El silencio de Mario Lara López

05/01/2012
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(El poeta boliviano Mario Lara López falleció  el jueves 29 de diciembre de 2011. En su homenaje, Gastón Cornejo Bascopé le dedica este artículo)
 
Tendría que glosar sus hermosos versos, su ethos sublime de canto poético esencialmente valluno, su adhesión total al pariente y maestro don Jesús Lara.
 
Debería aplaudir su postura valiente de hombre de izquierda, irrenunciable e irreductible, a su entereza varonil, a su bonhomía constante, a su empeñosa creación poética, su amistad fiel, su pasión por gozar la vida en sus manifestaciones más sublimes.
 
Guardaré reserva temporal para analizar estas sus personales significaciones, para registrar ahora la última instancia intercambiada con motivo de una visita al hogar de reposo donde actualmente es atendido en los años postreros de su amable y bella existencia.
 
Le visitamos acompañado de un pariente suyo, el Dr René del Barco, entrañable  colega médico anestesiólogo y primo político de Mario. Alguna vez le operamos de urgencia, nos pagó con un hermoso poema atesorado en mis archivos.
 
Desde el portal de ingreso divisamos al bardo envejecido caminando por el patio con pasos breves, paseando próximo a una vertiente de coloridos peces y a la pajarera vecina repleta de abundantes aves de bullicioso canto.
 
Me habían prevenido de su total ausencia intelectual más al allegarme a él y llamarlo por su nombre, tornó sobre sí mismo, me distinguió y reconoció fácilmente llamándome “gaspacho”; nos abrazamos tiernamente, le besé con ternura y conteniendo las lágrimas, iniciamos una evocación de cortos alcances.
   
Enumeró todos los libros escritos, repetidamente, y alcanzó a recitarme algunos párrafos de su libro “El Tiempo de los Héroes”, sobre la epopeya guerrillera del Comandante Che Guevara. Lo hizo con fruición de poeta, de quien ha meditado muchas veces el pensamiento aludido.
 
Evocó “El Amanecer del Canto”,  “Poemas de Otro Tiempo”. Enumeró todos sus libros guardados celosamente en su domicilio, atesorados por su familia y en espera del retorno definitivo al hogar. Esa preocupación me recordó un escrito testamentario de nuestro Man Césped…”que mis libros no sepan de mi ausencia”
 
Previo a despedirnos nos mostró su cuarto, sencillo y humilde pero limpio y ordenado con aire de tristeza, oscuro, propio de un asceta franciscano, simple como debe ser el nido propio, la cómoda vacía, el ropero ausente, un velador antiguo y una cama de metal sin sábanas de Holanda.
 
Ahora releo su canto y lo encuentro aún más remozado y bello:
“como encendido wayño tienes tierna cadencia”,  a la lluvia. “Trovador de la vida, trovador de los huertos, soñador de la fronda” al autor de “Peregrina Paloma Imaginaria”. “Federico! Te grita la voz de la montaña. ¡Federico! Te nombra el susurro del viento” al poeta en su Granada. “En mis venas serás palabra escrita, que eternice la luz de su venero” a Margarita. “Mariposa, tesoro de los valles, primera epifanía de la aurora, presencia sideral hecha rocío en el fresco paisaje de jilgueros” a  algún otro amor de antaño.
 
Pregunta con temor de iluminado: “¿Dónde queda la muerte de ojos grises, dónde el viento, el gemido de los días, dónde la soledad de la intemperie?”
 
Como si aún gozara de la vida plena, espeta y amenaza a los pasos próximos de la muerte, la parca por todos maldita: “No toques, no te atrevas a llevar lo que el prójimo edifica, lo que levanta el hombre con su frente, No te acerques, cuchillo enarbolado, no cortes la raíz de tanta vida”
 
Su destino de poeta fue edificado por sí mismo: “La tierra, el valle es eco de libélulas, es decir, soy yo mismo. Aquel niño angustiado que soñara un día en ser hombre, que tomara un puñado de semillas para sembrar sus sueños en el alba, a descifrar estrellas y palomas de dulce orientación y lozanía”
 
Como Neruda interrogando en su verso “Dónde estará la Guillermina? , también Mario preguntando al tiempo: “Repitiendo las letras de tu nombre, los sones de tu voz y tu inocencia, ingreso en los parajes de tu vida, sencilla como el campo, colegiala. Busco la transparencia de tus ojos, quiero la geografía de tus labios, tu plenitud de verbo adolescente, tus cuadernos ardientes de ternura”
 
