(Tercero, de seis)
Los rostros bellos de la Iglesia (III)
03/02/2011
- Opinión
A raíz de haber sido nombrado…
“Los marxistas cristianos que creemos en Dios luchamos juntos en Centro América con los marxistas que no creen en Dios, para formar juntos la nueva sociedad Socialista de hermanos, que será pluralista, no totalitaria, respetara las creencias de cada uno. Un Cristiano dogmático, anticomunista, no es cristiano; y un marxista dogmático anticristiano no es marxista.”
Padre Guadalupe Carney.
El Santo Campesino
A raíz de haber sido nombrado representante del Movimiento Unificado Campesino del Aguan (MUCA), en una comisión de verificación de sus demandas ante el Estado y de escribir acerca de “Los Rostros bellos de la Iglesia” he sido objeto de censura y tergiversación por parte de gratuitos detractores.
Uno de ellos sarcásticamente me llamó: “El gran técnico de la reforma agraria”; y otro que pertenece a una secta religiosa que odia a curas y monjas me acusó de ser “defensor de opresores”.
Según el principio budista Zen es preferible ser principiante y no experto; porque el aprendiz tiene el corazón y el cerebro abiertos para asimilar los conocimientos de cada ser humano. Al ser partidario de la Docta Ignorancia trato de saber lo que no sé. Como dijo Sócrates: “Solo sé que no nada sé; y, al saber que no sé nada, algo sé; porque sé que no sé nada”. Sencillamente soy el más simple y ordinario ser humano; cuya conciencia comenzó a crecer en un barrio pobre.
Viví a cien metros de los burdeles. A los seis años cursaba el primer grado escolar cuando la dictadura nos obligó a presenciar el fusilamiento de un preso. A los 8 años acompañé a mi madre, a las tres de la madrugada, para reconocer el cadáver de mi padre que yacía casi decapitado por un esbirro que cumplía órdenes de un terrateniente.
En mi infancia presencié cómo los campeños (trabajadores agrícolas de las empresas bananeras), embrutecidos por el alcohol, se mataban entre sí con sus machetes o eran ajusticiados por los soldados. El alcoholismo era promovido por la explotación bananera.
Es indispensable cultivar la imaginación de estos pueblos avasallados, atraerlos a la idea de nuestro engrandecimiento y de una manera general a políticos y mandones que debemos utilizar. La observación y estudio cuidadoso nos permite asegurar que este pueblo, envilecido por el alcohol, es asimilable para lo que se necesita y destina (Carta Rolston, Cortes Developmet Company 1920)”
La Gran Huelga obrera de 1954; con más de 50 mil trabajadores paralizó la Tela Railroad Company y la United Fruit Company por más de dos meses. Este hecho histórico me sensibilizó acerca de la explotación humana que ya había sido narrada por Ramón Amaya Amador en la novela Prisión Verde (1945). Ese mismo año de la Huelga obrera ocurrió la inundación de San Pedro Sula que arrasó con todos los bienes materiales de mi familia. La percepción popular bautizó al desastre natural con el aterrorizante nombre de “La Llena”...
Cuando me encontraba en el cuarto año de secundaria en el Instituto José Trinidad Reyes, fuimos invitados a recibir unas lecciones clandestinas sobre la historia de las empresas bananeras. El maestro era un campesino proletarizado de Guatemala quien nos hablaba sobre los líderes hondureños del movimiento obrero Manuel Cálix Herrera, Juan Pablo Wainwright, Fernando Amaya y Graciela García; cuya historia nunca escuchamos en las aulas de clase, como suele suceder cuando la historia ‘oficial’ trata de sepultar a los verdaderos héroes del pueblo.
Las lecciones sirvieron para que ese mismo año, con José Campos (campesino salvadoreño); y dos hondureños Chico (obrero) y Rubén (ladrillero) organizáramos el primer sindicato de ladrilleros en San Pedro Sula. En aquella época cualquier acercamiento a las ideas socialistas no sólo era pecado religioso, sino que la persona podría ser torturada o asesinada; a tal grado que se promovía la falsa idea de que “los comunistas se comían los niños”. No en vano durante el golpe militar hondureño del siglo XXI la propaganda contenía esta perversa falsedad.
En los años sesenta el Instituto Patria, de La Lima, (capital de las empresas bananeras) era una cantera de ideales progresistas: Mario Membreño, Régulo de Jesús Mancía (fallecido) y Longino Becerra influyeron en la conciencia del movimiento estudiantil.
