Posibilismo, transformismo y alternativa al neoliberalismo
Crónica inconclusa de los Gobiernos "populares" en América Latina
30/07/2003
- Opinión
En América Latina se han levantado y multiplicado en los últimos años
voces críticas a las políticas neoliberales que alcanzan un nuevo
impulso con el triunfo de Lula en Brasil, un ex obrero metalúrgico
que logra acceder a la presidencia en su cuarto intento, y con el
sorprendente resultado de las elecciones en Ecuador, donde el ex
coronel de ejército Lucio Gutiérrez se impone en una reñida segunda
vuelta. Es así como en el sentido común de nuestras sociedades se
instala la idea de que estos nuevos gobiernos de Brasil y Ecuador
junto a la Venezuela chavista, podrían dar paso a la conformación de
una suerte de bloque izquierdista o progresista capaz de implementar
políticas alternativas a la hegemonía neoliberal imperante en América
Latina.
Pero es justo preguntarse, ¿cuánto hay de realidad en esta supuesta
construcción de alternativa al neoliberalismo que representarían
estos emergentes gobiernos populares?, o acaso estaremos pecando de
un exceso de optimismo, y las perspectivas reales de democratización
asociadas a estos emergentes gobiernos son mucho menores a las
tremendas expectativas depositadas en ellos por nuestros pueblos.
Bueno, todas estas inquietudes son totalmente justificadas, y
fácilmente se podrían agregar unas cuantas más. Producto de la
trascendencia que tiene para el futuro de Latinoamérica la evolución
de estos gobiernos, es que me ha parecido conveniente hacer algunas
reflexiones.
Para comenzar, no se puede perder de vista el carácter reaccionario
que tiene el actual período histórico por el que atraviesa la
humanidad. Hacia fines de los años ochenta la guerra fría llega a su
fin, pues la disputa entre el bloque socialista y el capitalismo
experimenta un inesperado resultado con la estrepitosa caída de los
socialismos reales en Europa del Este. Esta derrota le permite a los
EE.UU. imponer su hegemonía a escala mundial, que con Bush hijo asume
un carácter abiertamente fascista, como lo evidencia la reciente
invasión militar de Irak. De manera casi simultánea se producen
significativas transformaciones al interior del capitalismo, ya que
es reemplazada la modalidad keynesiana de funcionamiento que
predominó durante los últimos 30 años, por una de tipo neoliberal,
que rápidamente logra imponerse como pensamiento único. En América
Latina, todos los gobiernos que se suceden durante la primera mitad
de los noventa -con la sola excepción de Cuba- aplicaron en diversos
grados estas políticas neoliberales, con la secuela de nefastos
efectos sociales que conllevan. En este contexto histórico cualquier
gobierno que intente desarrollar una política alternativa al
neoliberalismo representa un avance significativo y abre
insospechadas posibilidades en la perspectiva de la democratización.
Más allá del rumbo futuro que emprendan sus gobiernos, Lula, Chávez y
Lucio Gutiérrez son líderes que han llegado al poder gracias al apoyo
de fuerzas sociales y políticas que durante años han cuestionado
duramente las políticas de libremercado aplicadas por los gobiernos
que los antecedieron. Es más, cuentan con el respaldo de sectores
sociales organizados -y en proceso de organización- que jamás habían
accedido a cuotas significativas de poder político como son las masas
marginales de los cerros de Venezuela, los indígenas del Ecuador, o
los trabajadores sin tierra de Brasil. Por lo tanto, son gobiernos
que representan un cambio cualitativo respecto a un Fernando Enrique
Cardozo y frente a un Carlos Andrés Pérez, mandatarios absolutamente
comprometidos en la introducción así como en la aplicación del
neoliberalismo. Es así como se concluye que la contribución
democrática inicial de la cual son portadores estos gobiernos
populares no puede ser puesta en duda, aunque ella tampoco se
encuentra resuelta en forma definitiva, es más su contribución a la
construcción de una alternativa al neoliberalismo sólo puede ser
juzgada a partir de sus acciones y políticas concretas, que es lo que
se pasará a analizar a continuación.
Hacer un recuento de la situación política de Venezuela resulta
complejo, debido a que es el país donde los acontecimientos se
suceden con mayor velocidad, y también porque es el proceso que ha
suscitado más resistencia tanto de la oligarquía local como por parte
del gran capital internacional, en especial, del gobierno de los
EE.UU.
