Recordando a Fray Antonio de Montesinos

Manifiesto para el siglo XXI, por la Paz y la Vida

21/12/2011
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Parte superior de la maravillosa y gigantesca estatua de Fray Antonio de Montesinos,
realizado por  Antonio Castellanos Basich,
donada por el Presidente José López Portillo, en nombre del pueblo de México,
al pueblo de la República Dominicana
 
Hoy, hace 500 años, el 21 de diciembre de 1511, en Santo Domingo, capital de la actual República Dominicana, Fray Antonio de Montesinos pronunció lo que probablemente haya sido el más valiente, cristiano y fuerte sermón jamás predicado en la historia de nuestra América Latina y el Caribe. La situación objetiva, el mal trato que los pueblos originarios recibían de los colonizadores, lo ameritaba. La iglesia aún no había logrado ahogar totalmente las voces de protestas proféticas que, como consecuencia de aquel sermón, resurgirían en la persona de Fray Bartolomé de las Casas, uno de los presentes ese 21 de diciembre quien escuchó el sermón, fue convertido por Fray Antonio, terminó entrando al seminario y, finalmente, se convirtió en el primer sacerdote ordenado en América. Ese célebre sermón también tuvo que ver con mi ordenación sacerdotal 450 años después.
 
Sobre el sermón de Montesinos, los historiadores registran que aquel 21 de diciembre Fray Antonio subió al púlpito, dio un golpe seco y sonoro sobre él y lanzó sus frases revolucionarias, como un grito de protesta contra la opresión de los indios y en pro de su plena libertad como verdaderos hombres con sus derechos naturales, iguales a los de los otros hombres, e, igual que ellos, hijos de Dios y dignos de la caridad de Cristo, que redimió con su sangre por igual de todos los humanos.
 
Éstas son sus palabras centrales, imborrables, que se han repetido en todos los idiomas durante quinientos años:
 
“Para daros a conocer (estas verdades) me he subido aquí yo, que soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla. Y, por tanto, conviene que con atención no cualquiera, sino que con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír... Esta voz es que todos estáis en pecado mortal, y en el vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas gentes inocentes.
 
“Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tal cruel y horrible servidumbre a cuestos indios? ¿Con que autoridad habéis hecho tan detestables guerras a esta gente, que estaban en sus estas tierras mansas y pacificas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren, y, por decir mejor, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y creador sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
 
“¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis salvar…”
 
Esta es la voz de la iglesia a la que yo siempre he querido pertenecer y dedicar todos los días de mi vida y a la que jamás renunciaré por fuerte que sean las presiones, vengan de donde vinieren, pues mi compromiso, sobre todo, es con Jesús, con el Dios de los pobres, con la Madre Tierra y con mi pueblo, parte integral e inseparable de ella.
 
Tomando en cuenta que la situación para gran parte de la humanidad hoy en día no es del todo mejor que la de los nativos, en cuya defensa habló Fray Antonio hace 500 años, he decidido asumir el compromiso personal que va incluido en mi Manifiesto para el siglo XXI, por la paz y la vida, que a continuación les presento, como muestra de amor y fidelidad a mi Señor Jesús, y en honor a Fray Antonio de Montesinos y los otros cuatro valientes dominicos que le acompañaban en lo que fuera el primer destacamento de misioneros dominicos en nuestra América y, finalmente, como un granito de arena personal para contribuir en nuestra obligación común de desenmascarar al Imperio.
 
Manifiesto para el siglo XXI, por la Paz y la Vida
 
El siglo XXI da visos de convertirse en el de las mayores atrocidades cometidas por seres humanos a lo largo de la historia. Atrocidades que ya se han constituido en graves amenazas para gran parte de la vida en la Madre Tierra, incluyendo la de la propia especie humana.
 
