón de poder, como es obvio, siguen existiendo las demandas de las transnacionales capitalistas privadas o mixtas; grupos de poder local tradicionales, reciclados y emergentes; corrupción cínica del  régimen como pocas veces se ha visto; una clase de nuevos ricos tecnócratas vinculados al Estado; aparatos represivos del Estado al servicio de los intereses de los grandes negocios.

De hecho, este tipo de Gobierno con sus gobernantes es parte de lo que ya varios teóricos críticos llaman el capitalismo autoritario. Cambio que “…tiene un significado histórico-mundial: hasta ahora, el capitalismo parecía inextricablemente ligado a la democracia –se recurría, claro, de vez en cuando, a la dictadura directa, pero luego de una o dos décadas, la democracia se imponía (recordemos los casos de Corea del Sur y Chile). Ahora, sin embargo, el lazo entre democracia y capitalismo se ha roto.”[7]

Como afirma Salavoj Zizek:

“…Peter Sloterdijk ha dicho en alguna parte que si es que hay una persona a quien se le harán con seguridad monumentos de aquí a cien años, esa persona es Li QuanYew, el líder de Singapur que inventó y realizó el llamado “capitalismo con valores asiáticos”. Hoy, el virus de su capitalismo autoritario se está extendiendo lenta pero seguramente por el mundo.” [8]

Un virus que parece haber llegado a América latina.

Referencias

Zizek, Slavoj, Bienvenidos a Tiempos Interesantes, La Paz, Bolivia, 2011

- Natalia Sierra, socióloga, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

 



[1] Cfr. Idem. p. 21.

[2]Zizek, Slavoj, Bienvenidos a Tiempos Interesantes, La Paz, Bolivia, 2011, p. 20

 

[3] Cfr. Zizek, Slavoj, Bienvenidos a Tiempos Interesantes, La Paz, Bolivia, 2011, p. 18

[4] Idem. P. 30.

[5]Idem.P. 41.

[6]Idem.P.41.

[7]Idem.P. 39.

[8]Idem.P. 39.

 

 

https://www.alainet.org/es/active/54336
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