Para entender la situación actual de este país es necesario
remontarse a analizar lo sucedido en décadas pasadas. Tras años de
alternancia indolora en el poder de los partidos tradicionales, de
reproducción de prácticas clientelistas por parte de la clase
política que impidieron la articulación de actores sociales
autónomos, en 1989 la masa popular despierta de su sopor dando vida a
un estallido social de grandes proporciones –el "caracazo"- en
respuesta a la brutal aplicación de una política neoliberal de
"shock". A partir de este suceso se genera un vacío de representación
política que irá en creciente aumento, y es justamente este
desprestigio de los partidos políticos el que crea un clima favorable
para la instalación de un liderazgo que rompe con los esquemas
existentes, como sucede con Hugo Chávez, un ex militar que estuvo en
la cárcel por encabezar un levantamiento armado contra Carlos Andrés
Pérez, que es justamente el gobernante que introduce estas políticas
neoliberales.
A diferencia de lo sucedido en Brasil y Ecuador, donde las fuerzas
alternativas requirieron de una política de unidad con los
movimientos sociales, con los partidos de izquierda e incluso con
sectores de la burguesía productiva para llegar al gobierno, en
Venezuela, Chávez no necesitó de una alianza de estas
características. Lo que sucedió en este caso, es que su carisma
arrastró a una heterogénea masa popular que se vuelca a su favor,
siendo justamente la masividad que alcanza esta adhesión, lo que le
permite ganar las elecciones presidenciales de 1998 por un amplio
margen (56%) y facilita el apoyo a su candidatura de diversos -
aunque pequeños- partidos izquierda.
Desde el punto de vista programático la candidatura de Chávez
reivindica la soberanía nacional, se declara anti-imperialista y
levanta un conjunto de demandas democráticas de carácter
antioligárquico, donde destaca la reforma institucional del sistema
político y las medidas económico-sociales que buscan mejorar la
desmedrada situación de las grandes mayorías nacionales. En política
exterior impulsa una acción de defensa del petróleo coordinando a los
países productores para contrarrestar las presiones de las grandes
potencias, rechaza la intervención de EE.UU. en especial el Plan
Colombia y privilegia la integración latinoamericana como alternativa
al ALCA. Sin embargo, es en el ámbito de la institucionalidad
política donde el nuevo gobierno da pasos más audaces, pues convoca a
una Asamblea Constituyente que elabora una nueva constitución, que a
su vez es aprobada en referéndum, y refunda varios de los más
importantes organismos institucionales del país, tales como el
Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia.
En el desarrollo de este proceso se llega a un momento decisivo en
Diciembre del 2001, cuando el gobierno dicta una serie de leyes que
afectan los intereses económicos de la oligarquía, destacando entre
ellas, la ley de Tierras, de Hidrocarburos, de Pesca, de Vivienda y
Cooperativas. Estas medidas más avanzadas desatan una fuerte
resistencia por parte de la oligarquía venezolana, que si bien ya
tenía una postura crítica frente al gobierno de Chávez, ahora pasa a
una actitud de evidente hostilidad, y para ello cuenta con el apoyo
de los gremios empresariales, los grandes medios de comunicación
social, logrando además sumar a importantes sectores de capas medias.
El fracaso del golpe de estado del 11 Abril del 2002 y la derrota de
la huelga petrolera durante el 2003, han permitido que el gobierno
junto a sus partidarios retomen la iniciativa estratégica frente a
una oposición golpista que se alista a nuevas batallas, que tendría
como demanda clave la realización de un referéndum revocatorio en
Agosto de este año como lo posibilita la Constitución. En medio de
esta ofensiva golpista el pueblo venezolano no ha permanecido
indiferente, así como salió a las calles para frustrar el intento de
golpe de estado, también ha experimentado importantes avances en su
organización. En este sentido ha resultado fundamental la creación de
los círculos bolivarianos que se han constituido en la organización
popular natural de defensa del proceso revolucionario, así como
también la reacción que surge desde los trabajadores que ha
constituido una nueva central sindical comprometida con los intereses
de los trabajadores como clase social.
Frente a la situación de boicot económico, cierre de empresas, huelga
de inversiones y fuga de capitales (más de 35.000 millones de dólares
han salido de Venezuela) que ha colocado a la economía al borde del
colapso, agravada por el sabotaje a PDVSA que es la fuente más
importante de ingresos de la economía venezolana, el gobierno ha
tenido que tomar medidas de urgencia, entre las cuales destaca el
control cambiario, y además amenaza con intervenir la banca, así como
los precios de los alimentos básicos. A pesar de las medidas
adoptadas el panorama económico continúa siendo inestable, y todavía
no se encuentra bajo control.