Podríamos comenzar un listado de estas atrocidades, hechos inaceptables y acciones totalmente condenables, aludiendo al estado de hambre y de pobreza a que ha sido condenada casi la mitad de la humanidad innecesariamente, pues es por todos sabido que, desde hace varias décadas, se cuenta con el conocimiento, la tecnología y los recursos para erradicar ese hambre y esa pobreza –lo que falta es únicamente la voluntad política para hacerlo, la solidaridad.
 
Este tema de los altísimos niveles de pobreza y de hambre en nuestro mundo constituye el más serio pecado de la humanidad hoy en día, es decir, el más serio quebrantamiento de la ley suprema del amor, que no admite de excepciones ni exclusiones por las razones que fueren. Sin embargo no es, ni mucho menos, la única de las fallas morales que amenazan con destruirnos a todos.
 
La actual cultura dominante ha logrado entronizar en el corazón de un alto porcentaje de seres humanos al becerro de oro, dios del perverso, inhumano y genocida sistema capitalista y sus ídolos: el dinero, el poder, la codicia, el egoísmo, el odio y las guerras de agresión. La mayor superpotencia capitalista, los EE.UU., utiliza su influencia, su capacidad de intimidación y hasta su poderío militar para contrarrestar los esfuerzos de los que luchan por lograr que las normas de la solidaridad, de la justicia, de la paz y del amor sean las que orienten nuestro comportamiento nacional e internacional. Los estadounidenses, incluso, consideran que tienen derecho a derrocar gobiernos, democráticamente electos por sus pueblos, si estos pretenden seriamente introducir en su propio país un sistema económico alternativo – más humano, en el que se valore a las personas más que al capital.
 
El país que pretende ser reconocido en el mundo como la quintaesencia de la democracia, de la justicia y del respeto al derecho ajeno en las relaciones internacionales, se ha constituido en el más criminal imperio en la historia de la humanidad, lo que implica haberse convertido en el principal practicante y defensor de la ley de la selva, es decir, del “derecho” del más fuerte; el principal adversario del principio más fundamental de las Naciones Unidas, es decir, el de la igualdad soberana de todos los Estados; y en el peor enemigo de la democracia, es decir, del derecho de los pueblos (no de las élites) a decidir su sistema de gobierno y sus prioridades.
 
Es por eso que afirmamos, sin temor a equivocarnos, que las políticas, metas y principios de los EE.UU., del Reino Unido, de Francia, del sionismo y de la genocida OTAN, representan el mayor peligro para la vida en la Tierra y para la especie humana en particular. En nuestra propuesta para la reinvención de la ONU, artículo 2, numeral 26, decimos lo siguiente sobre la “Responsabilidad de Proteger”, que EE.UU., el Reino Unido, Francia, la OTAN y otros, falaz y abusivamente, presentaron ante el mundo como parte de la ideología de la ONU y utilizaron para justificar su criminal agresión contra Libia:
 
“26. Responsabilidad para Proteger no es más que un nuevo nombre para el perverso “derecho” de intervención, agresión y/u ocupación que algunos poderosos Estados Miembros han venido promoviendo. Con esto se pretende subvertir todos los principios y valores de la Carta y, en especial, los de la no agresión, de la abolición de las guerras y de la solución pacífica de todo quebrantamiento o amenaza de quebrantamiento de la paz.”
 
Las Naciones Unidas ha sido completamente corrompida por los Estados Unidos con la ayuda del tristemente célebre Secretario General Ban Ki-moon que, en casos tan serios como la agresión estadounidense contra Libia, actuó en total y claro desacato de su mandato estipulado en el artículo 100, numeral I de la Carta y, al hacerlo, traicionó a la Organización y a toda su membresía. En justicia estricta, él debería pagar las consecuencias de tal comportamiento, siendo, por lo menos, deshonrosamente separado de la Organización. La ONU ha dejado de ser simplemente una Organización disfuncional para convertirse en un arma de muerte al servicio del Imperio. Urge, por lo tanto, su total re-invención. Esta ha de tener como objetivo primordial el de impedir que siga siendo utilizada por EE.UU. como un instrumento propio para avanzar su maléfico propósito de Full Spectrum Dominance, hoy enfocado contra países musulmanes (y petroleros) con la obscena colaboración de la Liga Árabe que actúa en abierto desafío y traición a los sagrados principios del Islam y de la ética más elemental.
 