Un poema eglógico revela su encuentro con la tierra amada: “Con mi rumbo de arriero iluminado, llegué a la orilla de los pétalos, hasta las atalayas de los cerros, hasta la plenitud de las mazorcas”
“Torrente vertical de los qhaluyus, mar de chilijchis, crema de manzanas, golondrina del Sur, estirpe andina, primer canto del hombre americano, primera estrella, cóndor redivivo, primer beso de amor para el futuro”
“Recuerdo que llevabas en los ojos, una constelación de margaritas”
Con la fuga de abejas en las manos, retorno al aire, al sol, a los charangos, retorno Madre Tierra, a tus raíces”
 
Y cual conociera su paradero final y su utopía: “Aspiro a vivir cerca de las flores, junto al amigo molle de la infancia, junto al trigal y el agua mensajera
 
En una constante de angustiado pedido…”Retorna corazón, porque te quiero, retorna a la quietud de la ladera, allá donde te aguardo, con toda la cosecha de los trinos, aquellos que lograron nuestra vida, nuestra cara ambición de amarnos siempre!
 
En la penumbra del recuerdo, insiste, indaga con esfuerzo: “Amada, afuera llueve y estoy tan triste  porque me encuentro apenas con tu nombre!”
 
Aún exprime su esperanza: “Quiero un rapto de arrullos, que nazcan de tus labios encendidos, con frescura y esencia de palomas, en un cielo de dulces claridades. Amor mío, no dejes de esperarme junto al claro silencio de tu sombra
Dame tu corazón, quiero tus pétalos de fecundas orillas con luciérnagas”.
 
A su bella hija Gilka adjetivada “Silvestre”,  la recordó con amor a la distancia. “comprendo que el fulgor de tu presencia, se nutre de brazadas de domingo y canto, Esta carta es un canto a la gavilla que te lleva si signo y su ternura, Gilka Silvestre, zagala mía, wuayño de siempre, amor mío de siempre”
 
A las madres indias les canta con amor genuino: “Con nombre de amancaya, o nombre de tristeza y de garúa o iniciales de llanto. Madres indias, palomas de pureza, sembradíos de fuegos tutelares y abnegada semilla”
 
Siempre rebelde ante la muerte ordenada contra nuestro pueblo: “Hombres con rostro ajeno, que  hacían del fusil una amenaza, una hostia, un estallido, un trapiche de dólares, ordenaron de pronto que se vierta, sangre vuestra en las minas y los sembrados
 
Ese es el poeta que ahora recita en silencio, profundos versos que nadie escucha, sólo él discurre caluroso, agitada su alma alada de hombre bueno.
 
Ya elevó las alas, prematura esencia. Ya se encuentra en ignotos dominios de dulzura. No le importa el equipaje corporal gastado, mientras en los ojos siguen vibrando sus poemas.
 
Cuando en mi larga trayectoria de artista cirujano, recibo enfrentamientos insalvables con los padecimientos físicos, y muchas veces ante la imposibilidad de restaurar la vida, el sufrimiento se allega a las entrañas deteniendo pulsaciones, quebrando la armonía, entonces pronuncio mi anatema contra el destino que corta el hilo de la existencia amada, calmado el pesar reflexiono en mi interioridad y hago presencia a César Vallejo…”Hay golpes tan fuertes en la vida, Yo no sé /  golpes como del odio de Dios / como si ante ellos la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma…/”. Mario poeta, ausente, alejado de la opción de esos golpes, Dios le premió después de leer sus poemas; no conocerá más el sufrimiento. 
 
¡Hermano, Oh. Hermano! Respondo a tus elogios iniciales, allá en los inicios de 1991, cuando junto a “Washico” Vargas Fano, otro poeta médico enamorado de la vida, me alababas, bardo amado.
 
Respondo sollozando a tu ternura, recordando tu elogio cuando expresabas cariñoso: “Por ti se pintan de azul los hospitales”.
 
Y repitiendo el gesto y las palabras del prodigioso Miguel Hernández… tu querida e inolvidable expresión de alma gemela: “Compañero del alma, compañero…”
 
Dios te bendiga y te guarde en su seno, y nos retorne para feliz contentamiento en árbol, en semilla, en estrella luminosa, poeta excelso.
 
Cochabamba-Bolivia. Diciembre 2010
 
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