En Brasil el triunfo de Lula en las elecciones presidenciales del
2002 es el resultado de una exitosa estrategia político electoral que
se propuso ampliar la base de sustentación de su candidatura más allá
de los límites de la izquierda y así evitar una nueva derrota. En
este empeño contó con el respaldo incondicional del Partido de los
Trabajadores, como el de otras organizaciones políticas de izquierda
y también, con el apoyo del movimiento sindical urbano reunido en la
CUT y de los campesinos sin tierra del MST. En esta ocasión, sin
embargo, Lula sumó un nuevo aliado que resultaría decisivo en la
batalla electoral, pues integró como vicepresidente a un importante
empresario textil vinculado al partido liberal, con lo cual logró
asegurar el respaldo de un importante sector de la burguesía
industrial vinculada al mercado nacional.
Para apaciguar las amenazas de una fuga de capitales, durante la
campaña actuó con extremada cautela frente a los mercados financieros
y se pronunció a favor de la mantención de los compromisos adquiridos
con el FMI, lo que facilitó el acceso de Brasil a un nuevo préstamo
destinado a aumentar las reservas del país. A pesar de la amplitud de
la alianza y de la contundencia del resultado electoral, pues el
líder obrero venció en la segunda vuelta con más del 60% de los
votos, este triunfo no permitió la constitución de un bloque
mayoritario en el parlamento a favor del nuevo gobierno, quedando de
esta manera limitado su margen de maniobra.
El programa que llevó a Lula al gobierno es reflejo del carácter
pluriclasista de su coalición y ha sido catalogada como una
propuesta keynesiana de "salida" del neoliberalismo. La estrategia
económica se basa en una alianza del capital productivo contra el
especulativo que contempla un programa de reactivación económica a
través de una caída de la tasa de interés para facilitar la
inversión, y con ello promover un circulo virtuoso que debe
estimular un alicaído mercado interno a través de un significativo
aumento en la capacidad de consumo de la población. Sus
compromisos durante la campaña contemplan tres prioridades, que
son: el crecimiento del empleo, la generación y redistribución del
ingreso y la ampliación de la infraestructura social, todo lo cual
pasa por desarrollar la anhelada reforma agraria, para así ampliar
de manera efectiva el mercado interno y asegurar la producción
nacional de alimentos.
Ya instalado en la presidencia, y dando continuidad a la política
de acercamiento hacia los poderosos mercados financieros
internacionales que desarrollo cuando era candidato, Lula nombró a
un ex ejecutivo del Banco de Boston como presidente del Banco
Central y se comprometió a cumplir con las exigentes metas de
superávit fiscal que ha recomendado el Fondo Monetario. Es así
como el gobierno puso en práctica un fuerte ajuste fiscal con el
fin de revalorizar el real y detener la inflación, lo que ha
permitido en pocos meses elevar el superávit fiscal, aunque
también ha provocado un importante aumento en las tasas de interés
(26,9%). Las altas tasas de interés están amenazando el normal
desenvolvimiento de la economía y se corre el riesgo de caer una
situación recesiva, además se han provocado choques entre los
sectores productivos con aquellos vinculados a la banca, que son
los grandes beneficiados por estas elevadas tasas. Las críticas
que ha expresado el vicepresidente Alencar y otros sectores de la
burguesía, como también la salida del PDT de Brizola de la base
del gobierno, expresan el descontento de los sectores más
directamente afectados por la severidad del ajuste.
Más allá de lo acertado que puede haber resultado en un primer
momento las medidas tendientes a tranquilizar al FMI para alejar
los riesgos de una fuga masiva de capitales, es evidente que una
política de ajuste tan severa limita de manera significativa las
posibilidades con que cuenta Lula para cumplir con las propuestas
sociales de su programa. En este sentido, sus principales
iniciativas como la creación de obras públicas, el desarrollo de
infraestructura productiva, el plan de primer empleo para jóvenes
y el plan de hambre cero requieren de una cantidad importante de
recursos fiscales. Es más, este último plan implica que sólo en el
primer año de gobierno se deben entregar bonos de alimentación a 9
millones de pobres.
Como es natural, el nuevo gobierno mantiene un estrecho contacto con
el movimiento sindical. La CUT ve en Lula a un presidente obrero, el
primero en la historia de Brasil, lo que la lleva a mantener una
actitud de respaldo y de apoyo pasivo a las iniciativas que adopta el
presidente. En el movimiento de los sin tierra la actitud hacia el
gobierno de Lula tiene mayores matices, a pesar de la cercanía que
tienen con el presidente, este movimiento posee conciencia de las
dificultades que deberá enfrentar, y por eso, ha decidido mantener
una actitud vigilante, en especial en lo que respecta a la
realización de una auténtica reforma agraria. Sin embargo, y más allá
de la empatía que tiene el gobierno con los trabajadores y los
movimientos sociales, también han surgido conflictos a partir de
ciertos proyectos del gobierno. El ingreso al parlamento de un
proyecto de ley de reforma previsional que afecta a los trabajadores
de la administración pública, ha suscitado una decidida oposición por
parte de las organizaciones sindical del sector, que han convocado a
una huelga indefinida en rechazo a esta iniciativa. A pesar de las
dificultades descritas, Lula goza de una alta popularidad entre la
población, ha sumado a nuevos aliados como los sectores de capas
medias representados por el PMDB, y también ha logrado que los
principales partidos de la burguesía adopten una posición expectante
frente a su gobierno, siendo muy cautos en sus críticas.