Mientras exista capitalismo no lograremos erradicar el hambre y la pobreza extrema de este mundo. No sería cierto decir que el hambre y la pobreza son nuevos problemas en el mundo. Tampoco que el capitalismo inventó el egoísmo, que es lo que causa esas desgracias. La diferencia es que hoy contamos con los medios para erradicarlas y el capitalismo es la ideología que engendra los niveles de codicia e insensibilidad social que impiden la formación de la voluntad política para lograrlo. Además, es evidente que mientras existan países con sueños y prácticas imperiales, de Full Spectrum Dominance y de consolidar, a cualquier precio, su aspiración de imperio planetario, nunca lograremos la paz que los pueblos, con toda justicia, nos reclaman.
 
Lo único más abominable que el comportamiento del Imperio y sus secuaces es la pasividad con que sus atrocidades se contemplan y se les permite continuar con total y absoluta impunidad. Ya es hora de tomar las medidas necesarias para frenar, de una vez por todas, las atrocidades cometidas en todo el mundo por la septocefálica bestia apocalíptica que, sin lugar a dudas, es los Estados Unidos y sus incondicionales –las derechas que existen en todos los países de la Tierra.
 
Obviamente no basta con protestas verbales, por fuerte que estas sean. Tampoco podemos esperar a que la ONU sea reinventada para empezar a tomar medidas contundentes contra los enemigos de la humanidad. Aunque una propuesta concreta de reinvención fuera aprobada de aquí a dos años, por mayoría absoluta en la Asamblea General, cosa que considero poco probable, tomaría mínimo dos años más para entrar en vigor, ya que tendría que ser ratificada por cada una de las asambleas legislativas de los Estados Miembros.
 
A los Estados Unidos de Norteamérica hay que tratarlo desde ya y, si fuese posible, desde ayer, con todo el rigor que merecen ser tratados los más grandes asesinos de la historia. La única diferencia es que los que luchamos por imponer la solidaridad, la justicia, la paz y el amor no deberíamos utilizar las armas del enemigo. Nosotros entendemos que la noviolencia activa y creativa, en el espíritu de la Satyagraha de Gandhi, es la única manera de lograr nuestro objetivo.
 
Esto no significa que desconozcamos el derecho inmanente a la defensa, individual y colectiva que tienen todos los Estados Miembros y que no querrán abandonar mientras existan Estados agresores. Por ejemplo, mientras los Estados Unidos, la OTAN y sus otros lacayos cometían las atrocidades contra Libia – todos los otros Estados del mundo tenían derecho a formar de inmediato acuerdos de legítima defensa colectiva con Libia, de conformidad con el articulo 51 de la Carta, y, estrictamente hablando, en cuanto al derecho internacional se refiere, la obligación, de hacer exactamente lo mismo, o, por lo menos, algo más que simples recriminaciones verbales contra todos los Estados agresores. Y esto es así, a pesar de la incorrecta y mal intencionada interpretación de la resolución 1973 que en nada mitiga la criminalidad de la agresión. Independientemente de las medidas que el derecho internacional permite tomar contra Estados agresores, lo mejor hubiera sido limitarse a acciones noviolentas, disminución o rompimiento de relaciones comerciales, diplomáticas o de cualquier otra índole. Con el tiempo, ojalá sea pronto, el mundo comprenderá que, a la larga, estas son más efectivas que el uso de la fuerza armada.
 
No debemos nunca olvidar que la solidaridad no es sólo un derecho – es también una obligación. Para el agredido es un derecho recibirla, mientras que para los observadores o testigos es una obligación ejercerla. A Libia, por ejemplo, el mundo entero le falló por no haber expresado su solidaridad con ese pueblo hermano mediante acciones coercitivas eficaces para frenar el genocidio que EE.UU. y la OTAN estaban cometiendo.
 