En 1970, regreso a Honduras, después de haber realizado mis estudios de Postgrado en Estados Unidos. Cultivé mi pensamiento en la lucha de la juventud universitaria de Berkeley contra la Guerra de Vietnam, la desobediencia civil de Martin Luther King, Gandhi y un pensamiento abierto, crítico por la libertad de la palabra. Me entrevisté con varios líderes políticos, religiosos y revolucionarios de diferentes tendencias. Nunca he ocultado mis ideas. En EUA aprendí a amar las ideas de Morazán, Bolívar, Martí, Visitación Padilla, Sandino, Froylán Turcios y Farabundo Martí...
Con el objeto de indagar si era cierto que los comunistas se “comían a los niños” conversé en diversas ocasiones con Rigoberto Padilla Rush, Secretario General del Partido Comunista de Honduras; persona de vasta cultura y soñador con un mundo de paz y justicia. Aquellos diálogos me enseñaron que los comunistas auténticos pueden ser humanistas.
En la década los setenta conocí al Padre Guadalupe Carney (Padre Guadalupe). Durante nuestras conversaciones tenía siempre un espíritu jovial e invitaba a la unidad del pueblo hondureño como la forma de resistir ante las injusticias. Era un ser inquieto, sensible y solidario con los pobres. Amaba entrañablemente a Honduras y sobre todo a las familias campesinas. El 27 de Septiembre de 1973, el Padre Guadalupe declaró: “Por amor a Cristo y a los hondureños pobres. Al igual que Jesús se descalzó y libremente escogió hacerse hombre, encarnarse como uno de la clase humilde y pobre, yo también quiero imitar a Jesús en todo lo posible y no ser más de la burguesía y de los fariseos religiosos. He optado libremente ser de la clase oprimida para estar hombro con hombro junto a los campesinos en la lucha por su liberación, y con Honduras en su lucha por liberarse de la dependencia externa que la tiene oprimida. Quiero identificarme con el Tercer Mundo, y no ser más identificado con el imperialismo norteamericano. Por eso he renunciado a ser ciudadano de Estados Unidos.”
Cierto día que estaba triste por tanta injusticia tuve un sueño o visión con el Padre Guadalupe. Me encontraba en una escuela campesina paupérrima. Alguien tocó mi hombro y vi la imagen sonriente y radiante del Padre Guadalupe Carney quien me dijo: “Nunca te olvides que el ser revolucionario es soñar y tener fe en construir una nueva sociedad. Por consiguiente el revolucionario siempre pone los pies en la tierra, recoge la experiencia de la historia, ama a su pueblo y desafía el futuro”.
En una de sus reflexiones Carney señalaba: “Honduras tiene grandes riquezas, pero la mayoría de estas riquezas salen de Honduras para enriquecer más a los Estados Unidos. Es fácil de entender por qué nosotros los hondureños revolucionarios somos muy anti-imperialistas. Nosotros no estamos en contra del pueblo estadounidense sino en contra del imperialismo de los Estados Unidos”.
Haber conocido tanto al Padre Guadalupe Carney como a Rigoberto Padilla Rus, ambos partidarios de la idea de la unidad de cristianos y marxistas, enriqueció mi visión ecuménica de no ser anticomunista ni anti cristiano, ni anti musulmán, ni antisemita ni contrario a las creencias de los pueblos originarios, indígenas y garífunas afrodescendientes.
Con el Padre Guadalupe, al igual que los hondureños José María Reyes Mata (médico); Juan Ramón Dermith, René Bulnes, Edwin Diaz Zelaya (estudiante de medicina) y todos los integrantes de la columna guerrillera del Partido Revolucionario Centroamericano de las Trabajadores (PRTC) capturados y asesinados por el Pentágono, la CIA y el ejército hondureño, se cometió un crimen de lesa humanidad.
Se debe considerar siempre y muy seriamente que crímenes como ese nunca prescriben, que tienen efecto retroactivo y que violan la Convención de Ginebra (1949) y la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las “desapariciones forzadas (Artículos 1, 2, 3,)...
Como preciosa contraparte de este crimen deleznable, el Padre Guadalupe ha sido beatificado por el pueblo al llamarlo “El Santo del Campesinado”.
El Santo del Campesinado está presente en el Aguán para proteger a la comunidad que lleva su nombre: Guadalupe Carney; y fortalecer la unidad espiritual de todo el campesinado, del Aguan y de Honduras, que continúa sufriendo desalojos violentos, trauma, tortura, terror y masacres por parte de la maquinaria de la barbarie, del Complejo Militar Agroindustrial, Minero, Energético y del Capitalismo Multinacional.
Tegucigalpa. Febrero 2011
- Juan Almendares, médico hondureño, ex-Rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), fue candidato presidencial por el partido Unificación Democrática (UD).
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