En política exterior, Lula ha desarrollado una posición independiente
que privilegia el liderazgo de Brasil en Latinoamérica, la cual lo ha
llevado a proponer la ampliación del Mercosur como polo de
integración regional, junto con una contundente crítica a EE.UU. por
sus afanes hegemónicos y de rechazo a la invasión de Irak. Sin
embargo, como quedó en evidencia en su reciente viaje a EE.UU., Lula
ha adoptado una actitud de aceptación condicionada del ALCA que en
definitiva lo ha llevado a reiterar el 2005 como fecha inicial de su
entrada en vigencia.
En el caso de Ecuador, hay que comenzar recordando que el 21 de Enero
del 2000 se llevó a cabo un levantamiento indígena, que en pocas
horas logra el apoyo de un importante grupo de militares encabezados
por el Coronel Lucio Gutiérrez, y que culmina con la caída del
gobierno del presidente Jamil Mahuad. Los principales actores de esta
crisis, el movimiento indígena agrupado en la CONAI y en el partido
Pachacutik, los sectores patrióticos de las FF.AA. que se expresaron
en el apoyo al levantamiento indígena y que rápidamente dieron vida a
una nueva organización política, el Partido Sociedad Patriótica,
constituyeron la base de una alianza democrática y nacional que
levanta la candidatura del ex coronel Lucio Gutiérrez, y que además
contó con el apoyo de la izquierda agrupada en el Movimiento Popular
Democrático, así como también de una amplia gama de organizaciones
populares y sindicales.
Su candidatura se estructura sobre la base de una plataforma que
defiende la soberanía nacional pues rechaza la regionalización del
Plan Colombia y la presencia de EE.UU. en la base de Manta, expresa
reparos con respecto al ALCA y se compromete a dar respuesta a las
necesidades materiales más urgentes de la población y a eliminar todo
el andamiaje de corrupción de las administraciones anteriores.
Después de una reñida contienda electoral, Gutiérrez logra imponerse
en la segunda vuelta, ganando de esta manera las elecciones
presidenciales. Es necesario hacer notar que producto de las
presiones de la derecha, así como también por la necesidad de ampliar
su base de apoyo, en esta última etapa de la campaña el ex coronel
adopta un tono más moderado, y que una vez electo, nombra como
ministros "claves" a ciertos personajes con fuertes vínculos con los
sectores industriales y bancarios.
El debut en la presidencia de Lucio Gutiérrez estuvo cargado de una
fuerte polémica, pues comenzó su mandato suscribiendo una carta de
intenciones con el FMI que comprometía el pago de los compromisos de
la deuda externa, lo que entre otros efectos, implicó una inmediata
alza en el precio de los combustibles con el consiguiente impacto en
la calidad de vida de la población. Esta carta de intenciones también
conlleva un compromiso de austeridad fiscal que limita de manera
significativa las posibilidades que tiene el gobierno para cumplir
con los compromisos adquiridos durante la campaña. Posteriormente
viaja a EE.UU. y se entrevista con el presidente Bush, efectuando
declaraciones que relativizan de manera significativa sus posturas
iniciales de rechazo al Plan Colombia y el ALCA.
Esta sucesión de desafortunados acontecimientos, y otros más que no
alcanzamos a relatar en este escueto recuento, están produciendo una
acelerada descomposición de la alianza política de gobierno, al mismo
tiempo, un fuerte distanciamiento de los movimientos sociales con
respecto al accionar del poder ejecutivo. El movimiento sindical se
ha enfrentado al incumplimiento de los compromisos electorales del
gobierno ha originado una activación de las basee que se manifiesta
en la huelga de los maestros y también en la paralización que llevan
a cabo los trabajadores petroleros en rechazo a la privatización
encubierta propuesta por el gobierno. En las últimas semanas la
poderosa CONAI ha decidido retirarle su respaldo político a
Gutiérrez, aunque también ha optado por mantener sus ministros en el
gobierno. La principal fuerza de izquierda, el MPD, ha decidido
retirar a sus ministros y actuar en forma independiente en el
parlamento, producto del contenido neoliberal de las principales
políticas que éste impulsa. Y hace pocos días, la situación se ha
agravado aún más debido a la solicitud de renuncia que se le cursó a
la Ministro de Educación, lo que ha llevado al partido Pachakutic a
congelar su participación en el gobierno, a la espera una resolución
final que debe tomar en conjunto con el movimiento indígena.