Ya es hora de comenzar en serio la desmitologización de EE.UU. y de ponerse a mover al mundo entero hacia un total y absoluto aislamiento de ese Estado terrorista, que depende más de nosotros de lo que sospechamos, mediante medidas serias dentro del ámbito de la noviolencia activa y creativa.
 
Con este objetivo y también para desenmascarar a sus cómplices, que insisten en continuar colaborando con las políticas estadounidenses de terrorismo y genocidio, inventando cualquier tipo de cosas para justificar sus crímenes y sus amenazas, que también son crímenes, y, como que si esto no fuera suficiente, arrogándose también el “derecho”, exclusivo de los pueblos, de decidir ellos cuáles gobiernos han perdido legitimidad y cuáles no, más todas las otras atrocidades de sobra conocidas, hemos decidido lo siguiente:
 
En nombre de mi Señor Jesús y en honor al 500 aniversario del célebre y valiente sermón de Fray Antonio de Montesinos, pronunciado el 21 de diciembre del año 1511, en Santo Domingo, hoy capital de nuestra hermana República Dominicana, que influyó en que yo, 450 años después, fuera ordenado sacerdote, prometo que, desde este 21 de diciembre de 2011 en adelante, cada vez que me toque referirme a los Estados Unidos de Norteamérica, diré el terrorista, asesino y genocida imperio estadounidense.
 
¿Se imaginan ustedes cuán rápido se podría comenzar a desmoronar la mitología, tan cuidadosamente construida, para crear la imagen de EE.UU. como un país civilizado y amante de la paz, si miles y millones de seres humanos en todo el mundo, y en todos los idiomas, optaran también por referirse siempre a los EE.UU. en los términos que yo propongo hacerlo a partir de este miércoles 21 de diciembre? Obviamente que esa frase por sí sola no bastará para lograr nuestro objetivo de desmitologización del Imperio. Tendremos que ir inventando otras frases y medidas que irán calando profunda e irreversiblemente en la conciencia y sub-conciencia de los pueblos.
 
Invito de todo corazón a todos a los que así también les dicte su conciencia, a que se sumen a esta pequeña iniciativa motivada por el amor a la Madre Tierra, a la vida, a la paz y a la solidaridad. Me estoy dirigiendo a todas mis hermanas y hermanos cristianos, musulmanes, judíos, hindúes, budistas, etc., etc. Y a todas aquellas hermanas y hermanos que, sin profesar ninguna de estas religiones, siguen y respetan sus ancestrales valores ético-religiosos, o las voces infalibles de sus conciencias que los impulsan a trabajar siempre por el bien común de la Tierra y de la humanidad, parte integral e inseparable de la Madre Tierra.
 
En otras palabras, queridas hermanas y hermanos, les estoy invitando a que iniciemos un gran ecumenismo ético-práctico, construido en forma incluyente, sin distingos ni jerarquías de ninguna clase y, mucho menos, con dogmas de infalibilidad para ninguno. Sin un gran ecumenismo ético-práctico, integrado por todas y todos, sin excepción alguna, las y los que luchamos en defensa de la paz, del amor, de la justicia, del respeto a los derechos de la Madre Tierra, de la humanidad y por entronizar a la solidaridad entre nosotros, simplemente, no sobreviviremos. Lo que importa no es tanto el camino que nos llevó a esta espiritualidad y a convertirnos en luchadores por la paz y la justicia. Lo que importa es que llegamos a descubrir lo que le da sentido a nuestras vidas.
 
Unos pueden haber llegado a esas conclusiones por Jesús, otros por los valores ancestrales de sus respectivos pueblos originarios, otros por Mahoma, otros por varios de los grandes profetas, escritores, filósofos o éticos como Confucio o como Carlos Marx, y otros aun, como es mi caso, por Jesús y afirmado y fortalecido por muchos otros de los grandes santos y profetas del pasado y del presente, sean estos cristianos, budistas, mahometanos o simplemente éticos preocupados por el bien común de la Madre Tierra y de la humanidad, que es parte de ella.
 