Como hemos visto los nuevos gobiernos populares que se constituyen en
Venezuela con el triunfo de Chávez, en Brasil con Lula y en Ecuador
con Lucio Gutiérrez, son en cierta medida gobiernos en disputa, donde
coexisten diversos intereses así como también diferentes posiciones
ideológicas, y donde la participación de múltiples sectores tanto
sociales como políticos, obliga a un gran esfuerzo de articulación
para estructurar una estrategia coherente que posibilite el
cumplimiento del programa de gobierno. Sin embargo la mayor
dificultad que enfrentan estos presidentes radica en que para cumplir
con los compromisos adquiridos con el pueblo, deberán implementar una
serie de medidas que son contrarias a la lógica del neoliberalismo en
tanto implican ampliar de manera significativa la red de asistencia
social del estado, en salud, educación, previsión y también en el
acceso a bienes de consumo básico. Todo ello dentro de los limitados
marcos que posibilita una economía de tipo capitalista periférica
frente a la cual no se han propuesto una ruptura, y con la conciencia
de que su llegada a la presidencia –como lo evidencia el ejemplo de
Salvador Allende en Chile- no es sinónimo de un acceso total al
poder, pues el poder ejecutivo cuenta con atribuciones acotadas.
Si estos líderes actúan de manera consecuentes con sus postulados
avanzando en la concreción de transformaciones antineoliberales, es
evidente que deberán enfrentar una férrea resistencia por parte del
gran capital y de los grupos sociales subordinados a él, que no están
dispuestos a ceder ni un ápice en sus intereses, como ha quedado
claro en Venezuela donde la oligarquía no le da tregua a Chávez. Si
Lula y Gutiérrez avanzan en esta dirección, resultará decisivo que
sigan el ejemplo de Chávez en Venezuela, y recurran al pueblo
organizado para hacer frente a la desestabilización de la gran
burguesía, ya que sin organización y confianza en las capacidades del
pueblo es imposible avanzar en un proceso de democratización real.
Pero este camino de consecuencia no es la única opción, también
existe la posibilidad real de que prime el temor frente a las
dificultades que implica la construcción de alternativa al
neoliberalismo, y que se imponga la tentación del conformismo, lo que
en definitiva llevaría a un camino de entendimiento con el gran
capital.
Como vemos estos nuevos gobiernos enfrentan una disyuntiva sobre la
cual todavía no se ha dicho la última palabra, y en donde resultará
decisiva la fuerza de masas que tengan los sectores de izquierda para
incidir en el rumbo de los acontecimientos, al igual que la fortaleza
ideológica que posean para asimilar las múltiples contradicciones que
surgirán en una alianza de este tipo, y no perder la dirección
antineoliberal del proceso. Una situación que resulta aleccionadora
es lo sucedido en Ecuador, ante el viraje hacia la derecha que adopta
el gobierno de Lucio Gutiérrez, el izquierdista MPD decide abandonar
el gobierno, para actuar desde la oposición en defensa de los
intereses populares.
Los gobiernos populares de América Latina enfrentan una disyuntiva
histórica, o se apoyan en la fuerza del pueblo para impulsar un
proceso real de democratización, o ceden frente a las tentaciones del
posibilismo, convirtiéndose en gobiernos vacilantes incapaces de
impulsar un proceso de transformaciones sociales. Más triste aún es
el destino de aquellos gobiernos que hagan del transformismo su
proyecto político, es decir, de aquellos teniendo un discurso crítico
frente al neoliberalismo terminan por aplicar y profundizar las
mismas políticas que dicen cuestionar, como sucede con la
concertación de partidos por la democracia en Chile. En Venezuela,
Chávez junto a un pueblo organizado que día a día crece en conciencia
ya eligió el camino de la democratización, en Brasil se aproxima un
momento de definiciones pues a Lula se le está acabando el tiempo, y
Ecuador representa el caso más desafortunado, donde sólo nos queda en
que la reacción de las fuerzas de izquierda y los movimientos
sociales pueda detener el viraje hacia la derecha que esta dando
Lucio Gutiérrez.
Santiago, Julio de 2003
* Daniel Núñez. Sociólogo. Investigador de ICAL.
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