Yo diría que es el mismo Dios el que nos llevó allí, otros preferirán decir que fue su conciencia. Está bien. Lo importante es que, habiendo llegado a descubrir la razón de nuestras existencias, debemos unirnos, sin reservas ni resquemores de ninguna clase, en la inclaudicable lucha noviolenta por el Amor, por la Vida, por la Paz y por la Solidaridad. Sólo así, queridas hermanas y hermanos, sobreviviremos la colosal embestida de los que predican y promueven el odio, la codicia, la insensibilidad social y ambiental y las guerras de agresión.
 
Para luchar efectivamente en el desenmascaramiento del Imperio, denunciándolo por lo que en verdad es, deberemos siempre enfatizar lo que nos une. Eso, sin lugar a dudas, es que somos hermanas y hermanos, hijas e hijos de un mismo Padre al que damos distintos nombres debido a nuestra diversidad cultural y religiosa pero que, a través de nuestras conciencias, nos orienta a todos por igual hacia la Justicia, el Amor, la Paz y la Solidaridad.
 
Estados Unidos es sin duda un país muy poderoso, militar y económicamente hablando. Además, si ha sido el único país en atreverse a lanzar bombas atómicas sobre civiles inocentes, no existirán crímenes que no sea capaz de cometer contra quienes considere opositores a sus pretensiones de dominio planetario. No obstante, Dios es más fuerte. Por eso, en nombre de Dios –al terrorista, asesino y genocida imperio estadounidense le decimos, ¡Basta ya de tanto terrorismo y genocidio!
 
Dios nuestro Señor, el Todo Poderoso y Misericordioso me ordena decirles: ¡Cuidado con irse contra Irán! Sufrirán consecuencias que su arrogancia imperial no les permite ahora ni siquiera sospechar. Todos los amantes de la Paz nos solidarizamos con Irán y contra sus potenciales agresores, motivados por lo único que siempre los motiva, es decir, apropiarse de los recursos naturales de esos pueblos. Para no seguir empañando aun más su imagen de Estado terrorista, ¡repatrien ya a los cinco héroes anti-terroristas cubanos!, quienes de sobra han puesto en evidencia la hipocresía de su mal llamada “Guerra contra el terrorismo.” Y en nombre del Todo Poderoso y Misericordioso también les advierto: no sigan poniendo obstáculos e inventando estúpidas leguleyadas para impedir el inmediato reconocimiento al Estado Palestino por las Naciones Unidas y paren ya, de una vez por todas, sus amenazas contra Siria, Cuba, Venezuela, Nicaragua y todos los países del ALBA y demás que han izado las banderas de la dignidad, la solidaridad, la paz y el amor.
 
Finalmente, hermanas y hermanos estadounidenses insensatos, les reitero, ¡no sigan tentando a Dios! La Justicia divina llegará, eso nunca deberían olvidar. Que Dios ilumine sus mentes tan entorpecidas ahora por el odio y la codicia y les permita rectificar su criminal política exterior antes de que sea muy tarde para el mundo, la Madre Tierra, y la Humanidad.
 
A pesar de todo, créanmelo, no quisiera yo jamás verlos sufrir tanto como su Imperio ha hecho sufrir a la mayor parte de los pueblos de la Tierra, incluyendo a mi patria Nicaragua y a nuestra heroica y siempre solidaria hermana República de Cuba.
 
- Miguel d’Escoto Brockmann, M.M. es Sacerdote católico. Canciller de Nicaragua 1979-1990, Presidente de la 63 Sesión de la Asamblea General de la ONU 2008-2009, Miembro del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (Ginebra), Presidente del Capítulo nicaragüense de En Defensa de la Humanidad
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